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Hubo una época en la que Kike Sarasola (Madrid, 1963) fue un destacado jinete cuatro veces campeón de España y obtuvo tres diplomas olímpicos en Barcelona 92, Atlanta 96 y Sídney 2000. "Uno de los mejores días de mi vida fue aquí, en Barcelona, cuando pude entrar en el Estadio Olímpico en la inauguración de las Olimpiadas representando a nuestro país detrás del príncipe", aseguró emocionado tras recibir el premio Gentleman en el círculo ecuestre de la ciudad condal organizado por la Asociación Española del Lujo por su éxito como empresario con la expansión de la cadena Room Mate Hotels.

Mientras se preparaba para Atenas 2004 se partió la columna vertebral, pero afortunadamente los médicos hicieron lo imposible para su recuperación. Aquel incidente le hizo recapacitar sobre su futuro, decidió coger al toro por los cuernos, y se pasó al mundo de los negocios.

Este sector no era nuevo para su familia ya que su padre, Enrique Sarasola Lerchundi, fallecido en 2002 a los 65 años, fue un prominente hombre de negocios vinculado al sector de las exportaciones e importaciones; el de las comunicaciones al ser uno de los impulsores del nacimiento de la revista Cambio 16; gestionó el Hipódromo de La Zarzuela donde tuvo la concesión de la quiniela hípica; intervino en la gestión que Los Albertos (Alberto Cortina y Alberto Alcocer) realizaron al intercambiar los terrenos de la madrileña plaza de Castilla (Torres Kio) por un abultado paquete accionarial del Banco Central, etc.

Kike Sarasola sonríe instantes antes de comenzar su entrevista con EL ESPAÑOL.

Kike Sarasola sonríe instantes antes de comenzar su entrevista con EL ESPAÑOL. Pau de la Calle

Kike se parece enormemente a su madre, María Cecilia Marulanda, una atractiva y elegante colombiana perteneciente a la poderosa e influyente familia de los Marulanda. El abuelo materno del empresario madrileño, Alberto Marulanda Grillo, fue el primer accionista de la compañía aérea Avianca y uno de los mayores terratenientes de Colombia.

En 2005, Kike, esposo Carlos Marrero y su amigo Gorka Atorrasagasti fundaron la cadena Room Mate Hotels, que en la actualidad está presente en cinco países. La idea surgió tras uno de los viajes del matrimonio a Nueva York porque tras alojarse en un hotel carísimo en el que estuvieron las horas justas se dieron cuenta de que no existía una cadena que tuviera unos requisitos basados en el trato cercano, una buena ubicación, un precio asequible y un diseño elegante.

De esta manera nacieron unos establecimientos a los que bautizaron con nombres de personas como Emma, Mario, Vega o Aitana, en honor a su hija. También tienen otro hijo, Enrique. Ambos nacieron por gestación subrogada y son el motor y alegría de la vida de nuestro entrevistado y su esposo, con quien se acaba de reconciliar tras dos años divorciados.

Contra todo pronóstico, a principios del verano de 2022 Kike Sarasola presentó de forma voluntaria la solicitud de concurso de acreedores. Se había arruinado, como más adelante confirmará en la entrevista. Después, en el plano personal, se reconciliaría con su pareja Carlos Marrero, al que dice que ha vuelto a ver frecuentemente junto a sus hijos.

El fondo de inversión estadounidense Angelo Gordon y la gestora canadiense Westmont Hospitality se hicieron con Room Mate Hotels por 57 millones de euros. "Doy las gracias a los dueños porque confiaron en mí y en mi equipo y por ello me nombraron presidente ejecutivo de la cadena", afirma a EL ESPAÑOL.

La llegada de la Semana Santa y, por supuesto, el inminente verano, le pone algo nervioso por varios motivos. Primero porque no se sabe qué va a pasar con las normativas de quita y pon de Donald Trump y segundo, la turismofobia. "Se me abren las carnes solo de pensar que podríamos llegar a los 100 millones de turistas. Lo he dicho siempre, me parece una barbaridad, tenemos que buscar la calidad y no la cantidad. La gran asignatura pendiente de la sociedad actualmente es el sobreturismo", afirma.

P.– ¿Qué supone para el turismo la pausa de tres meses de los aranceles de Trump?

R.– Gracias a Dios, nosotros todavía no hemos notado nada, aunque no te digo que eso ocurra a medio plazo. ¿Que estamos preocupados? Preocupadísimos. No sabemos qué consecuencias puede tener. No tengo hoteles en Nueva York, pero no sabemos si esto puede hacer que no viajen americanos a España o a cualquier sitio de Europa. Estamos muy preocupados por cómo puede afectar al turismo. De momento te tengo que decir que seguimos bien, la Semana Santa está siendo espectacular y ahora veremos qué ocurre.

