Jacqueline Guillén, junto a la amiga que acabó convirtiéndose en su okupa.

Jacqueline Guillén, junto a la amiga que acabó convirtiéndose en su okupa.

Sociedad

Okupa la casa de su amiga y sus palabras provocan indignación: "Soy okupa y la ley me ampara porque soy madre soltera"

Jacqueline, propietaria del inmueble okupado, lo alquiló a una amiga de confianza que terminó quedándose de forma ilegal.

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En España, la preocupación por la okupación de viviendas no deja de crecer entre la población.

Los propietarios que alquilan sus inmuebles o que tienen una segunda residencia vacía viven con el temor constante de que una ocupación ilegal convierta su vida en una pesadilla legal, económica y emocional.

El caso de Jacqueline Guillén, relatado en la COPE, es un claro ejemplo de cómo esta realidad golpea sin piedad a muchas personas en nuestro país.

Jacqueline decidió mudarse a Londres durante un año para continuar con su formación profesional.

En ese período, alquiló su casa a una amiga de confianza. Se conocían desde hacía seis años y su intención era ayudarla en un momento delicado: "No encontraba dónde vivir y estaba embarazada".

En un principio, relata que la inquilina y otra persona que vivía con ella "pagaban tarde, pero regularmente".

Jacqueline confiaba plenamente en ella. Por eso, cuando planeaba volver a Madrid, no dudó en dejarle el piso un año más: era su amiga, madre soltera, y quería apoyarla. Lo que no imaginaba era que ese gesto marcaría el inicio de su pesadilla.

Los pagos dejaron de llegar, las excusas comenzaron a acumularse y Jacqueline tuvo que regresar a España desde Londres porque no podía sostener su vida allí sin el ingreso del alquiler.

A día de hoy, la deuda asciende a 11.000 euros y la okupa se niega a abandonar la vivienda. Según la propietaria, la respuesta de la okupa es contundente y repetitiva: "No me da la gana".

Desde entonces, las explicaciones que ha recibido son múltiples y variopintas. "Había dejado el trabajo para cobrar en B, no podía ingresar el dinero en un cajero, la niña estaba enferma...", relata la propietaria.

Jacqueline añade que la mujer incluso le dijo que ganaba 3.000 euros, aunque todo en dinero negro.

La frase que más impacto ha causado y que marcó un punto de no retorno en esta historia llegó poco después de que empezaran los problemas.

"A los dos meses de esta situación me dijo claramente: 'Los okupa no pagan. Yo soy okupa y la ley me ampara porque soy madre soltera'", cuenta.

Desde entonces, Jacqueline ha intentado recuperar su vivienda sin éxito. Asegura que su antigua amiga la ha acusado de ser una "estafadora" y no le permite entrar en su propia casa.

"Vive totalmente encerrada", afirma, y añade que otra persona se ha instalado también en la vivienda sin su autorización.

La situación ha alcanzado niveles extremos. La propietaria relata que ha sido amenazada con una denuncia por coacciones cuando dejó de pagar la luz, ya que la okupa no la abonaba y Jacqueline, sin ingresos, no podía hacerse cargo de más gastos.

Lejos de encontrar apoyo en las instituciones, lo que recibió fue una respuesta insólita: "En el ayuntamiento me dijeron que comiera en un comedor social y me dieron una lista de albergues, siendo yo la propietaria de la vivienda".

Hoy, Jacqueline vive de forma itinerante, alojándose en casas de amigos y familiares. La presión emocional ha sido tan grande que ha tenido que iniciar tratamiento psicológico.

Con voz desgastada, reconoce que vive "intentando cada día salir adelante", y añade: "Mi día a día es esperar que alguien me pueda ayudar".

A pesar del sufrimiento, continúa afrontando gastos de hipoteca, impuestos y servicios, sin poder disfrutar de su propia propiedad.

"Vivo en un mundo que no tiene ningún sentido", sentencia, en lo que parece ser el resumen más certero de una situación kafkiana que la legislación actual todavía no ha sabido resolver.