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En los 80 era portada de revista día sí, día también. La Madonna patria, la voluptuosidad de un país que despertaba a las curvas. Ahora dice que le pesan las señales que deja el tiempo, pero que la cosa no es tan grave porque es cantante y no modelo. La voz es su baluarte, y desde ese fortín celebra su trayectoria musical con un disco titulado 40 años 1985-2025 (Universal Music).

Parca, pero sincera, se ha mostrado Marta Sánchez en esta conversación, en la que cuenta que lo de cantar a los soldados en la guerra del Golfo lo hizo porque lo decidió un productor dictatorial. Lo de ponerle una letra al himno español, por amor a su patria añorada cuando vivía en Miami. Y en la que ha defendido que su padre fue mejor cantante que ella, y que su madre tiene más sentido del humor.

También dirá que su herida es su hermana, que murió cuando ambas mellizas habían cumplido los 38. Y que el verdadero amor lo ha conocido con su hija, a la que dice consentir de más sin poder evitarlo.

No le gusta la palabra empoderamiento, ni cree que ella fuera una mujer que ostentara poder como tal. Dio alguna parada a gente del mundillo que se propasó, pero lo cuenta sin darle importancia, desde esa firmeza con la que, de cuando en cuando, pedirá que le suban los grados de la calefacción durante la charla.

Pregunta.– 40 años en los escenarios, Marta. ¿Qué ha sido más importante para mantenerse ahí, el talento o una cabeza fuerte?

Respuesta.– Sin duda por una mezcla de ambas, pero esos dos ingredientes no son los únicos que hacen falta. Hay muchas cosas más: ilusión, trabajo, constancia, templanza… Y, bueno, también algún psicólogo que otro (ríe).

P.– Imagino. Hubo un momento en que Marta Sánchez salía a diario en las portadas. ¿Cómo se lleva eso?

R.– ¡Hoy estoy en otra, en el Hola! Pues en aquel momento fue abrumador. Hubo a lo mejor algún momento en que me levanté un poco del suelo, pero tuve mucha gente alrededor que no me lo permitió y siempre he sido bastante de tener los pies en la tierra. Algún que otro momento álgido era complicado de tramitar, pero creo que tenía tanto trabajo que no me daba tiempo a pensar mucho más.

Marta Sánchez, cantante.

Marta Sánchez, cantante. Cedida

P.– Supongo que su familia fue un pilar fundamental, porque su casa era música. Su padre era cantante lírico, y su padrino fue Alfredo Kraus, ni más ni menos. ¿Qué aprendió de su padre en los 36 años que creo que compartieron, y qué tiene de él en la madurez?

R.– Pues era un hombre muy sensible, con una personalidad inolvidable para todos los que lo conocían. Muy sereno y extremadamente honrado. Era un ejemplo, no se puede pedir un padre más perfecto en todos los sentidos: trabajador, generoso, cariñoso. Y en lo artístico, por supuesto, un ídolo para mí y un ejemplo a seguir. Era muy destacada su labor en el mundo de la lírica, y su legado es increíble. Ha dejado discos con los mejores artistas de la época en la ópera y para mí eso era un reto. De hecho hice una canción con él, un dueto póstumo, y me costó la vida.

P.– ¿Por qué?

R.– Porque era muy difícil cantar a su lado.

P.– Pues con el torrente que tiene usted también…

R.– No… Él era mucho mejor cantante que yo, vamos.

P.– ¿Y su madre? Su madre es muy dicharachera, ¿no? ¿Qué tiene de ella?

R.– Yo tengo mucho de la mujer que no teme a nada, que igual se pone a coser, a pintar, a maquillar o a escribir. Es una mujer muy valiente que siempre ha tenido mucha maña para todo, eso lo tengo mucho de ella. Ella quizá tiene más desarrollado el sentido del humor, yo soy más seria (aunque tengo mis momentos de graciosa). Es muy virtuosa y creo que esa parte sí la heredé. (Marta interrumpe su discurso con un ‘oye, hace un pelín de frío ahora, ¿eh?).

P.– ¿Y supo desde pequeña que quería ser artista?

R.– Desde siempre.

P.– ¿Cómo se siente esa llamada?

R.– Yo viví rodeada de música, de vinilos, porque mi padre tenía un tocadiscos donde escuchaba su música clásica. Y ese fue el aparato que utilicé para poner mis primeros discos, que compraba en el Galerías Preciados de aquí al lado, en Callao. En la planta baja. Venía en el autobús 75. Creo que traje en la sangre el amor por la música, y me dieron un don que supe valorar y aprovechar para desarrollar mi talento y mi sueño, que era convertirme en alguien en la música. No era nada fácil.

P.– Además convertirse en alguien.

R.– Sí, yo creo que he llegado muy lejos. ¿Podría haber llegado más lejos? Pues sí, pero a lo mejor no hubiera sido más feliz.

P.– ¿Su hermana quería ser también artista?

R.– No. Ella también se arrancaba a cantar a veces, pero era una mujer mucho más tímida, más reservada. Le gustaban otras cosas.

P.– Ella falta cuando usted tiene... ¿38 años, Marta?

