Ana Iris Simón de pequeña, junto a un niño saharaui en su casa.

Ana Iris Simón de pequeña, junto a un niño saharaui en su casa. Cedida

Reportajes

La aplaudida Ana Iris, la hija de carteros criada en un pueblo de Toledo donde acogía saharauis

Su discurso ante Pedro Sánchez en el que reivindica la vivienda, el trabajo y la familia ha dado la vuelta a España.

25 mayo, 2021 02:02

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"No habrá agenda 2030 ni plan 2050 si en 2021 no hay techo para las placas solares porque no tenemos casas, ni niños que se conecten al wifi porque no tenemos hijos". Así de contundente concluyó Ana Iris Simón (Campo de Criptana, 1991) su discurso delante de Pedro Sánchez en La Moncloa el pasado viernes. Su intervención se desarrolló en el marco del Reto Demográfico del documento España 2050 contra la despoblación. Y dio la vuelta a España.

Ana Iris se ha convertido, con ese discurso, en el renovado altavoz de una generación hija del 15-M que reclama independizarse, tener una vivienda y un trabajo dignos; y ser libre financieramente para tener hijos. Tres supuestos que, para la generación de sus padres, estaban más que asegurados. Por mucho que parezca una obviedad, no le han faltado detractores. Sobre todo, en sectores de la izquierda a la que Ana Iris acusa de haberse entretenido, de la mano del liberalismo, en juegos identitarios que han ido en contra de los intereses reales de la clase trabajadora.

El recorrido de Simón hasta ese discurso que sacudió a Sánchez y a su plan 2050 lo precedió “Feria” (Círculo de Tiza, 2020), su primer libro. En él hace un alegato por la vida sencilla y en los pueblos pequeños, en concreto, de La Mancha, donde ella pasó su infancia. Esta es su historia más desconocida:

Padres carteros

Nació en Campo de Criptana (Ciudad Real), pero apenas vivió allí un año. Sus padres eran carteros y se fueron a trabajar a Ontígola, un pueblo de 1.000 habitantes de la provincia de Toledo, a diez minutos en coche de Aranjuez. Allí, la familia estuvo de mudanzas hasta que finalmente sus padres consiguieron una plaza y les asignaron una casa. Esa casa, de hecho, fue la primera oficina de Correos de Ontígola. “El garaje es donde se acumulaban los sobres y los sacos”, recuerda un amigo de la familia.

A pesar de que Ontígola tenía una escuela -hoy cuenta también con un instituto-, Ana Iris estudió primaria y secundaria en Aranjuez. Su infancia estuvo caracterizada por una fuerte unión con su familia, a la cual visitaba todos los fines de semana en Campo de Criptana. Fueron aquellos años los que la arraigaron a La Mancha y a las tradiciones familiares. Por parte de padre, por ejemplo, eran 18 primos -él tiene siete hermanos- y su familia siempre fue muy nuclear. “Crecimos con una red muy fuerte”, explica un familiar a este periódico. Ana Iris, de hecho, viajaba mucho con sus abuelos feriantes, a quienes estuvo muy unida.

Los años pasaron hasta la mayoría de edad en aquel entorno de sencillez. La política, sin embargo, también fue una constante en los años de infancia y adolescencia de Ana Iris. Ya de niña, convivió con niños saharauis en su casa de Ontígola, a quienes su familia acogió por temporadas. Además, sus padres y abuelos estuvieron históricamente unidos al Partido Comunista de España (PCE).

Al cumplir 13 años, sus padres se divorciaron. Más tarde, su padre se casaría con una mujer cominicana con la que lleva 10 años y su madre tiene novio. Ana Iris comenzó sus estudios de Periodismo y Comunicación Audiovisual en la Universidad Rey Juan Carlos, en el campus de Fuenlabrada, al sur de Madrid; y vivía con su madre y su hermano pequeño, a quien saca nueve años, en un piso minúsculo. Compartían los tres una habitación. Sus padres tenían un empleo fijo, pero no iban holgados económicamente. Como muchos otros jóvenes, Ana Iris compaginó su doble licenciatura como dependienta de una tienda de Desigual en Madrid y como azafata en el edificio de Telefónica en la Gran Vía de la capital. No era muy buena estudiante. Amigos suyos de aquella época recuerdan que no tenía especial pasión por la carrera. Le decepcionó. Lo que sí desarrolló en aquellos años fue su afición por el longboard.

