La metáfora más imprevisible, en las cinco jornadas de este memorable tercer Wake Up, Spain! que acaba de concluir, surgió de labios de la ponente más inesperada. Lo último que imaginábamos cuando el jueves a primera hora de la tarde se plantó delante del atril la ministra de Hacienda, María Jesús Montero, es que nos hablara del "Fosbury flop".
Máxime cuando la muerte de su inventor, el rubicundo y espigado Dick Fosbury, había pasado poco menos que desapercibida, hace un par de semanas, incluso para quienes ya teníamos edad para quedar obnubilados, cuando en los Juegos Olímpicos del 68 en México hizo lo que hizo.
Yo aun sigo frotándome los ojos delante del televisor en blanco y negro. Encaró de espaldas el listón del salto de altura, lo sobrepasó intento tras intento y se llevó la medalla de oro. Más que atletismo, aquello parecía magia.
Nunca nadie lo había hecho así. La ministra, que entonces sólo tenía dos años, hubo de enterarse a posteriori pero, en medio de su absorbente dedicación política –"Yo sólo vivo para esto"- ha sido ahora capaz de procesar el significado de aquella aparente extravagancia.
"La innovación de Fosbury partió de una discapacidad funcional que se convirtió en oportunidad", explicó la también vicesecretaria general del PSOE. Se refería a que el saltador de Portland no tenía la envergadura, la masa corporal y por lo tanto la potencia física para estar entre los mejores, si empleaba la técnica del rodillo ventral que todos los demás utilizaban.
Tenía que aguzar el ingenio, tenía que innovar, tenía que cambiar y Fosbury lo hizo.
"Darwin nos enseñó a reflexionar sobre la adaptación permanente a las cambiantes condiciones del entorno", corroboró Ana Botín en su inspiradora intervención, poniendo el ejemplo negativo de lo ocurrido con el Silicon Valley Bank y otros bancos anclados en el modelo de los tipos de interés cero. "Las viejas recetas no sirven".
Adaptarse o morir. Ese era y sigue siendo el espíritu que queda tras el lema de nuestro tercer gran simposio anual: "Impulsar el cambio en tiempos de incertidumbre".
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Incertidumbre económica, incertidumbre geoestratégica, incertidumbre electoral. Esta es la tríada que nos tiene en vilo y a la vez permite que el cambio lo abanderen liberales e intervencionistas, halcones y palomas, partidarios de Sánchez y de Feijóo.
Por si hubiera alguna duda de en qué bando milita cada uno, ahí queda la propuesta de clausura del ministro Bolaños, a mitad de camino entre el optimismo y la provocación: que el próximo Wake Up se rebautice como "Well done, Spain".
No me parece que se pueda cantar aún victoria -con los graves desequilibrios que minan nuestra competitividad-, pero es innegable que los últimos datos macroeconómicos han mejorado bastante las fúnebres previsiones del otoño. Y que tenemos más crecimiento, menos inflación, menos déficit y más empleo de lo temido. Y que mucho tienen que ver con ello los 37.000 millones de los fondos europeos ingresados ya por el Tesoro público, por los que tanto peleó Sánchez en su día.
"Saltaríamos mucho más alto si fuéramos capaces de alcanzar grandes pactos de Estado y optimizar la colaboración público-privada"
Queda la polémica sobre su gobernanza. Lasquetty, consejero de Hacienda de Ayuso, denunció con razón, en el propio Wake Up, que se había enterado por la intervención de María Jesús Montero de que España va a solicitar además los 84.000 millones en préstamos que le corresponden dentro del programa Next Gen: "Existe la corresponsabilidad fiscal, pero no cuentan con las comunidades. Cuando eras pequeño te daban veinte duros para comprar, pero no comprabas lo que tú querías".
