La ministra Raquel Sánchez (centro) con sus amigas en L'Escala.

La ministra Raquel Sánchez (centro) con sus amigas en L'Escala. Cedida

Reportajes AMPLIACIÓN DE EL PRAT

Raquel Sánchez, ministra contra viento y marea: sus luchas con los 'indepes' y frente a la prostitución

Pedro Sánchez la llamó cuando pasaba unos días de descanso en la montaña con sus amigas. Se conocieron en una fiesta de los socialistas.

19 septiembre, 2021 01:53
Gavà

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El 18 de junio de 2021, la que era todavía alcaldesa de Gavà, Raquel Sánchez Jiménez, mantuvo una reunión con sus vecinos en el salón de plenos del ayuntamiento. El orden del día era la polémica ampliación del aeropuerto de El Prat, a la que los residentes de este privilegiado enclave a 20 minutos de Barcelona se oponen. La respuesta de la edil fue clara: su postura pasaba por “defender los intereses y el bienestar de los vecinos por encima de todo”.

Una semana después de aquella reunión, Sánchez pasaba unos días de descanso en la montaña con sus amigas de la universidad. Apenas tenía cobertura y sonó el teléfono por sorpresa: el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, le pidió que aceptara el cargo de nueva ministra de Transportes, Movilidad y Agenda Urbana, en sustitución de José Luis Ábalos. Ella aceptó, aun sin ser demasiado consciente de la que se le venía encima.

El 10 de julio, 22 días después de prometer a sus vecinos que los defendería “por encima de todo”, se hacía público su nuevo cargo. Uno de los principales temas que tenía sobre la mesa era el macroproyecto del aeropuerto, tal como se definió antes de la pandemia, y que sus vecinos rechazaban. Para Sánchez, consciente de no poder contentar a todo el mundo, el plan representaba el mejor equilibrio entre el impacto medioambiental, el bienestar de sus vecinos y una inversión de 1.700 millones de euros trascendental para Barcelona. 

Este jueves, después de que una segunda negociación con la Generalitat terminase de nuevo en fracaso, se daba por vencida: el proyecto de ampliación de El Prat quedaba aparcado sine die. Lo lamentó mucho, dijo, "como ministra y como catalana".

Año de cambios

El del El Prat solo ha sido el último revés que le ha tocado vivir a la ministra en el año más frenético y cambiante de su vida. Sánchez, de 45 años, se separó nada más terminar el confinamiento del que había sido su único marido, Narcís, y con el cual tiene dos hijos, Gabriel y Marcel. Ambos no llegan a adolescentes. Meses más tarde, en la víspera de Reyes, falleció su madre, a quien todavía tiene muy presente. Por si fuera poco, en junio fue nombrada ministra, con una herencia -la de Ábalos- que muchos preferirían no cargar.

Una de sus íntimas amigas la define, en conversación con EL ESPAÑOL, como una persona con mucha “resistencia”, capaz de “adaptarse” a situaciones exigentes. “El cambio a Madrid se lo toma como un trabajo más, con mucha autoexigencia. Pasamos este verano juntas y se quedaba hasta tarde varias noches repasando documentos”, dice la amiga. 

Sánchez hace ahora malabarismos para compaginar sus responsabilidades como ministra y el cuidado de sus hijos. “De lunes a viernes vive en Madrid, pero siempre que puede, vuelve a Gavà. Es más, ella dijo que, en la medida de lo posible, viviría aquí, porque lo que más le preocupan son sus hijos”, asegura otra fuente de su entorno. “Tiene la angustia por seguir siendo una buena madre”, añade. 

Ayuntamiento de Gavà, donde la ministra Raquel Sánchez ha gobernado desde 2014.

Ayuntamiento de Gavà, donde la ministra Raquel Sánchez ha gobernado desde 2014. RM

A pesar de la ruptura, la relación con su expareja es buena y su padre, Agustín, ya jubilado y viudo, es ahora otro apoyo fundamental para encargarse de los niños.

