
Pedro Sánchez.
Sánchez se prepara para contraatacar: ni puede ni quiere rendirse
Hay que descartar una salida voluntaria o forzada de Sánchez antes de 2027. Su atrincheramiento comportará nuevas amenazas para el Estado de derecho español.
La vertiginosa aceleración con que está conociéndose la corrupción que el PSOE y los gobiernos de Sánchez iniciaron nada más llegar al poder proyecta una sensación de fin de ciclo que es ilusoria.
Que se caigan las caretas, y que hasta los medios afines tengan que hacer hueco a tantos escándalos, no significa en absoluto que Sánchez vaya a renunciar al poder por dignidad, precisamente cuando menos le conviene.
Si dimitiera, a Sánchez no le esperaría una rehabilitación moral dentro de unos meses, cuando se viera exonerado, como le ha ocurrido por ejemplo al ex primer ministro portugués Costa, sino todo lo contrario.
Si eso ocurriera, se estrecharía el cerco judicial sobre él al perder el aforamiento (garantía procesal que tiene sentido institucional, pero que actualmente supone la injustificable ventaja de alargar años el procedimiento, lo que es oro en política).
Además, perdería toda la capacidad de influencia para defenderse judicial y mediáticamente que otorgan el BOE y el resto de prerrogativas del cargo.
Y la necesitará, dado que las tramas, al principio dispersas, van conectando en nombres recurrentes cuya conexión es el propio Sánchez.
Los otros tres pasajeros del Peugeot, su mujer en tratos con Air Europa (la empresa que logró las ayudas más cuantiosas durante la pandemia: ¡475 millones de euros!) y que tenía de comisionista a Aldama también para resolver temas con el gobierno venezolano, a quien apoya Zapatero a través de Delcy, con quien se veía clandestinamente Ábalos.
La madeja se aprieta más volviendo a Cerdán y desde ahí a Leire, que hacía averiguaciones también en Extremadura, donde se enchufó al hermanísimo.
Un lío difícil de seguir para los ciudadanos y laborioso de desentrañar procedimentalmente para los tribunales.
Es evidente que las responsabilidades políticas hace mucho que superaron el umbral de la decencia.
Por las mismas razones, tampoco se va a jugar Sánchez una cuestión de confianza o convocar elecciones anticipadamente.
Y la moción de censura no sucederá porque todos sus socios ganan más (y más que pueden sacar en estas circunstancias) con él de presidente, aunque cínicamente marquen distancia en sus discursos.
"Técnicamente, la destitución de Sánchez como secretario general no supondría el cese del Ejecutivo, pero es que además ni siquiera va a ocurrir"
¿Acaso desde dentro del PSOE puede llegar a quedarse sin apoyos?
Técnicamente, su destitución como secretario general no supondría el cese del Ejecutivo. Pero es que, además, eso no va a ocurrir.
En primer lugar porque, calcando el mecanismo del “revocatorio” de Podemos (quien a su vez lo importó de Venezuela), el Comité Federal ya no puede por sí mismo votar su salida.
Ahora ese órgano sólo puede proponer una consulta al conjunto de la militancia. Y, obviamente, Sánchez tendría toda la ventaja para ganarla reivindicando su reconquista de 2016.
No obstante, no sería preciso recurrir a ese mecanismo. Bastaría con que suficiente gente de peso en el partido le hiciera ver a Sánchez que su tiempo ha acabado.
Pero no está en absoluto ocurriendo eso. De hecho, está ocurriendo lo contrario: Sánchez mantiene intactos sus apoyos. Ni un solo ministro o alto cargo ha dimitido.
Ningún diputado hecho amago de dudar.
Llegado el momento, y es probable que lo veamos en esta legislatura, los diputados del PSOE no dudarían en rechazar el suplicatorio del Tribunal Supremo contra Sánchez.
También los “disidentes útiles” siguen cumpliendo con puntualidad su función.

La senadora del PSOE y expresidenta de la Junta de Andalucía Susana Díaz.
Como ocurrió con los pactos, primero con Podemos, más tarde con los independentistas, con EH Bildu, luego con los indultos o la amnistía, ahí están Felipe González, Susana Díaz o Page dando pellizcos de monja esenciales para retener al votante veterano que aún cree en un “PSOE bueno”, algo tan necesario para que Sánchez reeditara gobierno en 2023 como lo fue para Page que Sánchez compitiera con Sumar por el flanco woke y plurinacional.
Palabras, pero pocas.
González, por ejemplo, es miembro del Comité Federal, pero no acude a él para no enfrentarse a Sánchez. Así que todas esas palabras nunca llegan a generar una verdadera movilización dentro del partido.
Sánchez puede seguir, en fin, tan tranquilo, porque el teatro del compungimiento ha sido tan eficaz como sus cinco días de reflexión para comprobar que en "su" PSOE están prietas las filas (un determinante, "su", que ya significa posesión y no pertenencia).