P.– Recientemente, varios turistas alemanes y británicos fueron detenidos y retenidos en Estados Unidos, lo que provocó un llamamiento para que nadie fuera al país. ¿En qué medida esta situación les puede llegar a afectar?

R.– Estoy muy preocupado porque mi primer cliente es Estados Unidos, es un 15% de mi facturación. Confío en nuestro cliente americano porque le gusta lo bueno y aprecia Europa, pero si empieza el efecto contrario y no vienen…

P.– Se están viviendo momentos que antes no nos podríamos haber imaginado.

R.– No nos habríamos creído estas barbaridades con el impredecible, por llamarle poco, de Trump. Estamos muy asustados por cómo puede afectar esto en el ánimo general de la gente. Trump no se da cuenta de que ha abierto la caja de los truenos porque lo que ha hecho puede repercutir a todos los negocios del mundo. Tengo amigos americanos que lo han votado y ahora mismo están arrepentidísimos. Todos sabíamos que era un loco. Lo más triste del tema es que él dijo que iba a hacer todo esto antes de las elecciones, pero nadie se lo creyó. Le puedes tachar de muchas cosas pero no de mentiroso.

P.– Acaban de convertir otro sueño en realidad con la apertura del hotel Mia en Roma.

R.– Es el segundo que abrimos en Roma, está ubicado al lado del Coliseo, nos ha costado muchísimo porque nos pilló en mitad del Covid y otros líos, pero gracias a Dios hemos podido abrirlo, ha quedado divino, lo ha decorado Luis García Fraile -hijo del periodista José María García y de su esposa Montse Fraile- y estamos muy contentos de lo que hemos creado.

Kike Sarasola posa para la cámara de EL ESPAÑOL con el Premio Gentleman.

Kike Sarasola posa para la cámara de EL ESPAÑOL con el Premio Gentleman. Pau de la Calle.

P.– ¿Qué tenéis en perspectiva a medio plazo?

R.– Más adelante reformaremos el hotel de Ginebra que ha sido la última adquisición. Realmente lo que vamos a hacer es poner los hoteles al día para seguir ofreciendo la mejor calidad en un ambiente insuperable. También tenemos varios proyectos que ya te contaré y que estamos estudiando, sobre todo en Italia, donde más vamos a crecer y más vamos a desarrollar nuestro producto.

P.– ¿Sigue viviendo a caballo entre Italia y España?

R.– Principalmente en Roma porque estamos viendo que en este país podemos encontrar mucho más negocio que en España.

P.– Ah, ¿sí? ¿A qué se debe?

R.– A mi juicio porque todavía quedan muchos hoteles que no pertenecen a cadenas, son muy familiares a los que podemos aportar un algo más.

P.– ¿Cómo funciona el tema de las estrellas?

R.– Me horroriza el tema de las estrellas porque me parece totalmente desfasado y habría que buscar otra fórmula. A veces le dan cuatro o cinco que no se las merecen cuando hay otros de tres que son una maravilla y que están mejor que uno de cinco. Desde hace muchos años pienso que las estrellas están totalmente anticuadas, casi como de la Edad Media.

P.– Curiosamente llama la atención que si uno reserva en un establecimiento de tres o cuatro estrellas en España apuesta a caballo ganador, en cambio si lo hace en muchos países europeos un cuatro equivale casi como un dos en nuestro país.

R.– Exacto. Por eso hemos hecho bien los deberes en España. Nuestra planta hotelera la hemos mejorado muchísimo y se nota, cosa que en Italia aún le queda un camino por recorrer. De ahí que sigamos apostando.

P.– Si hiciéramos una brainstorming, ¿qué alternativa sería ideal para la clasificación hotelera?

R.– Buena pregunta porque es fácil criticar, pero hay que dar soluciones. Realmente no lo he pensado, pero te aseguro que no pondría estrellas. (Se queda pensativo) Pues no sé, me basaría más en los comentarios, haría alguna forma de baremo de comentarios porque de repente te puedes encontrar un hotel de tres estrellas con un servicio espectacular, la decoración es bonita, pero a lo mejor al baño le faltan treinta centímetros para ser un cinco estrellas y no le dejan serlo. Ahora la gente no se basa en estrellas, sino que presta más atención a la puntuación de los comentarios…

P.– Sí, pero si los comentarios de los hoteles funcionan de la misma manera que los de los restaurantes no sería muy de fiar porque se puede opinar sin haber sido un comensal.

