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Con el álbum Me voy a permitir (Universal) alcanza la mayoría de edad discográfica, 18 títulos en el mercado, pero Luz Casal dice que eso no le quita “los nervios de pasar el examen”. La primera vez que saltó a un escenario tenía 11 años y los pies descalzos, porque los zapatos plateados que su madre había pintado a mano desaparecieron, y eso no la paró.

Tampoco los dos cánceres de pecho que padeció en 2007 y 2010, durante los que grabó los álbumes Vida tóxica y La pasión. De igual modo, le sube la gente que no se arredra ante los desafíos, por eso en su último trabajo le ha dedicado una canción a Noah Higón, que padece siete enfermedades raras. Las dos salen en el videoclip con los labios muy rojos ante sus vidas.

Acaba de ser nombrada por los Reyes de España marquesa, y ella ha elegido para ostentar el título nobiliario las palabras luz y paz, que ahora lleva sobre los hombros con una cierta responsabilidad. Tiene que predicar con el ejemplo, dice, con la importancia de la palabra dada, que le dejó en herencia el tercero de sus padres. Sí, tuvo tres y de los tres se siente hija. Dos fueron biológicos, y el otro, la pareja de su madre. Todos compartieron hogar durante su infancia.

Luz Casal, durante su entrevista con EL ESPAÑOL.

Luz Casal, durante su entrevista con EL ESPAÑOL. David Morales EL ESPAÑOL

Lo contará en esta charla, y también cómo eso la configuró y le dio una base emocional compleja desde la que afrontar retos por el mundo entero, porque la gira en la que está inmersa la ha llevado ya a Serbia, a Finlandia, a Chile, a Francia o a Montenegro. El 17 de enero estará en el Movistar Arena de Madrid, y luego más Francia, Bélgica, Grecia… Quizá la energía que subió por las plantas de sus pies desde la tierra asturiana que pisó en aquel primer escenario se le quedó a vivir en la garganta. 

Pregunta.– ¿Todo cambia, Luz, excepto...? ¿Diría que hay algo que se ha mantenido inalterable desde que empezó su carrera?

Respuesta.– Bueno, el amor por lo que hago. La entrega, la dedicación (no absoluta, porque vivir es imprescindible para luego poder hacer mi trabajo y si me nutro sólo de mí misma, me aburro), y el gusto por la música en general. Todo eso se ha mantenido inalterable. Ciertos valores inculcados desde pequeña: ser lo más honrada que se pueda, respetar al prójimo, ese tipo de cosas que parece que suenan a algo añejo, pero que yo practico y que me parecen comportamientos necesarios para que alrededor haya una cierta armonía, algo que también es fundamental para la música.

No me gustan los conflictos, prefiero apartarme, ir a otro lugar antes de tener un enganche con alguien.

P.– ¿Es su manera de gestionarlo?

R.– Sí, aborrezco esa tensión, eso de ser capaz de alguien al que amas o con el que tienes un trato diario, insultarlo y al día siguiente como si no hubiera pasado nada. Quizá porque yo soy una persona con cierta tendencia al rencor, que es uno de mis grandes defectos, entonces no quiero llegar a ese extremo. Intento siempre orillar los conflictos por eso. O coger el modo expeditivo, que es irme.

P.– No en vano le han dado los Reyes un marquesado de Luz y Paz.

R.– Sí, sí.

P.– Qué nombre más bonito, por cierto.

R.– Sí. Tampoco me tuve que romper mucho la cabeza, pero sí me parece que tiene de manera sutil algo más. No es sólo el honor, la distinción, sino que eso conlleva algo más. A lo mejor suena un poco grandilocuente, pero de alguna manera me obliga a tener una responsabilidad con estas palabras. Aunque esté acostumbrada a llevarlas, al tener esta distinción siento la responsabilidad de tener armonía a mi alrededor, y de dar un poco de claridad al ambiente.

P.– ¿Las eligió entonces?

R.– Sí, sí.

Luz Casal, en conversación con este diario.

