Imagen de archivo de unos churros con chocolate.

Imagen de archivo de unos churros con chocolate. Europa Press

Sociedad

Raúl, churrero, habla claro sobre su negocio: "He cerrado 2 churrerías, con los precios e impuestos es insostenible"

El empresario no tuvo reparos a la hora de contar las dificultades que tiene para salir adelante con su churrería.

Más información: Juan, churrero, sobre su negocio: "Hay que meterle muchas horas, durante 10 años abría desde las 06:00 a las 21:00 sin parar"

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Las claves

Raúl, churrero de Móstoles, ha tenido que cerrar dos churrerías por la presión fiscal y el aumento de precios.

Las churrerías son un emblema en los barrios españoles y un punto de encuentro social y gastronómico, pero su supervivencia está en riesgo.

Raúl ha reducido turnos y plantilla, dejando a varias familias sin empleo, debido a la insostenibilidad del negocio.

El churrero denuncia la falta de ayudas y el alto coste de impuestos, llegando a pagar hasta 12.000 euros de IVA en un solo trimestre.

Las churrerías se han convertido en todo un emblema de los barrios, especialmente en estas noches de invierno donde el frío invade los cuerpos y apetece calentarse con unos churros, porras o chocolate caliente.

Sin embargo, para poder llegar a su público tanto por la mañana, tarde y noche, cada churrería tiene toda una historia de esfuerzo, dedicación y sacrificio de emprendedores.

Uno de ellos es Raúl, un churrero que se vio obligado a cerrar otras dos churrerías que tenía debido a la presión fiscal y a la subida de los precios.

El sacrificio de los churreros

Las churrerías han sido durante décadas un punto de encuentro imprescindible en muchos barrios de España. Más allá de servir churros y porras recién hechos, funcionan como espacios de socialización donde vecinos se cruzan, conversan y mantienen viva la vida comunitaria.

Su aroma característico y temprana apertura convierten a estos locales en una cita casi obligatoria para iniciar el día.

Estos negocios también cumplen un papel cultural y gastronómico: mantienen viva la tradición del desayuno español, con recetas que muchas veces se transmiten de generación en generación.

Para muchos barrios, la churrería no es solo un comercio más, sino un referente que conecta historia, sabor y comunidad en cada barra de chocolate y masa frita.

Sin embargo, detrás de cada churrería hay un gran esfuerzo personal. La mayoría de estos establecimientos son gestionados por autónomos, quienes deben lidiar con jornadas largas, altas exigencias físicas y una carga administrativa importante.

"Hemos tenido que cerrar una churrería que tenían mis hijos en Humanes y un local como este puesto en Getafe, porque ya no aguantamos la situación", aseguraba Raúl, dueño de una churrería de Móstoles en Telemadrid.

"Está llegando un momento que entre el precio de los productos, el precio y lo que nos están apretando el Gobierno, el Ayuntamiento y todo ya es insostenible".

En su caso, el churrero contaba cómo ha tenido que reducir dos turnos de trabajo porque no se lo podía permitir. "Teníamos dos por la mañana y dos por la tarde pero hemos tenido que partir el turno y hacerlo con dos personas simplemente por tres puestos", apuntaba.

La consecuencia es que haya dejado a varios trabajadores suyos en el paro.

"Hemos tenido que quitar las seis familias de comer porque es que nos aprietan tanto que llega un momento que ya no podemos entre lo que sube el producto, lo que suben los impuestos, lo que sube todo y no tenemos ningún beneficio por parte de ayudas de ningún gobierno ni nada, ¿sabes? De ninguna", indicaba.

Emprender en este sector implica asumir responsabilidades como impuestos, seguridad social y costos operativos, lo que convierte la pasión por el oficio en un auténtico sacrificio diario.

De hecho, Raúl confesaba lo que había tenido que pagar de IVA por su negocio: "Solo este trimestre se van 8.000, 9.000 o 12.000 euros según el gasto que tengamos".