El Muro de las Lamentaciones

El Muro de las Lamentaciones en Jerusalén.

El Muro de las Lamentaciones en Jerusalén. CC

Por Ángel Zurita

Hay un tema de la actualidad política que ha merecido poca atención y menor interés tanto para los medios como para sus clientelas.

El Consejo Ejecutivo de la Unesco, aprobó el jueves 13 de octubre una resolución propuesta por Palestina que, además de la condena a Israel por la gestión de los lugares sagrados de Jerusalén, se niega todo vínculo entre el Monte del Templo de Jerusalén y el judaísmo, considerándolo únicamente como un lugar de culto musulmán, la mezquita de Al Aqsa. La votación se repartió entre 6 votos negativos Estados Unidos, Alemania, Reino Unido, Holanda, Lituania y Estonia) 26 abstenciones (señaladamente las de España y Francia), 2 ausencias y 24 aprobaciones (Omán, Katar, Sudán, Marruecos, Egipto, Argelia y Líbano entre los más significados)

El lugar es el tercero sitio más sagrado del islam tras La Meca y Medina, y en él se construyó la mezquita. Sobre el solar, también lugar sagrado para los judíos, se alzaron los templos de Salomón y Herodes. De ahí el nombre de Muro de las Lamentaciones para el único que subsiste.

Así pues, por decisión de la Unesco, a partir del día 13 Israel no tiene conexión con el Monte del Templo y el Muro de las lamentaciones.

El presidente israelí, Reuvén Rivlin, rechazó la propuesta poco antes de conocerse el resultado de la votación, y afirmó que no hay foro en el mundo que pueda negar la conexión entre el pueblo judío y Jerusalén y cualquier organismo que lo haga, simplemente se avergüenza a sí mismo. Podría haber añadido que equivaldría a otras que negaran el vínculo entre París y su Arco del Triunfo o entre Córdoba y su Catedral-Mezquita. Pero también que es ingrato tener que argumentar lo obvio.

Tan obvio como que los cristianos tendríamos que usar anteojeras y tapones de oídos para asumir la resolución: en el templo judío del que el Muro de las Lamentaciones es el último vestigio, fue presentado Jesús a los sacerdotes y de su atrio expulsó a los mercaderes y cambistas que lo mancillaban. Jesús era judío. La historia se puede tergiversar pero no cambiar.

Parece que existe la oportunidad de rectificar en otra votación que tendrá lugar próximamente en Ankara. Creo que a los israelíes les da igual y a mí me bastaría con que lo hiciera España.