La familia Galán Vidal; Samuel y Lucía junto a sus hijos.

La familia Galán Vidal; Samuel y Lucía junto a sus hijos. Fernando Ruso

Sociedad

La 'locura' de los Galán Vidal: un matrimonio con sus seis hijos, cuatro días encerrados en 100 metros

"No tenemos miedo, hemos salido de peores", afirma Lucía. Ella y Samuel viven el confinamiento con seis hijos pequeños en su casa de Sevilla. 

17 marzo, 2020 03:31
Pepe Barahona Fernando Ruso

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En la familia Galán Vidal la visita del hombre del butano se ha celebrado como toda una atracción. Los pequeños avisaban a sus hermanos mayores, estos a sus padres y algo rutinario y aparentemente anodino se ha convertido en un momento festivo, de risas y alegrías bulliciosas. Como el resto de los españoles, ellos también están en confinamiento desde el pasado viernes, pero en esta casa no hay espacio, ni siquiera para el aburrimiento. Son ocho: Samuel, Lucía y sus seis hijos. A ellos, la cuarentena por el coronavirus les ha pillado con dos cajas de leche, pañales para dos semanas y 100 euros en el banco. Así es su locura

“De esta vamos a salir, porque hemos salido de otras peores”, vaticina Lucía, la madre de Natalia (10), Samuel (8), Lucía (6), Paola (5), Antonio (2) y Tomás, que hoy cumple un año. Todos viven en una casa de dos plantas, cuatro dormitorios y 100 metros cuadrados en las afueras de Villanueva del Ariscal, un pueblo de poco menos de 7.000 habitantes situado en el Aljarafe sevillano.

Este lunes ha sido el primer día sin colegio para todos ellos. También el primer día sin trabajo para Samuel, jefe de taller de mecánica en una empresa que tiene 1.000 empleados por toda España. El sábado le comunicaron que se pararía la actividad durante los 15 días del estado de alarma decretado por el Gobierno de Pedro Sánchez. Así que, sin un empleo que atender, apacigua su incertidumbre poniéndoles películas a sus hijos, haciéndoles jugar y entreteniéndolos con cualquier cosa para que ninguno de ellos sea consciente del enclaustramiento en el que viven.

Este lunes es el primer día sin colegio para los seis hijos.

Este lunes es el primer día sin colegio para los seis hijos. Fernando Ruso

Entretanto, su mujer hace números para saber cómo se las apañarán en las próximas semanas. “Vivimos al día”, advierte. “Con un sueldo y seis hijos es imposible ahorrar y ahora mismo nos ha pillado sin un colchón económico”, explica Samuel, que pronostica que su empresa hará un expediente de regulación temporal de empleo para sobrellevar el cierre de todos los talleres. “Me quedaría con un 70% de mi salario, a lo que habría que sumar los 250 euros de una ayuda que recibo por ser familia numerosa especial”, detalla.

“Siempre llevamos las cuentas a rajatabla para evitar sorpresas. Así que hemos hecho el cálculo y nos dará para pagar la hipoteca, el recibo del coche, la luz, el agua… y, por
fortuna, no tenemos ningún gasto extraordinario este mes”, celebra Samuel, de 35 años de edad, los mismos que su mujer.

En la casa de los Galán Vidal se consumen dos cajas de leche a la semana. Compran más o menos cada siete días y el carro de la compra rara vez baja de los 200 euros. Por suerte, han sido previsores y tienen pañales de sobra para tirar durante, al menos, una quincena. La última vez que visitaron el súper, ya en el estado de psicosis que vació los estantes, ya no quedaban cereales. Tampoco otros productos habituales en su cesta. Un contratiempo menor. Tener seis hijos ayuda a relativizar los problemas.

“De todas formas, aunque tuviésemos los estantes llenos tampoco podríamos hacer
grandes compras como las que hace la gente, no tenemos dinero”, apostilla Samuel.

Un colegio en casa

“Nos preocupa mucho más que Paula no pueda ir a las dos sesiones semanales con la psicóloga y la logopeda para tratar su trastorno del lenguaje”, apunta Lucía. Tanto ella como su marido están pendientes de las tareas que los maestros les han puesto para sobrellevar el confinamiento en los hogares. “Les estamos racionando las fichas para que no las hagan todas el primer día y luego no tengan nada que hacer”, explica Samuel en una larga entrevista, pese a estar a escasos metros, telefónica con EL ESPAÑOL para evitar el contacto físico que impone la cuarentena. Todas las fotografías de este reportaje están tomadas desde el exterior de la casa.

La llegada del butanero ha roto la rutina de esta familia confinada.

La llegada del butanero ha roto la rutina de esta familia confinada. Fernando Ruso

Natalia y Samuel, los dos hijos mayores, también responden a varias preguntas de los
reporteros. Ella es más tímida, él más resuelto. A Natalia, en 4º de Primaria, la cuarentena le pilló aprendiendo a dividir por dos cifras o dando el campo semántico en Lengua. A Samuel, que quiere ser veterinario, le dejaron a medias las lecciones de multiplicar por dos cifras y las de diferenciar entre Ay/Hay/Ahí. Ninguno echa de menos a sus compañeros. En la casa hay un patio en el que todos juegan. Todavía ninguno piensa en el colegio.

