Jorge Enrique, el inquiokupa de 47 años, y nacionalidad colombiana, que ha intentado hacer volar por los aires a su vecino en Logroño.
Jorge, inquiokupa en Logroño: vendía coca, quemaba y rociaba con ácido pisos de sus vecinos y quiso matar a uno con gas
Este colombiano, de 47 años, con antecedentes por tráfico de drogas, sumaba 5 años causando "un infierno" al resto de vecinos del bloque, "sin motivo alguno".
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Jorge Enrique no le pagaba el alquiler a su casero, tras haber convertido la vivienda en un narcopiso, estaba inmerso en un proceso de desahucio como inquiokupa, rociaba con productos químicos los domicilios de otros residentes y quiso hacer volar por los aires el piso de su vecino de arriba, insuflándole gas butano y usando pastillas de queroseno para barbacoas.
Este vecino cuarentón, natural de Colombia, con una aparente personalidad híbrida entre un terrorista y un narco, residía en el sexto piso de un bloque de siete plantas, en el número 37 de la avenida Pérez Galdós de Logroño, propiedad de dos hermanos, los cuales arrendan los pisos y aún siguen arrepintiéndose de haberle alquilado uno a Jorge Enrique.
"Yo con él no tenía nada de nada, era un tío al que no conocía de nada y ni siquiera hablaba con él". "Era un vecino que no hablaba con ningún otro vecino", tal y como explica el inquilino al que Jorge Enrique ha intentado hacer explotar su piso. "En ningún momento le hablé de nada”, insiste este hombre, incapaz de encajar que su vecino ha querido atentar contra su vida.
EL ESPAÑOL no revela su identidad porque a pesar de que la Policía Nacional ha arrestado a Jorge Enrique S. B. (Colombia, 1978) y ha ingresado en prisión, este hombre aún teme por su integridad física. Todo ello, tras soportar durante un lustro a un inquiokupa que ha puesto en jaque a toda una comunidad de vecinos que pagaban su alquiler religiosamente y convivían en armonía.
"No tuve trato con ese vecino". "No hubo ninguna pelea previa entre nosotros, como que yo le dijera que bajara la música o que él me dijera a mí que dejara de hacer ruido", según prosigue relatando este hombre, para recalcar que no hubo de por medio la típica discusión vecinal, como para generar semejante inquina que se saldase con un atentado terrorista casero.
"El tío empezó a incordiar sin más. Han sido cinco años de molestias y los tres últimos años: un infierno".
El piso del inquiokupa de Logroño, situado en la calle Pérez Galdós, tras la deflagración.
Este hombre no podía permitirse un cambio de piso por la situación del mercado de la vivienda en España. Ni se pudo plantear dejar este bloque de la avenida Pérez Galdós de Logroño, trufada de pequeños comercios, como un herbolario o un estanco. Esta conunidad de vecinos detectó que algo iba mal con el colombiano Jorge Enrique, vecino del sexto piso, cuando comenzó un trasiego continuo de desconocidos al edificio, cual romería, y a cualquier hora del día o de la noche.
Tanto es así que en octubre de 2024, el bloque se convirtió en el escenario de la 'Operacion Albur' contra el tráfico de drogas y en la diana estaba Jorge Enrique: el famoso nuevo inquilino, de 47 años.
"La Policía Nacional entró al piso porque funcionaba como un garito de venta de droga. Al inquilino [Jorge Enrique] se le incautaron 2.200 dosis de cocaína, por valor de 46.000 euros, ademas de 40 gramos de marihuana y 700 euros fraccionados en billetes pequeños", tal y como detallan fuentes policiales. "En el inmueble había otro hombre que fue arrestado, por encontrarse en situación irregular en el país".
Como suele ocurrir con muchos delincuentes que se dedican al menudeo de drogas, este ciudadano colombiano no tardó en recuperar la libertad y regresó a su piso de alquiler. Las mismas fuentes policiales indican que no hubo próposito de enmienda por su parte, ya que "no pagaba la mensualidad" de la vivienda y acabó "inmerso en un proceso de desahucio por vía civil". En la práctica, pasó de narco a inquiokupa. Todo ello, sin dejar de molestar al resto de vecinos a diario.
"Causaba problemas de convivencia a la comunidad de vecinos", resumen fuentes policiales. Prueba de ello es que la Policía Local de Logroño había levantado "seis actas" a Jorge Enrique, desde el año 2023, por causar ruidos excesivos; provocar problemas de insalubridad y alterar el orden en el edificio desde su piso de la sexta planta. "Nadie trataba con él", según resume su vecino en la séptima y que a la postre sería el más perjudicado de todo el bloque.
Estas fuentes de la Policía Nacional confirman que este hombre "denunció tres veces por daños leves" a Jorge Enrique, por verter aguarrás en su vivienda, por debajo de la puerta, y por rociar con un spray una ventana. El motivo se desconoce, pero está claro que este colombiano con antecedentes tenía una inquina especial con este pobre vecino de la séptima planta con el que no cruzó palabra y al que intentó matar.
La Avenida Pérez Galdós de Logroño donde se ubica el bloque en el que residía Jorge Enrique.