Esa es también en el fondo la discusión sobre los PERTE, en cuya selección, dotación y orientación la oposición sólo ve dirigismo, clientelismo e ineficacia. La parte positiva es que nadie cuestiona que la digitalización, la apuesta decidida por las energías renovables, la cohesión territorial mediante una nueva movilidad que incluye tanto el 5G como el ferrocarril, y la igualdad de oportunidades a través de reformas educativas como la de la formación profesional dual, son las grandes prioridades nacionales.
Si España está paliando sus "discapacidades funcionales" con estos planteamientos innovadores sin acuerdos entre el Gobierno y la oposición y en un clima de frialdad extrema entre las grandes empresas y el poder, no es difícil imaginar lo alto que saltaríamos si, después de que las urnas hayan puesto a cada uno en su sitio, fuéramos capaces de alcanzar grandes pactos de Estado y optimizar la colaboración público-privada.
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Un cierto escalofrío recorrió la espina dorsal de la cúpula de EL ESPAÑOL y en especial de su equipo de eventos, cuando en mi intervención inaugural aseguré que "no habrá mejor despertar para España que el que se produzca en una Europa cohesionada" y concluí con un "Wake Up, Europe!".
Tranquilidad, compañeros, no estoy pensando en trasladar nuestra carpa itinerante también a Bruselas para impulsar desde allí un despertar transcontinental. No hay que descartar nada, pero nuestra mayor utilidad está en España, movilizando a la opinión pública en apoyo de quienes con mayores medios y resortes están logrando galvanizar el espíritu de Europa a través de las instituciones de la UE.
Por eso fue muy alentador escuchar este viernes de labios del Alto Representante Josep Borrell que la invasión ha supuesto "un wake up geopolítico para Europa". Y oírle desgranar lo que nuestro Rugido del León resumió al día siguiente como "las verdades de Borrell". Yo destacaría estas cinco:
1.- Si Putin hubiera logrado instalar un gobierno títere en Kiev y sus tropas controlaran ya la frontera con Polonia, nuestras democracias estarían gravemente amenazadas. Los hechos han avalado que la UE se está volcando en ayudar a Ucrania con nada menos que 60.000 millones por todos los conceptos, incluido el militar. Estados Unidos envía más armas, pero proporciona mucha menor ayuda humanitaria.
"Hoy por hoy 'no hay otro plan de paz que el de Zelenski', basado en la retirada rusa de todos los territorios ocupados"
2.-La guerra tendrá que acabar con una negociación, pero "China no puede ser un mediador" por su falta de equidistancia, sino todo lo más un "facilitador". La UE debe presionar a Xi Jinping para que sea consecuente con sus propias líneas rojas. No está claro que Sánchez lo haya hecho suficientemente. Pero la credibilidad china se resiente gravemente si después de firmar un comunicado repudiando el despliegue de armas nucleares en terceros países, Putin las instala en Bielorrusia.
3.-Hoy por hoy "no hay otro plan de paz que el de Zelenski", basado en la retirada rusa de todos los territorios ocupados. Eso requerirá perseverancia en el envío de armamento hasta que Putin pierda la esperanza de ganar y compruebe cómo su economía sigue resintiéndose, al caer sus ingresos por gas y petróleo.
4.- Ha pasado el tiempo en que los europeos delegábamos "la seguridad a Estados Unidos, la energía a Rusia y los suministros a China". No puede haber otra prioridad para Europa que adquirir una "autonomía estratégica abierta". Eso debe ser compatible con la colaboración con Estados Unidos en el seno de la OTAN, pero desde la conciencia de que tenemos intereses diferentes en muchos ámbitos.
[Josep Borrell destaca que la guerra en Ucrania "ha sido un 'wake up' geopolítico para Europa"]
5.-Esa autonomía estratégica incluye un polo militar, pero no es el único ni siquiera el más importante. Sobre todo si tenemos en cuenta la naturaleza de la "guerra híbrida" que Putin impulsa para desestabilizar a Europa. "Putin cuenta con que las democracias son débiles y con que la opinión pública cederá ante los costes de la guerra". Y si dispone de 300.000 reservistas como carne de cañón para la guerra de trincheras que, en cuanto se seque el terreno, se convertirá en un descomunal choque de blindados, el ejército de bots con el que a diario asalta nuestras redes se mide por millones.
