Rubén Pinar da un pase al seguno de su lote durante la vigésimo octava de la feria de San Isidro.

Rubén Pinar da un pase al seguno de su lote durante la vigésimo octava de la feria de San Isidro. Fernando Alvarado EFE

Toros

Rubén Pinar disuelve una tarde muy espesa

Vigesimoctava de feria. El matador de Albacete saludó dos ovaciones con el lote de más posibilidades de una corrida plomo de Cuadri.

2 junio, 2016 23:12

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La resaca torera después de la Beneficencia de Manzanares caía a plomo sobre los hombros de la afición, adormilada y con recuerdos difuminados de lo ocurrido. Era el día de la reconstrucción de los hechos. "¿Qué pasó ayer, tía?". La plaza era un gallinero de conversaciones sueltas, un zumbido incesante y absurdo que añadió densidad a lo que estaba sucediendo en el ruedo. El espeso mejunje tuvo el aliado del 'nublao' y el bochorno agazapado sobre la capital.


La presentación de los cuadris fue de menos a más, añadiendo sustancia también con su comportamiento para dejar la tarde cercana a la masa de un agujero negro. Desde el fino primero, sin la estridencia de la casa, al quinto, un bodoque de badana, morrillo, alzada y largura enormes, marca Comeuñas, fueron saliendo ganando la hechura al anterior en una sucesión de toros como los Dalton.


Rubén Pinar disolvió el concentrado con el tercero. 'Berraquillo' barruntaba lo que saldría después por toriles. Hondo, los pechos se abrían en el colgajo de piel de la badana. Embistió por abajo después de arrancarse al caballo con alegría. Javier Ambel se gustó en la lidia como si estuviera anunciado en mayúsculas. Se vio hasta donde podía ir el toro.


Pesó en la muleta como en el capote. El lado no era el derecho, por donde reponía. Se fueron los dos hasta casi los medios. Pinar citó con la izquierda y esperó muy bien que metiera la cara 'Berraquillo'. Ese segundo para templar la embestida fue clave. Los pasos del toro caían como los de un gigante en la arena. Un, dos. Eterno embroque. Tiró Pinar de la embestida templado, con cadencia, despacio. Con limpieza destellaron dos o tres muletazos, echándose la embestida atrás. El conjunto fue sólido, agradecido el toro al trato. La gente no se enteró.


Empezó el toro a resentirse de los terrenos echando la cara arriba. En el tercio fue mejor por última vez. Quiso gustarse Pinar de perfil. En el pase de pecho buscó 'Berraquillo' la hombrera antes de sentir el acero. Lo tumbó Pinar y saludó una ovación.


Luego se encontraría con el serio y mejor hecho sexto. La clase escondía falta de fuerza. A lo mejor por eso no quiso Pinar terminar de bajarle la mano. Por el derecho la faena transcurrió sin alzar el vuelo, en un continuo aleteo que no rompía. Como el toro, claro. A media altura. Un cambio de mano sobresalió sobre el resto. Un gañafón sacudió la muleta. Se había apagado definitivamente. Lo intentó Pinar metiéndose en sus terrenos. No repetía ya. Los naturales de uno en uno fueron el estuario de su actuación. Saludó otra ovación.


La media de Fernando Robleño al segundo de la tarde se cerró a pies juntos en la cadera. Las vueltas moradas volaron airosas para poner meta con torería a la gavilla de verónicas. Enterró las pezuñas en el ruedo 'Sembrado' como si fueran arenas movedizas. Tuvieron que llegarle los banderilleros mucho. Soltaba la cara en la muleta. Luego la tomaba bien. Después por el palillo. Una vez por dentro. En otra se quedó parado. Hubo intensidad y sosería: un toro caprichoso. Mientras, la gente de parloteo. Robleño se puso por las dos manos esperando sorpresas en cada nueva embestida. Al final ganó la sosería.


El quinto hacía 627 kilos. Una familia podría refugiarse un 15 de agosto en Córdoba bajo su sombra. Qué volumen. Un tío. A Robleño casi ni se le veía detrás de toda aquella carne. Los doblones lo bajaron a tierra. La montaña fue. El hombre lo intentó por los dos pitones del bichaco. La negrura era total. No había entrega. Al natural le ganó el paso Robleño echando lastre, tirando oficio. El brazo no daba de sí para abarcar el pase de pecho. Se encararon los dos con la espada en medio. Había que pasar de alguna manera. El carretón insolente se dejó matar por fin.


Las canas de Luis Miguel Encabo hablaban. Dos décadas de matador. La escuela de Madrid en sus movimientos. El proyecto del Citar -alto rendimiento de toreros- en la cabeza ahora. Su primer toro fue un cuadri en miniatura. El perfil no decía nada, astigordo de pitón negro. Los remates fueron a la última tabla del burladero. Se paró en seguida. Había que llegarle. Desentendido, sin nada. Zapatillazo a zapatillazo se echó la tarde. No iba. Incómodo, gazapeó al natural. Alargó Encabo buscando algo antes de pinchar y fallar con el descabello. No fue su tarde con los aceros.


El cuarto embistió como remontando en la muleta. Esquivando escalones. No hubo acople. Nadie se enteraba. La gente miraba para otro lado agostada. Se paraba a mitad de muletazo. No terminaba de pasar. Se atascó con la espada Encabo, yéndose a los sótanos. La gente sí contó los descabellos. Cuando arrastraron al cuadri un friki saltó a la arena con sorprendente facilidad. La policía miraba. Los areneros homenajearon a Tancredo. El carente muchacho pedía atención o limosna o las dos cosas. Por fin el público respondió alborotado observando la persecución.



CUADRI/ Luis Miguel Encabo, Fernando Robleño y Rubén Pinar


Monumental de las Ventas. Jueves, 2 de junio de 2016. Vigesimoctava de feria. Más de media entrada. Toros de Cuadri, 1º soso y agarrado, con transmisión el 2º a menos, un 3º de buen pitón izquierdo, sin entrega el 4º, un 5º soso que embistió sin humillar, con clase el 6º que no duró.



Luis Miguel Encabo, de rosa y oro. Pinchazo hondo caído y trasero y varios descabellos. Aviso (silencio). En el cuarto, pinchazo en el sótano, un pinchazo arriba, otro en los bajos y varios descabellos. Aviso (silencio).


Fernando Robleño, de blanco y plata. Bajonazo (silencio). En el quinto, metisaca y estocada casi entera (silencio).


Rubén Pinar, de grana y oro. Espadazo perpendicular y suelto (ovación). En el sexto, espadazo atravesado trasero. Aviso (ovación).