Es decir, Sánchez no se va a ir, ni le va a echar nadie en esta legislatura. ¿Serán entonces los españoles en las urnas quienes sentencien su marcha?
Pueden pasar muchas cosas antes.
"España tiene que tomar de nuevo las riendas de su destino, lo que requiere reformar una Constitución que, se ha visto, es posible no respetar"
Podrá haber alguna condena por corrupción también al PP. Pero el electorado sabría mayoritariamente distinguir entre los temas pendientes de los gobiernos de la época de Rajoy (o anteriores) y los que implican a gobernantes actuales.
Más decisiva es la falta de alternativa política (salvo si se prestara más atención a lo que propone esa Izquierda Española que dirige Guillermo del Valle: les animo a interesarse).
Del Partido Popular se suele decir que tiene un problema de liderazgo, un reproche recurrente e incierto. Nadie tiene mucha pinta de presidente antes de serlo. Pero luego, la solemnidad protocolaria y el poder le revisten pronto de ese aura.
Pero lo que sí es más objetivo es que los populares no saben muy bien qué hacer con España. Su ponencia política, por ejemplo, pastelea con el catalanismo, al menos en materia de lenguas, como si bastara con volver al Majestic. Algo que no sólo no es deseable, además de origen de muchos problemas, sino que también sería imposible tras el descarrilamiento de 2017.
España tiene que tomar de nuevo las riendas de su destino, lo que requiere proponer una reforma de una Constitución que, se ha visto, es posible no respetar, como explicaba el pasado jueves Víctor Núñez en este periódico.
Entre otras cuestiones, debe delimitarse el reparto competencial con las comunidades autónomas, derogar los privilegios forales y asegurar los mecanismos de cooperación y lealtad institucional.
Si no, será Sánchez quien tomará pronto la iniciativa, pero en sentido contrario, por el doble interés de adelantarse políticamente y por tener más elementos de desguace con los que mercadear con sus socios.
Y, también, porque pega bastante con su carácter de jugador.
Para ello, entre sus probables pasos inmediatos estará intercambiar con Junts el apoyo a la reforma judicial (que la UCO pase a depender de un fiscal general sumiso y la mayoría partidista en el Tribunal Constitucional es todo lo que se necesita para hackear nuestro Estado de derecho) a cambio de una consulta de autodeterminación en Cataluña.
ERC, PNV y Bildu probablemente prefieran en esta etapa avanzar en el vaciamiento competencial del Estado y las transferencias económicas en perjuicio del resto de comunidades autónomas.
Sánchez, además, les puede pedir una reforma de la ley electoral para reducir el mínimo provincial a un diputado (ya lo han propuesto algunos afines al PSOE), lo que en la práctica restaría escaños en áreas rurales donde domina ampliamente el PP. Escaños que se irían a circunscripciones más pobladas, donde se repartirían entre el resto de partidos.
Es decir, una ganancia neta de varios escaños para Sánchez y sus socios.

Yolanda Díaz, de Sumar. EFE
También, dado el pinchazo de Sumar, puede convencerlos de integrarse en las listas del PSOE como independientes, lo que permitiría aprovechar muchos restos de votos con los que se pueden ganar hasta una decena de parlamentarios en detrimento del PP.
Cierto que algunos se perderían en favor de Podemos. Pero no deja de ser un apoyo que lograría atraerse en otra investidura.
Si hiciera falta, por ejemplo para el Senado (puede además hacerse la prueba anticipadamente, ya que esta Cámara se puede disolver separadamente del Congreso: recurso constitucional que por inédito podría ser también del gusto de Sánchez y de quienes persisten en confundir arrojo con responsabilidad), podría proponer a todos sus socios construir un “frente popular”.
Y varios cartuchos más de polarización, como por ejemplo la de romper relaciones con Israel (muy cínico cuando no se plantea con Rusia y mientras se reniega de nuestra responsabilidad en el Sáhara Occidental) y, con la guinda final, para cuando le hiciera falta, de un referendo para acabar con la monarquía.
Todo lo que haga falta para enrocarse en el poder con la sempiterna excusa de cerrar la puerta a la derecha.
Pero la realidad es que la desigualdad sigue en los niveles de hace diez años porque el gobierno "progresista" acumula medidas regresivas en favor de territorios ricos y de pensionistas que ganan mucho más que el sueldo medio.
Ni Sánchez se va a ir, ni le van a echar, ni se debe dar por garantizado que no tendrá más remedio que marcharse en 2027. De hecho, siguiendo la trayectoria de los últimos años, lo razonable no es pensar que ya se ha tocado techo, sino que lo peor está aún por venir.
Evitarlo exige ante todo que el conjunto de la sociedad española se implique mucho más en la política. Está en manos de cada uno decidir si podemos hacer más por nuestra democracia amenazada por demasiados frentes.
*** Víctor Gómez Frías es ingeniero y profesor.