El doctor Aranda, a la izquierda, tratando a un niño en Costa Rica; a la derecha, con un soldado en Ucrania.

El doctor Aranda, a la izquierda, tratando a un niño en Costa Rica; a la derecha, con un soldado en Ucrania. Cedidas

Reportajes

Las 81 misiones del Dr. Aranda, el 'héroe' español que salva a niños enfermos por el mundo: "En Ucrania ayudé a los Azov"

Jorge Aranda dirige la ONG 'Hands with Heart', que ha tratado "de forma gratuita a unas 4.366 personas, sobre todo niños" por todo el mundo: "He estado a menos de tres kilómetros del frente ucraniano curando soldados".

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Se llama Jorge Aranda, es doctor especializado en osteopatía pediátrica y su biografía podría llevar la firma de Julio Verne. A sus 43 años, la férrea vocación de este médico murciano le ha llevado desde los verdes paisajes de Bali hasta la selva de Costa Rica, pasando cerca del frente ucraniano y a través de las urbes rumanas. Todo con una misión: ayudar a niños discapacitados "en lugares donde no pueden acceder a un tratamiento adecuado por sus escasos recursos", explica a EL ESPAÑOL.

El doctor Aranda fundó en 2016 la ONG 'Hands with Heart', para poder organizar misiones con las que ayuda a centenares de personas en diferentes países del mundo. Pero esta historia empezó en un viaje a Bali (Indonesia), donde se interesó por saber cómo trataban allí a los niños con discapacidad. "Localicé un centro donde pasé el resto de mis vacaciones ayudando. Con el tiempo, fui volviendo con compañeros sanitarios que también querían echar una mano, y de esta forma acabamos fundando la ONG".

Así, Aranda ha dado la vuelta al mundo ayudando a niños de forma "totalmente gratuita": "Hemos realizado 81 misiones médicas, en cada una pasamos diez días tratando a nuestros pacientes allá donde vayamos, coordinándonos con los centros de salud locales, las instituciones y las familias de los afectados".

Pero el osteópata murciano no solo se limita a tratar niños, dado que su misión es "ayudar a quien lo necesite". Y con esta máxima vital, acabó viéndose "a menos de tres kilómetros del frente ucraniano con la Brigada Azov". "Empecé ayudando a médicos de combate ucranianos que habían venido a España para recibir solo tratamiento de salud mental. Pero por mediación de una conocida, empecé a tratar también sus problemas físicos: fracturas, dislocaciones..."

PREGUNTA.– ¿Cómo pasa de ayudar a un grupo de médicos militares ucranianos en España a verse a tres kilómetros del frente?

RESPUESTA.– Les pregunté a estos médicos ucranianos si consideraban que podía ser de utilidad de otra forma en su país. Les hice saber que yo ya había estado trabajando en suelo ucraniano pocos meses después de estallar la guerra, con soldados amputados y niños discapacitados. Así que les ofrecí que mientras garantizaran mínimamente mi seguridad, estaba dispuesto a ayudar en lo que hiciera falta.

Así, volví a Ucrania con la Brigada Azov, que son los nuevos cosacos, los soldados más temibles. En aquel momento no tenía ni idea de adónde iba ni con quién. De todo esto me enteré cuando llegué. Estuve con ellos a tres kilómetros del frente, incluso un poco menos, ayudando a soldados lesionados pero no heridos, es decir, que seguían combatiendo. Pasé con ellos unos diez días.

El doctor Aranda muestra los destrozos de la guerra en una ciudad de Ucrania donde ha trabajado como sanitario voluntario.

P.– ¿Vivió alguna situación en la que temiera por su integridad física?

R.– Sufríamos ataques, cuando nos desplazábamos teníamos que ir con chaleco antibalas y casco, veía las ciudades destrozadas por las bombas, y cuando había explosiones de misiles o caía artillería, vibraban los cristales y se movían las ventanas.

Pero yo tengo una cierta inclinación espiritual y entiendo que si me tiene que pasar algo, me va a pasar. Por eso me lo tomo todo de un modo calmado. He ido diez veces a Ucrania tras empezar la guerra, y allí a lo mejor estás trabajando y de repente empieza a sonar una alarma antiaérea. Eso significa que tienes entre treinta segundos y dos minutos para ir al búnker, porque puede que caiga un misil.

Lo que más llama la atención de este sanitario murciano es que, como queda patente cuando cuenta su historia, él no tiene la necesidad ni la obligación de someterse a ningún tipo de riesgo. No en vano, es subdirector en la Escuela Universitaria de Osteopatía de la Universidad de Murcia, y además, cuando emprendió la aventura de crear su propia ONG, trabajaba en una clínica privada en Barcelona.

