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Hay pocos hombres que puedan jactarse de ser íntimos amigos de un Papa, pero el padre Alejandro Moral Antón, prior general de la Orden de los Agustinos, es uno de esos elegidos que cuentan con la fraternal amistad del máximo representante de la Iglesia católica. Este español de 69 años, nacido en la comarca de La Vid, en Burgos, y formado en la vida religiosa entre Madrid y Roma, es una de las personas más cercanas a León XIV desde que ambos coincidieron vistiendo los hábitos agustinos.

El padre Moral aún recuerda aquel 1981 en el que tuvo la oportunidad de coincidir con el por aquel entonces joven Robert Francis Prevost. "Llegué a Roma en 1979 y él tres años después. Yo estudiaba Biblia y él Derecho. Fue así como nos conocimos. Un pasillo separaba nuestras puertas. Él me preguntaba: '¿Qué tal los estudios?'. Conversábamos, íbamos a rezar, nos acompañábamos al refectorio. Lo primero que pensé es que era un hombre silencioso, meditativo, trabajador, educado y, sobre todo, un hombre que rezaba mucho".

Esa relación espontánea se estrechó con el paso del tiempo, especialmente cuando Prevost fue nombrado prior general de la Orden de San Agustín, cargo que ocupó entre 2001 y 2013. "Nuestra relación ha sido muy fraternal porque estuvimos 12 años trabajando codo con codo. Él mismo me pidió que fuese su vicario general". Tras su mandato, fue destinado por el papa Francisco a la administración apostólica de la diócesis de Chiclayo, en Perú, y el burgalés lo relevó al frente del priorato agustino, cargo que aún hoy ostenta, ya que lo revalidó en 2019.

El papa León XIV y el prior general Alejandro Moral.

El papa León XIV y el prior general Alejandro Moral.

Desde la elección de León XIV, el prior general confiesa que cada vez tiene menos tiempo para sí. Hasta 70 entrevistas ha concedido a medios de comunicación de todo el mundo en apenas tres semanas. Dos veces tiene que posponer el encuentro con EL ESPAÑOL porque el Papa lo ha requerido para sus asuntos. "Ahora mismo, mientras subo hacia el despacho, vengo de una entrevista relacionada con el Santo Padre", confiesa con su voz grave, pausada, meditativa.

"Reconozco que cuando fue elegido me emocioné mucho. Estaba en la plaza de San Pedro [la Orden de San Agustín tiene su curia general en Roma, a pocos metros del Vaticano]. Vi la fumata blanca. Cuando escuché su nombre y lo vi aparecer... Es algo que no olvidaré nunca. Me marcó verlo allí. Yo también noté su emoción. Uno se lo espera y no se lo espera, porque había otros papables. Yo mismo se lo dije ayer: 'Me emocioné mucho al verte'. Él me miró y se echó a reír". Así es el Pontífice: cercano, ameno, humano.

El padre Moral explica que algunas hermanas de la orden agustina le pidieron que le sugiriera al entonces cardenal Prevost que, si era elegido Sumo Pontífice, honrara la memoria de San Agustín eligiendo el nombre del santo. 'El papa Agustín'. Sonaba bien, y el prior general, como buen devoto del teólogo de Tagaste, se lo transmitió al purpurado estadounidense. "No dijo nada, porque es un hombre prudente, pero debió de pensárselo", considera el padre Moral.

Prevost, no obstante, eligió León XIV para honrar al papa Gioacchino Pecci. "Él piensa que vamos a vivir una revolución tecnológica muy fuerte. La época de León XIII marcó un antes y un después en la revolución industrial. Yo creo que eligió el nombre inspirado por su Rerum novarum", es decir, por la primera encíclica social de la Iglesia católica, publicada en mayo de 1891.

Siguiendo esa línea, el Pontificado del nuevo Papa estará centrado en "crear lazos de fraternidad", que es algo en lo que "ha insistido mucho". Pero también en promover la paz en un mundo turbulento azotado por los conflictos en Oriente Medio, con Gaza a Israel en primer plano, y en Europa, con la sombra de Rusia sobre Ucrania.