R.– Depende de la herramienta que uses, te dejan realizar un comentario. Por ejemplo, en Booking te dejan hacerlo siempre y cuando demuestres que has reservado por medio de ellos y te has quedado en el hotel. De esta manera evitas que un terrorista te fastidie el negocio. Por lo general, lo de los hoteles está más controlado que el de los restaurantes, creo que es más difícil. Ya te digo que habría que buscar una fórmula en la que tú des estrellas dependiendo de la puntuación, no porque la habitación tenga 28 metros cuadrados, la decoración horrorosa la haya hecho tu tía Paquita y a eso le llamen cinco estrellas. Pues no. En los comentarios esto tendría penalización por la decoración y se bajaría un grado. Yo, por ejemplo, no me baso en las estrellas, voy a hoteles que veo que me gustan y leo las experiencias. Esta situación debería encaminarse hacia la reputación de los comentarios, pero todavía no tengo claro cómo se podría hacer.

P.– ¿Cómo definiría el lujo tranquilo que es por lo que se caracteriza su cadena?

R.– Es un lujo en el que priorizamos y nos mantenemos fieles a las tres 'D': dormir, ducharse y desayunar. Cuando vienes a uno de nuestros hoteles la decoración te podrá gustar más o menos, hay ambientes antiguos, clásicos, modernos, pero el adn de un hotelero que es la cama, la ducha y el desayuno es igual en todos mis hoteles. Si te gusta uno, estarás satisfecho en todos.

P.– El concepto de lujo está variando mucho en los últimos cuatro o cinco años, pero ¿qué significa para usted?

R.– Para mí el lujo más grande es cuando llego a una habitación de hotel bonita, recién hecha y con esa sensación que te provoca entrar en un mundo de sensaciones nuevas. Lo primero que hago es dejar las maletas, tumbarme encima de la cama y mirar la habitación. En los hoteles de lujo mucha gente te dirá que te hacen la vida fácil, pero eso ya se sobreentiende porque viene con el lujo, en cambio yo sigo valorando la simpatía y el trato humano porque son lo que hace la diferencia en el lujo de verdad. Me da igual la cantidad de estrellas si los que están en la recepción, limpiando o los camareros me atienden bien y me hacen sentir como en casa.

P.– ¿Para cuándo se van a sentar los representantes gubernamentales con los empresarios hoteleros para tratar el tema de los cupos y los flujos?

R.– Llevo diciendo desde antes del Covid que tendríamos que sentarnos y aún no me ha llamado nadie. No están haciendo absolutamente nada, fuerza y cada año cuando viene la marea de gente a Barcelona, bajando por la Gran Vía de Madrid es cuando todo el mundo empieza a quejarse. ¡Pero señores, esto hay que trabajarlo un año antes! No se está haciendo nada, no se están abordando los temas principales que nos van a estallar en la cabeza que son el de meter los cupos y flujos. Esto es fundamental porque el sobreturismo y la sobrecarga de las ciudades va a provocar que la vida se haga imposible. Y esto es malo para el que vive, el turista y para el negocio. Es malo para todos. Un cliente mío que tarda una hora en cruzar las Ramblas porque hay 15.000 personas no está contento. Para el negocio es malo porque no vende nada ya que la gente pasa como hordas, para el mismo turista que ve que están siendo llevados como una manada… Es un horror.

P.– ¿Qué piensa de los pisos turísticos que están en el punto de mira de los ayuntamientos y las asociaciones vecinales?

R.– Estoy a favor de los pisos turísticos regulados que pagan sus impuestos y los que están sin licencia van contra mi negocio. Si yo pago religiosamente a Hacienda y saco mis licencias y luego hay uno que no lo hace, que vayan contra él y no contra mí. No hay que generalizar. A veces prefiero ir a un piso turístico si voy por ahí con mis hijos, los perros y no sé qué… y otras prefiero ir a un hotel. He de tener el poder de decidir. No hay que poner a todos en el mismo saco.

P.– Finalmente se ha dado luz verde para la ampliación del aeropuerto Adolfo Suárez-Madrid Barajas y está previsto que a medio plazo también la tenga El Prat. ¿Hasta qué punto esto no es contradictorio con el tema de los flujos y los cupos?

R.– No tiene por qué estar una ciudad en su totalidad en cupo ya que lo tendrá que estar la Sagrada Familia, el Borne, el Gótico, el museo del Prado, la Gran Vía madrileña… Habrá partes como en Venecia que con la llegada de los cruceros se pone un cupo a la plaza de San Marcos porque no puede entrar todo el mundo a la vez. Hay que fraccionar. Si es que es muy fácil. Cuando vas al Louvre y ves una masa de gente están por cupos o cuando vas a un concierto de Taylor Swift, por ejemplo, hay 70.000 entradas, no 75.000.