La nueva realidad de Sánchez en Madrid contrasta con la que siempre ha sido la suya en una ciudad de 46.705 habitantes a las afueras de Barcelona. Una vida tranquila, cercana a sus vecinos y amistades, sin grandes sobresaltos. Nació un 18 de noviembre de 1975 en el mismo Gavà, hija de padres emigrados de Caravaca de la Cruz (Murcia) y de Montilla (Córdoba). Aún hoy lleva orgullosa la Cruz de Caravaca en un collar, que combina también con otro del Indalo de Almería. Su padre ha trabajado siempre en la industria siderometalúrgica y su madre, Paquita, era ama de casa. Además de Raquel, tuvieron otra hija, la única hermana de la ministra.

Raquel Sánchez, a la izquierda de la imagen.

Raquel Sánchez, a la izquierda de la imagen. Cedida

Sánchez pasó sus primeros años en un colegio de monjas, la Inmaculada Concepción de Gavà, regentado aun hoy por las hermanas Agustinas Misioneras. Entre otras actividades, por las tardes asistía a clases de mecanografía en el colegio Sagrado Corazón, y también recibía clases de inglés y francés. En secundaria, se pasó al Institut Bruguers.

Más tarde, aterrizó en las aulas de la Universidad de Barcelona, donde se licenció en Derecho y se sacaba un dinerillo dando clases de repaso. Tuvo muy buen currículum en la carrera, lo cual le permitió ganar una beca de colaboración en el departamento de Derecho Financiero y Tributario de la Facultad de Derecho de la Universidad Autónoma de Barcelona (UAB)

Sus estudios siguieron con un máster en Derecho del Trabajo y la Seguridad Social en la Universidad Pompeu Fabra. Luego, comenzó a trabajar en un prestigioso bufete de la capital catalana. Entre tanto, ya era afiliada al PSC, formación a la que se unió en 2003, y conoció al que después se convertiría en su marido, abogado penalista.

Más tarde montó su propio despacho en la localidad vecina de Castelldefels con dos amigos abogados. Siempre ha vivido en un pequeño piso en el centro Gavà, en el mismo edificio que sus padres. La propiedad la adquirió en 2006 y está dividida al 50% con su exmarido. La familia de Sánchez tiene también una segunda residencia en L'Escala, un pueblo de la Costa Brava.

Vida idílica

A Sánchez nunca le ha ido mal económicamente: su bufete llevaba numerosos clientes de la zona y, ya como alcaldesa, cargo que ocupó en 2014, tenía un sueldo de 56.105,5 euros anuales. Ahora, como ministra, gana 74.858,16. Sus hijos estudian en un colegio privado francés, ella frecuenta el gimnasio de moda en la urbanización de Gavà Mar frente a la playa, pasa los veranos en L’Escala y, desde que se ha separado, ha viajado con sus diferentes grupos de amigas a destinos como Oporto, en Portugal.

También es una gran aficionada al yoga, ‘running’ y a la bicicleta. Fuera de las horas de trabajo, se la veía recorrer las interminables y vírgenes playas de esta zona del litoral catalán junto a sus amigas. Con ellas también ha participado en citas a las que nunca fallaba, como la Maratón de Barcelona. “Es muy amiga de sus amigas”, cuenta a este periódico una de sus confidentes más cercanas, a quién Sánchez ayudó cuando esta se mudó a Gavà y no conocía a nadie.

Raquel Sánchez, la segunda por la izquierda, con amigas.

Raquel Sánchez, la segunda por la izquierda, con amigas. Cedida

A pesar de tener un estilo de vida acomodado, Sánchez nunca fue ostentosa y estaba integrada en el día a día del municipio. La Sánchez alcaldesa compraba siempre que podía en la ciudad. También era muy amiga de los dueños de la pastelería Torradeflot, con cuya hija estudió en el colegio de las Agustinas... “Siempre saluda a todo el mundo, es muy cercana. Está entregada a su pueblo”, comenta la amiga.

“Para ir al mercado, que está a unos 400 metros de su casa, podíamos tardar hasta media hora. Todo el mundo la para, es muy apreciada. Ella, por su parte, es muy dulce, escucha mucho y acepta muy bien las críticas”, resume.

Y así se llevaba con la frutera, los hosteleros y la mayoría de comerciantes del centro. También con sus antiguas profesoras, las monjas, a pesar de no ser creyente. Tenía muy buena relación con las peluqueras, aunque otra persona de su entorno asegura que ha cambiado hasta tres veces de local para preservar su intimidad. Sus amigas la definen como alguien discreta. Entre otras cosas, no es demasiado favorable a mostrarse en las redes sociales, más allá de lo que exige su papel institucional.

