Antediluvianismo laboral

Por Mario Martín Lucas

La RAE no reconoce la palabra “antediluvianismo”, pero sí su raíz antediluviano, con un significado de “anterior al diluvio universal” y a esa época parecía retrotraerse el Sr. Rosell, presidente de la patronal empresarial, CEOE, al afirmar que el “trabajo fijo y seguro es un concepto del siglo XIX”. Reivindicando con ello que lo que ocurría allá por el inicio de la centuria del 1800 son las prácticas que forman parte de su visión en las relaciones entre patronos y trabajadores: desregulación laboral total, trabajo infantil, jornadas de trabajo de doce a quince horas, siete días a la semana, despido no regulado, sin posibles contingencias para las ausencias (ni, por supuesto, por enfermedad), etc…

El siglo XIX, efectivamente, vio como se promulgaba el Decreto CCLXII (1813), por las Cortes de Cádiz, que abolió el sistema gremial y reconocía el pacto de las condiciones laborales, en un marco de igualdad, entre demandantes y oferentes del factor trabajo; además el decreto Benot (1873) limitó el trabajo infantil, prohibiéndolo en casos de menores de 10 años, así como las tareas peligrosas a los menores de 16 años por la Ley del 26 de julio de 1878. Es posible que esos avances de hace doscientos años sean demasiado exigentes para la visión del sucesor del Sr. Díaz Ferran al frente de la CEOE, quien, quizás, añore situaciones como la de los esclavos que recogían algodón al sur de los Estados Unidos antes de la Guerra de Secesión, o, mejor aún, como en el siglo XVI, cuando los campesinos estaban vinculados a trabajar la tierra de los señores feudales, derecho de pernada incluido. Y por qué no retrotraerse aun más allá en la historia de los tiempos y reivindicar el modelo laboral vigente en la época del Impero Romano, ahí sí que el trabajo fijo estaba garantizado para toda la vida, y además con comida y ropa incluida….¡que tiempos y que modelos!

El sociólogo y filósofo Zygmunt Bauman desarrolló el concepto de la “modernidad líquida” para explicar cómo lo que creíamos sólido se ha licuado, especialmente la estabilidad de la clase trabajadora, dinamitada para siempre con la creciente desregulación laboral. En la cual, en España, han participado todos los presidentes de Gobierno desde la transición, hasta llegar a la aniquilación definitiva de la protección del factor trabajo que ha supuesto la Reforma Laboral impuesta por Mariano Rajoy a los españoles. La crisis que vivimos, primero financiera, después económica y finalmente ética y social, se ha utilizado como coartada para proceder a un reparto de la riqueza que ha acrecentado la desigualdad, hasta llegar a ubicar al 39% de los españoles en el umbral de la pobreza. En esa materia ya sí que nos han retrotraído al siglo XIX, aunque aún hay más margen para llegar a la época antediluviana en materia de derechos laborales que parece preconizar el Sr. Rosell.