Cuatro imágenes de sucesos ocurridos en Adra e intervenciones policiales.

Cuatro imágenes de sucesos ocurridos en Adra e intervenciones policiales.

Reportajes

La guerra de 'Los Lateros' y 'Los Saúles' en Adra (Almería): del asesinato de "el paquetero", de 23 años, a las 4 casas en llamas

Dos clanes enfrentados en el corazón agrícola del Poniente almeriense desatan una escalada de violencia con disparos, fuego y un barrio que no duerme tranquilo.

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Luis Casal
Publicada

A las 22:00 del domingo, los vecinos de Puente del Río ya sabían que algo se estaba cocinando. Pero nadie imaginó que a las 23.30 un joven de 23 años, apodado "el paquetero", caería tiroteado en plena calle, a la altura del número 18 de la calle Holanda. Para cuando llegaron los sanitarios, ya era tarde. Era miembro de Los Lateros, uno de los clanes más conocidos del barrio. No fue un ajuste de cuentas: fue una guerra. O más bien, otro episodio de una batalla que ya venía calentándose desde hacía semanas.

Desde hace años, en este rincón agrícola del Poniente almeriense, entre invernaderos, caminos de tierra y casas bajas, se enfrentan dos clanes con historia. Los Lateros, asentados en la zona desde hace más de dos décadas, y Los Saúles, rivales también vinculados con actividades ilícitas, entre ellas el suministro de combustible para narcolanchas, un oficio que aquí llaman "petaqueo" y que ya ha tejido su propia mitología local. Se vigilan, se siguen, se interceptan. A veces se insultan. Y a veces, como el domingo por la noche, se matan.

El tiroteo se produjo tras una pelea multitudinaria que empezó con piedras y acabó con balas. Hay vídeos en redes donde se oyen disparos, gritos y motos escapando. Las primeras versiones apuntan a que "el paquetero" estaba implicado en un altercado con varios miembros de Los Saúles, aunque las familias cercanas lo niegan. A la mañana siguiente, aún quedaban restos de sangre en el asfalto y las persianas del barrio bajadas. La Guardia Civil precintó la zona pero el rumor, como suele ocurrir, corrió más rápido que el informe forense.

Pero el incendio no acabó con una bala. El lunes por la noche ardieron cuatro casas, todas vinculadas al clan de Los Saúles, para impresión del resto de vecinos. Los incendios fueron simultáneos y milimétricos. No parecían fruto del azar. Las llamas devoraron tejados y fachadas mientras los bomberos, impotentes, contenían el fuego sin saber si al día siguiente tendrían que repetir maniobra. Algunos vecinos intentaron apagar el fuego a cubos. Otros, simplemente, cerraron con llave.

No era la primera vez. En Puente del Río, la violencia entre clanes lleva tiempo goteando. Lo saben los agentes de la Guardia Civil, que ya han reforzado la presencia en la zona. Patrullan con casco, con chaleco, con la radio encendida. No hay detenciones aún, pero hay investigaciones abiertas. Se sospecha que las cámaras de vigilancia que los propios clanes instalan en las fachadas y las esquinas sirven tanto para el negocio como para esquivar a los investigadores.

Los dos grupos se dedican, entre otras cosas, al transporte de bidones de gasolina desde Almería hasta las costas de Málaga y Cádiz. En el argot policial, son parte de las redes de apoyo logístico del narcotráfico. La gasolina se compra en estaciones legales, se almacena en casas rurales o naves y se lleva en todoterrenos hasta puntos de carga donde esperan las narcolanchas. No es el centro del negocio, pero sí su sistema circulatorio. Y en Adra, con siete narcoembarcaderos activos, el pulso de ese sistema se deja notar.

En 2023, una operación policial vinculó a miembros de Los Lateros con el suministro sistemático de combustible. La causa se diluyó entre apelaciones y vacíos legales, pero mientras tanto los enfrentamientos con Los Saúles se intensificaron. Ya no se trataba sólo de territorio: también de venganzas cruzadas, acusaciones familiares, viejas deudas. En el barrio, muchos vecinos aseguran que los conflictos se heredan y que las disputas, lejos de apagarse, cambian de forma. La tensión no se anuncia, pero se nota. Se palpa en los grupos que se arremolinan en las esquinas, en las persianas que no suben del todo, en el silencio con el que ahora se mira la calle Júpiter.

Y no parece que vaya a hacerlo pronto. Aquí, donde los clanes se pasan la vida entre bidones y entierros y donde los incendios no siempre los provoca el sol de Almería, lo único que arde más que las casas es la paciencia de un vecindario atrapado entre dos bandos que no entienden de treguas.