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Un viaje al pasado: La Cápsula del Tiempo de Fonseca, en Santiago

Se cumplen diez años desde que se enterró el contenedor que revelará cómo era la vida en Santiago en el año del accidente de Angrois

No es ninguna sorpresa que el ser humano tiene, de forma innata, la necesidad de  entender el mundo. Así es como nacieron la mitología o la religión, que buscaban dar  respuesta a las principales preguntas del hombre. Y es que sólo un profundo  conocimiento de la historia, nos permite construir el presente con la tranquilidad de  haber hecho lo posible por no repetir los mismos errores que ya se cometieron.  

Una de las formas más curiosas de conocer cómo era la vida en un determinado lugar  son las cápsulas del tiempo, contenedores que se crean con la intención de preservar objetos, documentos o mensajes para que sean descubiertos en el futuro. Se entierran  en lugares específicos con la esperanza de que sean abiertas por las generaciones  futuras.  

Al descubrir una cápsula del tiempo, las personas pueden obtener una visión directa de  la vida y las experiencias de aquellos que la crearon, lo que les permite comprender  mejor la historia y la evolución de la sociedad.

Un ejemplo de este tipo de contenedores de historia lo podemos encontrar en el jardín  de Fonseca, donde en abril de 2013 se enterró una caja que será abierta dentro de 24  años, concretamente el 27 de abril de 2047.

Un trozo de historia en los jardines de Fonseca  

Laura Huelin tiene ahora 33 años, pero cuando dejó su huella en este proyecto todavía  estaba acabando su carrera en Coruña. Se animó a participar porque conocía a los  organizadores y “quería hacer algo diferente a salir de fiesta, quedar con compañeros de  clase e ir siempre a los mismos sitios”.  

La cápsula del tiempo de Fonseca formó parte del proyecto Once Uns, una iniciativa de  Sentinel Wardrobe en colaboración con la Universidad de Santiago. Aunque no se trata  de una cápsula corriente, ya que en su interior no hay objetos, sino memorias USB y un  ordenador para leerlas. Esto es así porque se trata de una memoria digital.  

“Hice un esfuerzo consciente por olvidar lo que había elegido meter, pero sé que me  escribí una carta desde el pasado. Recuerdo que la acompañé de cosas que me gustaban  mucho en ese momento: capítulos de series, supongo que algún libro y, a lo mejor, una  película y algo de música. Lo que estoy casi segura es de que no puse fotos”, recuerda  Laura.  

Para ella, la iniciativa tiene un valor “tremendo”, ya que “además de dejar un fragmento  del pasado congelado y comprometerse a mantenerlo aislado durante 50 años, hicieron un trabajo de reflexión para entender el ritmo al que avanzaba la tecnología”. 

La participación fue anónima, a través de un sobre con un código depositado en la oficina  de Correos de la rúa do Franco. Una de las particularidades es que las memorias USB  entregadas en su momento serán devueltas a sus propietarios una vez sea desenterrada.  

“No estamos ni en la mitad, y las personas que enterraron cosas personales hoy son  completamente diferentes a quienes eran”, reflexiona la participante.  

Y es que en el año que se enterró la cápsula, 2013, Santiago fue declarada Ciudad  Europea de la Cultura, se celebró el Año Santo Compostelano y se produjo el trágico  accidente del tren de alta velocidad Alvia. Tres acontecimientos que marcaron la  actualidad de la ciudad y que aflorarán cuando el contenedor sea abierto.  

Existen cápsulas del tiempo en las cuatro provincias gallegas  

Otro ejemplo tuvo lugar en Lugo en el año 2010, cuando se enterró en el Campo Castela  un contenedor que guardará hasta el año 2100 parte de la historia de la ciudad. Este  soterramiento coincidió con el último día del Arde Lucus, y el año de apertura de la  misma será el del centenario de la primera edición de la fiesta.  

Vigo también se unió a la tendencia de las cápsulas del tiempo en el año 2015, cuando la Universidad de la ciudad enterró su memoria en tres cajas para conmemorar los 25  años de la institución. Serán abiertas en 2040 y en su interior se encontrarán unas mazas 

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