Hace unos días, una niña de seis años paseaba por A Coruña con su familia cuando vio un cartel azul colgado de una farola. En letras grandes se leía: “Sé segundo.”
—Papá, ¿qué quiere decir eso? —preguntó, intrigada.
El padre sonrió y le contestó:
—Lo entenderás el sábado, cuando corramos la Enki.
Y llegó el sábado. Desde temprano, las calles se llenaron de colores, risas, tambores y música. La niña se puso su camiseta amarilla y un tutú de purpurina que había hecho en clase. En la salida rosa había miles de personas: familias enteras, amigos, colegios, asociaciones. Algunos iban en silla de ruedas, otros caminaban lento, muchos disfrazados. Había tanta alegría que daba igual quién llegara antes o después.
Al principio, la niña intentó correr muy rápido. Pero enseguida se dio cuenta de que su amiga se quedaba atrás acompañando una silla, así que frenó. “Vamos juntas”, dijo. Y a partir de ahí, todo cambió. Empujaron, rieron, se ayudaron a subir una rampa, se mojaron con espuma y cruzaron la meta dándose la mano.
Al terminar, mojadas y llenas de harina, se abrazaron. Y entonces, al mirar a su alrededor, la niña volvió a ver otro cartel, igual que el de la farola, pero con otra frase:
“Los primeros dan un paso. Los segundos lo convierten en un movimiento.”
Y por fin lo entendió.
La Carrera Enki no va de correr rápido. Va de hacer camino juntos. De descubrir que lo importante no es ganar, sino compartir. Este año somos 15.000 personas llenando las calles de A Coruña con el mismo propósito: celebrar la diversidad, la empatía y la alegría de estar juntos.
Enki es una carrera distinta. Aquí los verdaderos protagonistas son los que suman, los que ayudan, los que acompañan, los que se paran a esperar, los que sonríen desde la acera. Los que entienden que ser segundo no es quedar detrás, sino dar un paso al lado para que otros avancen contigo.