La trabajadora dando su testimonio y una persona trabajando en una fábrica de congelados (iStock).

La trabajadora dando su testimonio y una persona trabajando en una fábrica de congelados (iStock). Montaje.

Sociedad

Una empleada de una fábrica de congelados, sobre su salario: "Gano menos de 1.150€ y trabajo a 7° sintiendo hasta hipotermia"

La industria del congelado sustenta miles de empleos en España, pero tras el hielo se esconde una realidad mucho más dura.

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Las claves

Trabajadoras de fábricas de congelados en Galicia denuncian salarios inferiores a 1.150 euros mensuales y condiciones extremas, trabajando a temperaturas de 7ºC que pueden causar incluso hipotermia.

Las tareas repetitivas en cámaras de frío provocan lesiones musculares y articulares, como túnel carpiano y lumbalgia, además de enfermedades respiratorias entre las empleadas.

Las empleadas reclaman el reconocimiento de las enfermedades laborales y una mejora salarial, mientras sindicatos como CCOO exigen la actualización de convenios colectivos y un refuerzo de las inspecciones laborales.

La precariedad laboral afecta especialmente a mujeres en el sector, con contratos temporales, largas jornadas, sueldos ajustados y escasas medidas de protección frente al frío y los riesgos asociados.

Los congelados son una pieza esencial del día a día en los hogares españoles.

Más del 95% de la población consume este tipo de productos al menos una vez por semana, según el Ministerio de Agricultura.

Su comodidad, conservación y precio los convierten en un básico de la cesta de la compra.

Sin embargo, detrás de cada bandeja de merluza o de cada bolsa de marisco, hay historias de trabajadores que sostienen el sistema desde las cámaras de frío.

Muchas de ellas se encuentran expuestas a temperaturas extremas y salarios que, en muchos casos, apenas alcanzan el umbral del mileurismo.

"Te duelen las manos al tocar el pescado"

En el interior de una nave industrial de Marín, en Pontevedra, el aire corta. A poco más de siete grados de temperatura, decenas de mujeres manipulan pescado congelado durante horas.

"Es duro porque si no vas bien abrigada de las manos se te congelan y te duelen al tocar el pescado. Si te das un golpe, miras las estrellas", confiesa una mujer a Malas Lenguas en un reportaje del programa.

El trabajo en las fábricas de congelados es una pieza clave de la industria pesquera gallega, que concentra cerca del 40% de las plantas de procesado de pescado y marisco de España, según datos del Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación.

Sin embargo, bajo ese liderazgo se esconden condiciones laborales duras, repetitivas y, en muchos casos, mal remuneradas.

"Estamos a unos siete grados, que llegas a no sentir las manos, sientes hasta como hipotermia", confiesa otra de las trabajadoras a la reportera.

Su salario, señala, no supera los 1.150 euros en un trabajo que le ha pasado factura. "Tengo el túnel carpiano, lumbalgia y estoy a la espera de una operación de túnel cubital", relata.

"Queremos que nos reconozcan"

Los problemas musculares y articulares, las lesiones por esfuerzo repetido y las enfermedades respiratorias son frecuentes.

El Instituto Nacional de Seguridad y Salud en el Trabajo alerta desde hace años de los riesgos derivados del frío y los movimientos repetitivos en la manipulación de alimentos congelados, los cuales pueden causar estrés térmico, hipotermia y congelación.

"Queremos que nos paguen un poquito más y que se nos reconozcan las enfermedades laborales", reclama otra de las empleadas a las cámaras del programa.

Detrás de esta petición se esconden contratos temporales con horarios prolongados y sin compensación proporcional.

Desde los sindicatos se insiste en la necesidad de actualizar los convenios colectivos y reforzar las inspecciones.

La Federación de Industria de CCOO lleva tiempo denunciando la precariedad que domina buena parte del trabajo en el sector alimentario.

Jornadas largas, sueldos ajustados y tareas físicas extenuantes siguen siendo la norma en muchas plantas donde el ritmo de producción no da tregua.

Las mujeres son quienes más sufren esta realidad en fábricas de pescado, conservas o centros logísticos que dependen de la llamada 'cadena de frío'.

Allí, el esfuerzo y las bajas temperaturas se combinan con empleos temporales y pocas medidas de protección, una mezcla que, según el sindicato, acaba pasando factura a la salud y a la dignidad laboral.