Ana Iris Simón (derecha), con Santiago Carrillo en unos cursos de verano de la universidad.

Ana Iris Simón (derecha), con Santiago Carrillo en unos cursos de verano de la universidad. Cedida

En la etapa universitaria coincidió también en clase con Santos Bacana, el artista detrás de los videoclips de C. Tangana y quien ha reintroducido el imaginario tradicional español en la cultura pop. De alguna forma, ambos, uno a través de lo visual y la música, y la otra, a través de la literatura, reivindican lo patrio y la España clásica en un esfuerzo por desvincularla de lo rancio.

De Telva a Vice

Poco antes de terminar la universidad, consiguió su primer empleo como becaria en Telva. Corría el año 2011 y Ana Iris escribió un correo electrónico al entonces vicedirector de El Mundo y director del área de revistas y suplementos de Unidad Editorial, Miguel Ángel Mellado. No se conocían de nada, pero ambos eran criptanenses. Ana Iris le mandó un vídeo titulado “La Mancha es chula”, un trabajo audiovisual que había hecho para la universidad. Mellado le contestó que le había “emocionado mucho” el vídeo, pero le preguntó qué quería exactamente. Ella le respondió que quería hacer prácticas en El Mundo, pero terminó en la revista femenina, en la que trabajaría los próximos cinco años y donde se crecería como profesional.

La Mancha es chula from Anarcoiris Simón on Vimeo.

Sobre su antigua becaria, pasados los años, Mellado declara: "El relato de 'Feria' es brillante y revolucionario en la forma y en el fondo, y los jóvenes, tan olvidados, así como La Mancha, Campo de Criptana y Ontígola, le deben un gran reconocimiento" a Ana Iris Simón.

Según su entorno, Ana Iris siempre se ha sentido muy afortunada por haber tenido trabajo y, además, en lo suyo, en un momento en el que el empleo para los jóvenes en España atravesaba uno de sus peores momentos. Más aún en el sector de los medios de comunicación. 

En 2011, coincidiendo con la eclosión del 15-M, Ana Iris fue una activa participante en el movimiento. Llevaba media cabeza rapada y su aspecto e ideas chocaban con el ambiente y una revista femenina como Telva. “Tenía algunos prejuicios”, dice una amiga.

Eso no le impidió, sin embargo, ganarse el puesto de redactora de estilo de vida y viajes, después de reenganchar varios contratos cortos sustituyendo bajas. De pronto, Ana Iris se vio viajando a hoteles de cinco estrellas y destinos glamurosos y, cuando regresaba a casa, seguía compartiendo habitación con su madre y su hermano. El contraste era total. “Se sentía ajena a ese mundo”, dice una amiga. Entonces ganaba 1.200 euros al mes. 

Estando en Unidad Editorial, Ana Iris vivió dos ERES. Ninguno de ellos le afectó directamente, pero tuvo que enfrentarse al malestar en el interior de una empresa que pasa por uno de estos procesos. Ella era joven y sin ataduras, pero le impactó el efecto de aquellos despidos en personas con hipotecas y con hijos.

Después de aquel lustro, vio un anuncio de empleo a través de Facebook. El ofertante era Vice España, la filial española del medio global que desde hacía pocos años se había convertido en un referente de la generación millennial. Su estilo periodístico desenfadado y sus enfoques originales lo habían catapultado hacia la cima de las audiencias. Vice tenía su oficina española en Barcelona pero buscaban a redactores en Madrid. Ana Iris, según uno de sus compañeros de entonces, pensaba que no la iban a contratar “ni de coña”, viniendo de Telva. Pero, nuevamente, según ella misma repite, la suerte actuó. La contrataron.

