Fachada de la residencia Elviña Bao.

Fachada de la residencia Elviña Bao. UDC.

Educación

La residencia, alternativa al piso para estudiar en A Coruña: un nuevo hogar y una nueva realidad

La salida del nido familiar conlleva un cambio de lugar de residencia en muchos casos, de hábitos y de rutinas

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Hacer las maletas. Hacer el petate. Son algunas de las expresiones que nos evocan dos puntos de vista diferentes, que con el paso de los años se van invirtiendo. Por un lado, el de la realidad del nido familiar en el que un estudiante o una estudiante vuela de él para pasar días, semanas, meses o años fuera del que ha sido su entorno vital, y por otro el del propio estudiante que abraza una nueva sensación de libertad pero que va a asumir responsabilidades que, aunque ya debería ostentar en una gran parte, la experiencia nos dice que no ha sido tal.

Ir a estudiar fuera de casa es un proceso vital más. Hay opciones para ir y volver, sobre todo con la estandarización del tren, pero este método no llega a todos los lugares de Galicia. Un estudiante de Ferrol, si quiere ir en tren, puede plantearse mutar a caracol, porque su trayecto será incluso más rápido de esta forma, metafóricamente hablando. Esta conexión es muy cómoda con Ourense, A Coruña, Vigo o Santiago de Compostela, pero complicada si te sales de este eje.

El autobús es otro método alternativo, pero presenta también problemas de conectividad y horarios. El depender de ciertas franjas, o incluso, el poder verte mirando al horizonte porque el último servicio va lleno o, directamente, no va, hace que no se constituya como una realidad en muchos casos.

Luego está el método tradicional de desplazamiento. Usar un vehículo particular, bien sea propio y gastar el dinero en combustible, caro aunque menos que antaño, peajes, y mantenimiento vario del propio coche. O la opción intermedia, usar un servicio de intercambio de viajes, que tanto se popularizó antes de la pandemia.

"Repiten muchos. Los padres quieren que vengan"

Lorena Lema, responsable de la Elviña Bao

Si estas tres vías no encajan, la realidad es que el estudiante deberá mudarse, temporal o definitivamente, a su ciudad de estudios. Santiago, A Coruña, Vigo, Ourense, Lugo, Ferrol y Pontevedra acogen ese éxodo de universitarios que ahora deberán tomar otra decisión en paralelo a su grado universitario: dónde van a vivir.

Buscar piso es una odisea, salvo que tengas suerte, pero en A Coruña encontrar plaza en una residencia tampoco es mucho más sencillo, aunque sea la opción que más suele convencer a las familias.

En A Coruña, la única opción pública es la Elviña Bao

Lorena Lema es la guardiana de la residencia universitaria pública Elvira Bao, el refugio de un centenar de estudiantes. Acceder no es fácil, porque va por convocatoria. "Sacamos la convocatoria el 23 de mayo y el plazo finalizó el 23 de junio. Los alumnos que quieren entrar tienen que cubrir un formulario, y aportar documentación. Entran por notas y renta", explica en conversación con Quincemil.

La realidad es que son un centenar, para todos los grados y cursos, una cantidad que se queda escasa pero que es la capacidad máxima. "Tenemos 118 plazas, 100 para alumnos nacionales, 8 para internacionales y el resto para reservas de traslados", informa.

Las normas son flexibles, pero buscan asegurar una buena convivencia. "Los alumnos tienen disponibilidad las 24 horas. Hay vigilante y recepción, pueden entrar y salir cuando quieren. Deben cumplir la normativa interna y el reglamento", relata de una forma lógica.

Una de las salas comunes de la Elviña Bao.

Una de las salas comunes de la Elviña Bao. UDC

Esta convivencia incluye las "salas de comedor, de ocio, y la sala de estudios. Las salas comunes están disponibles hasta la medianoche, y los viernes y sábado hasta la una de la mañana. A partir de ahí, deben ir a sus habitaciones. Los vigilantes hacen rondas para asegurar que los residentes puedan descansar", comenta Lema.

El lugar no está reservado solo a los residentes, sino que pueden acceder sus visitas. "Los residentes pueden tener visitas. De 10 de la mañana a 10 de la noche, hay un registro, baja el residente a por ellos y pueden acceder y estar con él", confirma.

Los dormitorios, que es la zona más sensible por ser la más íntima, son "amplios, con camas dobles, escritorios grandes, estanterías, armarios, ducha y cuarto de baño". Un nuevo nido para estos estudiantes que construyen su futuro.

Imagen de una de las habitaciones de la Elviña Bao.

Imagen de una de las habitaciones de la Elviña Bao. UDC.

Los períodos de estancia son "de septiembre a junio. Pero por tema de exámenes, entre mayo y junio ya se va la mayoría".

