Arriba a la derecha: José Mario Armero, Adolfo Suárez y Santiago Carrillo (en orden de mención). Abajo a la izquierda: Santiago Carrillo junto al dictador rumano Nicolae Ceaucescu.

Arriba a la derecha: José Mario Armero, Adolfo Suárez y Santiago Carrillo (en orden de mención). Abajo a la izquierda: Santiago Carrillo junto al dictador rumano Nicolae Ceaucescu. Arte / E. E.

Reportajes

Lo que la serie 'Anatomía de un instante' no cuenta: el dictador Ceaucescu, el emisario del Rey y el Paracuellos de Carrillo

Manuel Prado y Colón de Carbajal, el secretario de Juan Carlos, negoció en 1975 en Bucarest la legalización del PCE si Carrillo se portaba bien. El líder comunista español, quizás en la habitación de al lado, dependía del dinero rumano. Esto decía el documento de Prado.

En la exitosa serie televisiva sí aparecen los fusilamientos de Paracuellos que persiguieron a Santiago Carrillo toda su vida, pero de manera inexacta. Precisamente la primera entrevista que Carrillo mantuvo con Suárez se produjo en el chalet de José Mario Armero, que tenía lazos familiares con el fundador de la Guardia Civil.

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Si ChatGPT, el infalible oráculo del siglo XXI, dice que un hecho no existió, o al menos que no hay base histórica para darlo por cierto, ¿debemos creerlo?

Si un fugaz momento acaecido, fundamental en un acontecimiento posterior que abriría las puertas de la democracia en España, tampoco queda reflejado en la minuciosa serie televisiva Anatomía de un instante, ¿hay que pasar página?

Desde luego que no.

Sucedió a 3.200 kilómetros de Madrid, en Bucarest. Todo lo siguiente parece de película. Y por encima de todo, los dos protagonistas de aquel instante: el dictador comunista de un país, Rumanía, y el secretario personal y correveidile del nuevo rey de España, cuya corona acababa de heredar del generalísimo Franco, enterrado unos días antes de la visita.

Manuel Prado y Colón de Carvajal con el rey Juan Carlos I.

Manuel Prado y Colón de Carvajal con el rey Juan Carlos I. Archivo Almuzara

Los dos protagonistas del encuentro, pasados pocos años, acabaron muy mal. El presidente rumano, Nicolae Ceaucescu, fusilado en 1989 por su pueblo. El secretario real, Manuel Prado y Colón de Carvajal, encarcelado en 2004, condenado por un robo millonario.

Estos son parte de los hechos concretos que no aparecen ni en ChatGPT ni en Anatomía de un instante. Se produjeron entre el 25 de noviembre y el 1 de diciembre de 1975, hace ahora medio siglo. Pasados dos años propiciaron la legalización del Partido Comunista de España el 9 de abril de 1977, en el llamado Sábado Rojo.

El relato se conserva gracias a la transcripción de una cinta grabada por Manuel Prado Colón y Carvajal, fallecido en 2009.

El documento comienza así:

"Al Rey le preocupaba desde siempre el Partido Comunista porque pensaba que cuanto más se pretendiera recluir a este partido en las catacumbas, peor sería para España".

"El Rey había conocido al presidente rumano en Persépolis y celebraron allí algunas conversaciones amistosas y francas. Al término de aquella cita, Ceaucescu le dijo a D. Juan Carlos: 'Si algún día me necesita, estoy a su disposición'. El hecho era que Ceaucescu era el líder comunista más cercano personalmente a Carrillo".

Santiago Carrillo junto al dictador rumano Nicolae Ceausescu.

Santiago Carrillo junto al dictador rumano Nicolae Ceausescu. Archivo

Según ChatGPT, masiva fuente de consulta estimada por la profundidad de sus contenidos, el líder comunista de Rumanía no intervino en la política interior española. No fue así, como indican al menos dos hechos: además de recibir en su dacha a Prado Colón y Carvajal, como ahora leeremos, Ceaucescu dio cobijo entre 1955 y 1975 a Radio España Independiente –más conocida por Radio Pirenaica–. Este asunto no es baladí. Desde sus instalaciones en suelo rumano se emitían informativos sobre la situación interna de España y contra el régimen de Franco, incontrolables para la censura.