Raquel Sánchez, junto a su madre hace unos años.

Raquel Sánchez, junto a su madre hace unos años. Instagram

Su apego a su ciudad natal quedó puesto en relieve cuando, en la última entrega de los Premios Ciudad de Gavà, el 29 de junio pasado, las lágrimas acompañaron a su discurso. “Rompió a llorar, quería despedirse de todo el mundo porque sabía que dejaba su pueblo”, dice otra amiga suya. El presidente ya la había llamado para ocupar su nuevo puesto en el Paseo de la Castellana y ella, aunque no lo había hecho público, sabía que serían las últimas palabras a sus conciudadanos como alcaldesa.

¿Corazón verde?

Su elección como alcaldesa se produjo en febrero de 2014. Sustituyó a otro socialista, Joaquim Balsera, que abandonó el cargo a mitad de mandato para dedicarse al sector privado. Sánchez ya apuntaba maneras, aunque realmente nunca formó parte de las familias más dominantes dentro del partido. Fue designada después de que el relevo natural de Balsera se echase para atrás. 

Las virtudes que siempre la han caracterizado, según quienes la conocen, son el trabajo duro, la responsabilidad y la sinceridad. Ella misma se definía en una entrevista a un medio local en 2016 como una “mujer luchadora, trabajadora y sensible”. Una persona “exigente” consigo misma, “tozuda y perseverante”.

Sánchez llevó como bandera en sus años de alcaldesa el respeto al medioambiente, el crecimiento de la ciudad de Gavà, el feminismo y una postura firme frente a los nacionalistas. Así, compaginó la alcaldía con diferentes cargos, como el de secretaria de Estrategia y Clima del PSC, secretaria de Políticas Feministas del PSC, el de vicepresidenta segunda Red Española de Ciudades por el Clima, o el de representante de la Federación Española de Municipios y Provincias en el Consejo Nacional del Clima. Gavà recibió, además, el galardón European Green Leaf Award otorgado por la Unión Europea a las ciudades más sostenibles.

Raquel Sánchez (detrás, de blanco) en la Universidad de Barcelona, recién licenciada y con compañeros del despacho.

Raquel Sánchez (detrás, de blanco) en la Universidad de Barcelona, recién licenciada y con compañeros del despacho. Cedida

Todo esto indicaría un marcado compromiso ecologista, un corazón verde que, sin embargo, ha sido cuestionado por su reciente apoyo a la ampliación de El Prat y a otros proyectos con impacto medioambiental en el pasado.

Uno de ellos es la construcción de 4.968 viviendas en 200 hectáreas del Pla de Ponent, una zona boscosa al oeste de Gavà que puso en su contra a colectivos ecologistas. El objetivo de Sánchez no era otro que aumentar la población de la localidad, para que esta superara el umbral de los 50.000 habitantes. Esto daría al municipio la categoría de ciudad, lo cual supondría más ayudas e inversiones.

A pesar de que, por el momento, no se vaya a ejecutar, en el caso de El Prat ha ocurrido algo similar: Sánchez prefirió sacrificar la reserva natural de aves de La Ricarda, en el delta del río Llobregat, a cambiar el funcionamiento actual de las pistas para aumentar la capacidad del aeropuerto, algo que aumentaba el malestar de los vecinos. También rechazó que la ampliación fuese por el lado opuesto a La Ricarda, donde se encuentran precisamente las urbanizaciones de Gavà Mar y otro espacio natural, El Remolar. Los residentes no querían ni una cosa ni la otra, sino que todo quedase como estaba. Sánchez apostó por el plan, según ella, menos perjudicial.

Una calle de la urbanización Gavà Mar, donde los vecinos se oponen a la ampliación de El Prat.

Una calle de la urbanización Gavà Mar, donde los vecinos se oponen a la ampliación de El Prat. RM

Lazo puesto, lazo quitado

Gavà es un feudo tradicional de los socialistas catalanes, dentro del llamado ‘cinturón rojo’ de Barcelona, el borde del área metropolitana que rodea la ciudad condal. El PSC ha gobernado desde el inicio de la democracia en el municipio y sus habitantes no son sospechosos de ser nacionalistas. A día de hoy, solo un 25% de los votantes de Gavà apoyan a partidos soberanistas, que cuentan con 5 de 21 concejales, una anomalía dentro de la geografía catalana actual.