El burgalés confiesa que León XIV acudió hace unos días a la Orden de San Agustín para rezar y comer con sus hermanos. "Quiero hablarte de un tema", le dijo a Moral. El Santo Padre llevaba en la mano unas anotaciones escritas de su puño y letra. Versaban sobre la paz. Ese mismo día había dado un discurso sobre Israel y Gaza donde recordó a los niños, las familias, los ancianos y los supervivientes palestinos y abogó por un alto el fuego "inmediato" y la liberación de "todos" los rehenes secuestrados por Hamás.

El papa León XIV recibe al vicepresidente de Estados Unidos, JD Vance, en El Vaticano.

El papa León XIV recibe al vicepresidente de Estados Unidos, JD Vance, en El Vaticano. Europa Press

"Él es un hombre que escucha lo que le dices y lo valora. Yo le planteé que las religiones debemos ser instrumentos de paz. No puede ser que por causa de una religión o por egoísmo se desate una guerra. Le hablé del diálogo interreligioso, que sé que es difícil. San Agustín decía que nosotros tenemos nuestra verdad, pero debemos dialogar para ver qué elementos comunes existen para ayudar al mundo. No condenar a las personas, sino ayudarlas".

PREGUNTA.– ¿Será el nuevo Vaticano un espacio de encuentro para el nuevo orden geopolítico?

RESPUESTA.– Ojalá sea así. Lo deseo profundamente. Que ayude a fomentar los encuentros. Que sirva para ayudar a caminar, a encontrarnos. El Papa sabe que la paz es lo más necesario en el mundo y debemos buscar medios para contribuir a alcanzarla. Como sea. La guerra es fruto del egoísmo y nos lleva a la autodestrucción. Aunque tengamos que sufrir por ello, debemos buscar el diálogo y luchar por lo que creemos que es objetivamente bueno.

P.– Antes de ser Papa, Prevost fue crítico con el gobierno estadounidense. No obstante, esta misma semana se reunión con J. D. Vance. ¿Existe un acercamiento hacia la administración Trump?

R.– Tuvieron una entrevista, es cierto, pero el contenido de la misma quedó entre ellos. El Papa está buscando crear lazos de fraternidad. Él habla de la unidad. Buscará caminos, referencias.

P.– Precisamente esa actitud dialogante, abierta, no gusta al sector más conservador de la Iglesia. Durante el Cónclave se aireó un informe donde se hablaba la mala praxis del cardenal Prevost durante el escándalo de abusos sexuales de la diócesis de Chiclayo.

R.– Hubo una persona que él, entonces cardenal, tuvo que echar. Y se le atacó como Obispo de Chiclayo, igual se le ha empezado a atacar ahora. Hay muestras claras de que existe una campaña contra él, porque no es normal que tres o cuatro días antes del Cónclave saliese esa información, cuando todo lo que él investigó en su día está en el Dicasterio para la Doctrina de la Fe. Está clarísimo que fue algo organizado. Quien diga que el Papa tiene algo de culpa, miente. Hay que defenderlo, porque luego este tipo de cosas, que dicen algunos periódicos, deja la impresión de que hay algo detrás que no es.

P.– ¿Quién pudo tratar de hacerle daño y con qué fines?

R.– En Perú hay fuerzas muy grandes que, al luchar contra ellas, atacan. Hablamos de fuerzas con mucho dinero que compran a las personas, grupos de fuerza que quieren hacer daño. Como sabían que era papable, organizaron una campaña para eliminarlo. Yo mismo se lo advertí. Pero no lo han logrado.

P.– Más allá del 'caso Chiclayo', los abusos dentro de la Iglesia siguen siendo una herida abierta. ¿Qué pasos cree que debería impulsar el Papa para una verdadera purga?

R.– Es un tema muy delicado porque los contextos de los casos son distintos según qué país. La nuestra es una orden que se encuentra en el mundo entero, así que vemos tanto la sensibilidad del anglosajón como el que pertenece a otros lugares. Es una plaga que hay que combatir, porque supone un daño enorme, también moral, para todos, y primero para las víctimas, que son las que tenemos que salvar. Pero debemos tener cuidado, porque no puede ser que alguien pague automáticamente por una denuncia. Y también debemos preguntarnos: si esto supone un 1% o un 2% de los casos de la Iglesia, ¿qué hace el otro 98% o 99%? ¿Y en el resto de los ambientes de la sociedad? ¿Por qué no se habla de otros lados?