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Esta última consideración de Borrell nos retrotrajo al apasionante diálogo que en la jornada inaugural mantuvieron el presidente de Telefónica, José María Álvarez-Pallete, y nuestro columnista Bernard-Henri Levy.
Pallete es el empresario que de forma más reiterada e intensa viene reclamando esa emancipación europea de las servidumbres de un mundo que se ha desmoronado y BHL el mayor intelectual y activista del paneuropeísmo con hilo directo con Macron y valiente implicación física, cámara en ristre, en las trincheras de Ucrania.
Entre ellos se produjo un flechazo personal, una clara determinación de luchar juntos "para impulsar las velas de Europa" e incluso un cierto reparto de papeles. "Tenemos la tecnología, necesitamos filósofos", explicó Pallete, al clamar por un nuevo "contrato social" que refleje la fusión de nuestra "vida analógica" y nuestra "vida digital".
"Borrell, que podría estar de vuelta de todo, en vez de instalarse en el cinismo y el confort encara el desafío de la concertación entre Moscú y Pekín"
El punto al que hemos llegado no puede ser más preocupante. El 40% del tráfico total que circula por las redes tiene un origen "no humano", el 25% responde a propósitos delictivos y el 60% proviene ya de las cinco grandes compañías tecnológicas norteamericanas que comercian con el algoritmo. La consecuencia de todo ello es que "nos están radicalizando y tribalizando, en detrimento del diálogo, el debate y la verdad".
Pallete impulsa dos antídotos: la incorporación del derecho a disponer sobre los propios datos como parte integral de unos nuevos Derechos Humanos y una política europea de "compensación justa" que obligue a los grandes usuarios de las redes de fibra a contribuir a su financiación. De ahí la expectación con que todo el sector de las telecomunicaciones aguarda las conclusiones de la encuesta que ha abierto el comisario del Mercado Interior, Thierry Breton.
Las telecos han sido desbordadas por el almacenamiento de datos en la nube, pero cuentan con un arma de contrataque formidable al concebir el despliegue del 5G como un supercomputador que devuelva toda la información a la tierra y asegure la capacidad de los Estados -es decir de la policía y de los jueces- para defenderse de ataques basados en el anonimato como los que han contribuido al Brexit, a la desestabilización de Cataluña o a poner contra las cuerdas a Macron, ora con los chalecos amarillos, ora con la reforma de las pensiones.
[La barra del Wake Up: Director, hay que pensar un nombre nuevo]
"La posverdad supone un colapso metafísico sin precedentes", reconoció abrumado BHL. "Rehabilitar el deseo de defender la verdad es el mayor desafío al que me he enfrentado en mi vida, pero debemos hacerlo. Como lo hizo Platón ante los sofistas, con una reforma moral e intelectual que recupere el apetito por la verdad. Esa es la clave… La clave… ¡La Clave!".
Muy pocos más que yo entendieron este guiño final de BHL, aludiendo a su debate con Carrillo sobre los crímenes del comunismo en el mítico programa de Balbín. Era una manera de decirnos que los valores en juego son los mismos, aunque el listón de la dificultad se haya colocado ahora mucho más alto.
¿No es por eso tan estimulante, tan motivador, tan emocionante, escuchar esto un lunes y encontrarte un viernes con un político veterano como Borrell que podría estar ya de vuelta de todo y que en vez de instalarse en el cinismo y el confort, encara el desafío de la concertación entre Moscú y Pekín, pisando con la firmeza de quien hubiera recibido un chute de licopeno antioxidante, y disponiéndose a encarar la madre de todas las crisis con la innovación diplomática de su propio Fosbury flop?