El primer ministro polaco, Donald Tusk, comparece ante los medios de comunicación durante una visita a la 32.ª Base Aérea Táctica de Lask, Polonia, este jueves.

El primer ministro polaco, Donald Tusk, comparece ante los medios de comunicación durante una visita a la 32.ª Base Aérea Táctica de Lask, Polonia, este jueves. EFE

Tribunas

Rusia nos está probando

Lanzar drones sobre Polonia sirve para tantear la arquitectura aérea aliada, encarecer su defensa y subrayar la determinación de Putin ante Washington.

Publicada

Todo se produjo en el contexto de un ataque ruso masivo contra Ucrania. La clásica misilada con cientos de drones y decenas de misiles. No tiene nada de raro. Septiembre es el prolegómeno del otoño y del invierno, y Rusia siempre procura preparar la llegada de las estaciones más duras del año haciendo un poco más penosa la vida de ese valiente pueblo llamado Ucrania.

En la noche del 10 al 11 de septiembre, en plena oleada rusa contra infraestructuras ucranianas, al menos diecinueve aparatos violaron el espacio aéreo de Polonia.

Varsovia informó de incursiones "desde última hora del martes hasta la mañana", con impactos y restos localizados en localidades del este como Wyryki-Wola (donde un dron destrozó el tejado de una vivienda), y en otras aldeas y comarcas, como Czosnówka, Czesniki o Krzywowierzba-Kolonia.

Inmediatamente, Polonia hizo despegar en scramble (de manera urgente, rápida y no programada) sus F-16, con apoyo aliado de F-35 neerlandeses y aviones de alerta temprana.

Los informes iniciales hablaban del derribo de sólo tres o cuatro aparatos confirmados antes de las 06:45. Posteriormente, Varsovia afirmó haber derribado diecinueve aparatos que suponían una amenaza.

Sin embargo, los restos observados en redes sociales indican que varios drones se estrellaron sin carga explosiva, en algunos casos junto a instalaciones militares.

Miembros del ejército polaco recogen uno de los drones que violaron el espacio aéreo polaco en Wohyn.

Miembros del ejército polaco recogen uno de los drones que violaron el espacio aéreo polaco en Wohyn. EFE

Tras una noche de tensión, el Gobierno polaco invocó el artículo 4 del Tratado de Washington para consultar de urgencia al Consejo Atlántico y conocer la opinión de los aliados.

Entretanto, varios aeropuertos, incluido Rzeszów, restringieron sus operaciones.

Las autoridades polacas y el análisis de los restos observados en redes sociales permiten concluir sin margen para la duda que los aparatos eran del tipo Gerbera: drones baratos, de espuma y madera contrachapada ensamblados en la enorme fábrica de Yelabuga.

Su empleo típico es como señuelo y dron de reconocimiento. Saturan radares, fuerzan a revelar posiciones, hacen lecturas de las emisiones electromagnéticas y absorben el gasto de carísimos misiles antiaéreos antes de que el cuerpo principal de drones suicidas Shahed-136 mejorados lleguen en masa acompañados por los misiles de crucero.

En esta incursión, varios Gerbera cayeron sin detonar. Hay variantes que pueden portar cabezas explosivas de hasta cinco kilos, pero en Polonia no hubo evidencia de su uso.

Es decir, lo que se buscaba era una respuesta medida mediante una acción modulada que ponía a prueba la determinación y la vigencia del articulado OTAN.

Más que un intento de causar daños en territorio aliado, este es, por tanto, un mensaje político.

Las propias valoraciones de los mandos aliados lo describen como un tanteo a la OTAN y a sus tiempos de reacción militares, pero sobre todo a su determinación política.

"La respuesta de la OTAN será interpretada por los rusos como una vara de medir. En tres años de guerra no se habían atrevido a ponerla a prueba"

El episodio polaco llega tres días después de que Rusia golpeara por primera vez el edificio del Gabinete de Ministros en Kiev durante el mayor ataque aéreo de la guerra, con más de ochocientos drones y misiles según recuentos ucranianos.

Ese impacto contra el corazón administrativo ucraniano cruzó una línea roja simbólica.

Vista en serie, la secuencia (golpe al Gobierno en Kiev y violación masiva del cielo polaco) me lleva a pensar que los rusos buscan reforzar su determinación, rechazar las negociaciones y normalizar acciones que antes Moscú evitaba, al tiempo que calibran las percepciones de riesgo y las tolerancias políticas de los aliados.

Lo más grave es que la respuesta será tomada por los rusos como la vara de medir de la OTAN. En tres años de guerra no se habían atrevido a ponerla a prueba.

Pero la noche del 10 de septiembre eso cambió.

¿Por qué ahora?

Un motivo plausible es la campaña ucraniana contra las refinerías rusas de la última semana, que ha puesto fuera de combate una parte sustancial de la capacidad de refino ruso.

Estimaciones independientes de Reuters sitúan la disrupción entre el 10% y el 17% de la capacidad de refino, alrededor de 1,1 millones de barriles diarios. Una merma que daña directamente la tesorería del Kremlin, cuestión clave para el sostenimiento financiero de la guerra.

Más aun si tenemos en cuenta el juego de equilibrios que Vladímir Putin lleva gestionando desde 2022 para sortear las sanciones occidentales, y financiar la guerra y su enorme gasto público, pero evitando a la vez una movilización general y el fin de la economía de consumo en Rusia.

En ese marco, lanzar drones Gerbera sobre Polonia, con ayuda de Bielorrusia, sirve para tantear la arquitectura aérea aliada, encarecer su defensa (interceptar señuelos con reactores y misiles es un intercambio favorable a Moscú) y subrayar la determinación de Putin ante Washington.

Pero, ante todo, sirve para mostrar el hartazgo ruso con el uso ucraniano de Starlink y los sistemas de guía inercial e imagen satelital de los países occidentales para golpear sus refinerías.

Y todo ello, sin provocar un enfrentamiento directo.

La señal es clara. Rusia puede ampliar el espectro del conflicto de modo irreversible si el coste energético-financiero que le impone Kiev sigue creciendo con la masiva ayuda de Occidente.

En lo operativo, Polonia y la OTAN han respondido políticamente. La invocación del artículo 4 mantiene el listón del artículo 5 intacto, pero deja claro que la porosidad del cielo aliado ya no es teórica.

Si Kiev continúa degradando la capacidad energética rusa, cabe esperar más oleadas mixtas: señuelos Gerbera para abrir camino, y golpes quirúrgicos o simbólicos para transmitir que Moscú no se queda sin opciones y que estaría dispuesto a escalar la situación.

La clave para la OTAN será responder con firmeza, sin dar imagen de división, y evitando una escalada con Rusia (o una concesión).

Sin embargo, el margen para el error de cálculo existe y debe ser considerado.

*** Yago Rodríguez es analista militar y geopolítico, y director de The Political Room.