Don Juan Carlos y Doña Sofía.
Sofía, 50 años de maltratos que Juan Carlos quiere tapar en sus memorias: "Vete, no te quiero desde hace mucho", le decía
"Sabes que no te quiero desde hace mucho. Vete con tu hermano a Londres. Conmigo no tienes nada que hacer". Frente a los adjetivos cariñosos en las memorias, están las escenas de humillación y sometimiento del esposo que aquí se cuentan.
Juan Carlos quiso divorciarse para casarse de nuevo. Su actitud hostil y cruel con Sofía podría ser catalogada como maltrato psicológico, punible en la Ley de Violencia de Género, que el mismo monarca firmó durante su reinado.
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–Excepcional, rigurosa, dedicada, benevolente, abnegada, metódica, comprensiva, solidaria, irreprochable, intachable...
–Sabes que no te quiero. Hace mucho tiempo. Eres una pesada. Vete a la... Conmigo no tienes nada que hacer. Es peor si lo intentas. Si quieres irte, por mí no hay inconveniente.Vete con tu hermano a Londres…
Los adjetivos cariñosos del primer párrafo y los vituperios desgarradores del segundo tienen los mismos protagonistas. Uno habla en ambos casos y la otra calla.
Él se viene arriba con sus ataques y ella se hunde, quizás, un poco más. Las dos escenas están separadas por 35 años, de 2025 a 1990. Una distancia sideral, como resulta ser ahora el reconocimiento público y las vidas de don Juan Carlos y doña Sofía.
Los eméritos celebran (celebrar es una estimación de gozo que suena en este contexto a sarcasmo) los 50 años de su coronación como reyes de España en aquel lejano 22 de noviembre de 1975.
Con tal motivo, Juan Carlos I (87 años), el monarca glorificado con su nombre en un artículo de la Constitución española, ha publicado este 2025 sus desmemorias tituladas Reconciliación, de donde están entresacados los adjetivos laudatorios para la reina recogidos en el arranque de este texto.
El proscrito no ha sido invitado a los actos conmemorativos por el medio siglo del cambio de régimen en España previstos para los próximos días. Lo festejará, a lo sumo, con la aparición de su intento autoexculpatorio en forma de libro.
La reina Sofía (87 años) será homenajeada, en cambio, en el Palacio Real el 21 de noviembre, condecorada con el Toisón de Oro por "su dedicación y entrega al servicio de España y de la Corona", en palabras de su hijo, Felipe VI.
De este collar, de origen medieval, pende un carnero que simboliza, en la mitología de Jasón y los argonautas, el valor y la lucha contra los infieles. ¿Infieles? Sí, pero no del tipo del marido de Sofía durante 63 años de matrimonio.
Precisamente las expresiones gruesas del segundo párrafo de esta crónica, "sabes que no te quiero/vete a la…", lanzadas por Juan Carlos contra su esposa, pertenecen a una escena vivida por la pareja real en Lausana (Suiza), en 1990, con un único testigo presente: Sabino Fernández Campo, entonces secretario general de la Casa del Rey.
Ingreso de Sabino Fernández Campos en la Academia de Ciencias Morales y Políticas Sabino Fernández Campos, José Ángel Sánchez Asiain, los reyes Juan Carlos I y Doña Sofía y Enrique Fuentes Quintana, entre otros, en la entrada de la Academia. 26 de abril de 2006. Getty Images
¿Pero qué sentido tiene sacar a la luz en este conmemorativo noviembre de 2025 algo inédito, acaecido en 1990, hace 35 años? ¿Acaso el sentido radica en decir la verdad en un reinado con tantas mentiras conocidas en estos últimos años?
¿O será el sentido de defender a una mujer maltratada, eso sí, con una indudable posición privilegiada, pero humillada repetidamente por su marido y jefe de Estado, el mismo que firmó en 2004 la Ley Orgánica de Medidas de Protección Integral contra la Violencia de Género?
Esta Ley, con la rúbrica de Juan Carlos I, junto con el Código Penal, contemplan como delito punible el maltrato psíquico dentro de una relación afectiva (artículos 153 y 173 del CP).
El episodio de Lausana, durante un viaje para asistir a un evento del Comité Olímpico Internacional, fue tan humillante, denigrante y desagradable psicológicamente para la reina que Sabino Fernández Campo, personaje irrepetible, medió con su reconocida habilidad dialéctica: "Señor, no diga esas cosas y en ese tono, porque nos vamos a creer que habla en serio".
La retórica resultó contraproducente. La ironía del fiel ayudante estimuló los desprecios del marido. Así lo reconoció el secretario, años después, a algunos amigos.
Aquella década de 1990 podría haber cambiado la historia de la monarquía y del reinado de Juan Carlos I si Sofía de Grecia hubiera accedido al divorcio. Quizás los desmanes posteriores del Rey podrían no haber sucedido con una nueva esposa menos tolerante. O quizás las trapacerías del monarca se habrían disparado aún más. ¿Quién sabe?
Enamorado como un cadete de Marta Gayá (77 años), el rey quería casarse con la mallorquina. Por eso invitaba a Sofía a que se marchara a Londres, a su refugio en el hotel Claridge, con su hermano Constantino, el rey de Grecia, depuesto tras el golpe de los coroneles.
