En esta nueva normalidad que nos ha dejado la Covid-19 en la que muchas de nuestras rutinas han cambiado, la vida en las escuelas infantiles es uno de los ámbitos en los que existe una mayor preocupación dado que algunas de las medidas que estamos aplicando los adultos, como el distanciamiento social o el uso de mascarillas, parece difícil de aplicar a los más pequeños, y más cuando tienen que permanecer muchas horas en clase.

Día a día, la investigación y el conocimiento de la enfermedad es mayor. Pero lo que atañe a su tratamiento está rodeado de una incertidumbre que obliga a seguir extremando las precauciones. Es verdad que, de lo poco que conocemos aún sobre esta patología, una de las cosas más destacadas es que su incidencia y gravedad es menor en los más pequeños.

Pero que los datos respalden esta teoría no debe entenderse como una invitación al exceso de confianza porque son un arma de doble filo. Primero, porque la ciencia aún debe responder a la cuestión de qué posibles efectos a largo plazo tiene el virus. Y sobre todo, y aún más urgente e inmediato, está el hecho de que, si bien los menores no alcanzan los estados más graves, eso no significa que sean inmunes y no puedan funcionar a su vez como un vector de la enfermedad en sus entornos familiares, lo que puede comprometer la salud de sus parientes, especialmente si tienen una edad avanzada.

La prevención en las aulas, clave

La implantación de medidas en el entorno escolar es muy importante para todos por estos motivos. Y más después de un verano en el que la nueva normalidad se ha visto salpicada por la irrupción de numerosos brotes porque la enfermedad sigue ahí fuera. Y sin una vacuna o un tratamiento, solo queda la vía de la prevención para evitar una nueva ola que nos obligue a sufrir un nuevo confinamiento.

Por eso, cuando el próximo mes de septiembre se vuelvan a abrir las aulas, y los colegios recuperen las carreras, los gritos, la alegría y el bullicio interrumpido por la pandemia, es importante hacerlo con planes específicos que respondan a las necesidades de esta nueva normalidad. El objetivo de los mismos es salvaguardar la salud de los pequeños y responder ante cualquier eventualidad que pudiera presentarse, como un hipotético positivo en el centro escolar.

Clece, filial de ACS que gestiona 119 escuelas infantiles en España en las que hay aproximadamente 9.000 alumnos, ha establecido un protocolo de actuación que comprende cada aspecto de la actividad habitual de los pequeños estudiantes. Y, cuando se piensa en lo que supone de verdad atender a cada detalle, es cuando se entiende la minuciosidad de estos planes de contingencia, como explica Verónica Plata, trabajadora social y Coordinadora de Centros de Gestión Integral de la Dirección Regional Sur, de Clece. Bajo su supervisión se encuentran más de 30 centros de Andalucía, Extremadura, Ceuta y Melilla, si bien estos protocolos se extienden a los del resto del territorio.

Unidades de convivencia

"Este plan de contingencia", cuenta Verónica, "recoge todas las medidas que van a tomar en cada uno de los centros teniendo en cuenta el número de niños, la construcción en sí misma, los accesos que existen o el personal del que dispone", explica. Es un documento que establece medidas generales pero adaptadas a las peculiaridades de cada lugar y que "también incluye un diseño que establece desde cómo tiene que ser la señalización, por dónde se establecen los flujos de entrada y salida y, sobre todo, se establecen las condiciones para crear las unidades de convivencia escolar, que es la parte fundamental".

Estas unidades son algo así como una "escuela en sí misma dentro de la escuela" formadas por alumnos del mismo grupo y su educadora que "van a interactuar entre sí pero no con el resto de grupos". Esto obliga a adaptar igualmente el resto de actividades normales porque, para mantener la estanqueidad del sistema, "hay que crear turnos en los patios, escalonar las entradas y salidas del centro e incluso dar prioridad a comer dentro del mismo aula, para lo que la comida será recogida por la educadora en la puerta de la clase".

