Damián y su esposa, Felisa, besándose, junto a sus bellísimas hijas Nora y Sara.

Damián y su esposa, Felisa, besándose, junto a sus bellísimas hijas Nora y Sara. Cedida

Reportajes

"Me dijo: 'Yo quiero vivir' y la sedaron": habla el padre de Sara, la joven en la UCI por una lipoescultura

El portavoz de la familia anuncia la creación de una comunidad en Facebook -La Voz de Sara- para denunciar otras negligencias en cirugía estética.

28 diciembre, 2021 06:15
Alcantarilla

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A Damián le costó deshacerse de una costumbre que tenía antes de subirse a su coche: agacharse a revisar los bajos en busca de una bomba. "Como guardia civil me tocó la etapa más dura de ETA en el País Vasco", resume este agente retirado. El edificio de Bilbao donde residió cuatro años con su esposa, Felisa, y su hija, Sara, se levantaba sobre un concesionario que saltó por los aires por un artefacto explosivo que colocó la banda terrorista. Aquel episodio en la Benemérita se queda en mantillas frente a una experiencia más dura que le toca vivir a diario: entrar a una UCI, para ver sufrir a su hija Sara tras haberse sometido a una lipoescultura que la mantiene crítica.

"Esto nos ha destrozado la vida a toda la familia: llevamos 26 días de rabia contenida, inmersos en un laberinto de emociones, con subidas y bajadas", tal y como expone Damián, mientras atiende a EL ESPAÑOL en la terraza de una cafetería de Alcantarilla, donde se pide una manzanilla para combatir la angustia que siente desde el jueves 2 de diciembre. "Mi hija, Sara, no nos comunicó que iba a someterse a esta intervención con este cirujano para no preocupar ni a su madre ni a mí".

Aquel dichoso jueves, Damián se quedó traspuesto cuando le informaron de que la mayor de sus tres hijos había ingresado en la UCI del Hospital Santa Lucía de Cartagena. "Sara es el primer pilar de mi familia". Y desde aquella llamada todo se ha desmoronado en su casa: "Estamos desolados".

El día a día de Damián y su esposa, Felisa, transcurre marcado por los viajes al centro hospitalario, para aguardar con impaciencia a que el reloj marque la una del mediodía: el momento de recibir el parte médico diario de aquella niña que tenía lo mismo de terremoto, que de guapa, y que a sus 39 años agoniza por una lipoescultura por la que pagó 5.700 euros a una clínica de Murcia. "Mi hija era una cría alegre, nerviosa, activa, y con muchas ganas de vivir", rememora con los ojos cargados de ternura.

- Cuando Sara ingresó en el Hospital Santa Lucía la tarde del jueves 2 de diciembre, durante las primeras horas ella estuvo consciente. ¿Tuvo la oportunidad de conversar con su hija?

- El viernes 3 de diciembre, mi mujer y yo, entramos a verla y Sara se encontraba muy afectada. En el rostro se le podía notar el miedo que sentía. Todavía estaba consciente y me dijo: 'Papá, he visto la luz al final del túnel. Me han destrozado los órganos. Al despertar vi mucha sangre y los médicos comentaban que me habían dañado los órganos. Yo quiero vivir papá, yo quiero vivir'. Eso fue lo que dijo, pero como estaba así de apurada, no le quise preguntar para hacerle recordar el terror y el horror que pasó en esa operación. Después la sedaron y ya no he podido volver a hablar con ella.

El testimonio que escuchó de su propia hija y su instinto de guardia civil, llevan a Damián a sospechar del largo tiempo que transcurrió entre dos momentos clave de aquel 2 de diciembre. A las ocho de la mañana, Sara llegó a una clínica privada de Cartagena, para someterse a una lipoescultura, y durante la intervención surgieron complicaciones, pero su evacuación a la UCI del hospital no se produjo hasta las seis de la tarde.

"En ese quirófano pasó algo fuera de la normal: a mi hija la tuvieron cinco horas en una clínica, sin UCI y sin medios para atender un caso así, a pesar de que Sara, a la una y media de la tarde, ya tenía el pulso de un difunto: no entiendo por qué no la enviaron antes al hospital donde la habrían atendido de los daños que sufría", reflexiona con incredulidad, este agente retirado, de 60 años. "No logro entender cómo un supuesto cirujano ha podido destrozar así el interior del cuerpo de mi hija".

