El escritor Juan del Val

El escritor Juan del Val Javier Ocaña

Reportajes HABLANDO SOBRE ESPAÑA

Juan del Val: "He votado al PSOE toda la vida. Estoy decepcionado y me parece insufrible en lo que se ha convertido la izquierda"

"La envidia existe. Me da cierto pudor decir “'me tienen envidia', porque suena pretencioso, pero me va bien y eso a algunos les molesta".

"A mí me colocan en los dos lados: a veces soy facha, a veces rojo. Eso me divierte".

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Recién galardonado con el Premio Planeta por Vera, Una historia de amor, Juan del Val reflexiona sobre España, la política y el oficio de escribir. Crítico con los medios, decepcionado con su partido y firme defensor de la libertad.

Juan del Val habla con franqueza sobre la polémica y el ruido mediático que rodean su premio, un escenario que ya esperaba. Su mirada es directa, alejada de lo cómodo y siempre dispuesta a cuestionar lo establecido.

¿Qué significa para usted ganar el Premio Planeta?

Es una oportunidad para llegar a muchos más lectores. Hasta ahora todo iba bien, pero confío en que este premio sirva para que la gente me conozca más como escritor y no sólo como personaje público.

Tras ganar este premio pretendo que quienes se acerquen a mi novela se queden. Imagínate hasta qué punto eso es importante para mí.

Juan del Val, escritor galardonado con el Premio Planeta.

Juan del Val, escritor galardonado con el Premio Planeta. Javier Ocaña

Insiste mucho en que quiere que le conozcan como escritor, no sólo como figura televisiva. ¿Por qué le preocupa tanto?

No lo llamaría preocupación, sino deseo. En televisión me ven dos millones y medio de personas, y la imagen que tienen de mí es cierta, pero incompleta. Ese que aparece en pantalla soy yo, sí, pero faltan matices.

Cuando me lees, me conoces mejor. En la escritura está mi sensibilidad, mi manera de mirar el mundo, lo que no cabe en un plató. Escribir es lo más importante que hago profesionalmente.

El Premio Planeta siempre genera ruido mediático. ¿Teme que ese debate eclipse la novela?

No, era previsible y estoy preparado para ello. Todo lo que ha pasado lo veía venir. Lo asumo con cierta distancia, sin dramatismo. Eso no quiere decir que no sea consciente de todo lo que está pasando. Leo todo, no esquivo nada. Pero estoy convencido de que el ruido no va a tapar el libro. La gente va por otro sitio.

¿Por qué dice que era previsible?

Vivimos un momento en el que algunos medios confunden el ruido de las redes con la realidad. Antes de que la novela saliera ya había críticas negativas, casi todas sin haberla leído, lo que me parece muy significativo.

Aun así, al publicarse, llegó a ser número 1 en Amazon en cuestión de minutos. Eso muestra la distancia entre lo que se cuenta y lo que realmente pasa.

Algunos medios se alimentan de lo inmediato y lo superficial, construyendo titulares a partir de unos pocos tuits, pero eso no refleja a la gente. El público busca otras miradas, no la parte fea: menos crispación y más verdad.

Juan del Val, Premio Planeta con 'Vera, una historia de amor'.

Juan del Val, Premio Planeta con 'Vera, una historia de amor'. Javier Ocaña

¿Por qué cree que nos atrae tanto “la parte fea”?

Porque hay un universo que se alimenta de la maldad. En redes, mucha gente encuentra protagonismo atacando. Es un ecosistema que vive del desprecio, donde todo vale para ganar un poco de visibilidad. Se genera una corriente de destrucción sin peso intelectual, sin pensamiento. Hoy le toca a uno, mañana a otro. Se supone que eso genera interés, pero en realidad no genera tanto. Es solo ruido.

¿Por qué esperaba ese ruido?

Porque vivo en el mundo. Ya me he llevado unas cuantas de estas. Trabajo en televisión y sé perfectamente lo que ocurre cuando dices algo… o incluso cuando no lo dices. A veces alguien interpreta o directamente inventa, y se genera un ruido ensordecedor.

Lo mío con el Planeta era un tsunami anunciado, se multiplica por tres: el mío personal, el del programa en el que trabajo y el del grupo mediático. Pero, sinceramente, le doy una importancia limitada.

¿Seguimos sin saber convivir con el éxito ajeno aunque sea comercial?

La envidia existe, claro que sí. Me da cierto pudor decir “me tienen envidia”, porque suena pretencioso, pero me va bien y eso a algunos les molesta.