Un devoto originario de Burgos

De los alrededor de 2.400 agustinos que quedan en el mundo, la mayor parte se concentra en España, país natal del padre Moral. El prior general de la Orden de los Agustinos nació en 1955 en La Vid, un pequeño pueblecito de Burgos que alberga grandes vinos regionales y un monasterio, el de Santa María de La Vid, de origen medieval, hoy declarado Bien de Interés Cultural.

"Yo tenía diez u once años, que es cuando se tiene conciencia como persona. Me preguntaron si quería estudiar a Palencia, que es donde estaba el seminario de la provincia. Por supuesto que quería. Fui a estudiar con los frailes y con 16 años sentí la fuerza de vivir esa vida".

El padre Alejandro Moral Antón, en una imagen de archivo.

El padre Alejandro Moral Antón, en una imagen de archivo. Archidiócesis de Madrid

¿Qué fue lo que lo sedujo de la vida religiosa? El padre Moral ni siquiera duda: "En La Vid había unos 100 estudiantes. Jóvenes de 20, 21, 23 años, catequistas. Yo los miraba y... ¿sabes qué veía? Felicidad. Se querían. Jugaban. Se reían. Eso me marcó. Viendo a todos esos jóvenes alegres les dije a mis papás que quería ir al monasterio". Así, Alejandro Moral tomó los hábitos en Burgos el 12 de septiembre de 1972.

"Hice Filosofía y después fui a Roma y pedí la profesión solemne. Uno crece en vocación conforme avanzan todos esos años de formación". Desde entonces, el padre moral sirvió a su Provincia como bibliotecario, ecónomo, responsable de la formación y Consejero Provincial.

En 1995, con 40 años, fue elegido Prior Provincial, cargo que ocupó hasta que se convirtió en Vicario General de la Orden en 2001. Desde 2004 hasta 2013 desempeñó el servicio de Procurador General de la Orden y, a partir de 2009 y hasta su primera elección como Prior General en 2013, fue asistente de una de las dos Federaciones de Monjas Contemplativas Agustinas de España.

P.– ¿Qué hace un prior general de una orden religiosa? ¿Cuáles son sus tareas?

R.– El prior general tiene por obligación, a través de sus consejeros, visitar las comunidades de hermanos para ver cómo funcionan. Nosotros, por ejemplo, dependemos directamente del Papa. San Agustín siempre habló del servicio a la Iglesia, y somos de las pocas órdenes que tenemos unas constituciones en las que el capítulo es Supremo para poder aprobarlas. Al Santo Padre le ayudamos, le servimos, y siempre estamos dispuestos. Ser agustino significa querer crear una comunión y lazos de fraternidad. Nuestra regla comienza diciendo que tenemos un sólo alma y un sólo corazón en Dios. San Agustín quería crear comunidades de amigos que creyeran. Intentó conjutar la fraternidad, la comunión y la unidad.

Robert Francis Prevost y Alejandro Moral en un momento de celebración ecuarística.

Robert Francis Prevost y Alejandro Moral en un momento de celebración ecuarística. Orden de San Agustín

P.– ¿Cuál diría que es el mayor reto o desafío espiritual que enfrenta la fe cristiana a día de hoy?

R.– Todo empieza por el hombre. San Agustín decía que las personas tenemos que conocernos bien a nosotros mismos para conocer a Dios, porque Él habita en nuestro corazón. Las personas no nos conocemos. Nos dejamos llevar por esa gran cantidad de anuncios, de publicidad, de superficialidad material que no nos hace felices pero, aún así, escuchamos. El 90 % de las personas no nos conocemos. Si no entramos en nosotros mismos, no podemos trabajarnos y acabamos llevados por la corriente. ¿Por qué hay tantas maneras de entender la iglesia y la fe? Porque no profundizamos, porque no entramos, porque nos dejamos llevar por la Iglesia que yo quiero.

P.– Pero ese dilema se vive en la propia Iglesia. Hermanos enfrentados. Reaccionarios que quieren volver al tradicionalismo y un frente a progresista que quiere abrir demasiado la puerta. ¿Dónde está el equilibrio?