El objetivo de estas unidades de convivencia escolar es prevenir, pero también aislar a los que pudieran dar positivo por coronavirus en algún momento y, en tal caso, facilitar las tareas de rastreo. Esta idea asume el "lógico cierre de esta unidad hasta que se acabe el proceso de investigación, de tal modo que solo afecte a los que están en ella y evitar que se tuviera que paralizar del centro entero".

Por supuesto, estos protocolos enfatizan en la limpieza. Es un aspecto que se reforzará especialmente en cantidad y en calidad con el uso de desinfectantes e incluso de ozono y luz ultravioleta que garanticen la eliminación de cualquier agente perjudicial para la salud. Como explica Verónica, "la plantilla de limpieza es la primera que se va a reforzar porque son nuestras estrellas principales y quienes nos mantienen protegidos", cuenta. Esto incluye instalaciones, objetos, zonas comunes y cocinas, donde también se extremarán los cuidados. Los planes, además, incluyen formaciones con las que conocer e interiorizar estos protocolos.

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Los niños "no van a notar nada"

Para los niños, estos cambios no deberían suponer un cambio muy acusado respecto a otros cursos. Es verdad que, por su naturaleza, "hay una serie de materiales de uso común que iban a ser muy complicados de desinfectar, como la plastilina o los juguetes", explica Verónica, lo que ha obligado a replantear su uso y primar "la creación de muchas actividades dentro del proyecto educativo que sustituyan el uso de estos objetos para evitar cualquier tipo de carencia en ese sentido".

"Ellos no van a notar nada, porque estarán con su grupo de siempre, con sus amigos y su educadora, a la que ya conocen en muchos casos. Lo único verdaderamente diferente será que, con el uso de mascarillas por parte de los adultos, hemos perdido la gestualidad, que normalmente ayuda a los niños a aprender mucho a nivel afectivo".

En paralelo a la puesta en práctica de todas estas medidas, hay una labor de control prevista que medirá la aplicación y eficacia de los protocolos de forma quincenal. Es una tarea reservada para las comisiones creadas para ello: equipos específicos para cada escuela en los que se integran "sus educadores, el director, los titulares del centro, que en nuestro caso suelen ser los ayuntamientos, una persona del centro de salud del distrito designada por la comunidad autónoma y una representación de los padres".

En constante actualización

Además de velar por el cumplimiento de las medidas, estas comisiones tienen una función muy importante: la actualización constante de estos planes, de forma coordinada con las administraciones educativas y sanitarias, y de acuerdo a la nueva información que se vaya teniendo sobre la enfermedad. Se trata, como resume Verónica, de "incorporar todo aquello que se considere beneficioso en aras de la prevención de los contagios".

Por supuesto, Clece también tiene previsto hacer test periódicos a los trabajadores para vigilar la presencia de Covid-19. Y aunque se proporcionará todo tipo de material de protección, "nadie con síntomas podrá acceder al centro". Incluidos los de la gripe, cuya sintomatología es parecida y que puede dar lugar a confusiones, especialmente dentro de unos meses. Por eso, está prevista la vacunación de gripe de todos los empleados para evitar este problema. Una consecuencia de esta preparación es la creación de una bolsa de empleo específica por si se producen bajas en estos equipos, "porque no podemos arriesgarnos".

'Deberes' para las familias

Para las familias queda la otra parte de estos 'deberes' obligatorios para la salud de todos. Estas escuelas gestionadas por Clece instan a que cada hogar tenga la obligación de "hacer un seguimiento de síntomas a sus hijos, para los que les pedimos que firmen una declaración responsable. Cada uno tiene que poner de su parte".

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Son medidas excepcionales para una época excepcional, muy diferente y en la que todos nos hemos tenido que acostumbrar y asumir estas cosas, a veces molestas, en beneficio de todos. Quién sabe si en el futuro este tipo de acciones se mantendrán. En lo que parece que el sistema educativo sí dará un salto hacia delante es en la digitalización de la enseñanza, como apunta Verónica: "Hay que enseñar a los padres a que las tutorías con su educadora tienen que ser preferentemente online, que las reuniones también va a ser de esta forma. Este cambio nos está costando más de lo que deberíamos en 2020 pero, poco a poco, sé que entre todos lo vamos a conseguir".