La ciudad de Altea.

La ciudad de Altea.

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Es la ciudad favorita de Amy Schumer y es un reclamo para el turismo: "Mi lugar favorito del mundo fuera de EE.UU"

La actriz y comediante destaca esta el encanto de esta localidad alicantina en su libro The Girl with the Lower Back Tattoo.

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Alicante
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En un rincón del Mediterráneo donde el sol se posa con cariño sobre fachadas encaladas y las buganvillas trepan sin pedir permiso, Amy Schumer encontró un refugio. No es Los Ángeles ni Nueva York. Tampoco París, aunque el encanto no le falte.

La actriz, directora y comediante estadounidense, icono del humor contemporáneo, confesó que su lugar favorito del mundo, fuera de EE.UU., es nada menos que Altea, una joya blanca encaramada sobre la costa alicantina.

Lo reveló con la naturalidad que la caracteriza, entre líneas de su autobiografía The Girl with the Lower Back Tattoo, donde Schumer no solo habla de su vida y sus traumas con una honestidad afilada, sino que también se permite suspirar por aquel pedazo de cielo levantino.

En un gesto que fue mitad humor, mitad deseo real, aseguró que se mudaría a Altea si Donald Trump ganaba las elecciones. Aunque sigue viviendo en Manhattan seis meses después del segundo mandato del republicano, sigue teniendo un arraigo muy emocional con la localidad alicantina.

Y es que Altea no se visita, se siente. Sus calles empedradas, el azul inacabable del mar y ese ritmo de vida que invita a bajar una marcha, han enamorado a más de un visitante que llega sin expectativas y se va con la idea de volver. O de quedarse.

Y si Amy Schumer, acostumbrada al vértigo de los focos, ha encontrado allí su paz, muchos turistas y visitantes no tan famosos también experimentan la misma sensación de asombro y arraigo.

La declaración no pasó desapercibida entre los lectores, pero tampoco entre quienes ven en estos gestos de celebridades una oportunidad de oro para reivindicar el potencial turístico de nuestras ciudades.

Altea, y por extensión la provincia de Alicante, se han ido colando en la conversación global sin necesidad de artificios, simplemente por ser lo que son.

Y aunque no se trata de correr a convertir cada rincón en plató de Instagram, sí de entender que el turismo emocional, ese que no solo busca vistas, sino vivencias, necesita relatos como este.