"Yo hacía mi vida y no sé qué tipo de rollo llevaba este hombre porque al final, el asunto ha terminado como ha terminado". "Yo no estoy en su mente". "Él sabrá lo que ha hecho con su vida, pero ha puesto en riesgo la mía", según reflexiona este hombre que ha vivido un "infierno", a pesar de pagar puntualmente su alquiler y convivir en paz con el resto de inquilinos.
Jorge Enrique era un quebradero de cabeza para muchos residentes porque les llegó a tirar supuestamente productos tóxicos contra sus viviendas o por la ventana. Tales como ácido o disolvente: un producto químico que causa problemas en el sistema nervioso, la piel o el hígado, entre otros órganos. También le quemó la puerta y la ventana de la vivienda a otro vecino. Paralelamente a estos ataques diarios, seguía presuntamente con los trapicheos.
El colofón a semejante disparate fue idear un atentado terrorista casero, para acabar con la vida de su vecino de la séptima planta. "Durante varios días, este hombre perforó la bovedilla del techo de su vivienda, en la zona del pasillo, la cual es contigua al suelo del vecino de arriba, para infiltrar gas butano", según fuentes policiales.
"Habría practicado numerosos agujeros en el techo de su domicilio, hasta llegar a las oquedades de la estructura del inmueble, con un taladro o algo similar, para infiltrar gas butano en el interior, generando una bolsa de gas entre el techo y el suelo del piso superior [del vecino]. Hacía agujeros en la escayola, liberaba gas dentro y luego lo tapaba con papel o un paño húmedo, para dejarlo embolsado".
La bovedilla del piso del inquiokupa que fue perforando para insuflarle gas butano.
Al mismo tiempo, con esos tapones caseros evitaba intoxicarse él mismo con el gas que inyectaba. Así que de forma metódica, cada día, fue agujereando el techo de su pasillo, inyectándole gas a gogó hasta provocar que el vecino del séptimo llegara a pedir una inspección a la compañía de gas, al pensar que tenía una fuga en su instalación. Evidentemente, los técnicos no detectaron nada porque el gas estaba acumulándose en el suelo del piso.
De manera que este vecino, en la práctica, estuvo arriesgando su vida a diario porque vivía en un piso convertido en una bomba de relojería ante cualquier chispazo o gesto como encenderse un cigarrillo. "Para infiltrar el gas, se sirvió de una botella de gas butano y una válvula reguladora conectada a una manguera, que habría introducido en uno de los agujeros que había realizado en el techo".
Poco antes de la medianoche del martes día 14 de octubre, Jorge Enrique, sin valorar el alcance de la deflagración para el resto de pisos, "habría provocado la deflagración con una pastilla de combustible, al introducirla por una de las oquedades". La explosión fue terrible. Todos los vecinos salieron asustados de sus viviendas.
Actuación policial heroica
Los primeros en llegar al bloque número 37 de la avenida Pérez Galdós fueron varios zetas que desarrollaron "una actuación heroica", digna de una condecoración, al desalojar a contrarreloj todo el edificio, "para garantizar la seguridad" de los vecinos que estaban aterrorizados en el rellano de las plantas -por el fuerte olor a gas butano-.
En la sexta planta se encontraron a un ciudadano colombiano herido por una lluvia de cascotes. Los policías nacionales detectaron algo extraño durante la evacuación de este herido: "Descubrieron que había un agujero comunicante entre los dos inmuebles del que emanaba un fuerte olor a gas", según resaltan fuentes policiales conocedoras de la investigación.
Los cascotes amontonados en el piso tras la deflagración.
Cuando ingresaron a Jorge Enrique en urgencias, admitió que era el autor de la deflagración. “Tras conversar con él en el hospital, confesó y manifiestó que lo había hecho como represalia al vecino de arriba y afirmó que toma medicación”.
José Enrique confesó la autoría de este atentado terrorista vecinal y dejó caer que podría padecer problemas mentales. Pero ese argumento no ha calado ante la autoridad judicial, ya que ha ingresado en prisión, por una tentativa de homicidio y un delito de daños en la estructura del edificio.
Los Técnicos Especialistas en Desactivación de Artefactos Explosivos – Nuclear, Radiológico, Biológico y Químico (TEDAX-NRBQ) hicieron un minucioso estudio de los restos de la explosión y exploraron al milímetro la estructura interna del piso de la sexta planta, identificando “una serie de indicios claros que evidencian la intencionalidad en el autor de la explosión”.
Tales como que “la deflagración se produjo en una atmósfera de gas butano”, cuyo foco se encontraba en las bovedillas de la estructura del techo del pasillo de la vivienda, “lo que presuntamente obedece a una introducción deliberada de este gas”. A todo ello, se suma el hallazgo de pruebas como un orificio en el pasillo, un mechero o restos de pastillas de barbacoa.
"Todos los indicios apuntan a que presuntamente tenía la intención de acabar con su vecino de arriba", insisten estas fuentes policiales. La víctima de este ataque prefiere no pronunciarse. "Es obvio que esto no es plato de buen gusto".
"La Policía ha concluído que intentó matarme", sentencia con un nudo en la garganta la víctima de este ataque, cuyo objetivo era generar una deflagración mediante un sistema casero de detonación: bolsas de gas acumuladas y pastillas de barbacoa. "Quiero pasar página con este asunto que es muy feo y continuar con mi vida". "No quiero saber nada más de esta historia".