Aun así, estoy convencido de que hay mucha más gente que se alegra. La mayoría ve las cosas con naturalidad, valora lo que haces, aunque luego les guste más o menos. La crítica forma parte del juego, como la exposición pública. Otra cosa es la herida gratuita.

Vivimos un momento de polarización política, cultural y social. ¿Esa división también le alcanza?

La simplificación reconforta. Cuando alguien necesita tener las cosas claras porque no quiere pensar demasiado empieza a construir bandos: los buenos y los malos, los míos y los otros. Y eso termina convirtiéndose en una especie de secta: si soy de los míos, los otros son mis enemigos.

Yo no creo en eso. Es cierto que vivimos un momento de polarización, pero creo que en la calle no es tan exagerado. La gente convive, se relaciona, es amiga de quien no piensa igual.

Yo despierto cariño y desagrado, claro. Forma parte de estar expuesto en un programa tan mediático, con tanta gente viéndote, y cada cual lo interpreta a su manera. Pero, al final, si llevo tanto tiempo ahí, si las audiencias siguen bien, a lo mejor gusto más de lo que parece. Si no, ya me habrían echado.

Juan del Val, escritor.

Juan del Val, escritor. Javier Ocaña

Opina abiertamente en televisión sobre política y actualidad. ¿Le parece que el clima político actual ha llevado a una polarización extrema?

Sí, creo que buena parte de la culpa la tienen los políticos, y también los medios que siguen determinadas corrientes. De política hay que hablar, y creo que existe una cierta obligación –que algunos nos tomamos en serio– de hacerlo con una vocación crítica hacia el poder, mande quien mande.

A mí me gusta huir de los bandos. Me divierte cuando la gente se lía al intentar colocarme. Unos creen que tengo que estar en un lado con todo el “pack” correspondiente; adoptar un galgo, ser vegetariano. Y otros en el contrario: ser taurino, fumar puros... Eso me hace mucha gracia.

La simplificación reconforta: este es un facha y ya está, este es un rojo que se mete con Ayuso y listo, ya no hay que pensar más. Pero a mí eso me da igual.

Uno no puede exponerse viviendo pendiente de lo que digan. Sólo me importa la opinión de quienes me conocen; lo que piense quien no sabe quién soy, no me quita el sueño.

Me equivoco un montón, como todo el mundo. El directo es peligroso: a veces lanzas una idea, la explicación se queda a medias y eso genera críticas. Pero todo dentro de la normalidad.

¿Le preocupa el momento político, social y cultural que vivimos?

No tanto como podría parecer. Soy un optimista casi enfermizo. No niego que estemos viviendo un momento políticamente complicado, con una polarización excesiva y situaciones que no deberían pasar. Eso es real, y hay que hablar de ello y denunciarlo cuando toca.

Pero también creo que, al final, todos acabamos colocándonos y situándonos. Intento mirar las cosas con perspectiva, no sólo desde el presente inmediato. Me interesa menos analizar lo que pasó en los años 40 que tratar de entender qué está ocurriendo ahora y cómo lo veremos dentro de 10 años.

Creo que, con el tiempo, todo volverá a su cauce. Las sociedades se reinventan, el ser humano también. Aunque ahora parezca difícil, estoy convencido de que podemos acabar mejorando.

Muchos autores evitan posicionarse. ¿Usted escribe desde el miedo o desde la libertad?

Si escribes con miedo, no eres escritor, eres redactor. El miedo y el pudor matan la creación. Y eso de no posicionarse... puede parecer prudente, pero te vuelve irrelevante. Hay que tener una mirada crítica, aunque te equivoques. Si no, ganan los cobardes.

¿Cree que el miedo al juicio público está condicionando la comunicación?

Sí, el miedo a opinar se ha instalado en la televisión. Muchos evitan ciertos temas por temor a lo que digan en redes, y eso fomenta la mediocridad y premia a los cobardes.

¿Se siente huérfano políticamente?

Sí, completamente. Mi partido se ha ido al carajo. Siempre voté a la izquierda. Primero a Izquierda Unida, después al PSOE. Pero lo que ha pasado me resulta insoportable. Siento una decepción profunda, sobre todo por la ausencia total de espíritu crítico dentro de los propios partidos.

Nos han llevado a esta polarización para que dejemos de mirar hacia dentro y pongamos el foco en el enemigo. Es una estrategia tan eficaz como peligrosa: mientras señalas al otro, justificas cualquier cosa en el tuyo. Incluso lo contrario a lo que pensabas hace media hora.

Y, cuando polarizas, acabas perteneciendo a un bando, a un escudo, a una fe. Pase lo que pase, lo defiendes. Y eso es lo que me entristece: la pérdida de autocrítica, de honestidad intelectual. Me siento huérfano políticamente… y decepcionado con el único partido que, de verdad, podía engañarme.

