Trece miembros de los Merino, la familia con cinco generaciones de profesores que han enseñado en España.

Trece miembros de los Merino, la familia con cinco generaciones de profesores que han enseñado en España. Cristina Villarino EL ESPAÑOL

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Los Merino, la familia de Palencia con 5 generaciones y 24 profesores que han enseñado en España desde hace 150 años

Llevan desde 1872 en las aulas. Sus reuniones familiares "son claustros de profesores". EL ESPAÑOL se reúne con 13 para contar la historia de esta saga.

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“La enseñanza es algo vocacional que llevamos en la sangre y si volviera a nacer, volvería a ser docente. Lo llevo en el corazón”. Así, con emoción, concluía Ángel Merino (Ampudia, Palencia, 1947) la conversación con EL ESPAÑOL. A Marta Isabel Merino, su hija, le resbalaban las lágrimas por las mejillas al escuchar la conclusión de su padre sobre ser profesor. Ella también la siente, todos los Merino la sienten. No por nada, esta familia palentina se ha dedicado a la docencia desde 1872.

Concretamente, 24 profesores con el apellido Merino, o estrechamente ligados con esta saga vía matrimonial, han enseñado en las aulas desde hace más de 150 años. O lo que es lo mismo, han existido cinco generaciones de profesores en la familia. Hoy viven varios miembros de la tercera, la cuarta y la quinta generación y todos ellos lo tienen claro: aman la educación, son conscientes de su importancia y aplican la fórmula del “cariño” para enseñar a sus alumnos.

Esta semana se ha celebrado el Día Internacional de la Educación y EL ESPAÑOL ha visitado a esta curiosa familia en Palencia. En una tarde lluviosa con un termómetro que marcaba menos de 10 grados, 13 miembros de la familia Merino han recibido a este diario en el IES Jorge Manrique, el más importante e histórico de la capital palentina. En el claustro actual, hay seis profesores del clan, pero por los pasillos del centro han transitado los demás, bien sea como docentes en el pasado o incluso como alumnos.

La familia Merino lleva 150 años y cinco generaciones dedicadas a la enseñanza en España Cristina Villarino

“Pero todo lo empezó mi abuela, Perseveranda Revilla, que también tenía tres hermanos docentes. Ella, con 18 años, se tituló como maestra superior en Salamanca. Primero ejerció en los municipios de esa provincia hasta que se estableció en el pueblo de su marido, Santa Cecilia del Alcor (Palencia). De ahí se mudó a Las Cabañas de Castilla porque decía que tenía que estar en un pueblo con buena comunicación (había tren) y con vacas para alimentar a sus hijos”, explica Ángel Merino, con extraordinaria memoria.

A sus casi 80 años, el profesor jubilado perteneciente a la tercera generación de los Merino cuenta con extremo cariño la historia de su familia. A su vera están su hija, la profesora Marta Isabel Merino (Olea de Boedo, Palencia, 1974), y su sobrino nieto, el profesor Mikel Pardiñas (Palencia, 1994). Ellos representan a la cuarta y quinta generación.

Ángel Merino, profesor jubilado y miembro de la tercera generación de la familia.

Ángel Merino, profesor jubilado y miembro de la tercera generación de la familia. Cristina Villarino EL ESPAÑOL

A la izquierda, Perseveranda Revilla, miembro de la primera generación de profesores. A la derecha, su hijo, Lino Merino, docente de la segunda generación.

A la izquierda, Perseveranda Revilla, miembro de la primera generación de profesores. A la derecha, su hijo, Lino Merino, docente de la segunda generación. Cedidas

Pero volvamos a lo importante, a la historia de los Merino dentro y fuera de las aulas; a la historia de Perseveranda como profesora y madre, “una madre que nunca tuvo baja de maternidad y con cada hijo que tenía, debía pagar a la profesora sustituta”, esgrime Marta Isabel. De sus cinco vástagos sólo Lino Merino (1909), el pequeño, ejerció como profesor.

De Lino a Mikel

Lino Merino, de la segunda generación, es el padre de Ángel y, por supuesto, de sus otros cinco hermanos. El hombre, que estudió en el sistema educativo de la Institución Libre de Enseñanza, inoculó a sus hijos el amor por la docencia. De todos ellos, Paula, Ángel, Araceli y Luis Merino se dedicaron a la enseñanza y los que no, como Lino hijo, acabaron casándose con profesores. Así fue como llegó Conchita Díez a la familia, al igual que José Miguel Adán o Elpidio Lerones, maridos, respectivamente, de Araceli y Paula. Aunque son consortes, engrosaron las listas de este particular claustro familiar.