"La fiesta del diablo"

El encuentro de Persépolis entre el príncipe Juan Carlos y Ceaucescu, al que se aludía antes, se produjo en 1971 en esa ciudad iraní cuando el entonces Sha de Persia, Reza Pahlavi, celebró el 2.500 aniversario del imperio persa.

Fue una fiesta de 600 invitados de todo el mundo, de ellos 60 jefes de Estado. Según los cálculos de la época, costó el equivalente a 700 millones de euros. Jomeini sentenció que "fue la fiesta del diablo". El periodista Jaime Peñafiel, enviado especial de la revista Hola, escribió muchos años después: "La fiesta más fabulosa a la que he asistido nunca".

Continúa Prado y Colón de Carvajal:

"En los últimos meses de 1975 el Rey me dijo: 'Tienes que ir a ver a Ceaucescu. No te digo cómo y tampoco te cubro. Si las cosas salen mal, yo no sé nada", recordaba el fiel ayudante.

A través de un amigo, el torero Luis Miguel Dominguín, cuyo hermano, Domingo, era comunista y vivía en París, cuenta Manuel Prado que llegó hasta el embajador rumano en París. También intervino en la mediación el escritor Jorge Semprún, ministro luego de Felipe González, e ilustre militante del PCE acogido en la capital francesa.

El 25 de noviembre de 1975 el correo del príncipe aterrizaba en Bucarest en un Llyushin ruso, de cuatro motores y 250 plazas, solo ocupado, según el relator, por siete personas: él mismo, un alto funcionario del Ministerio de Presidencia rumano y cinco policías.

Al día siguiente, ya estaba delante de Nicolae Ceaucescu, el 'conducator', dios en la tierra rumana en aquel momento. El encargo estaba claro: "Dile a Ceaucescu que España va a enfrentar un proceso hacia una democracia parlamentaria, con partidos políticos. Que me comprometo a que el primer gobierno democrático considere que es mejor legalizar al Partido Comunista que tenerlo en la clandestinidad…".

La conversación entre un hombre que moriría fusilado junto a su mujer unos años después y el secretario plenipotenciario, para quien resultaría inimaginable su destino penitenciario, duró unas cuatro horas, afanados en ayudar en un problema crucial para el futuro de la España democrática: la libertad de partidos políticos y, de manera principal, la legalización del PCE.

La opinión de Ceauscescu sobre el futuro del nuevo Rey de España y de los españoles no era ni positiva ni halagüeña:

– "Veo mal el futuro de su país. Nosotros vamos a apoyar una España de República Socialista (sic). El pueblo español es como el agua gaseosa contenida en una botella. Cuando se levante el tapón no va a haber quien lo detenga. Además, el Rey es un producto elaborado por Franco, el Ejército se pondría contra él si pretendiera ir a una democracia". Lo que predecía para Juan Carlos 'El breve', como lo llamó al principio Carrillo, le pasó al mismo Ceaucescu, derrocado y ejecutado en 1989 en un cuartel militar en Târgoviste, a unos 80 kilómetros de Bucarest.

Pese a las dudas del dictador rumano –siempre según grabó el enviado de Juan Carlos I– preguntó a su interlocutor cuestiones concretas de cómo y cuándo podría producirse esa apertura en España, cuándo se legalizaría el partido comunista, cómo gestionaría el Rey entonces la relación con los militares (Carrillo era Lucifer para los mandos del Ejército español) y si el heredero de Franco podía dar garantías…

Todo se haría a su tiempo, dijo el emisario real. Pero un requisito necesario era que "Santiago Carrillo no sea obstructivo, que deje la agresión personal y que deje de descalificar la credibilidad de la evolución de España".

Santiago Carrillo saluda al rey Juan Carlos I.

Santiago Carrillo saluda al rey Juan Carlos I. EFE

La siguiente escena es muy cinematográfica, digna de haber sido incorporada a la serie Anatomía de un instante. Una pena que no se hiciera porque podría haber añadido un quinto capítulo a esta serie interesante. Pero, claro, este episodio no se conocía en detalle al trascender hoy.

"Durante este tiempo de reunión –cuenta Prado– Ceaucescu entró y salió varias veces del despacho. Al final de esta conversación, me dice…":

–Ceaucescu: Estoy comentando todo esto con Carrillo.

– Prado: ¿Es que está ahí?

– Ceaucescu: Esté o no esté, es como si estuviera.