Juan del Val, escritor y colaborador de televisión.

Juan del Val, escritor y colaborador de televisión. Javier Ocaña

¿Y por qué cree que seguimos ahí, sin romper con esa lealtad partidista?

Por comodidad, por costumbre o porque nos han convencido de que cambiar es traicionar. Pero llegará un momento en que todo esto se agote. Lo que antes representaba el progresismo hoy es irreconocible. Luego cada uno tendrá que ir a votar, ya veremos. Pero, sinceramente, hay cosas que me resultan inasumibles.

Desde el concepto mismo de España hasta la desigualdad entre territorios, lo que hoy se defiende bajo la etiqueta del progresismo ya no tiene nada que ver con la idea que yo entendía como tal. Para mí, el progresismo tenía que ver con la igualdad, con la justicia, con una mirada amplia. Y eso se ha perdido.

Se puede ser progresista o conservador, y ambas opciones son perfectamente válidas. Pero si eres conservador, dilo y asúmelo. No pasa nada. Lo que no se puede es disfrazar de progresismo algo que ha dejado de serlo. En mi caso, no lo soy, ni quiero fingir que lo soy.

En sus programas ha hecho del humor una herramienta de provocación. ¿Si tuviera que contar uno de sus “polémicos” en relación a haber ganado el planeta, cuál se le ocurriría?

“El polémico” es una sección de humor, una provocación leve. Puedo meterme con la gente que come queso de postre, nada grave. Lo divertido es cómo se desatan tormentas por una broma. Con el Planeta no hay polémica ni polémicos: estoy encantado.

¿Ganar el Premio Planeta implica una nueva responsabilidad?

No mayor que la que ya tengo. Mi única responsabilidad es escribir con honestidad, dejarlo todo en cada novela. No puedo prometer más que eso.

¿No le parece que quizás la política haya invadido el espacio cultural de una forma equivocada?

Claro, pero antes decías algo importante: que hay quien prefiere no posicionarse siendo escritor. Yo creo que si vivimos con miedo –miedo a la cancelación, al qué dirán, a lo que van a pensar de ti–, entonces no se puede crear. Ni escribir, ni opinar, ni hacer humor.

¿También en el humor pasa?

Claro. En el humor, en la provocación, en todo. La sociedad va mucho más por delante de lo que creemos. La gente se ríe de cosas que en televisión ya no se pueden decir. Y nos reímos todos, y no pasa nada. Porque somos eso. Pero parece que ahora todos tenemos que ser ejemplares, coherentes, perfectos.

¿Y eso le parece un problema?

Ser ejemplar todo el rato me parece un coñazo. La coherencia constante es aburridísima. Por eso, cuando leo críticas, lo que echo de menos es un poco de talento, de chispa. Que si no te gusta mi novela, perfecto, pero al menos escríbelo con gracia. Leí una que me daba fuerte, pero con talento. Y me reí, claro.

¿Esperaba esas críticas?

Sí, pero me hubiera gustado que fueran con ingenio. Porque luego lees a algún papanatas que se cree Faulkner explicándote tu novela y... en fin. No me interesa. Yo respeto la crítica, incluso la que va a degüello, si tiene talento. Lo que no soporto es la mediocridad disfrazada de profundidad.

Juan del Val, escritor ganador del Premio Planeta.

Juan del Val, escritor ganador del Premio Planeta. Javier Ocaña

¿Le ofenden esas cosas?

No, porque me gusta la provocación. Y porque me río también de mí. La ofensa, en general, es responsabilidad del que se ofende. Si algo te molesta, soluciónatelo tú. Pero claro, si todo el rato evitamos decir cosas para no ofender a nadie, al final no decimos nada. Y eso es aburridísimo.

¿Y las redes sociales?

Las redes son un invento que ha empobrecido el debate. Los medios son vagos: construyen una noticia a partir de seis tuiteros, y de ahí sale un movimiento ficticio. Y todo eso genera titulares que no existen en la realidad. Es ridículo.

¿Alguna vez se ha censurado?

No. Procuro no hacer daño gratuito, pero no me censuro. Si trabajas en comunicación, trabajas; si escribes, escribes. No puedes estar contenido todo el rato. Si lo estás, mejor dedícate a otra cosa.

Cuando salga la segunda edición, ¿qué pensará?

Que se me lee. Eso lo sabía antes del premio. Y si sale una segunda tirada, será porque, al margen de la polémica, hay interés. La crítica hay que aceptarla, pero a veces está demasiado lejos de la realidad.