Ana Iris Simón (derecha) en una de las concentraciones del 15-M.

Ana Iris Simón (derecha) en una de las concentraciones del 15-M. Cedida

Vice era un medio que estaba en las antípodas de lo que Ana Iris había mamado de pequeña: de alguna forma era la biblia de la posmodernidad. Una compañera recuerda que Ana Iris se sentía desencajada, igual que lo sintió cuando estaba en Telva. Aún así, Vice España era una “rara avis” en lo que respecta a la marca global.

Alguno de sus editores, como Gonzalo Herrera Trasobares, esgrimía en sus textos posturas más cercanas a la izquierda tradicional, con la que Ana Iris se sentía identificada. “Hicimos textos sobre el "Spexit" (la salida de España de la UE) y otras que dejaban ver una pluralidad ideológica… íbamos bastante por libre, a pesar de que respondíamos a la central en Londres”, apunta la compañera.

Quienes hoy la critican también señalaron a Vice de “peligrosos” cuando publicaron un texto sobre un simpatizante de Vox en el barrio obrero de Villaverde de Madrid. Como en todas las redacciones, en Vice España había de todo. Varios periodistas, entre los cuales estaba Ana Iris, escribían allí porque era su trabajo, no porque compartieran la línea editorial.

A pesar de todo, su relación con sus antiguos compañeros es buena y ella misma tiene un recuerdo “maravilloso” de ellos, según fuentes de su entorno. “Ana Iris nunca se ha movido en escenas literarias o tuiteras y que haya sacado ese libro no nos ha sorprendido, porque ella siempre ha sido así”, explica la excompañera.

Críticas desde la izquierda

A Ana Iris se la ha cuestionado por haber mencionado al fundador de la Falange Ramiro Ledesma Ramos en su libro. Una de sus amigas cercanas responde a esta polémica que Ana Iris sea posiblemente una de las personas más lejanas a esos planteamientos ideológicos, y que citó al falangista como una referencia literaria cuando hablaba del “Quijote de nuestro tiempo”, en el contexto de La Mancha.

Ante las críticas que Ana Iris ha recibido, sobre todo, a raíz de Feria y su discurso ante Sánchez, su amiga la define como alguien que prefiere que “su discurso lo compre la derecha a que lo compren liberales como Wall Street Wolverine”. “No se ha movido de lo que ya pensaba en el 15-M”.

En julio de 2020, Vice planteó un ERE, el tercero que le tocaba vivir a Ana Iris en su carrera. Pero esta vez le afectó de lleno y se vio en la calle. Para entonces vivía en Malasaña, el barrio de los “modernos” del centro de Madrid, donde compartía piso con cuatro personas. Lo que en un inicio supuso algo aspiracional para alguien de orígenes rurales, que le permitió tener una vida urbanita e ir a numerosas exposiciones y hacer planes culturales, también terminó por desencantarle.

Así, aprovechó el ERE para regresar a una pequeña ciudad, un proyecto que tenía desde hacía tiempo, a pesar de haber elegido ella misma aquella vida urbana. Se trasladó a Ávila con su actual pareja y más tarde, ambos se mudaron a Aranjuez, para estar cerca de su familia. El motivo principal es que estaba embarazada -espera un hijo en pocas semanas- y quería estar cerca de su familia.

Después de quedarse sin trabajo en Vice, comenzó como guionista de PlayZ, el canal de Televisión Española dedicado a un público millennial. “Es un lugar en el que se nota el esfuerzo por que haya una pluralidad ideológica”, dice una persona de su entorno sobre su nuevo trabajo. Allí está con contratos que van por temporadas. Se los van renovando, al tiempo que compagina su papel como escritora y referente indiscutible que reivindica el regreso a lo sencillo y a lo de siempre, aun a riesgo de que la tilden de reaccionaria.