- Hijo: Yo creo que tienes razón tú (...) sospechan algo de nosotros, ¿vale? Porque ahora he encontrado un artículo que han colgado en el Diario Avui, ¿vale?

- Jordi Magentí: Sí.

- Hijo: Y salía que la policía ahora quiere ir con un georadar para encontrar algún arma del crimen o una bala o alguna prueba ¿vale?

-Jordi Magentí: Pueden hacer lo que quieran, yo no sé nada"

- Hijo: Dicen que hay un vehículo 4x4 blanco.

- Jordi Magentí: Sí.

-Hijo: Que el día del crimen hizo unos viajes sospechosos. Los Mossos están tras su pista.

-Jordi Magentí: Ah.

-Hijo: Yo creo que lo ven en las cámaras.

-Jordi Magentí: Sí. Escúchame, no deberías telefonear para estas cosas… ¿entiendes?

Jordi Magentí Gamell es un tipo que se pone nervioso con facilidad. Impulsivo, de poca reflexión, visceral. Como cuando asesinó en 1997 a su mujer a tiros con una escopeta de caza, en plena calle, a plena luz del día. Sobre todo, dicen sus vecinos, cuando estaba pescando, o en el pantano. Pero tampoco era tonto. Sabía lo que eran los métodos policiales por sus graves antecedentes.

Levantado el secreto de sumario en el crimen de Susqueda

Por eso intuyó que su teléfono, tras el crimen de Susqueda, podía estar pinchado. Y lo estaba. También su casa, intervenida, tenía sistemas de grabación inalámbricos instalados. Los Mossos supieron de ese modo algunas de las conversaciones que mantuvo con su entorno más próximo, echando así el cerco a la que entonces se convirtió en su principal objetivo. Una de ellas era esta, a la que ha tenido acceso EL ESPAÑOL. La mantuvo con su hijo tiempo después de que saltara a la luz el crimen de Susqueda, el pasado 8 de febrero. En ese momento, no tenían prácticamente ninguna duda de que era él. Lo único que faltaba era recabar todas las pruebas.

Una de las claves tuvo que ver con el momento que Jordi Magentí comienza a preparar su huida de España a Colombia. Cuando los Mossos detectan en las grabaciones que está preparando el viaje, se ponen manos a la obra para detenerle porque el principal sospechoso de la autoría del crimen de Marc y Paula está a punto de escaparse. Y le detienen.

Jordi Magentí ha tratado de incriminar a su hijo en el crimen. El joven manejaba plantaciones de marihuana por los bosques que rodean el pantano.

Jordi Magentí ha tratado de incriminar a su hijo en el crimen. El joven manejaba plantaciones de marihuana por los bosques que rodean el pantano.

Estas conversaciones son parte fundamental del sumario, cuyo secreto ha sido ya abierto. En él, Jordi Magentí aparece tanto montado en su coche por la zona del pantano el día del crimen como en el lugar de los hechos. Su hijo, que en un principio podría estar relacionado con los hechos de la mañana del 24 de agosto de 2017, fue descartado por los Mossos debido a que su teléfono posicionaba a 20 kilómetros del lugar. Sin embargo, su nombre surge de nuevo con una sombra después de que su padre apuntase directamente hacia él en una conversación que mantuvo con uno de sus compañeros de celda y que fue luego filtrada a los medios.

El pantano, lugar clave de padre e hijo

El pantano era un punto clave en la vida de Jordi desde que volvió de Colombia con su mujer. Era su vía de escape. Su zona zen. Tras un largo exilio, que comenzó cuando salió de la cárcel en el año 2009, regresó a su hogar (Anglès). Con sus 660 hectáreas de embalse y 1775 kilómetros cuadrados de cuenca, se trata de un lugar con múltiples recovecos, con zonas de pesca, zonas de bosque, algunos pequeños negocios de restauración esparcidos por donde pasan las carreteras y poco más. Jordi Magentí se creía poseedor de aquel lugar como su zona de recreo, un terreno que conocía desde niño. Aquel lugar era como estar en casa. 

La pesca, su actividad favorita, ocupaba buena parte de su tiempo, por lo que echaba largos días con sus cañas y sus bártulos a orillas de las aguas de Susqueda. Otros pescadores del pueblo contaban que al principal sospechoso de la muerte de Marc y Paula no le gustaba que le molestaran. Tenía un carácter irascible y saltaba a la mínima.

La boda entre Jordi y su nueva mujer tuvo lugar en el año 2012.

La boda entre Jordi y su nueva mujer tuvo lugar en el año 2012.

Jordi solía acudir de cuando en vez a concursos de pesca de la zona. Todos los pescadores locales sabían de sus prontos, del carácter volcánico con el que podía llegar a reaccionar si alguien le contrariaba. Si el que tenía al lado estaba pescando más que él. Los vecinos, también pescadores, lo contaban así a este reportero: “Le daba mucha rabia. Como él cogiera menos que tú, se volvía loco. Se enfadaba y se ponía como un loco. En serio”.