Juan Carlos, con una esposa estrenada en la década de los 90, tal vez no habría dejado espacio para la aparición de Corinna Zu Sayn–Wittgenstein (60 años) en los 2000. Pero no es este un espacio para ucronías.
–"Pues mira, me vas a tener que aguantar".
Así concluyó doña Sofía aquella tremenda cena de Lausana, hoy desvelada en estas páginas. Con esta frase, de manera campechana, cortó ella la ráfaga de ataques de su marido enamorado de otra.
El episodio convulso
En 1992 hubo otro episodio convulso en las relaciones de sometimiento de la reina frente al rey. El escándalo, que se publicó a medias, podría haber tenido unas gravísimas e imprevisibles consecuencias para la monarquía si la reacción de la consorte herida y la del partido en el Gobierno, el PSOE, con Felipe González al frente, hubiera sido diferente y hubieran tirado de la manta y del armiño.
Juan Carlos I desapareció de España en torno al 15 o 16 de junio de 1992. Se fue de aventura al complejo alpino de Saint–Moritz (de nuevo, en Suiza), donde le esperaba Marta Gayá.
Con la mala suerte de que el jefe de Estado, súbitamente, tuvo que firmar el nombramiento de un nuevo ministro de Exteriores (Javier Solana) en sustitución de Francisco Fernández Ordóñez, enfermo de muerte.
Juan Carlos y Marta Gayá
Con dos días de retraso, el 19 de junio, el rey apareció en Madrid, ratificó la designación y volvió raudo a la estación de esquí. Viese y fuese. En su abandono no le importó faltar al cumpleaños de su padre Juan de Borbón, que el 20 de junio reunió en pleno a la familia Borbón en Madrid.
Todos sabían que sería la última celebración de don Juan, víctima de una enfermedad incurable. Efectivamente, murió el 1 de abril de 1993. ¿Pero qué hizo aquel sábado 19 de junio la reina Sofía?
Como si nada pasara, profesional, se mantuvo incólume ante la nueva humillación del marido fugado en Saint–Moritz, con sus idas y venidas. Cumplió con su obligación y presidió un acto iberoamericano en el monasterio de Guadalupe (Cáceres).
El perfil del maltratador
"Excepcional, comprensiva, irreprochable…". Según un estudio de la Universidad Oberta de Catalunya, existe un perfil de ese tipo de maltratador que practica el abuso conocido como 'luz de gas'.
Es un maltrato silente, difuso, a veces imperceptible, pero muy tóxico para las víctimas. Estos agresores, según la UOC, son egocéntricos, inseguros, cómodos en la mentira y sin capacidad de empatía.
"Hacer luz de gas se puede definir como manipulación de una persona a otra para que esta dude de sus percepciones, experiencias o comprensión de los acontecimientos", escribe Puri Ruiz, autora del estudio universitario.
Es más fácil identificar a Juan Carlos I en este traje de manipulador egocéntrico, con sus incesantes aventuras amatorias y tras conocer su falta de escrúpulos en asuntos económicos, que a la reina Sofía como una mujer manipulable.
Entonces, ¿por qué ella ha aguantado durante décadas infidelidades, desapariciones y tropelías de su marido sin que se le moviera ni un pelo ni un músculo de la cara? "Quiero saber dónde está el rey. Localizadlo", exigió en varias ocasiones la reina engañada en Zarzuela.
"Estoy hasta el gorro de la zona de sombras", exclamó cuando le dijeron que no podían contactar con el servicio de seguridad de Juan Carlos al no haber cobertura.
Ella fue criada en una familia en la que los reyes Pablo y Federica de Grecia comían y cenaban casi todos los días con sus hijos Constantino, Irene y la propia Sofía.
Uno de los pilares fundamentales de la educación es aprender a ser, además de a conocer, a hacer y a convivir. Seguramente la Sofía de Grecia se lo escuchó viva voz al político francés Jacques Delors, presidente de la Comisión Europea entre 1985 y 1995.
Aprender a ser. La hija y hermana de reyes fue enseñada para reinar, por más que a veces tuviera la sensación de ser la última mujer en la fila del coronado.
"Sólo quiero saber si son varias mujeres o es siempre misma y se la lleva a diferentes sitios", preguntó, harta, en cierta ocasión al único con el que se atrevía a rebajarse haciendo tal confesión. Una imploración de engañada con ecos lejanos de otra reina víctima, Juana La Loca.
Pero una cosa es aprender a reinar y otra ser una reina. En el mundo de Sofía, una reina es, antes que nada, una mujer que pare un hijo para convertirse en rey. Con sufrimiento durante años, lo consiguió: ahí está, esplendoroso, Felipe VI (57 años), más griego que Borbón.
La Reina Sofía con su hijo Felipe.
El estado de agravio de Sofía ante tanta deslealtad conyugal era tal, que para poner un parche y evitar que el globo de colores irreal estallara del todo, la pareja firmó un acuerdo de convivencia a principios de los 90, que fue bosquejado por Pilar del Prado, la misma psicóloga que atendía a una de las infantas.
