Juan José, cirujano oncológico que lo sabe todo sobre el balconing.

Juan José, cirujano oncológico que lo sabe todo sobre el balconing.

Reportajes

Juan José sabe por qué los británicos hacen balconing y le han condecorado con la Orden del Imperio

Su estudio sobre esta práctica tan común entre los británicos le ha llevado a protagonizar campañas de prevención en Reino Unido. 

30 agosto, 2021 01:45
Palma

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Cuando un joven se cae desde un balcón, en el hospital comienza la hora de oro. En apenas 60 minutos todo tipo de especialistas deben examinar al paciente para localizar las lesiones que sufre. Hay que analizar todos los órganos a la vez porque no hay tiempo: una buena coordinación es lo que determina la supervivencia.

En el hospital de Son Espases de Palma de Mallorca lo saben bien porque cada año tienen que atender a una gran cantidad de turistas que se precipitan desde varios pisos de altura. A los médicos ya no les sorprende recibir el aviso de que, en 15 minutos, deben coordinarse para atender una urgencia de este tipo.

Tampoco a Juan José Segura (Sevilla, 1985) le llaman la atención estos mensajes. Pero no siempre fue así. Cuando llegó desde su Sevilla natal, este cirujano oncológico no salía de su asombro ante la enorme cantidad de precipitados que atendía el hospital palmesano. “Era como algo endémico, muy propio de aquí”. Descubrió que no había literatura médica sobre el balconing, así que se puso manos a la obra para analizar todos los casos que le llegaban.

Ofreció después sus datos a diversos consulados e inició una fructífera labor de cooperación con el gobierno del Reino Unido para prevenir estos accidentes.

Hace unos días, su teléfono sonó, pero no era ningún aviso por politraumatismo. Era el embajador británico en España, que le informaba de que la reina Isabel II le ha concedido una medalla. A partir de ahora, Juan José pertenece a la Orden del Imperio Británico (MBE) gracias a su trabajo.

Todo empezó gracias a un cóctel de sorpresa, juventud y vocación. En el principio fue el asombro. “Cuando llegué a Palma en 2014, me llamó la atención que el volumen de atención al politrauma es muy superior al que teníamos en Sevilla, especialmente en verano: hay muchos accidentes de tráfico y muchos accidentados por balconing”, explica a EL ESPAÑOL este sevillano, cirujano oncológico, investigador del Hospital Universitario Son Espases de Mallorca y profesor asociado de cirugía en la Universidad de las Islas Baleares (UIB).

Después se sumó la edad. “Cuando eres joven, la cirugía del trauma te gusta mucho porque supone un reto: requiere ser versátil, hacer un diagnóstico diferencial…”.

Y para acabar la combinación, la vocación. “Cuando ves una patología, la estudias. Pero me encontré con que en los libros no había nada de nada sobre el tema del balconing: ni factores de riesgo, ni órganos más afectados, ni tipos de lesiones…”.

Un británico hace balconing.

Un británico hace balconing.

El doctor Segura y su equipo empezaron entonces a recopilar datos para acotar este fenómeno, establecer patrones particulares y distintivos de otras precipitaciones y perfilar pautas de actuación no sólo desde el punto de vista médico, sino también desde el social.

Los datos, recopilados entre 2011 y 2016, certificaron que el balconing es cosa de hombres. De hecho, sólo uno de los 46 casos registrados en esos cinco años tuvo como protagonista a una mujer. Asimismo, estos accidentes afectan casi siempre a jóvenes –la media de edad de los heridos es de 24 años- con un alto estado de embriaguez. El alcohol es uno de los elementos clave en este tipo de casos, porque en un 95% de los accidentes está presente y, en un 37%, viene acompañado de otras drogas.

Una de las conclusiones más sorprendentes del estudio fue certificar que la mayoría de los precipitados no estaban intentando lanzarse a una piscina, es decir, no se tiraban de forma voluntaria. “Es el tipo más popular de balconing, pero nuestro análisis establece que la mayoría de los casos son accidentes”. Así, 40 de los 46 heridos llegados a Son Espases –un 86%- cayeron al vacío de forma involuntaria al intentar pasar de un balcón a otro desde una altura media de ocho metros, es decir, unos tres pisos.

Alcohol

En el caso de las lesiones, hay algunas diferencias destacables con otros politraumatismos. Casi todos los heridos por caídas desde balcones sufren lesiones en la cabeza.

La causa es, de nuevo, la alta ingesta de alcohol. Cuando una persona se precipita al vacío, trata de poner las manos o caer de pie, por eso tiene más lesiones en huesos o extremidades. Sin embargo, en los casos de balconing, el alcohol les impide reaccionar, así que caen de cabeza.

De hecho, se calcula que en torno al 80% de estos heridos sufren lesiones en la cabeza y el cuello. Esta alta probabilidad permite, por ejemplo, mejorar la atención inmediata a una de estas lesiones, porque al saber el origen del accidente, los médicos pueden hacer un TAC craneal en primer lugar.

El factor del alcohol conecta con el aspecto más social del balconing: chavales que se cogen unos días de vacaciones para desfasar como si no hubiera mañana. “Son casos de jóvenes que están pasando parte del verano en un lugar cálido y turístico como, en este caso, Mallorca, y vienen a desmadrarse y corren riesgos que no suelen correr”.

Y aquí entra otro elemento clave, la nacionalidad, porque el 60,8% de los precipitados desde un balcón proceden de las Islas Británicas, a mucha distancia de los alemanes (un 15,2%).

Según este estudio, un británico tiene ocho veces más posibilidades de sufrir un balconing que un alemán porque hay 2,5 casos por cada millón de turistas del Reino Unido, mientras que en el caso de los germanos la ratio cae hasta 0,3 casos por millón de visitantes. Después de otros países del centro y el norte de Europa, llegan los españoles, con apenas tres casos de 46, es decir, un 6%.

