Un negocio familiar desde 1963.

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Sociedad

Juan, dueño de un negocio de churros: "Yo soy una churrería barata, facturo unos 50.000 euros netos al año"

Entre el Auditorio y el Teatro Nacional, la histórica churrería de Barcelona recibe grupos atraídos por TikTok y mantiene su tradición sirviendo raciones.

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Juan Alpuente lleva más de dos décadas detrás de la freidora, cuidando un negocio familiar que ya es parte del paisaje cotidiano de la Plaça de les Arts, en Padilla 161, en pleno corazón de Barcelona.

Y es que su churrería, pequeña pero siempre concurrida desde 1963, se ha convertido en un punto de encuentro para vecinos, estudiantes y, en los últimos años, también para seguidores de TikTok.

Allí, muchos se acercan solo para ver "al famoso churrero de TikTok", como algunos lo llaman, y para probar unos churros que ya forman parte de la memoria del barrio.

Los fines de semana son los días en los que el local realmente cobra vida. Juan lo explica con naturalidad en Mask off Podcast, como quien lleva toda una vida observando el ritmo de la calle.

"Yo mis días fuertes son viernes, sábado y domingo, y por orden de menos a más. Tú ten en cuenta que estoy entre el Auditorio y el Teatro Nacional. A lo mejor aparecen, como me han visto en el TikTok, 'mira el churrero ya está aquí', aparecen 50, 60 niños allí", confiesa orgulloso.

Muchos llegan en grupo, con poco dinero en el bolsillo, pero con ganas de darse un capricho. Juan lo sabe y se adapta para que se lo puedan permitir.

"Mira, yo les digo, 'cinco churritos, 1 euro y medio'. Porque están pelados, pobrecitos. Y yo soy una churrería barata, unos churros con chocolate son 4 euros, no está mal, ¿eh?", confiesa.

Y es que aunque igual que todos, este empresario también quiere ganar, su filosofía es sencilla. Juan tiene claro que lo importante es dar calidad y hacer que el cliente vuelva.

"Yo siempre les pongo seis, siete churritos así guapos y un chocolate. Quiero vender producto de calidad y bien. Lo importante no es que vayas, es que vuelvas. Pues yo soy lo mismo, pero en churros", detalla.

Sobre la facturación de su negocio, Alpuente responde con la misma honestidad que usa para freír cada tanda, y explica que a día de hoy "hablábamos de 50k anual, pero casi netos".

Una cifra modesta si se compara con negocios de mayor tamaño, pero suficiente para mantener vivo un oficio que se basa en la constancia, la tradición y la cercanía con quienes pasan cada día por su puesto.

Y es que aunque ahora parece que solo importan las cifras, Juan demuestra que aún hay espacio para los sabores de siempre.

Basta una mesa, un perol de aceite caliente y un churrero que, a pesar de la fama en redes, sigue siendo el de toda la vida.