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Reportajes

Lo que aprendí buscando al único votante de Podemos en La Moraleja: todos tienen su sospechoso

La periodista, que estrena Podcast en Spotify para intentar descubrir el misterio, cuenta su investigación a EL ESPAÑOL. 

12 julio, 2022 02:47

Empieza a leerte Asesinato en el Orient Express o cualquier cosa de Agatha Christie si no lo has hecho ya”, decía de los primeros mensajes que recibí de mi amigo Álvaro de Cózar, cofundador con Pilar Sayans de la productora True Story. Álvaro quería encomendarme el encargo de averiguar quién había sido la única persona que había votado en las últimas elecciones de 2021 a Podemos en la sección 35 de La Moraleja. La idea era contar el resultado de mi investigación en un podcast y ver si a través de ese trabajo detectivesco, al estilo Agatha Christie, se podía obtener un retrato social del barrio más rico de España y alguna conclusión más sobre cómo es este país y cómo somos nosotros.

Me desplacé a La Moraleja y pasé semanas en aquel escenario que se asemejaba a un teatro buscando los personajes arquetípicos del género: la escritora de novelas transgresora, la coleccionista de arte, el futbolista venido del Este, el nieto del Conde, el joven músico rebelde, las herederas de una empresa de galletas, el paparazzi cotilla, el mayordomo del Cluedo…

En realidad, unos personajes me llevaban a otros porque, en La Moraleja, todos tenían a su propio sospechoso y yo solo tuve que guiarme por lo que ellos me iban indicando, además de otros colegas y personas que, durante mis años como periodista en Vanity Fair, yo había conocido y que me abrieron generosamente las puertas de aquella urbanización. Poco a poco fui entendiendo que, como en toda investigación, me estaba sumergiendo en un mundo nuevo, un mundo secreto que debía descifrar hasta llegar al corazón de mi historia.

Pero, obviamente, aunque hayamos jugado al género, la realidad es más compleja, porque los estereotipos de trazo grueso no captan la complejidad de quiénes somos. Necesitamos los clichés, las etiquetas, para situarnos en el mapa, para ir seguros por la vida, pero son tan inexactos como los GPS’s que nos guían. El problema de los clichés quizá no sea tanto tenerlos, como el peso abrumador que a veces les concedemos. Entendernos a nosotros mismos implica alejarse de la brocha gorda, reivindicar el matiz. No pensar en términos de bueno o malo. Todo es más complejo. Como es la vida.

La ministra de Igualdad, Irene Montero, en una reunión del Consejo Ciudadano Estatal de Podemos.

La ministra de Igualdad, Irene Montero, en una reunión del Consejo Ciudadano Estatal de Podemos. EP

Y eso es gran parte de lo que viví en La Moraleja en mi trabajo de detective en ciernes. El empresario acaudalado de una gran multinacional era un republicano con una historia de vida increíble, el deportista que se había manifestado públicamente en contra de la guerra hoy había cambiado de ideología, el joven cantante no era tan revolucionario como parecía y el financiero que había llegado a España para hacer dinero quería romper aquel gueto y apostaba por la distribución de la riqueza. No hay mejor manera de aprender sobre nosotros mismos que atrevernos a mirar a otros y escuchar otras voces.

O, como le leí hace poco al escritor Manuel Vicent, hay que considerar a las personas una a una, más allá de la política. “Este es sabio, este es idiota, este es inteligente, este es malvado o simpático o fanático… sea de izquierdas o de derechas, cada cual según sus actos”. Que se abrieran a contar sus historias de vida, además de por su generosidad, quizá tuvo que ver con el juego que les planteamos. Ellos se estaban descartando como votantes. Su coartada, muchas veces, implicaba desnudarse ante mí, contarse a ellos mismos y reflexionar conmigo sobre su pasado y algunas de sus posturas vitales. A diferencia de Poirot yo casi no hice preguntas. Siempre creo que las preguntas dan miedo, las historias apasionan. Y la historia de quién había sido la persona que en las últimas elecciones había votado a Podemos, descubrir quién había sido esa persona, atrapaba a todo el mundo. Vinieron a jugar, y vaya si jugaron.

Pero, ¿qué hemos aprendido de verdad haciendo este podcast todo el equipo, si es que hemos aprendido algo? A que quizá la democracia tiene mucho que ver con el humor. Que para ser respetuoso con lo que llamamos democracia, esta cosa que nos hemos inventado para convivir en comunión, debemos tomarnos un poco menos en serio a nosotros mismos, a nuestras opiniones, y mirarnos con más humor, porque esa es la mejor forma de poder hablar con los otros. La democracia es un juego muy serio que hay que tomarse con menos gravedad. Y el humor, paradójicamente, nos ayuda a ver que las cosas son más complejas. Los ricos de La Moraleja se han sabido reír. Y mucho. 

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