Montaje con una imagen de archivo de una carnicería y una imagen de Tomás.

Montaje con una imagen de archivo de una carnicería y una imagen de Tomás. Freepik

Sociedad

Tomás, carnicero: "Llevo 30 años en este sector y para abrir una carnicería hoy necesitas 150.000€, es un suicidio"

Este emprendedor no tuvo reparos a la hora de contar la difícil situación que es sacar adelante una carnicería.

Más información: Alberto Salto (35 años), dueño de una carnicería: "Pasé de ganar 10 euros al día a facturar más de 1 millón de euros al año"

Publicada

Las claves

La industria cárnica en España enfrenta una fuerte caída de las carnicerías tradicionales, con entre un 20% y 30% de cierres recientes.

El relevo generacional es escaso, pero la familia de Tomás ha logrado mantener su carnicería gracias al interés de su hijo David.

Montar una carnicería hoy requiere una inversión mínima de 150.000 euros, lo que limita el emprendimiento en el sector.

Tomás y Ana superaron una primera ruina económica y consolidaron su negocio, destacando el esfuerzo y los riesgos del oficio.

España, conocida por su agricultura y su tradición vitivinícola, también cuenta con una sólida industria cárnica, especialmente en los sectores porcino, ovino y caprino. La carne forma parte de su identidad gastronómica y económica, aunque la estructura del mercado ha cambiado notablemente en los últimos años.

Mientras los supermercados amplían su presencia y acaparan la oferta, las carnicerías de barrio están desapareciendo gradualmente de los vecindarios. Esta erosión del comercio local se ve agravada por la dificultad de encontrar sucesores que mantengan el negocio familiar.

Tomás, con treinta años de experiencia como carnicero, dirige su propio negocio junto a su esposa Ana y su hijo David. A pesar de haber logrado éxito con su carnicería, su camino estuvo marcado por obstáculos y lecciones difíciles, que evidencian los retos que enfrenta quien decide emprender en este sector.

Las carnicerías en España

Se calcula que en los últimos años han cerrado entre un 20% y un 30% de las carnicerías tradicionales, en gran parte porque los hijos de los propietarios no desean continuar con el negocio, obligando a bajar la persiana.

En este contexto, la falta de relevo generacional es una realidad patente. No obstante, Tomás y Ana no han enfrentado ese problema. Tras varios intentos por consolidar su proyecto, lograron afianzarse y su hijo David disfruta de la profesión, garantizando la continuidad del negocio.

Su historia, sin embargo, comienza mucho antes de la apertura de la carnicería Manjares, como relataron en el canal de YouTube de Adrian G. Martín.

"Nosotros salimos de la cadena de supermercados creyendo que nos íbamos a comer el mundo", rememoraba Tomás. "Salimos y nos fuimos a una carnicería muy antigua. Tenía muchos fallos y nos costó arrancarla. De hecho, no arrancamos. Nos arruinamos".

El primer fracaso no les detuvo. Todo lo contrario. "Teníamos una deuda muy grande, teníamos una hipoteca y ya me había nacido el niño, ya tenía dos meses y nos surgió la oportunidad de coger una carnicería", afirmaba Ana.

"Pedían un traspaso, debíamos mucho dinero y a mí me daba mucho miedo. Pero como él es emprendedor, le dije: 'Vamos a luchar, vamos a intentarlo'. Y ahí iniciamos otra vez". A partir de ese momento, la pareja decidió que esta vez su carnicería debía prosperar, aprendiendo de los errores del primer proyecto.

"Económicamente no teníamos nada", apuntaba Ana. "Negociamos la parte del pago con los propietarios que dejaban la carnicería y con mucha emoción y esfuerzo remontamos".

"La verdad que el barrio nos acogió bastante bien y los primeros años pudimos remontar la deuda, pagando en el tiempo que habíamos acordado con el propietario", rememoraba la emprendedora.

Tras tantos años, Tomás y Ana han consolidado su negocio, ganándose la fidelidad de sus clientes y ofreciendo productos de máxima calidad.

"El mundo de la carne es muy perecedero porque se estropea muy rápido y como no estés muy encima del negocio falla", reconocía Tomás. Por su parte, Ana destacaba las dificultades de emprender en este sector.

"Cuando estás en la calle, estás solo. En un supermercado vienen, pero cuando estás en la calle tienen que venir por lo que estás ofreciendo, por lo que tienes... es muy difícil", afirmaba.

De cara al futuro, Tomás se muestra tranquilo al saber que su hijo David está interesado en continuar con la carnicería. "Es un tema importante porque no se encuentra gente que quiera un trabajo que requiera tanto esfuerzo físico", aseguraba.

"Nosotros hemos tenido suerte porque uno de nuestros hijos quiere seguir con el negocio. Cuando se acabe una generación sí que va a haber muchos problemas".

Tomás también reflexionaba sobre cómo ha evolucionado la industria cárnica desde sus comienzos: "Hoy por hoy es un suicidio poner una carnicería. Con la inflación que hubo se ha disparado el coste, depende mucho del tamaño que quieras montar".

"Una de tamaño medio-pequeño por menos de 150.000 euros no la montas. Si quieres montarla bien. Piensa que la parte que nosotros sufrimos del frío a nivel industrial, es muy caro", indicaba.