"Yo no entendí aquello, pero estaba convencido de que estaba al otro lado de la puerta", escribe el enviado especial.

Una gran pregunta que surgirá en este instante en los lectores ávidos de información, y que debe ser respondida por el periodista anticipándose, es qué capacidad de influencia podía tener el dictador rumano sobre el líder comunista español. Según ChatGPT, ninguna.

Como decíamos más arriba, Radio España Independiente -conocida por la oposición al régimen como La Pirenaica-, fundada por Dolores Ibárruri, 'La Pasionaria', en 1941 en Moscú, se trasladó en 1955 a Rumanía, país que se convirtió en patrono de la emisora contra el franquismo y en financiador del mismo PCE en la clandestinidad.

Jordi Solé Tura contó cómo en 1963, tras el fusilamiento de Julián Grimau en abril de aquel año, Santiago Carrillo se presentó en Bucarest una semana después para que Radio España Independiente dejara de llamar asesinos todos los días a los ministros de Franco.

"Con algunos de esos tal vez tengamos que ponernos de acuerdo en el futuro", explicó, clarividente, Carrillo, según el también comunista Solé Tura. De hecho, en 1977 el exministro de Franco Manuel Fraga presentó a Santiago Carrillo en el Club Siglo XXI.

Anatomía de otro instante

Como sí se cuenta en la serie Anatomía de un instante, basada en el libro de Javier Cercas, Santiago Carrillo estaba loco por volver a España. Fue una contrariedad que en 1975 la embajada de España en París no le entregara su nuevo pasaporte español. "No voy a permitir que me dejen fuera", gritó Carrillo así como Escarlata O´Hara (Vivien Leigh) prometía no volver a pasar hambre en Lo que el viento se llevó.

Está también muy bien contado en el capítulo 2 de Anatomía de un instante cómo Santiago Carrillo (interpretado por Eduard Fernández) se entrevistó en agosto de 1976 con el abogado y presidente de la agencia Europa Press José Mario Armero (Luis Bermejo), el alfil que Adolfo Suárez (Álvaro Morte) utilizó para preparar su gran encuentro en Madrid con el líder comunista, que se produjo el 27 de febrero de 1977 en un chalet de Pozuelo de Alarcón. Sólo 40 días después, el PCE sería legalizado.

A la izquierda, Manuel Soto (interpretando a Gutiérrez Mellado); en el centro, Álvaro Monte (interpretando a Adolfo Suárez); a la derecha, Eduard Fernández (interpretando a Santiago Carrillo).

A la izquierda, Manuel Soto (interpretando a Gutiérrez Mellado); en el centro, Álvaro Monte (interpretando a Adolfo Suárez); a la derecha, Eduard Fernández (interpretando a Santiago Carrillo). Movistar Plus +

Más comprensible resulta que ChatGPT no cuente con la exactitud de un guardia civil de la UCO lo que pasó dentro del chalet, propiedad del intermediario Armero, aquella noche lluviosa de febrero del 77.

Incluso se puede disculpar que en la serie Anatomía de un instante, por razones de metraje o composiciones del guion, haya al menos un error y una omisión en lo sucedido en la casa de Armero y de su mujer, Ana Montes.

Cuando Adolfo Suárez y Santiago Carrillo por fin se encuentran en el salón de la vivienda, bien aprovisionados de güisqui y de tabaco para una reunión de seis horas, José María Armero es despedido inmediatamente: "Gracias, Armero", le dice Suárez.

No fue así. El abogado, un hombre abierto y tolerante, de ideología monárquica, partidario de Don Juan más que de su hijo, permaneció toda la noche en la sala, a petición de Adolfo Suárez y de Santiago Carrillo. La precisión se la hace a este periodista Diego, uno de los hijos de Armero.

Este dato es significativo. Era positivo para los dos líderes (uno entró en la Falange en 1960 y el otro se convirtió en secretario general del PCE ese mismo año) la presencia de un testigo directo que alisara la desconfianza mutua del uno por el otro, ambos fumadores empedernidos. "Este tío tiene cojones", soltó Carrillo unos días después de la reunión de Pozuelo de Alarcón, un chalet que sigue utilizando la familia Armero Montes.

Fotograma de 'Anatomía de un instante'.