“Estos países del centro y el norte de Europa, y por supuesto Reino Unido e Irlanda, tienen en general un consumo de alcohol mucho más exacerbado y concentrado en momentos puntuales de la noche o de la semana que en el sur de Europa, donde se suele beber de forma más progresiva. Es lo que llaman el binge drinking”, explica Segura.

Con estos resultados en la mano, este cirujano sevillano decidió ir más allá y contactar con los países más afectados por el balconing. “Me di cuenta de que había países sobrerrepresentados. Me fui a Google y busqué los teléfonos de los consulados de todos los países que aparecían en el estudio. Hablé con ellos y unos estuvieron más interesados que otros”.

En el caso del Reino Unido, la conexión fue inmediata “porque tienen claro el drama que supone para estas familias que un joven sano que se iba unos días de vacaciones a Mallorca vuelva en silla de ruedas o incapaz de alimentarse por sí mismo”.

De este modo, empezó una larga y fructífera colaboración que se mantiene hasta hoy. Incluso el cirujano sevillano ha protagonizado alguna de las campañas que el Gobierno del Reino Unido ha lanzado durante los últimos años para concienciar a sus jóvenes turistas del riesgo que se supone bailar sobre la barandilla.

“El objetivo es evitar el turismo incívico en general y acabar con esa costumbre que a veces tienen ciertos turistas, en muchos casos británicos, de estar mucho más calmados en su país y viajar a otro lugar para desmadrase como si no hubiera normas, con una sensación de impunidad”. Las campañas subrayan que, además de ir a un país “completamente civilizado, con unas normas como el suyo”, están pasando unas vacaciones para disfrutar “y que una decisión tonta les puede cambiar la vida para siempre”.

Balconing.

Balconing.

Campañas

Las campañas se realizan tanto en origen, el Reino Unido, como en destino, Mallorca y otras zonas turísticas de España. Además, utilizan las redes sociales como Facebook, YouTube, Instagram o TikTok para tratar de llegar directamente a los destinatarios, los jóvenes británicos que viajan en busca de sol, playa y fiesta.

Segura está trabajando ahora con el consulado en una campaña para incidir en que no se queden solos y en que al menos alguno de los amigos que haya bebido menos acompañe a los más ebrios.

“El balconing es lo más llamativo, pero es sólo la punta del iceberg. Detrás de él, también hay peleas de bar, atropellos o heridos con arma blanca. Por eso se está incidiendo mucho en que ninguno de estos jóvenes se quede separado del grupo porque entonces, sobre todo si ha bebido, es mucho más propenso a caerse por un balcón, pero también a que le roben, le den una paliza o cualquier cosa”, explica Segura.

Los primeros datos apuntan a que el trabajo conjunto entre el gobierno británico y el hospital de Son Espases está funcionando, aunque la pandemia no permite obtener conclusiones fiables.

“Parece que el número de casos ha ido descendido, pero aún tenemos pocos años para confirmar que hay una tendencia clara, porque la pandemia ha trastocado todo el análisis. Cuando vuelva a haber unos años con datos turísticos similares a los anteriores a la Covid podremos ver si hay una correlación causa-efecto entre las medidas de prevención y la realidad”, comenta el sanitario andaluz.

También hay que tener en cuenta que el análisis realizado por Segura y su equipo, que se publicó en la revista Injury en 2017, no tiene en cuenta los precipitados que fallecieron en el acto sin llegar al hospital. Por esta razón sólo se registró un caso de fallecimiento –apenas el 2,17% del total-, ya que sólo se recogieron en el estudio los casos de las víctimas que requirieron ingreso.

“Además, los pacientes están sesgados porque después de darles asistencia urgente en Son Espases, no podemos hacerles un seguimiento porque no sabemos qué les pasa después en su país, donde siguen la rehabilitación. Por eso traté de contactar con los consulados”, detalla este experto en balconing que reconoce las dos caras de una denominación que no pusieron los médicos, sino los medios.

“Creo que a veces hay mucha frivolidad, mucha broma. Nadie hace bromas con los accidentes de tráfico, pese a que bastantes están vinculados con el consumo de alcohol. Parece que con el balconing sí pueden hacerlas porque no toca a los nuestros, ya que las víctimas suelen ser extranjeras", dice. "No sé si el nombre contribuye también a esto, sin tener en cuenta que quita vidas y destroza familias. Pero, por otro lado, al menos lo ha puesto de moda para que los políticos y la opinión social se pongan en marcha. La parte positiva es que es un problema más visualizado”.

Segura aún no sabe cuándo ni dónde le entregarán la medalla. Puede que sea a finales de noviembre o en diciembre, quizá con un viaje del embajador en España, Hugh Elliott, hasta Palma. Al menos ya puede contarlo, porque cuando le informaron de ello le pidieron máxima discreción ya que aún estaba pendiente la autorización de la reina Isabell II.

“Me llamaron por teléfono desde Madrid y una secretaria de la embajada me pasó con el embajador. Yo pensaba que era para retomar, después de la tercera ola cuando ya estábamos un poco más tranquilos, campañas y acciones. Pero me dijo que se habría propuesto mi nombre para esta condecoración”, cuenta.

Segura cumplió y sólo se lo contó a su novia Andrea, también cirujana, a los familiares más directos y a un par de jefes del hospital. “Estoy muy honrado y agradecido de que otro país haya valorado mi trabajo. La medalla me la llevo yo a título personal, pero también reconoce el trabajo en Son Espases, que es uno de los hospitales que mejor llevan los politraumas”, concluye el cirujano andaluz mientras se escucha el jaleo de Urgencias de fondo. Empieza otra hora de oro.