Sánchez pertenece al ala no nacionalista del PSC y ha hecho gala de ello durante sus años de mandato. La bandera española siempre ha ondeado en la sede del ayuntamiento y, cuando el hijo de un concejal de ERC se atrevió a quitarla, fue repuesta inmediatamente. “Nunca hemos tenido demasiados problemas con el separatismo más radical”, comenta una fuente que trabaja en el consistorio.

Su caída de la mesa de negociación con Cataluña esta misma semana se justificó por una desigualdad en el número de representantes del Gobierno frente a los de la Generalitat. Pero en el Govern de Pere Aragonès todos saben que Sánchez es un hueso duro de roer dentro de los socialistas: en uno de los puntos álgidos del procés, la alcaldesa dio indicaciones para que la informaran de los lazos amarillos que se ponían en Gavà, y así poder retirarlos. “La consigna era: ‘lazo que se pone, lazo que se quita”, recuerda Mónica Parés, portavoz del PP en la ciudad.

Las pintadas separatistas se tapaban de inmediato, sus vídeos electorales eran en castellano y en catalán y, así, todo. Más allá del incidente de la bandera y de las discusiones del pleno, Sánchez no tuvo problemas con el separatismo radical, manteniendo una postura firme. El único encontronazo serio que tuvo durante su etapa de alcaldesa fue por el rechazo de la Policía Local a un nuevo convenio, a raíz de lo cual, le hicieron un escrache en la puerta de su casa.

Ministra feminista

Una de las medidas estrella de Sánchez en la alcaldía fue la erradicación de la prostitución en las calles de Gavà, siendo severa con las sanciones a los clientes. Entre otros hitos, mientras otros ayuntamientos de Cataluña se declaraban municipios independentistas, ella dio el título a Gavà de “ciudad feminista”.

Su implicación con la causa feminista era tan escrupulosa que no permitía el disenso en una materia que ella considera fundamental. Por ejemplo, un 25 de noviembre, Día Mundial de la Violencia de Género, el PP de Gavà no quiso dar apoyo a la declaración del pleno porque el texto recogía una condena a la violencia de género limitada a Cataluña. Sánchez se acercó a hablar con el partido de la oposición porque creía que la declaración en un tema tan delicado debía ser unánime:

“Se sintió hasta cohibida y se enfadó porque no se hubiese tenido en cuenta a la única portavoz mujer de la oposición, en este caso yo, para la redacción del texto. Es alguien que siempre buscó el consenso y que escuchaba, más en temas tan importantes para ella como este”, relata Parés, de los populares de Gavà.

Raquel Sánchez a su llegada al Palacio de la Moncloa.

Raquel Sánchez a su llegada al Palacio de la Moncloa. Moncloa

El feminismo de Sánchez, sin embargo, ha rozado en algunos casos posturas con las que la oposición no coincide. Al ser nombrada ministra, designó como sustituta a Gemma Badia, que estaba cuarta en la lista de los socialistas. Quienes conocen a Sánchez aseguran a este periódico que no quería que la sustituyera un hombre al frente del consistorio.

Pero es este marcado carácter feminista uno de los puntos fuertes que hizo que Pedro Sánchez descolgara el teléfono. Se conocieron en la Fiesta de la Rosa que los socialistas catalanes celebran anualmente en Gavà. Coincidieron en el restaurante Europa, donde tenía lugar la fiesta, y se llevaron bien. Su apuesta por el municipalismo y el hecho de que fuera alguien alejada de la primera línea política, sin el desgaste que eso conlleva, junto a ser catalana, hizo decantarse al presidente.

La nueva ministra tiene un perfil más técnico que ideológico. Desde su posición de alcaldesa, ha vivido a pequeña escala, pero en primera persona, los asuntos que iban a marcar su agenda como ministra: la ampliación de El Prat, la regulación del mercado del alquiler y el fin de las concesiones a las autopistas. Por lo pronto, y solo dos meses después de su nombramiento, el proyecto del aeropuerto ha quedado apartado. Por delante le queda el beneficio de la duda.