Luz Casal, en conversación con este diario. David Morales EL ESPAÑOL

P.– Ah, o sea que uno puede elegir las palabras con las que ostentar ese marquesado.

R.– Sí, generalmente siempre tienen relación con la tierra, con la propiedad. Yo no tengo que añadir a esto ninguna propiedad, y me parecía que era mejor que ponerle un determinado lugar y que alguna gente pueda no sentirse representada. Así que opté por este, que es más lucido.

P.– Y tanto. En el post de Instagram en el que lo agradecía hablaba de los valores que siempre tiene presente, de los que me estaba hablando ahora. Entre ellos me llamó la atención “la importancia de la palabra dada”. ¿Qué hace falta para cumplir con nuestra palabra?

R.– Primero, reflexionar sobre lo que acabas de decir. Mi madre usaba una expresión que me encantaba, y que mantengo: “Esa persona habla sin permiso de la cabeza. Juanito ha dicho eso porque habló sin permiso de la cabeza”. Pensar las cosas que atañen a más personas, pensarlas antes. Y una vez que tomas la decisión que sea (Luz da una palmada), tienes que apoquinar con eso. Si tú le dices a alguien “mañana te voy a invitar a café”, no hacerlo yo no lo veo bien. Yo me comprometo y mañana tomas un café, dos cafés o tres cafés.

P.– El compromiso por encima de las propias ganas.

R.– Sí, y por eso, haberlo pensado antes. Una cosa es la espontaneidad y otra cosa es la espontaneidad en relación al compromiso. Si yo digo que mañana estoy a las 10 de la mañana, aunque me haya acostado a las 9 de la mañana, yo tengo que estar a las 10. Si no estás vulnerando la libertad de la otra persona, que está esperándote. Es mi manera de ser y estar en el mundo. Así que lo aplico, a veces con mucho esfuerzo.

P.– También en ese post menciona a sus tres padres. Me he sorprendido mucho con esto, supongo que no soy la única.

R.– Ah, con esa posibilidad.

P.– No, bueno, no tanto con la posibilidad, porque además hoy sería más normal, pero pensaba en cómo fue cuando eras niña. ¿Cómo lo vivió?

R.– Fue duro. No hay que envolverlo con cosas bella. Fue muy dura la infancia. Pero soy la consecuencia de ese ambiente. Entonces no lo lamento, lo lamentaba mientras lo vivía, y había momentos de cierta desesperación, pero sí, así ha sido durante muchos años de mi vida.

P.– ¿En tu entorno, lo entendían?

R.– No, no. ¡Qué va! Era… Yo no sé cómo mi madre tenía esa firmeza, ese aguante, esa soltura y determinación de decir "esto es lo que hay".

P.– ¿Y llegaste a hacer paz con ello, estando ellos en vida?

R.– Sí, sí, claro. Recuerdo por ejemplo decirle a mi padre una de las veces (no se lo dije mucho, lamentablemente) "papá, te quiero". Me levanté en mitad de la noche, fui a su dormitorio para decírselo. Fue uno de los momentos que sentí de placidez, de qué cosa más buena he hecho. Creo que con ellos tres no he sido mala hija. Pero siempre ha habido el lamento de no haberte comportado suficientemente bien, de no decirles más a menudo lo que significaban para ti, de destacar en la balanza lo que no te gusta y obviar lo que sí, cuando con el tiempo te has dado cuenta de que lo que sí te gustaba de ellos, de su persona, individualmente era mucho más llamativo que lo que no.

P.– Sí, pero lo hacemos con los mimbres que tenemos en cada momento.

R.– Sí, y creo que no he sido mala del todo.

Luz Casal, posa para EL ESPAÑOL.

Luz Casal, posa para EL ESPAÑOL. David Morales EL ESPAÑOL

P.– ¿Y qué tienes de ellos en la madurez?

R.– De mi madre tengo muchísimas cosas. De mi padre creo que tengo mucho de mi carácter, aunque tenga inclinación por mi madre. Y muchos comportamientos a nivel social de mi otro padre.