El caso es que a Lino nunca le fue fácil ejercer como profesor. “Durante el último curso de su carrera estalló la Guerra Civil y se tuvo que incorporar a filas. Y, aunque le tocó en el bando de Franco, cuando terminó la guerra tuvo que someterse a un proceso de depuración, como lo llamaron entonces. Luego le dejaron ejercer, pero tristemente la carrera de Magisterio quedó denostada. Mi abuelo fue profesor hasta 1978”, sostiene Marta Isabel Merino.

Como se ha avanzado, cuatro de los seis hijos de Lino se dedicaron a la docencia, bien sea enseñando EGB, como Paula o Araceli; bien sea enseñando a adultos, como Ángel o Luis. El caso del propio Ángel, uno de los protagonistas de esta historia, es llamativo porque él tenía un puesto donde ganaba el triple, pero decidió dejarlo por la enseñanza, un camino que le había atraído “desde siempre”; desde que acompañaban a su padre al colegio.

Varios miembros de la tercera generación de profesores. De izquierda a derecha: Ángel Merino, Lino Merino, Conchita Díez, Araceli Merino y José Miguel Adán.

Varios miembros de la tercera generación de profesores. De izquierda a derecha: Ángel Merino, Lino Merino, Conchita Díez, Araceli Merino y José Miguel Adán. Cristina Villarino EL ESPAÑOL

“Yo era interventor jefe del Banco Santander en 1980 y, estando en ese trabajo, decidí hacer la oposición a Magisterio que me permitió empezar a enseñar a partir de 1982. Recuerdo que tras ocho años en la banca, donde siempre me trataron muy bien y me mimaron, me preguntaron mis jefes con sorpresa si me había pasado algo. No entendían que me fuera a una profesión en la que se cobraba un tercio, pero yo tenía la vocación de enseñar”, explica Ángel Merino. Luego, ejerció durante un cuarto de siglo como profesor. “Fui feliz”, concluye.

Este caso, no obstante, no ha sido el único en el que un miembro de la familia Merino ha renunciado a trabajos con mejores salarios por el amor que le tienen a la enseñanza. “Mis padres, Elpidio y Paula, profesores de la tercera generación ya fallecidos, estaban muy contentos de que estudiara Ingeniería. Creían que iba a tener una vida mejor que ellos, que eran docentes. Al final, acabé siendo profesora de Biología en el instituto. Supongo que la vocación no se puede evitar”, cuenta Begoña Lerones, de la cuarta generación.

Lo mismo le ocurrió a su prima Marta Isabel Merino, quien “heredó la vocación por la enseñanza” de su padre. Graduada en Filología Clásica, siempre tuvo claro que quería ser profesora y ya lleva 25 años siéndolo. Ella, como sus tíos, también conoció a su marido por los pasillos de un centro educativo. Está casada con Guillermo Granja, profesor de Física y Química del instituto. Miembro a miembro, han sumado a 24 profesores en todas las generaciones.

Marta Isabel Merino, profesora de Latín y Griego y miembro de la cuarta generación de la familia, en el IES Jorge Manrique.

Marta Isabel Merino, profesora de Latín y Griego y miembro de la cuarta generación de la familia, en el IES Jorge Manrique. Cristina Villarino EL ESPAÑOL

El menor de todos, no obstante, es Mikel Pardiñas. Es el único miembro de la quinta generación de los Merino que se dedica a la docencia, de momento. Y, como varios de sus antepasados, también escogió el camino de la enseñanza sabiendo que no es el más lucrativo. Graduado en Matemáticas en la Universidad de Valladolid, el joven reconoce que aunque su carrera tiene muchas salidas con buenos salarios “como las relacionadas con el campo del Big Data”, al final optó la docencia por vocación volviendo a enseñar en el instituto donde él estudió. En su caso, también tiene una novia profesora.

Métodos variados y más Educación

Con tantas décadas en la docencia, la familia Merino ha vivido en primera persona y, generación tras generación, cómo ha ido cambiando la docencia y los métodos pedagógicos. “Es algo que incluso hemos comentado en nuestras reuniones familiares, que más que reuniones familiares, son claustros de profesores”, ríe Marta Isabel Merino, que añade: “A veces sólo hablamos sobre Educación”.