Damián y Felisa, los padres de Sara, con camisetas de apoyo a su hija. Al lado, los hermanos de Sara sujetándole la mano en el Hospital Santa Lucía de Cartagena.

Damián y Felisa, los padres de Sara, con camisetas de apoyo a su hija. Al lado, los hermanos de Sara sujetándole la mano en el Hospital Santa Lucía de Cartagena. Jorge Barreno

- A lo largo de su carrera, como todo guardia civil, usted lidió con situaciones duras donde las emociones hay que dejarlas a un lado para esclarecer delitos. ¿Ha hablado con el cirujano que operó a Sara para recabar información?

No quiero hablar con ese señor ni verlo. Mi rabia es muy fuerte. No entiendo cómo sigue operando. No ha sido un error en una incisión, ni un pequeño desliz con una vena, cuando este señor estaba haciéndole la lipoescultura a Sara, se observó que por el tubo de la cánula lo que estaba sacando no era grasa, sino sangre, y el personal de la clínica de Cartagena que estaba en el quirófano se lo advirtió, pero él siguió con la intervención: metiendo y sacando la cánula.

- Como guardia civil han pasado por su manos muchas diligencias. ¿Qué opina del informe médico que le dieron en la clínica de Cartagena que puso el quirófano y el personal sanitario que asisitó al cirujano en la lipoescultura?

- Me dieron un historial clínico que parecía que mi hija se había caído de la cama del quirófano. Era muy escueto y no ofrecía explicaciones.

Otro acto de apoyo a Sara

De las 290 negligencias médicas que ha gestionado este año la Asociación del Defensor del Paciente por secuelas y resultados insatisfactorios en una cirugía plástica, reparadora o estética, el caso de Sara Gómez es el que mayor debate ha levantado en el seno de la profesión médica y de los usuarios de clínicas de belleza. Todo ello, debido a que el médico que intervino a esta agente inmobiliaria no tiene los cinco años de especialidad de Cirugía Plástica, Reparadora y Estética.

"Estamos recibiendo muchas muestras de cariño", corrobora agradecido Damián. De hecho, la familia estudia convocar próximamente un nuevo acto de apoyo a Sara, como ya hicieron el 12 de diciembre, cuando doscientas personas se concentraron en la plaza del Ayuntamiento de Alcantarilla para clamar Justicia por esta agente inmobiliaria, y madre de dos hijos, que suma 26 días batallando en la UCI por su vida. 

Tal es el aluvión de llamadas y mensajes de apoyo que están recibiendo los padres y los dos hermanos de Sara, que el portavoz de la familia, Ezequiel, anuncia la creación de una comunidad en Facebook, bajo el nombre 'La Voz de Sara', con el objetivo de denunciar otras negligencias en cirugía plástica y medicina estética ocurridas en España, así como ofrecer asesoramiento a los afectados. "Nosotros somos su voz en la calle para que esta situación no se vuelva a repetir", subraya Ezequiel.

Damián, en su etapa en la Guardia Civil.

Damián, en su etapa en la Guardia Civil. Cedida

"Con mi hija se ha cometido una grave injusticia", sentencia Damián. Este 11 de diciembre tuvo el cumpleaños más amargo de su vida, sin celebración porque su querida Sara no estaba a su lado para felicitarle por sus sesenta primaveras, ni para gastarle alguna broma, como la vez que la agente inmobiliaria se puso un bigote como el del cabeza de familia para hacerse un selfie juntos. "Esto no se lo deseo a nadie: llevamos 26 días de infierno", insiste apesadumbrado este guardia civil retirado.

"Llena de tubos y cables"

A diario, Damián y Felisa, junto a sus hijos, Nora y Rubén, disponen de cuarenta minutos -divididos en dos turnos- para entrar a la habitación de la Unidad de Cuidados Intensivos del Hospital Santa Lucía de Cartagena donde el personal sanitario trata de obrar el milagro con Sara. Tienen veinte minutos de visita, a partir de 13 horas, y otros veinte, a las 20.15 horas. "Entra a verla quien se siente más fuerte".