R.– Sí.

P.– ¿Cuándo empieza a ser soportable una pérdida así?

R.– Sí. Bueno, pues… Nunca lo es, soportable. Sí, el tiempo... El tiempo te aporta aceptación, pero no suaviza la ausencia, y el qué hubiera podido ser si ella estuviera aquí. Y lo que hubiéramos vivido juntas.

P.– ¿Esa es la pregunta que se queda ahí, sobre todo?

R.– Sí. Y también al ser melliza obligatoriamente es ¿por qué ella y yo no? Sientes un poco esa culpabilidad de por qué le toco a ella y a mí no.

P.– Supongo que con sus éxitos honra su vida, de alguna manera.

R.– De alguna manera sí, pero eso no suple la ausencia.

P.– ¿Sus padres cómo vivieron su despegue como artista, y luego su éxito internacional?

R.– Ellos estaban muy pendientes de mí, primero desde Madrid y luego desde la Coruña. Se mudaron allí porque mi madre es gallega y mi padre asturiano y tenía una hermana en Coruña. Y siempre estuvieron con las puertas abiertas cuando bajaba de un avión, y muy orgullosos. Siempre un poco preocupados porque eran países lejanos, con muchas horas de avión, y sabían que pasaba muchas horas sola en países desconocidos para mí. Pero siempre me apoyaron mucho.

P.– Era muy joven, además.

R.– Sí, cuando empecé era muy joven y viajábamos a Argentina, a Chile, a México, a Perú, a toda Latinoamérica y pasábamos largas temporadas allí. Pero siempre tenía el teléfono para sentirme cerca.

P.– Y empezar, empieza todo por un vecino suyo. ¿Cómo fue eso?

R.– Sí, en el último piso del edificio vivía un hombre que trabajaba en realización de TVE. Mi padre sabía que a mí me apetecía tomar contacto con televisión, y el vecino les propuso a mis padres si quería cantar en Sabadabada. Yo tenía 14 años entonces, y esa fue mi primera toma de contacto con los medios. Pero de ahí tardé hasta los 17 en empezar a formar parte de un grupo de rock. Luego cambié a otro grupo y luego ya a Olé Olé con 19.

P.– Transitó varios estilos al principio.

R.– Sí, cuando tienes oportunidad de meterte en ese ámbito no eliges mucho, aprovechas las vacantes que hay. Me metí en ese grupo, pero era muy heavy metal.

P.– Dentro de esta trayectoria de 40 años, ¿ha habido situaciones en las que ha tenido que parar a alguien que no la estuviera tratando debidamente?

R.– He tenido la suerte de no tener ningún percance desagradable, más allá de algún manager que me invitaba a sentarme en sus rodillas.

P.– Eso es bastante desagradable.

R.– Sí, pero vamos, no fue más allá. Y alguna frase un poco fuera de lugar de algún director de la industria. No he tenido que pararle mucho los pies a un hombre.

P.– Y en esas situaciones, ¿cómo actuaba?

R.– Pues siempre he sido muy transparente, he sido una mujer que no he tenido muchos filtros. En algún momento al principio tenía un poco más de precaución por si mi carácter me cerraba alguna puerta, pero siempre he tenido claro que antes estaba mi integridad.

P.– Hablo mucho con la actriz Paula Prendes, que es una gran amiga, de si ser guapa ayuda o desayuda. No sé cómo ha sido en su caso.

R.– Si me dan a elegir, yo prefiero ser mona. Luego sí es verdad que si lo analizas y desmenuzas en algunos momentos es más difícil aceptar que se puede ser guapa y talentosa a la vez. No lo sé, es para estudiarlo eso porque… A la cabeza de las personas les cuesta procesar que vaya junto el talento con la belleza. Pero he sabido lidiarlo bastante bien estos años y también creo que al principio la etiqueta de sex symbol me pesaba un poco, pero como la belleza va marchitando, tampoco dura toda la vida. Y he tenido otros talentos para perdurar en el tiempo.

Marta Sánchez.

Marta Sánchez. Cedida

P.– ¿Cómo se lleva eso? Me decía Amparo Larrañaga que en cine, en televisión, irse marchitando con la edad hace que te llamen menos, que te den menos papeles. ¿Cómo lo vive Marta Sánchez profesional y personalmente esto?

R.– Obviamente no me gusta tanto verme con las señales del paso del tiempo, porque me dedico a hacer vídeos, a hacer fotos, a estar delante de las cámaras. Pero intento que en el día a día no me cueste la felicidad, que no ensombrezca otras cosas bonitas de mi trabajo y mi profesión, que las hay. Si fuese modelo, sería más grave la cosa. Pero como soy cantante… Eso sí, me gusta controlarlo todo mucho, y me gusta cantar bien, pero estar guapa. Por eso estoy siempre encima de los detalles: de la luz, de que una foto no sea excesivamente high definition… Pero bueno, lo voy lidiando.

P.– Hay quien dice de usted que fue una de las primeras mujeres empoderadas, por letras como Soy yo. ¿Se ve así?