En esas conversaciones recuerdan cómo ha variado todo. “Mi padre tenía una clase con 70 alumnos de diferentes edades y debía de tener una disciplina rígida para poder enseñar. Y, pese a ello, era muy difícil. Había mucha distancia entre los alumnos y el profesor, quien, subido a su tarima, daba la lección y no sabía nada de la vida de sus alumnos. A mí me impresiona mucho la confianza que tiene Mikel (quinta generación) con sus alumnos”, dice Ángel Merino, el profesor jubilado.

Mikel Pardiñas, profesor de Matemáticas y miembro de la quinta generación de la familia.

Mikel Pardiñas, profesor de Matemáticas y miembro de la quinta generación de la familia. Cristina Villarino EL ESPAÑOL

De izquierda a derecha, Guillermo Granja, Marta Isabel Merino, Noemí Pardiñas, Miguel Adán, Raquel de la Pisa, Begoña Lerones y Asunción Adán, miembros de la cuarta generación de la familia de profesores.

De izquierda a derecha, Guillermo Granja, Marta Isabel Merino, Noemí Pardiñas, Miguel Adán, Raquel de la Pisa, Begoña Lerones y Asunción Adán, miembros de la cuarta generación de la familia de profesores. Cristina Villarino EL ESPAÑOL

“Sí, es verdad que hay confianza y cariño, pero siempre tiene que haber algo de disciplina. Incluso los alumnos quieren que se establezcan límites”, concuerdan Marta Isabel Merino y Mikel Pardiñas, profesores en activo. “La clave es la disciplina y el cariño. Creo que esa es una fórmula de éxito en la enseñanza”, sentencia Marta Isabel Merino.

A nivel pedagógico, Ángel Merino recuerda que los niños de antaño memorizaban todo y lo hacían con canciones. “Era curioso, porque cuando me acercaba a la escuela donde trabajaba mi padre ya se oía de lejos a los niños cantar la lección”, rememora. “Hoy en día, no obstante, trabajamos para que los niños no tengan que memorizar todo, sino para que sean capaces de llegar a conclusiones por sí mismos. Además, debemos introducir la tecnología como herramienta, pero siempre de una manera eficiente y responsable”, esgrime Mikel Pardiñas.

Aunque la relación entre el profesor y el alumno y los métodos de enseñanza han variado, no han cambiado mucho las reivindicaciones que tienen los profesores de distintas generaciones. “Creemos que debe haber una educación al margen de la política, no es normal que yo haya trabajado con cuatro leyes educativas y mi marido con cinco”, reivindica Marta Isabel Merino. Guillermo Granja, su esposo, apuntala desde el otro lado de la sala la tesis y añade: “Además, habría que dignificar de nuevo la figura del profesor. Antes, en España, como ocurre en los países nórdicos, sólo los mejores podían ser profesores. Ahora no”.

Mientras eso ocurre, lo que está claro es que los Merino seguirán haciendo todo lo posible para dignificar la enseñanza. De los 24 profesores que ha tenido la familia, 19 siguen vivos y 15 en activo. Y ya no sólo están en Palencia, sino que enseñan en otras provincias de Castilla y León y otras comunidades como Madrid, Baleares, Comunidad Valenciana y Castilla-La Mancha.

Pero allá donde estén todos muestran ese “orgullo por enseñar y por pertenecer a esta familia” que defiende Mikel Pardiñas, el más pequeño de todos los profesores. Y todos firman lo que ha dicho emocionado Ángel Merino en representación de todos: “La enseñanza es algo vocacional que llevamos en la sangre y si volviera a nacer, volvería a ser docente”.

Los profesores de la familia Merino. De izquierda a derecha y de arriba a abajo: Guillermo Granja, José Miguel Adán, Miguel Adán, Mikel Pardiñas, Begoña Lerones, Asunción Adán, Ángel Merino, Marta Isabel Merino, Lino Merino, Conchita Díez, Araceli Merino, Raquel de la Pisa y Noemí Pardiñas.

Los profesores de la familia Merino. De izquierda a derecha y de arriba a abajo: Guillermo Granja, José Miguel Adán, Miguel Adán, Mikel Pardiñas, Begoña Lerones, Asunción Adán, Ángel Merino, Marta Isabel Merino, Lino Merino, Conchita Díez, Araceli Merino, Raquel de la Pisa y Noemí Pardiñas. Cristina Villarino EL ESPAÑOL