—Natalia, ¿sabes qué es el coronavirus?

—Sí, claro, un virus muy malo que mata a la gente.

Lo primero que Natalia hará cuando todo acabe es ver a sus abuelos, que viven cerca, pero a los que no visita desde hace días. Siempre que se puede, sus padres organizan videoconferencias por teléfono con el resto de la familia, algunos incluso desde Bélgica. Así todas las partes combaten la morriña.

“Tratamos de no transmitirle nada de lo que pasa fuera, de no preocuparlos, y de hacerles ver el lado positivo de cada cosa, del valor de estar juntos en familia. Les explicamos que esto es algo histórico y que algún día le contarán lo que vivieron a sus hijos y a sus nietos”, narra Lucía. “De todas formas, nosotros somos muy caseros, no estamos mucho en la calle. Siempre hay algún niño que está malo. Ellos están acostumbrados a verme embarazada, a que no salgamos por eso”, detalla la madre de familia.

Eso sí, las llamadas al timbre de la familia se han cortado radicalmente este fin de semana. “Al ser una familia numerosa, muchos niños de la barriada acuden a ellos para jugar en la calle, pero con esto…”, explica Samuel. “Yo me he quedado sin castigo, porque siempre les digo que si se portan mal no salen a la calle”, completa Lucía entre risas.

“De esta vamos a salir, porque hemos salido de otras peores”, dice Lucía.

“De esta vamos a salir, porque hemos salido de otras peores”, dice Lucía. Fernando Ruso

Arcoíris en las ventanas

Sin calle a la que salir. Este fin de semana, mayores y pequeños han pintado arcoíris para repartir ánimos en su vecindario. Al estilo del movimiento Andrà tutto bene! —"Todo saldrá bien", en italiano— que ha llenado las ventanas de las ciudades más castigadas por el coronavirus en Italia.

Sin embargo, el movimiento de solidaridad que se extiende por toda España no ha llegado a su casa. No hay mensajes de vecinos ofreciéndose a hacerles recados, tampoco llamadas interesándose por si les falta algo o sobre cómo pueden ayudarles. “Nadie nos ha ofrecido ayuda”, lamenta ella, que se basta y se sobra para mantener todo lo necesario en casa. “Mi madre me llama y me ofrece una olla de lentejas, así que iré a por ellas para almorzar”, sigue Samuel.

La familia de él regenta una imprenta. Su padre es autónomo y no son pocas las veces que ha tirado de su ayuda cuando las cosas han venido mal dadas. “Sé que no me va a decir que no, pero ahora él tampoco trabaja, porque esto del coronavirus nos afecta a todos”, razona Samuel, que ve peligrar su red básica de apoyo. “Pero no queremos entrar en pánico, no podemos pensar en el futuro, a largo plazo, tratamos de vivir al día, porque no tenemos más opción que esa”, valora Samuel.

La única decisión a medio plazo que ya han tomado es la de aplazar la primera comunión de Natalia, prevista para el 25 de abril de este año. “Hemos hablado con ella y ha entendido la situación, lo que no quita que esté triste, al igual que nosotros; pero ya sabe que el año que viene podrá hacerla junto a su hermano Samuel y eso le ha gustado mucho. Hay que enseñarles a ver el lado bueno de las cosas”, insiste el padre.

Samuel teme que su empresa haga un ERTE.

Samuel teme que su empresa haga un ERTE. Fernando Ruso

Tanto Lucía como Samuel son muy creyentes. Ella reza tres veces al día: los maitines por la mañana, los laudes por la tarde y el rosario al anochecer. Todos los domingos, la familia reza unida en torno a la mesa principal del salón. Esta semana, y por lo excepcional de la situación, también rezaron el sábado. “Dios ha hecho todos los milagros de mi vida”, valora ella. “Rezar me da ánimos para sobrellevar esta situación o cualquiera que venga. Confío que el Señor me va a dar todo lo que necesite. Ahora lo vemos todo negro, pero él no nos va a dejar en la estacada”, confiesa la treintañera.

Entretanto se obra el milagro, Lucía debe atender a cuestiones más mundanas. Es el
primer cumpleaños de Tomás. Dos días después será el de Natalia. Apenas una semana vendrá el aniversario de la pareja. Pero la urgencia ahora es Tomás. “Voy a preparar una tarta de galleta, pero me he dado cuenta de que no hay algunos ingredientes. A ver si en YouTube encuentro algún truco”, zanja.

Y, mientras, todos siguen jugando en el patio o al escondite en el salón. Por la tarde habrá película. Y así pasarán los días hasta que pase la cuarentena en la casa de los Galán Vidal: seis hijos, dos cajas de leche, cien euros en el banco y, pese al confinamiento, mucha felicidad.