Maltratadores también de animales

Perros entre rejas en Carolina del Norte/Reuters

Perros entre rejas en Carolina del Norte/Reuters

Por Maria Inmaculada Muñoz Martin

Me lo contaron en Sri Lanka, y en ese momento no le di importancia pero ahora, reflexionando, tiempo después, no puedo evitar pensar en lo irónica que es la vida.
Resulta que los elefantes, cuando son pequeños, son atados a estacas, y por mucho que tiren, al no tener fuerza suficiente, no pueden soltarse. Esta conducta aprendida es la que permite que siendo ya mayores y pudiendo por tanto soltarse con una simple patada no lo hagan. Y se pasan la vida así ...atados y amaestrados.

Para mí, eso no deja de ser un maltrato. Siento la dureza del término, pero ¿qué es entonces un maltrato? En este país ese término se manosea a gusto del público y sólo existe consenso (¡y menos mal!) cuando son maltratadores humanos, en especial, de mujeres y últimamente por desgracia de niños. No puedo más que estar de acuerdo en la necesidad de proteger a las víctimas, pero no puedo evitar a la vez pensar en otros seres indefensos: los animales.

Me duele, me duele muchísimo, incluso físicamente, imaginarme ese maltrato, cuantos apaleamientos hasta matarlos, cuantos envenenamientos provocando una muerte lenta y cruel. Se apela a las “tradiciones culturales” y se tiran (o al menos se intentar tirar) a animales por los campanarios. Historias diarias, la última que leí, lechones que han muerto aplastados (¡aplastados y pisoteados!).

Cualquiera, y digo bien cualquiera, que haya convivido con un animal sabe de la conexión especial que alcanzas con ellos y de las emociones y bienestar que proporcionan. Cada gesto, cada movimiento de orejas, cada necesidad de caricia significa algo. Aprendes a conocerlos y se incorpora una comunicación sin palabras que nos rescata de nuestras soledades cotidianas. Cuanta ayuda proporcionan contra la soledad, en especial a personas mayores. Y no sólo son los “tradicionales” animales de compañía, llámense perros o gatos. Recuerdo un canario, el pobre que ya casi al final no podía ni cantar, y la “llorera” que tuvimos la familia cuando murió aquejado de artritis fue monumental. Nos faltaba algo, sentimos su perdida como un miembro más de mi familia, porque eso es lo que era.

Soy consciente de que no todo el mundo tiene que tener la misma sensibilidad e incluso que haya gente que no quiera tener animales en casa. Lo que no puedo comprender es como se llega a maltratarlos, me refiero al circuito interno que llega a tener una persona para, después de haberlos tenido en casa, haberlos cuidado, haber desarrollado con él esa comunicación especial de la que hablo, un día te levantas y los dejas, los abandonas, llámese gasolinera...

Y yo me pregunto, ¿y continuas tu vida? Así, como si nada. Yo me imagino a mi misma en esa situación y me preguntaría día tras día que ha pasado con ellos, donde estarían Ulan o Lula (mi perro y mi gata) y me moriría solo de pensar que están por ahí tirados, desamparados. Me imaginaria sus ojos desconcertados ... y no sigo, no puedo, me duele demasiado.

No soy juez de nadie pero si no puedes cuidarlos, por circunstancias de la vida, al menos, lo mínimo y digo bien lo mínimo que debes hacer es asegurarte que los dejas en buenas manos. Siempre he pensado que ese “tipo” de gente debería ir a la cárcel. Si son capaces de hacer eso, son capaces de cualquier cosa.

Tenemos que avanzar mucho como sociedad, primero con repulsa y condena social contundente, nos siguen haciendo gracia determinadas “tradiciones” que abusan de animales. Es el primer paso, después ya vendrán leyes más severas para castigar.
Seremos una sociedad avanzada cuando alguno de estos maltratadores de inocentes acabe en la cárcel.... pero todavía queda mucho para eso, primero tenemos nosotros mismos que concienciarnos.