A la izquierda, unos limpiacristales atrapados en uno de los rascacielos y, a la derecha, un grupo de personas haciendo 'autostop' en la M-30.

A la izquierda, unos limpiacristales atrapados en uno de los rascacielos y, a la derecha, un grupo de personas haciendo 'autostop' en la M-30. Pablo Danubio | Javier Carbajal

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Limpiacristales colgando de las alturas y 'autostop' en la M-30 para volver a casa: así ha vivido Madrid el primer día del apagón

La capital española se ha convertido en un auténtico caos debido al "cero" energético que ha dejado inoperativos transporte y servicios.

Más información: Apagón energético en toda España: se registra un "cero" absoluto que también afecta a otros países de Europa.

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El caos se ha apoderado de España y especialmente de Madrid este lunes 28 de abril después de que se haya producido el "cero" energético a las 12:28 horas. El apagón se ha convertido rápidamente en kilómetros de coches en fila debido a los semáforos sin luz. EL ESPAÑOL ha visitado varios lugares esenciales, entre las sirenas de los servicios de emergencias.

Un apagón de dimensiones históricas dejó sin electricidad a la capital y a la mayor parte del territorio nacional paralizando su pulso cotidiano: ni trenes, ni semáforos, ni ascensores. Tampoco Metro ni señal de móvil en muchas zonas. Madrid, una ciudad acostumbrada a moverse rápido, se vio atrapada en su propio silencio eléctrico.

En las alturas de la ciudad, cuatro limpiacristales quedaron suspendidos en el aire, atrapados en sus cabinas en las Cuatro Torres, a decenas de metros de altura. Dos parejas de operarios, cada una en un edificio distinto, esperaron varias horas hasta que los bomberos lograron rescatarlos usando los generadores de emergencia de los propios rascacielos. Dentro de los edificios, decenas de incidencias se reportaban en ascensores detenidos.

Los operarios que limpian los cristales estuvieron atrapados durante horas.

Los operarios que limpian los cristales estuvieron atrapados durante horas. Pablo Danubio

A pie de calle, el apagón convirtió las principales avenidas en ríos de coches inmovilizados, sin semáforos que organizaran el tráfico. Agentes de policía intentaban imponer un mínimo de orden a golpe de silbato y brazos agitados. En otras zonas de especial tensión como Atocha, epicentro del transporte ferroviario, la incertidumbre reinaba.

Colapso en Atocha

Esas puertas de la estación de Atocha se convirtieron en un improvisado muro para cientos de viajeros que intentaban, en vano, acceder a sus trenes. Nadie aclaraba nada. Ni trabajadores de las compañías ferroviarias ni autoridades lograban confirmar qué iba a ocurrir. "Llevo esperando desde la una y nadie nos dice nada", lamentaban Claudia y Sheila, dos jóvenes que pretendían viajar a Málaga.

"Estamos esperando a que nos reubiquen, aunque ni siquiera sabemos si hoy saldrá algún tren", añadían, resignadas, mientras el calor de la tarde empezaba a hacerse notar. Otros, como Paula, que viajaba desde Valencia, no tuvieron mejor suerte. "Todo fue bien hasta que llegamos a Madrid. Entonces, el tren se paró. Nos tuvieron más de una hora dentro del vagón antes de permitirnos salir", relataba a las puertas de la estación.

En los alrededores, la situación era caótica. Trabajadores de compañías como Iryo, como Iñigo e Iñaki, esperaban sin poder abandonar su puesto. "Aunque no sepamos cuándo volverá la electricidad, tenemos que quedarnos hasta poder reubicar a todos los pasajeros", explicaban a este periódico, refugiados bajo la sombra de un colegio cercano tras más de dos horas al raso.

La estación de Atocha, colpsada.

La estación de Atocha, colpsada. Pablo González

Los supermercados, cerrados.

Los supermercados, cerrados. Sara Fernández

El apagón pilló desprevenidos también a quienes viajaban bajo tierra. Carlos Sánchez y sus amigos, turistas en Madrid, estaban a punto de salir del Metro cuando las luces se apagaron. "Estábamos en la línea seis, muy profunda, y tuvieron que ayudarnos a salir", recordaban. Al salir, vieron un pequeño grupo de personas agolpadas alrededor de un coche, escuchando la radio. Ahí entendieron que la ciudad entera estaba sumida en un apagón masivo.

Otros, como un grupo de chicas argentinas, fueron desalojadas primero por personal de Renfe y luego por la Policía. "Queríamos coger un tren, pero no podemos ni comunicarnos bien. No sabemos qué hacer", confesaban. Unos jóvenes de Rumanía enfrentaban un drama aún mayor: su hotel requería tarjeta electrónica para acceder y, sin electricidad ni dinero en efectivo, quedaban atrapados entre la ciudad apagada y la incertidumbre.

Tensión y rumores

En medio del desconcierto, los rumores circulaban con rapidez. Una trabajadora de Iberdrola, consultada por este medio, sugería la posibilidad de un hackeo: "Esto ha sido 100 % un ataque", aseguraba, aunque las autoridades no han confirmado, ni tampoco desmentido todavía, ningún ciberataque.

Mientras tanto, agentes de Policía trataban de calmar los ánimos: "Hoy no va a salir ningún tren. Se os devolverá el billete", anunciaban a los viajeros en Atocha, invitándolos a comprar billetes para otro día y buscar alojamiento alternativo. Una noticia que llegó también rápido hasta la estación de Chamartín, donde también se han cancelado todos los trenes de media y alta distancia hasta, al menos, el martes 29 de abril.

Algunos, como un grupo que había venido a Madrid para asistir a un curso de peluquería, trataban de reorganizar su regreso a Barcelona, conscientes de que la ciudad tardaría en recuperar la normalidad. En paralelo, Madrid trataba de seguir latiendo. En algunas iglesias, como la Capilla del Apóstol Santiago, las velas sustituyeron a la luz eléctrica y se elevaron oraciones por "todos los atrapados en ascensores".

En otras esquinas, flamenco y vida: algunas clases improvisadas de baile seguían moviéndose al ritmo de la luz natural que entraba por las ventanas. Pero no todo podía improvisarse. Muchos supermercados han cerrado, los cajeros se han colapsado y el dinero en efectivo se ha convertido en un tesoro preciado.

España y Madrid, acostumbradas a la velocidad y la tecnología, han redescubierto este lunes su fragilidad. Y también, quizá, su capacidad de resistencia, aún entre sirenas, colas y pasos inseguros por las calles apagadas.

Informan Julio César Ruiz Aguilar, Irati de la Iglesia, Claudia Estévez, Hans Lawrence Ramírez, Luis Casal, Rafa Martí, Nicolás Alba.