Me dicen que cuanta más gente mejor para mis hoteles, pero no, porque si los ciudadanos locales no están contentos no van a tratar bien a mis turistas y entonces se forma un círculo vicioso. Tenemos que tratar todos con todos, los que viven en la ciudad, los turistas y los políticos.

Habría que preguntarse qué ciudad queremos, ¿la sobresaturada Venecia o la del turismo inteligente como Milán? Por desgracia para nosotros nos ha tocado vivir que lo que antes era posible ahora ya no lo es tanto. El otro día estaba en el parque de Timanfaya y entraban solo 10.000 personas al día, y punto.

P.– En unos días va a participar en Futurismo en Tenerife en la mesa 'Innovación, hacia un futuro tecnológico sostenible', ¿cómo estáis trabajando desde Room Mate Hotels para mantener el equilibrio con el medio ambiente?

R.– Hacemos todo lo que está en nuestra mano. En nuestro sector es un poco más difícil porque son edificios antiguos, pero lo que hacemos es quitar el plástico, prohibir las pajitas, usar materiales reciclados… Nadie debería colgarse medallas por esto porque es nuestra obligación como seres humanos. Otro aspecto de la sostenibilidad es que tenemos que cuidar mucho más a nuestro personal porque ha sufrido mucho por el covid, ha hecho esfuerzos titánicos, por lo que hay que apoyarles, cuidarlos y mimarles. Una de mis propuestas más grandes es crear un buen ambiente laboral para que todo el mundo esté contento. El éxito de Room Mate radica en que nos centramos en las personas tanto interna como externamente.

Kike Sarasola, durante su entrevista con EL ESPAÑOL.

Kike Sarasola, durante su entrevista con EL ESPAÑOL. Pau de la Calle.

P.– ¿Cómo se presenta el próximo ejercicio?

R.– (Risas) Soy el peor oráculo que existe en la Tierra. Pensaba que la crisis venía hace dos años, yo ya llevaba diciendo que esto no puede durar y sigue durando. A decir verdad, creo que ya hay sitios donde se está empezando a ver un desaceleramiento o un estancamiento como por ejemplo en Holanda. En España e Italia sigue funcionando muy fuerte, pero pienso que este año va a ser muy parecido al anterior o un poquito menos. La incertidumbre es mala y desde que llegó Trump hace que la gente se lo piense dos veces a la hora de viajar.

P.– ¿Qué aprende uno cuando tiene un padre que fue uno de los mejores y más importantes empresarios de nuestro país?

R.– Mi padre me enseñó algo que es la base de todo, la lealtad. Para mí una persona leal es lo más importante en esta vida porque te da principios. Mi padre era muy leal y me lo transmitió. Además de intentar ser buena persona, ser leal a tus amigos, principios, ideas y esto te da felicidad a ti y a los que te rodean.

P.– Su progenitor fue íntimo amigo de Felipe González y de otras importantes personalidades, ¿hasta qué punto un empresario actualmente le beneficia o le perjudica tener relación con un político?

R.– Por desgracia, hoy en día te perjudica enormemente. Estamos llegando a un momento de tal crispación social que está provocando que nos dividamos entre buenos y malos. Antes no era así. La situación actual no me gusta nada porque si estás en un lado para los otros eres malo, si estás en el otro, lo contrario… Por desgracia se está acentuando cada vez más, por lo que es un desastre polarizar y dividir la sociedad.

P.– Ha hablado del éxito de Room Mate, pero en toda carrera de un buen empresario el fracaso también es importante, ¿en su caso qué le ha aportado?

R.– Primero de todo hay dos palabras que no existen, que odio y que quitaría del diccionario como son el éxito y el fracaso. Para mí esto es el juego de la vida. A mí que me digan al final de mi carrera tu éxito o tu fracaso lo puedo aceptar, ahora, en la mitad de la partida cuando no sabes qué va a pasar que me digan que estoy… No, no, yo estoy enseñando a mis hijos que el éxito y el fracaso son dos palabras efímeras. Te puedes creer el fracaso o el éxito un día porque al siguiente vuelves a competir. Qué cosa tan bonita, ¿no?

P.– Hace poco más de un mes saltó la noticia de que usted y Carlos se habían reconciliado después de dos años del divorcio, ¿en qué punto se encuentran?

R.– Cuando me arruiné y lo perdí todo y me divorcié me vino la tormenta perfecta (risas). Entonces en ese momento decidí irme a Italia porque es donde está el negocio, puse tierra de por medio y me vino extraordinariamente. Carlos y yo siempre nos hemos llevado muy bien y gracias a Dios hemos velado siempre por los niños. Ahora lo que hago es que voy dos días a la semana a Madrid, Carlos y los niños vienen a verme, nos vemos mucho. Los niños están encantados de que papá y daddy hayan vuelto.