La imagen al entrar a la habitación es terrible: Sara tiene una traqueotomía porque no puede respirar y varias bolsas suplen las funciones básicas de su aparato digestivo. "Cuando ves así a tu hija, llena de tubos y de cables, se te cae el alma al suelo", confiesa Damián. A pesar de ello, sacan fuerzas de flaqueza para agarrarle la mano y susurrarle al oído el lema de las camisetas de apoyo que han repartido entre los allegados de Sara: 'Tus ganas, ganan. Siempre fuertes, siempre unidos'.

También le ponen audios de su hijo pequeño: Izan. Cualquier palabra de aliento es buena para hacerle saber a esta madre que su familia y amigos la esperan fuera. "Se sacó su título de agente inmobiliaria y hasta hace poco la vida le sonreía", se lamenta Damián, conteniendo la emoción. Sara iba de acá para allá, vendiendo villas de lujo por la costa, como si el teléfono fuese una extensión de su cuerpo y siempre contando con la ayuda inestimable de su hermana, Nora.

"Somos una familia muy unida". Es una de las consecuencias de los cambios de destino del cabeza de familia en la Guardia Civil: se fortalecieron los vínculos entre el matrimonio y sus tres hijos para empezar de cero en Gerona, luego en Bilbao, más tarde, en La Azohía en Cartagena, y finalmente en Alcantarilla. "Sara nació en Murcia, y Rubén y Nora, en el País Vasco, en cada sitio, siempre les dije que midiesen bien sus amistades y que fuesen personas que les diesen buenos consejos".

Sara, en la playa, con un bañador que deja ver su tatuaje de una pareja de pingüinos.

Sara, en la playa, con un bañador que deja ver su tatuaje de una pareja de pingüinos. Cedida

De aquellos años, Damián conserva intacta en su retina la imagen de la niña a la que le encantaba ponerse unos buenos tacones. "Sara siempre ha sido muy guapa y presumida". Así lo atestiguan las fotos de esta agente inmobiliaria, que se había tatuado en su cuerpo una pareja de pinqüinos: el ave por la que sentía una curiosidad insaciable y por la que sus familiares la apodaban 'La Pingüina'. Esas imágenes forman parte de un recuerdo marcado por una dura realidad: el pronóstico de Sara no remonta desde hace cinco días.

El útlimo parte médico

Los allegados de esta vecina de Alcantarilla, de 39 años, se marchan del hospital, a diario, con la angustiosa sensación de que cada visita de la tarde puede ser la última. Prueba de ello es el parte médico que ofreció este lunes el portavoz de la familia, Ezequiel: "Sara está muy mal y muy débil porque se le han vuelto a soltar los puntos de sutura". 

En la clínica de Cartagena donde se llevó a cabo la lipoescultura la última vez que se pronunciaron públicamente fue el 13 de diciembre. A través de un comunicado, en uno de los párrafos, aclaraban que el cirujano que llevó a cabo la intervención "no pertenece al cuadro médico de esta empresa y era la primera vez que hacía uso de nuestros quirófanos".

Este centro, propiedad de un fondo de capital extranjero, también subrayaba que Sara fue "asistida en todo momento" por el personal sanitario que dio cobertura al médico en la cirugía: "Ante la imposibilidad de estabilización, pese a haber aplicado el tratamiento adecuado en estos casos, incluidas transfusiones de sangre, se derivó a la UCI del Hospital Santa Lucía".

La nota exponía que el centro lamentaba "profundamente" la situación de Sara y se ponía "a disposición de las instituciones oficiales interesadas en el caso". Así lo tendrán que hacer porque las acciones legales emprendidas por la familia a través de la Asociación del Defensor del Paciente, se ampliarán contra la clínica de Cartagena y el centro de Murcia donde esta agente inmobiliaria abonó 5.700 euros por una lipoescultura que la postró en la cama de una UCI. "Queremos Justicia", zanja Damián.

- ¿Cómo gestiona un matrimonio ver a un hijo debatirse a diario entre la vida y la muerte?

- Damián: Te destroza el matrimonio. Felisa y yo nos apoyamos, pero esto te cambia toda la vida. Estamos 24 horas pendientes de la situación de mi hija. No se nos va de la cabeza. Tenerla en una UCI durante semanas y que no nos den garantías de nada, la verdad es que te desmoraliza y te hunde. Entre los nervios y el estrés no dormimos, menos mal que existen las pastillas.