El pantano era el lugar que controlaba mejor. También su hijo, Jordi Magentí García, conocía muy bien la zona. Allí tenía con su padre una plantación de marihuana que gestionaban ambos en conjunto. Desde su vuelta de Colombia, Jordi Magentí padre no logró hacerse con ningún trabajo, así que esta sería su principal fuente de ingresos.

Para protegerla, Jordi adquirió meses atrás una pistola de manera ilegal. La buscó por ordenador, y ese rastro fue luego encontrado por los investigadores. Sin licencia de armas desde hacía 20 años, cuando asesinó a su entonces mujer, se había hecho con un arma similar o idéntica a la que habría acabado con Marc y Paula. Cada vez que pasaba por el pantano lo hacía armado, así podía pasarse antes para revisar el estado de la plantación.

El 24 de agosto del año pasado, cuando ocurrieron los hechos, Jordi llegó al lugar media hora antes que Marc y Paula. Las cámaras de la carretera le captaron conduciendo su Land Rover Defender de color blanco, inconfundible.

Jordi ha tratado ahora de incriminar a su hijo en el crimen, diciendo que fue el joven y no él quien perpetró el crimen y que él le ayudó a deshacerse de los cuerpos. Nuevo cambio en su versión: aseguró que ese día fue al pantano con su hijo para regar la plantación de marihuana que tenían en la zona. El hombre dijo que ayudó al hijo porque le hacía chantaje emocional por haber asesinado a su madre.

Esto es algo que resulta, en principio, imposible para los investigadores. La mañana del crimen, el teléfono móvil de Jordi hijo era localizado vía satélite en el municipio de Julià de Llor, 20 kilómetros al este del pantano, en dirección a la costa. El hijo no podía haber perpetrado el crimen. Solo pudo haberlo cometido, piensan los investigadores, una sola persona.

¿Por qué murieron Marc y Paula?

Diez y media de la mañana. 24 de agosto. Jordi Magentí llega al pantano en su coche. Después de revisar la plantación, se va a pescar a la zona de la Rierica, un poco hacia el norte.

Media hora después, tras haber parado a desayunar, Marc y Paula se preparan para entrar al pantano con el kayak. Una vez en el agua, se dirigen casualmente hacia el mismo lugar en el que está pescando Magentí. Lo que en ese momento ocurre nadie lo sabe, porque solo estaban ellos tres en la zona, pero los investigadores apuntan a una discusión entre los jóvenes y el iracundo pescador de Anglès. Presumiblemente, por estar cazando patos, o para estar utilizando patos como cebo.

Minutos después, varios testigos que se encontraban en las inmediaciones del pantano escucharon cuatro disparos: tres seguidos, un cuarto algo después. Marc y Paula acababan de ser asesinados.

Magentí escondió los cuerpos. La madrugada siguiente, volvió al pantano y se fue a pescar de madrugada. Desapareció al menos durante dos horas. Fue esa noche cuando se deshizo de los cadáveres. Trasladó los cadáveres en kayak a la zona en la que más le interesaba que se hundiesen. Luego rajó la embaración, que apareció llena de sangre. Más tarde ató los cuerpos con un peso y los arrojó a lo más hondo.

Del coche de los jóvenes, un Opel Zafira color azul, se deshizo poniendo una piedra apretada contra el acelerador. Lo hundió con las ventanillas subidas. A los pocos días, la Guardia Civil logró extraer el vehículo de las aguas del pantano. Era el primer paso para una complicada investigación que se prolongó hasta el pasado mes de marzo.

Intento de huida del país

Marc Hernández y Paula Mas, en las fotografías difundidas por su familia durante los días de la búsqueda.

Marc Hernández y Paula Mas, en las fotografías difundidas por su familia durante los días de la búsqueda.

Jordi se puso nervioso. Rápidamente compró un billete de avión para su novia y esta viajó de urgencia a Colombia. Allí sigue. Él permanece unos meses más para tratar de recaudar algo de dinero procedente de la plantación de marihuana que maneja con su hijo. En febrero de este mismo año, con su casa repleta de micrófonos inalámbricos, los agentes se enteraron de sus propósitos. No les quedó otra que proceder a detenerle.

Los Mossos sabían que quien había matado a los dos jóvenes conocía el terreno, un paraje inhóspito en el que perderse en unos bosques repletos de jabalís y otras especies. Sabían también que quien había asesinado a los jóvenes no les conocía. Lo que más encajaba era un cazador o un pescador. Ese era el perfil que manejaban. Ese fue el perfil con el que dieron.

La implicación de su hijo, que fue detenido a la vez que el padre pero fue puesto en libertad provisional a los pocos días del crimen, tan solo subraya el hecho de que quienes han investigado el caso están solo pendientes de un sospechoso, el único que hay, el único que pudo matar a Marc y a Paula.

Jordi Magentí actuó allí casi como un fantasma. No hay restos de su ADN ni en la escena del crimen ni en los cuerpos de los jóvenes. Tampoco en el coche, extraído de lo más profundo de las aguas del embalse un mes después del crimen, el 26 de septiembre. Pese a todo, no hay duda alguna de que fue el autor de los hechos. Pasan los meses y los misterios del pantano son inacabables.