Sabino, como consta en un dossier, le dio forma especificando aspectos oficiales, como qué tipo de viajes públicos deberían hacer juntos, o de índole privada, como que al menos por la mañana la reina y el rey conocieran si ese día comerían o cenarían juntos en Zarzuela.
Con esto último se trataba de paliar la soledad inconmensurable de la mesa vacía, que en un palacio ha de resultar como Canadá de grande. Un compromiso roto, seguramente, desde el primer día por Juan Carlos.
Ella lo sabía y sufría. No existía ni amor ni respeto. Pero descartó el divorcio y se mantuvo firme. Mejor dicho: "Comprensiva, intachable, irreprochable", en palabras de Juan Carlos I en su libro Reconciliación.
Por algo, Sabino Fernández Campo repetía a sus amigos y muy conocidos, como quien escribe, que ellos –refiriéndose a los reyes Juan Carlos y Sofía– "no son como nosotros, y nos equivocamos cuando lo creemos y los juzgamos como iguales a nosotros".
"¿Es que yo no puedo separarme?"
A su manera, Juan Carlos también ha sufrido lo suyo. Tanto al presidente del Gobierno Felipe González como (probablemente) a José Luis Rodríguez Zapatero les expresó su deseo de divorciarse para casarse; primero, con Marta Gayá, en los 90, y después con la autodenominada 'princesa' Corinna, en torno al 2010. "¿Es que yo no puedo separarme? ¿Soy el único español que no puede?".
La reina Sofía pensaba –así se lo comentó algunas veces a personas especiales– que "se puede perder el trono y se puede ir a pique la monarquía por los escándalos y por la falta de ejemplaridad del rey". Finalmente, Juan Carlos abdicó el 2 de junio de 2014.
Con Marta Gayá se creó una especie de "Corte de Palma", en la que figuraba Zourab Tchokotua, un príncipe georgiano ya fallecido, compañero de internado de Juan Carlos en Friburgo, con negocios y aficiones sospechosas.
El rey Juan Carlos y Corinna Larsen, en una imagen de archivo.
Con Corinna Larsen pretendió urdir otra corte paralela, con amigos ricos del rey que le reían sus ocurrencias, aunque en realidad solo cabía ella. Entre 2008 y 2012, la conseguidora y empresaria alemana se instaló en La Angorrilla, una casa convertida en palacete a pocos kilómetros del Palacio de Zarzuela.
Esta fue otra puñalada para la reina humillada, un maltrato psicológico de ley. El martirio comenzó, de facto, en 2006, cuando Juan Carlos I, en viaje oficial a Arabia Saudí, metió en el mismo avión a su mujer, la reina, y a su emprendedor nuevo amor.
Recuérdese que dos años después de aquel viaje, en 2008, el rey recibió desde Riad los famosos 100 millones de dólares, una fortuna que acabó en una cuenta de la aspirante a reina.
Un peligro para la monarquía
¿Se refería Sofía a esta etapa con Corinna cuando hablaba de la peligrosa falta de ejemplaridad de su marido? ¿O las pronunció mucho antes, en los lejanos años 90, cuando el jefe de Estado se paseaba por Mallorca con su disipada corte de Palma? Hiel sobre hiel. Quizás a ambos momentos con efecto acumulativo.
Como un atenuante para Juan Carlos I cabría aducir que ha sido siempre como es. En 1953, Francisco Carvajal, conde de Fontanar, envió un informe a Juan de Borbón en el que describía a su pupilo como "irreflexivo, egoísta, superficial, nada dado a la literatura, parece comprender difícilmente su posición en la familia real".
Cincuenta años después de esta descripción, Sabino Fernández Campo, fallecido en 2010, pensaba lo mismo del autor de Reconciliación, las memorias que estarán a la venta en España el próximo 3 de diciembre.
La reina Sofía, pues, merece quien le escriba bien. Nadie podría hacerlo con más conocimiento que la periodista y relatora Pilar Urbano, aunque saber tanto y haber vivido tantas vicisitudes a veces pesa más que los años.
La venganza de la reina sufridora ha sido cumplir lo que para ella era su papel: poner un rey que no se parece al padre. No divorciarse como se le pidió repetidamente. No dar el menor motivo de escándalo, como podría haber sido acogerse a la Ley de Violencia de Género por maltrato psicológico continuo.
Dolida por dentro, con el único consuelo de su hermana Irene, el mundo de Sofía sigue en el Palacio de la Zarzuela. Mientras, el reconciliador proscrito intenta cauterizar heridas y corregir errores.
Un error sencillo de cambiar sería que en la web de la Casa Real, en el álbum biográfico de la página dedicado a Juan Carlos I, se enmendara el pie de la primera foto.
Error de fecha en el pie de foto de la imagen de la proclamación de Juan Carlos I como rey.
En la imagen se ve a los reyes, acompañados por sus hijos, en el momento de la proclamación. Pone que fue el 22 de noviembre de 1976. Y no, fue en 1975. Hasta en esto tan básico se tambalea la memoria del rey que devolvió la democracia a España y maltrató a su esposa, la reina.