Fotograma de 'Anatomía de un instante'. Archivo

También hubo otro hecho aquella noche de autos no incorporado al relato televisivo. Sonó el teléfono de la cocina, donde estaba Ana Montes con un policía. Ella preparando café y él encargado de la seguridad del presidente.

Llamaba el guardés de una casa próxima para avisar a los Armero de que en las inmediaciones de su chalet había un coche sospechoso.

¿Quién podía ser el hombre que estaba dentro del vehículo? Nadie sabía que allí se estaba celebrando un encuentro decisivo para el futuro de España. Podía ser alguien de ETA. O un comando de la extrema derecha. Unos días antes habían sido asesinados los abogados de Atocha.

Como el policía no podía perder de vista al presidente, fue ella, ama de casa de profesión y chófer a veces de su marido, quien, pertrechada con una linterna, salió a la calle. Al aproximarse al vehículo sospechoso, se bajó un hombre semioculto en una gabardina. Resultó ser el director de SECED, el servicio de inteligencia anterior al CESID, ahora llamado CNI. El jefe de los espías –probablemente José María Bourgon–, se había enterado de la reunión 'secreta' y se acercó por si era necesario.

Todo lo demás se sabe. Bueno, casi todo. Cuando Ana Montes (interpretada por Carmela Poch, protagonista de la película Desaparecidos) llevó de vuelta a Santiago Carrillo a Madrid, concretamente a la embajada de Rumanía en la capital –menos mal que según la IA Ceaucescu no interfirió en la política interna española–, la conductora y esposa de Armero recordó que cuando había recogido al líder comunista siete horas antes, en Vallecas, le pareció ver a alguien que se parecía mucho a…. Ceaucescu. Seguramente, una falsa apreciación.

Recogida de restos de fusilados.

Recogida de restos de fusilados. Archivo

Carrillo y Paracuellos

El papel de Ana Montes, ahora de 95 años, cobra una dimensión especial. El matrimonio Armero Montes se sentía muy próximo a la Guardia Civil ya que José Mario Armero tenia lazos familiares con fundador de la Benemérita. María Dolores Armero, tía abuela del abogado, se casó con un descendiente del Duque de Ahumada, el ‘primer’ guardia civil en la Historia de España.

Tal dato podría explicar de manera torticera la actitud cortante, seria y desabrida de la conductora cuando traslada y responde a las incesantes preguntas del líder comunista. Lleva a su casa, bautizada como Santa Ana, al mismísimo responsable de la masacre de Paracuellos del Jarama.

El director de la serie, Alberto Rodríguez, seguramente sin conocer los lazos familiares con el fundador de la Benemérita, pasa de la escena del coche a los fusilamientos de Paracuellos, en los que fueron masacradas más de 2.500 personas, entre el 6 de noviembre y principios de diciembre de 1936.

Si Ana, afectada ya por su avanzada edad, Armero y Adolfo Suárez (ambos fallecidos) hubieran leído en el libro de Javier Cercas, Anatomía de un instante, o escuchado en la serie de tanta actualidad cómo se define a los prisioneros de las cárceles de Madrid más tarde fusilados, "fascistas y militares rebeldes", habrían mostrado su perplejidad y su pleno desacuerdo. Realmente entre aquellas víctimas había militares, desde luego, pero también abogados, ex ministros, como Federico Salmón -de la CEDA-, escritores, como Pedro Muñoz Seca , pintores, como Álvaro Alcalá Galiano, futbolistas, como Monchín Triana... ¿Todos fascistas?

Uno de los militares que estuvo a punto de perecer en Paracuellos fue Gutiérrez Mellado, secuestrado con Santiago Carrillo en el asalto al Congreso en 1981, candidatos potenciales ambos a ser fusilados por los asaltantes si todo hubiera ido mal.

Santiago Carrillo, consejero de Orden Público en Madrid en noviembre de 1936, con 21 años, nunca admitió haber autorizado las sacas. A lo sumo, en 1982, declaró: "No puedo decir que si Paracuellos ocurrió siendo consejero yo sea totalmente inocente de lo que ocurrió".

Las armas cargadas de ira hacen estragos. Carrillo lo sabía ("¡odio a muerte a la burguesía criminal!", escribió en 1934). Quizás por esos recuerdos latentes se sorprende en la serie al escuchar que la mujer al volante se refiere a su marido por el apellido: "Armero no conduce".

"¡Armero!", exclama pensativo Carrillo.