R.– Existe una manera más o menos homogénea de ver la Iglesia, que es la que ha habido a lo largo de la historia. Hay lecturas comunes, pero de pronto surgen grupos extremistas, por un lado y por otro, con muchos medios, que en vez de ayudar quieren dividir. El papa Francisco, de quien también fui muy amigo, lo intentó y lo consiguió de alguna manera. Se ha visto cuando ha fallecido el cariño que le tenían hasta los no creyentes. Las órdenes religiosas necesitamos una fuerte renovación, porque las cosas del mundo han hecho mella en nosotros. Con la fe, que es lo que nos guía, debemos ser más radicales, que no extremistas. Radicales en la consagración, en la entrega a los necesitados, en crear comunión, en anunciar el Evangelio.

P.– Se lo pregunto de forma más directa: ¿debe la Iglesia abrirse o retroceder?

R.– Ni debe ser más férrea ni abrirse. Tenemos que dialogar más. 'Si creo en esa doctrina, ¿por qué lo creo? Porque es válida'. No como pregunta, sino como afirmación. A mí me gustaría estar más con los jóvenes, buscar un diálogo. San Agustín, perdona que lo cite de nuevo, decía que la verdad no es ni tuya ni mía, sino de todos, y que entre todos debemos buscarla para caminar juntos. Pero para encontrar la verdad uno debe desprenderse de cosas por el camino, de creencias que consideraba verdad. Y la Iglesia también tendrá que hacerlo. De hecho, lo lleva haciendo desde el Concilio del Vaticano II. La palabra dogma asusta, porque parece una cosa intocable donde no se puede entrar pero sí, sí, se puede, y juntos encontraremos el camino.

P.– ¿Puede un católico, convencido de la dignidad de la persona, apoyar abiertamente el matrimonio entre personas del mismo sexo?

R.– En principio tenemos que mantener lo que dice la Iglesia, lo cual no dice que estemos cerrados al encuentro. Existe una doctrina de la que no podemos salirnos. Pero, partiendo de ahí, debemos dialogar. Lógicamente, yo hablo desde lo que dice mi fe, mi Iglesia, pero no soy nadie para condenar nada como persona individual. Lógicamente hay gente más abierta o más cerrada, pero los creyentes tenemos una manera de entender la vida según lo que nos dice la Iglesia.

El papa León XIV abraza al prior general Alejandro Moral Antón.

El papa León XIV abraza al prior general Alejandro Moral Antón. Imagen cedida.

P.– ¿Cómo se conjuga la vida de comunidad agustiniana con el creciente individualismo y el culto a la autonomía personal? ¿Es sostenible ese modelo de cara a las futuras generaciones?

R.– Sí, yo creo que es sostenible, aunque estamos sufriendo sus consecuencias. El individualismo nos lleva a la autodestrucción porque el ser humano es relacional por naturaleza. Necesitamos vivir la hermandad, la comunión; de lo contrario, nos encontramos con un ser humano corto, achatado, dañado. Hoy estamos comunicados con todo y todos aunque, en el fondo, nos sintamos solos. Hemos buscado al otro a través de los medios de comunicación pero hemos deteriorado las relaciones a nivel humano. Qué triste es cuando uno ve a dos novios sentados en una mesa comiendo mientras miran el teléfono sin dirigirse la palabra, ¿verdad?

P.– León XIV ha propuesto una reforma del gobierno interno de las órdenes religiosas, como el Opus Dei. ¿Qué cambios cree usted que son necesarios dentro de algunas órdenes, incluso la suya?

P.– Las estructuras deben ser medios, nunca fines. A veces, hemos dejado que las estructuras sean fines y nos acaban dominando. Cuando eso ocurre, la vida desaparece. ¿Cómo vivir hoy? Se están dando muchos encuentros entre grupos religiosos de órdenes distintas para formar comunidades unidas. Por ejemplo, en Sudán hay órdenes religiosas que conviven entre sí. Aquí en la Curia General tenemos a diferentes países y nos entendemos igualmente. Ese es el camino.

P.– ¿Hay alguna inquietud que usted lleve hoy en el corazón, alguna pregunta para la que lleve buscando respuesta?

R.– Voy a cumplir ya 70 años y empiezo a dar algunas respuestas a mi vida. Muchas veces no son las que pensaba cuando era joven. Ahora estoy leyendo el Qohéleth [el Libro del Eclesiastés], donde se dice que la vida es vanidad... Uno ve cómo fallecen amigos, padres, hermanos, familiares, y dice: 'Qué pocas cosas merecen la pena'. Tener amigos, ayudar al necesitado, querernos.