Las familias son las más interesadas en que sus hijos o hijas disfruten de esta experiencia. "Repiten muchos. Los padres quieren que vengan, pero una vez que vienen se quedan. Muchos hicieron los cuatro años", concluye.

La realidad es que el proceso de convivencia, salvo roces que no tienen ni importancia más que a nivel de anécdota, es muy positivo. "Salvo algún cambio por afinidad más que por convivencia, todo es sencillo. Hacen una fiesta de estancia, hay grupos pero se llevan bien. De hecho, los internacionales los van a buscar los nacionales, los van a buscar al aeropuerto. Tienen un grupo de WhatsApp, y anuncian su llegada, y allí se van".

La vida en una residencia universitaria pública

Nerea Paz es un testimonio claro de lo que significa vivir en una residencia como la Elviña Bao. Tras dos años, aspira a renovar su plaza, algo que sabrá en los próximos días.

El principal hándicap suele ser el compartir habitación, a su juicio: "Hay mucha gente que ve el compartir habitación como algo súper negativo. Es gente que no conoces, porque si vas a compartir con un colega, al menos conoces con quién estás compartiendo".

"Si la convivencia es mala, administración va a hacer todo lo posible para que estés a gusto"

Nerea Paz, estudiante

Esta convivencia es la clave: "puede ir muy bien o muy mal", explica y razona que "pueden ser horarios súper distintos, sobre todo afectar a la hora de madrugar, o de irte a dormir. O te puede tocar alguien que no limpia, que no sé qué es peor. Si la convivencia es mala, administración va a hacer todo lo posible para que estés a gusto, y cambiarte de habitación. Yo tuve que cambiar el primer año, el segundo tuve más suerte".

Compartir espacio tiene cosas buenas. "Yo lo llevé mejor de lo que esperaba, soy una persona a la que le gusta el momento de soledad. Me ayudó que entablé una buena relación con mi compañera de este año. No conozco a nadie que le llame compartir habitación, pero desde mi perspectiva, llegar de la uni y tener a quien contarle las cosas me ayudó mucho a sobrellevar el estrés de la vida universitaria, el tener con quien hablar, y si no quieres hablar, pues no pasa nada y no se habla, todo depende de las personalidades".

Las instalaciones también cautivan a Nerea. "Hay una cocina comedor equipada con cosas básicas. Lo malo es que no te da la libertad de cocinar a ti misma, pero la resi cuenta con un convenio de comedor que pagas aparte, aunque yo no lo cogí por temas de horarios y me vi obligada a tirar de comida precalentada y tupes de la abuela, que es lo que me salvaron". Es un hecho en el que, según explica, "están trabajando y solucionando, la intención es tener una freidora de aire caliente para los que no pueden tener comedor".

"Aparte del precio, está la ubicación. Estamos a cinco minutos andando de Riazor"

Nerea Paz, estudiante

Los espacios de estudio y ocio están muy marcados. Según explica, "hay una sala de estudio grande, y que sobre todo en enero y mayo está muy demandada. Luego hay una sala de ocio con sofás, tele, futbolín, juegos de mesa, una videoconsola, de todo. Si quieres desconectar y cae el diluvio universal, no tienes que quedarte en la habitación".

La estudiante se queda sobre todo con el tema horarios: "No los tenemos, ni de entrada ni de salida. Además, el factor principal son los precios. Yo no viví en un piso y solo sé lo que me cuentan mis amigas, pero es muy difícil encontrar algo donde pagues 250 euros solo por el alquiler. Aparte del precio, está la ubicación. Estamos a cinco minutos andando de Riazor, al lado de Náutica, tiene buena conexión con buses y está a quince minutos de plaza de Pontevedra que para mí es la mejor parada para coger la línea UDC".

Las alternativas, las privadas

A Coruña también ofrece opciones privadas. Residencias que, por un coste mayor, pueden acoger a estos estudiantes. Canalizan una demanda incipiente, agravada además por el problema real de acceso a la vivienda.

Las familias agradecen tener la sensación de control de sus hijos, de que están cuidados aunque no sea por su intervención directa. Que comen, que comen bien, que duermen, que tienen medios para lavar la ropa, estudiar y socializar.

El coste es sin duda el mayor handicap. Las hay desde que son específicamente diseñadas para estudiantes, como pensiones que por una cantidad mensual cerrada incluye todos los servicios.

Sea como fuere, la realidad es que cada vez son una alternativa mayor a los pisos de estudiantes compartidos, un hecho que antes se ceñía más a esta etapa vital de la postadolescencia pero que, con el aumento de los alquileres, cada vez son mayores las ofertas de habitaciones de un piso y no un piso, aunque sea pequeño. Es la nueva realidad social, que no convence a muchos, aunque le llamen progreso.