R.– A mí la palabra empoderamiento me aburre supinamente. Muy manida ya esa palabra, y muy mal utilizada en muchos casos. Más que empoderamiento yo diría que me lo he trabajado el seguir ahí, a base de muchos sacrificios. Y sí que es cierto que la mujer necesita todavía mucho luchar por su estatus, y por igualdades, pero creo que para ganarse eso también hay que luchar mucho. No se puede pedir y no hacer.

P.– Siempre le pregunto a mis entrevistados por la amistad. He visto que tiene una amistad que es más bien hermandad, con una amiga de siempre. ¿Cómo cree que elegimos a nuestros amigos?

R.– A base de equivocarnos mucho con las elecciones. Se aprecia a un amigo de verdad cuando otros te demuestran que no lo son. Es cuando aprendes dónde fallan los amigos. Creo que no se buscan, los amigos aparecen.

P.– Me dijo en su entrevista el cantautor Tontxu una frase que a su vez es del académico Jesús G. Maestro: “La amistad es el mejor de los disfraces, porque sólo desde la amistad se puede ejercer plenamente la traición”. ¿Cómo lo ve?

R.– El que te traiciona evidentemente es enemigo, no amigo. Yo creo que hay que ser extremadamente generoso para ser amigo. Es la virtud más grandiosa que tiene la amistad, dar no para recibir, sino por el mero hecho de querer a alguien. Yo soy muy así, siempre doy porque me gusta dar. No doy para recibir, soy muy de dar porque quiero a la persona. De hecho, muchas veces no recibo y sigo dando. (Marta ríe entre dientes).

P.– ¿Y no se cansa una?

R.– No, no me canso. Es mucho más reconfortante dar que recibir.

P.– Dar ese abrazo, como en su single. ¿Está contenta?

R.– Mucho. Es una canción muy grande que hizo Toni Sánchez hace muchos años, que dejé apartada y la eligieron otros, y que la he vuelto a recuperar y en mi voz suena muy bonita. Creí que era muy buena idea que los fans la conociesen.

P.– Bueno, es que Marta Sánchez tiene un montón de referencias que no sé si sus fans conocen. Desde Pink Floyd a Barbara Streisand. ¿Qué escucha ahora Marta Sánchez?

R.– Pues mira, un miembro de Pink Floyd me escribió una canción que está en el disco. Y Barbara Streisand es una de mis referencias de siempre. Era muy querida en casa, mi padre la escuchaba mucho y decía que era la mejor. Y he variado mucho en los gustos musicales. Me gusta mucha gente, y ayudada por mi hija voy conociendo cosas nuevas que sin su ayuda a lo mejor no conocería. Va todo tan deprisa que es difícil estar en la actualidad.

P.– Su hija es joven, claro.

R.– Sí, tiene 22.

P.– ¿Se puede decir que es su gran amor?

R.– Ah, sí. Es un pilar increíble para mí, sí. Estoy muy orgullosa de ella.

P.– ¿Cómo es como madre? Generosa, imagino, porque si lo es en la amistad…

R.– Sí, bueno, demasiado. No le doy la caña que le tendría que dar para que madure y crezca. Aunque es una niña muy madura para su edad, se lo doy todo, y a lo mejor no es la mejor idea. (Marta vuelve a quejarse de frío, le preocupa ponerse mala porque al día siguiente canta en El Hormiguero).

P.– Marta Sánchez es un icono porque ha coleccionado momentos icónicos, como aquella vez cantando para los soldados en la guerra del Golfo. ¿Por qué tomó esa decisión?

R.– Yo no era la que decidía ir ahí, desde luego que no. Yo estaba en un grupo que tenía un productor que era muy dictatorial y que pensó que era lo mejor y que era un momentazo para la popularidad del grupo. Y bueno, lo hicimos porque nos parecía buena idea ir con un tema que se escribió casi premonitoriamente, sin saber que íbamos a ir a una guerra: Soldados del amor.

P.– ¿Lo hubiera hecho ahora?

R.– No me gustaría nada pensar que ahora hubiera una guerra, en la que yo tuviera que ir a amenizar a nadie. Porque las guerras no deberían existir.

P.– ¿Y lo del himno? ¿Por qué decidió poner letra al himno de España?

R.– Pues lo decidí para cerrar el repertorio de piano y voz en La Zarzuela. Se me ocurrió un día, me apetecía algo muy español, y qué hay más español que el himno. Y la letra me quedó preciosa y estoy muy orgullosa de mi himno.

P.– De aquellas vivía fuera.

R.– En Miami.

P.– La patria se extraña más cuando uno está fuera.

R.– Evidentemente era a flor de piel mi añoranza por vivir aquí otra vez.

P.– ¿Qué espera de esta gira, del aniversario de sus 40 años y, a mayores, de la vida?

R.– Bueno, no puedo pedir mucho porque tengo mucho, y me parecería injusto. Pido vivir una paz que en muchos momentos no viví, y que cada vez exijo más en mi tiempo. Y pido disfrutar con la música, que lo hago mucho y lo seguiré haciendo unos años más. Y que mi familia esté sana.

P.– Y no ponerse mala con este aire.

R.– Eso. Que ya me estoy empezando a poner.