P.– ¿De extrovertida?

R.– No, por ejemplo lo de la palabra dada que te decía, eso es algo que aprendí más de él que con los otros dos. Él decía tal cosa, y lo cumplía fuere como fuere. Luego su afán, era muy dadivoso. Llegaba al bar que había donde vivíamos, y los que había estaban todos invitados. Y todo el mundo "Maxi, Maxi…". Tengo de los tres. Piensa que me crié con ellos.

P.– ¿Y se llevaban bien? ¿Había equilibrio?

R.– Sí, con cierto… (Ríe). Con cierta dificultad. Para muchos de mis amigos, ya cuando vivía en Madrid, que llegué aquí con 16 años, era una cosa extraordinaria. Sobre todo la gente gay, y la gente que tenía otras relaciones, les parecía maravilloso. (“¡Porque no lo habéis vivido!”, dice Luz con tono bromista). Pero ya te digo, soy la consecuencia de todo eso, no lo lamento desde que soy una persona adulta.

P.– Cantó por primera vez en Gijón muy joven, con 13 años, ¿no?

R.– Antes, con 11.

P.– Sé algo de que fue descalza. ¿Qué pasó?

R.– Mis padres (y me refiero siempre a los tres), como veían que tenía mucha afición, se hicieron socios de la Agrupación Artística Gijonesa, y ahí empecé a ensayar con una pianista, que era la que tocaba para el que cantaba tango, para las niñas que bailaban La boda de Luis Alonso, etcétera. Entonces mi madre decidió hacerme un vestido de lamé, así de brocado, era súper chulo, de línea muy sencilla, así un poco evasé. Y yo dije que quería unos zapatos igual, pero no había zapatos plateados ni de coña. Entonces mi madre los pintó. Fuimos de Avilés a Gijón y, cuando llegamos al camerino, los zapatos no estaban. Entonces alguien le dijo a mi madre que saliera con los que llevaba, pero yo dije que eso no pegaba nada…

P.– Eran zapatos de diario, claro.

R.– Sí, y mi madre me decía "cómo vas a salir descalza". Pero salí descalza. Y triunfé. Ante la dificultad, tiras por el camino que te parece mejor. Luego creo que no he cantado nunca más descalza, pero si por lo que fuera, espero que no, me quedara sin el calzado adecuado o me hiciera un daño insoportable, pues descalza.

P.– Me emocioné preparando esta entrevista al escuchar de nuevo Entre mis recuerdos. La tengo asociada a mis viajes a Galicia en coche con mis padres, y mi padre cantándola. Él siempre dijo que eres gallega, por tu nacimiento en Andabao, pero te criaste en Asturias. ¿De dónde se siente Luz Casal?

R.– Mira, toda mi vida he llevado esa situación con perplejidad. En Asturias soy gallega, y en Galicia soy asturiana.

P.– Yo pensé que se lo adjudicarían: gallega en Galicia, y asturiana en Asturias.

R.– Bueno, ahora ya es diferente. En Asturias he vivido toda mi vida, hasta que me trasladé a Madrid, entonces tengo más referencias. Las referencias de mi infancia y preadolescencia con Galicia tienen que ver con el ámbito familiar, pero no tanto el primer amor, o mi primera experiencia de tal cosa… Todas esas experiencias están en Asturias. Entonces no hay una decisión salomónica: amo las dos tierras, me siento a gusto en las dos tierras, y cuando estoy en una no echo de menos la otra. Sólo cuando estoy fuera de las dos es cuando echo de menos ambas.

Luz Casal, cantante.

Luz Casal, cantante. David Morales EL ESPAÑOL

P.– “Nostalgia de tanta inocencia/ que tan poco tiempo duró”.

