Torre de Hércules de chocolate y bizcocho en el interior de Glaccé.
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El último roscón de Glaccé, en A Coruña: "Pena tengo toda la del mundo, pero con pena no se vive"
Carmen Gómez cerrará el 28 de septiembre la confitería que abrió con su madre en 1964, popular por los dulces típicos del Día de Reyes. La gran Torre de Hércules de chocolate en su interior desde que el monumento fue declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco en 2009 será destrozada
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En Glaccé hay un libro de oro, en realidad un archivador que guarda forradas las fotografías y textos que personalidades de A Coruña se hicieron o escribieron en la conocida pastelería de la calle Menéndez y Pelayo cuando la Torre de Hércules fue declarada Patrimonio de la Humanidad por la Unesco, en el verano de 2009.
Aquel año, en Glaccé se construyó una Torre de Hércules distinta, hecha de chocolate y bizcocho. Desde entonces, políticos, empresarios, artistas y otros conocidos de la sociedad coruñesa se fotografiaron en la pastelería al lado de la torre dulce y junto a su creador o con la familia que durante casi 61 años ha gestionado el negocio.
A Glaccé le quedan ocho días hasta su cierre. El próximo 28 de septiembre pondrá el candado Carmen Gómez, su propietaria, que desde los 14 años ha trabajado en la tienda. La torre de chocolate, que preside en una vitrina el interior de la confitería, será destrozada: "No hay quien la coma".
Exterior de la confitería Glaccé en la calle Menéndez y Pelayo de A Coruña.
Los clientes de Glaccé preguntan a Carmen estos días qué va a pasar con esa torre. Ella responde mientras sirve los últimos roscones de Reyes que a diario se preparan en los hornos del establecimiento: "Se llevan para congelar y se espera a comerlos en enero".
Algún día de esta semana había colas con una decena de personas que en el exterior esperaban a ser atendidas para llevarse un roscón. Otras se llevaban bandejas con dónuts o cruasanes. Habrá más hasta el último día.
"No quedan pasteleros"
El 4 de diciembre de 1964, recuerda Carmen Gómez, abrió Glaccé. Desde el primer día ayudó a su madre. "Hasta hoy", resume, sin ganas de volver atrás en la memoria, reacia a contar por qué su familia decidió abrir una pastelería en el Ensanche de A Coruña o cómo ha evolucionado su negocio en más de seis décadas.
"¿Que si me da pena cerrar? Tengo toda la del mundo, pero con la pena no se vive", expresa resignada a la falta de continuidad. "Yo ayudé a mi madre aquí en el mostrador, pero después de mí no hay nadie que pueda seguir ayudando o con el negocio, así que...", cuenta a sus clientes.
Roscones de Reyes en el escaparate de Glaccé.
"Tampoco quedan pasteleros en la ciudad", añade. Su hermano es uno de ellos, el creador de la Torre de Hércules de bizcocho y chocolate que pronto romperá en pedazos. Ni pastelerías. "Antes había muchísimas, ahora quedan muy pocas", apunta a la calle paralela de enfrente, donde aún resiste Berna, también con roscones para el Día de Reyes.
Hace un año la familia Gómez buscaba comprador para Glaccé, al precio de 800.000 euros, según el anuncio de una inmobiliaria. Nadie compró, que se sepa. Pero la pastelería se despide. Las próximas Navidades ya no habrá colas que den la vuelta a la esquina y se alarguen por otra calle.
En estos últimos días aún se venden pasteles, nata y crema, caramelos y chocolatinas, roscones que todavía harán que los clientes vuelvan a Glaccé para llevarse un delicioso e inolvidable manjar al paladar.