P.– ¿Por qué decide abandonar la estabilidad de su profesión para fundar 'Hands with Heart'?

R.– Lo que despertó en mí la semilla de ayudar fue una situación que viví en la clínica de Barcelona. Un día vino una familia de París con un niño que era hipotónico, no podía mover nada, solamente guiñar los ojos. Y aun así, iba siempre vestido con ropa de marca. Además, esta familia solía venir con bastante frecuencia y pagar los gastos de la clínica, que no eran económicos.

Esa misma semana recibí a un padre con una hija de unos 13, 14 años, que no podía mover ni los brazos ni las piernas, y tampoco hablaba. Habían estado ahorrando durante 3 o 4 años para poder venir una semana. Se notaba que eran muy humildes y la niña estaba muy mal, le hacía falta mucha terapia.

Jorge Aranda, en dos de sus misiones como osteópata voluntario a Ucrania.

Jorge Aranda, en dos de sus misiones como osteópata voluntario a Ucrania. Cedidas

Se lo comenté a mi jefe, le propuse no cobrar esa semana cuando trabajara con ella para intentar ayudarles. También le propuse hacer horas extra para esa niña, pero lo rechazó. Eso plantó en mí una semilla, y coincidió con que al poco tiempo fui de vacaciones a Bali, y empecé a ir esporádicamente a ayudar a aquel centro de discapacitados.

Manos con corazón

Hasta hoy, el doctor Aranda detalla que lo largo de sus nueve años de funcionamiento, 'Hands with Heart' "ha atendido a unas 4.366 personas. Somos unos 499 voluntarios, y contamos con 206 colaboradores locales". En este momento, están preparando dos nuevas misiones para este verano: a Costa Rica entre el 1 y el 10 de julio; y a Bali, entre el 8 y el 17 de septiembre.

Jorge Aranda, con uno de los bebés a los que ha ofrecido tratamiento en Bali.

Jorge Aranda, con uno de los bebés a los que ha ofrecido tratamiento en Bali. Cedida

P.– ¿Cómo se financia la ONG?

R.– Soy casi el único inversor. El 75-80% de mis ingresos van para la fundación mensualmente. Y las misiones se sostienen prácticamente por los voluntarios, que tienen que pagar una cuota. Ellos se comen todos los gastos de la misión, y aun así a veces salimos a pérdidas y tengo que poner yo el dinero restante.

P.– ¿Echan en falta más apoyo institucional?

R.– Lo echamos enormemente en falta. A pesar de ello, asumimos totalmente la responsabilidad de las misiones. En 2018 me reuní con el embajador de España en Indonesia, que estaba en Bali. Le dije lo que estaba haciendo, y me dijo: "Es más elegante y diplomático demostrar y después pedir, que pedir sin haber demostrado". Entonces me he dedicado a esforzarme mucho para demostrar que vamos en serio y que esto no es un hobbie.

Y por el momento, su labor les ha permitido que la ONU los incluya en el 'SDG Good Practices', un listado de organizaciones que son ejemplo de buenas prácticas en materia de preservar, fomentar y cumplir los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS).

P.– ¿Qué tiene que hacer una persona, organización o institución si quiere contactar o colaborar con vosotros?

R.– En nuestra web tenemos una sección de 'Dona', para que puedas hacer una sola donación, o pequeñas donaciones de manera continuada; por ejemplo, cinco euros al mes.

El doctor Aranda trata a un niño con discapacidad, en Costa Rica.

El doctor Aranda trata a un niño con discapacidad, en Costa Rica. Cedida

P.– ¿Cuál es la lección más valiosa que ha aprendido a lo largo de su trayectoria como médico voluntario?

R.– Una de las principales lecciones que hemos aprendido, muy a mi pesar, es lo poco que le importan a la humanidad las personas que tienen discapacidad. Es duro y es extremo, pero es una realidad. Mi lección después de conocer la discapacidad desde muy cerca en distintos países y culturas es que todas las comunidades tienen una excusa en la que escudarse para no hacer lo suficiente como para querer incluirlos.

Entiendo que la gente tenga que crearse una excusa social, porque lo que nos sucede es un acto biológico: la biología humana está diseñada para sentir rechazo por la persona con discapacidad. Primero porque es una 'carga' para la tribu, y segundo para que no quieras reproducirte con él. Pero dentro de nuestra biología tenemos humanidad.

Entonces, yo digo: ¿Por qué no nos agarramos a nuestro patrón biológico que nos ayuda a trascender ese rechazo? Tenemos las dos opciones. Yo elijo no guiarme por mi instinto animal y agarrarme a esa parte de mi biología trascendental, de compasión y de amor.