R.– Probablemente sea de las más autobiográficas. El arranque de la canción es la pérdida de mi padre biológico. Cuando la pena cae sobre mí, el mundo deja ya de existir… Eso es cuando pierdo a mi padre. Y luego hablando de la inocencia, el poco tiempo que me duró. No quiere decir que no sea una persona inocente, hablo de la inocencia del niño. Al haber hecho una vida dedicada a la música desde tan joven, esa inocencia no acabada, digamos, creo que la voy recuperando a medida que me hago más mayor. No tengo la sensación de no ser una mujer inocente. Tengo la sorpresa, la ilusión por las cosas.

P.– Tiene en Me voy a permitir otra canción preciosa, la dedicada a Noah Higón, Nada es imposible.

R.– El caso de ella es un ejemplo, es una lección de saber aprovechar la vida a pesar de las circunstancias. Pero en general creo que es una frase que se debe aplicar, sobre todo cuando tienes dificultades.

P.– La has elogiado mucho, y no es para menos porque la vida de Noah es tremenda, pero tú has luchado mucho también. Padeciste dos cánceres y sacaste dos discos durante los tratamientos. ¿De dónde nació esa determinación?

R.– Eso fue parte del tratamiento de cada episodio. Por lo de la palabra dada, había quedado en trabajar. Y esos días, que eran los duros después del tratamiento de quimio, no podía hacer conciertos, pero grabé el álbum Vida Tóxica. Ha sido la única vez en mi vida que he grabado sentada, porque no tenía fuerzas, pero hacerlo me ayudó muchísimo. En el caso siguiente, que fue La pasión, lo que hice fue dedicarme a cubrir el género del bolero, a conocer autores, compositores, intérpretes... Y me ayudó también muchísimo: la música, como en otros casos, siempre ha sido bálsamo, ilusión, aventura.

P.– Os parecéis un poco, Noah Higón y tú.

R.– ¿Sí? Ah, qué gracia. Bueno, me llamó la atención el día que la invité al vídeo que me dijo que también se ponía la boca roja. Yo me quedé fascinada. Desde hace años, probablemente desde que tuve la experiencia del cáncer, me sube un montón la gente que tiene ese tipo de voluntad tan férrea, de no desanimarse a pesar de la dureza.

Otro conocimiento de cómo es de importante tener una actitud de nada es imposible es cuando durante el Covid llamé a la gente. Era curioso, los que tenían espina bífida, estaban ciegos, tenían un familiar con alzheimer… Toda esa gente te devolvía en la llamada fortaleza. Y otra gente, a lo mejor, una mujer médico, con dos niños de 4 y 6 años, estaba desesperada, no sabía gestionar eso porque a lo mejor nunca había tenido a sus hijos 24 horas seguidas.

La cantante Luz Casal.

La cantante Luz Casal. David Morales EL ESPAÑOL

P.– ¿Y qué les decías?

R.– No me acuerdo exactamente. Es como el caso de un compañero tuyo, que escribió para que hablase con su madre, y su madre es psicóloga. ¿Qué le dices a una psicóloga? Yo lo que hacía era, según cómo oía la voz de la persona, reaccionaba. Si veía que tenía una cierta animosidad por lo que fuera, pues con más tiento.

P.– ¿Qué es la amistad para Luz Casal?

R.– La amistad es uno de los sentimientos más preciado por mí. Los amigos que tengo ocupan... Probablemente, junto con la escasa familia que tenga, están casi al mismo nivel, y en algunos casos al mismo nivel.

P.– ¿Y el amor romántico? Siempre se habla de buscar un amor compañero. ¿Es conjugable con el amor romántico?

R.– Yo creo que sí, por qué no. Otra cosa es el amor pasional, dicen que cualquier pasión es corta, pero yo creo que hay pasiones que duran toda la vida. En una relación hay todas las posibilidades que cada individuo tenga. Lo que a mí me funciona, a ti no. Yo creo que el amor que sea compañero o compañera da más satisfacciones. Creo que tener a alguien con el que pasas del apasionamiento, del deseo físico que es una cosa que no puedes controlar, si puedes ir ampliando y lo que pierdes aquí, lo ganas allí, es total.