
Viktor Orbán junto a Santiago Abascal y Marine Le Pen.
Orbán está formando una coalición de extrema derecha para 'okupar' Bruselas
Orbán ha conseguido ser objeto de culto entre la extrema derecha europea. Gana sistemáticamente elecciones, proporciona un relato ideológico e invierte mucho dinero y esfuerzo en construir una coalición paneuropea.
El mundo está siendo arrasado por un 'tornado Trump' que ha devuelto la "esperanza" de regresar a "la normalidad y la paz".
“Este es el regreso más grandioso que ha visto el mundo occidental, un regreso grande y hermoso”, declaró el primer ministro húngaro, Viktor Orbán, durante su discurso inaugural (más directo y radical de lo habitual) en la Conferencia de Acción Política Conservadora (CPAC) celebrada este año en Budapest.
La CPAC, en origen una plataforma para políticos y teóricos del Partido Republicano de Estados Unidos, ha pasado a ser en los últimos años un foro mundial para las fuerzas de la derecha radical. Su irrupción en Europa ha contado con la ayuda de la Fundación para los Derechos Fundamentales, una ONG organizada, financiada y respaldada por el Gobierno de Orbán.

Santiago Abascal en la cumbre de los de Patriots en Madrid junto a Viktor Orbán, Marine Le Pen y el holandés Geert Wilders. Efe
Mientras Orbán elogiaba a Donald Trump, la CPAC de este año centró su atención en temas claramente europeos.
Después de quince años en el poder, el primer ministro húngaro tiene que hacer frente a una oposición cada vez mayor en su país. La frustración de los ciudadanos por la corrupción rampante del Gobierno, la mala situación económica y la escalada de confrontación con los aliados de Hungría ha mermado su popularidad.
En las últimas encuestas, el nuevo movimiento de oposición encabezado por el antiguo miembro de Fidesz Péter Magyar está entre seis y ocho puntos por delante de la coalición gobernante Fidesz-KDNP de Orbán, lo que le supone un serio problema ante las elecciones generales de 2026.
"Alarmados por la radicalización creciente de Orbán, veinte Estados miembros de la UE han hecho pública una declaración conjunta en la que le instan a revocar sus nuevas medidas"
La reacción del Gobierno de Orbán ha consistido en intensificar los ataques contra sus detractores, en un intento de dar la vuelta a la situación.
Fidesz ha presentado hace poco una serie de proyectos de ley draconianos que incluyen medidas represivas al estilo ruso contra los políticos de la oposición, los medios de comunicación independientes, las ONG e incluso las empresas privadas.
La marcha del Orgullo LGBTQI+ prevista para junio en Budapest ha sido una de las primeras víctimas, pues ha sido prohibida con el pretexto de “proteger a la infancia”.
Además de estas medidas, el Gobierno también ha empezado a modificar las normas electorales y a destinar recursos estatales a los posibles votantes de Fidesz.
Alarmados por la radicalización creciente de Orbán, veinte Estados miembros de la UE han hecho pública una declaración conjunta en la que le instan a revocar las nuevas medidas y piden a la Comisión Europea que, en caso de que el primer ministro no corrija las leyes, utilice todas las herramientas del Estado de derecho.
El comportamiento de Orbán ha dejado de ser meramente un asunto interno. Su estrategia transaccional y de confrontación es, cada vez más, un obstáculo para que la UE pueda tomar decisiones unánimes. Y ese es un lujo que Europa ya no puede permitirse frente a los problemas que plantean Rusia, China y el Gobierno de Trump.
La unidad europea no sólo es fundamental para la prosperidad, sino que es un pilar de la seguridad continental.
En 2018, en medio de la preocupación por la falta de independencia judicial y de libertad de los medios de comunicación en Hungría, el Parlamento Europeo inició la tramitación del proceso previsto en el artículo 7, que podría desembocar en que el país pierda el derecho a voto en el Consejo Europeo.
Aunque el Consejo ha debatido el asunto en ocho ocasiones, todavía no ha dado el siguiente paso: someter las sanciones al voto de los Estados miembros. Ahora es posible que no tarde en darlo, en vista de que las tensiones entre el Gobierno de Orbán y la UE están alcanzando el punto de ebullición.
Por eso, la CPAC 2025 ha servido de plataforma estratégica para que Orbán reúna y refuerce una coalición de políticos de la derecha radical de Europa Central, especialmente los que tienen posibilidades reales de llegar al poder.
Con el restablecimiento de una alianza regional, espera crear un bloque capaz de obstruir cualquier decisión de la UE que pretenda sancionar a su Gobierno, como la suspensión del derecho a voto o la interrupción de las transferencias financieras.
"A través de la CPAC, la red de Visegrado y el grupo de los Patriotas en el Parlamento Europeo, el primer ministro húngaro pretende crear un bloque que haga más difícil aprobar cualquier medida o sanción de la UE contra él"
La UE ya ha retenido más de 20.000 millones de euros de fondos estructurales asignados a Hungría, y esa cifra podría aumentar de forma considerable y crear un problema político complicado para el dirigente de cara a las elecciones parlamentarias del próximo año.
Orbán aspira a consolidar el apoyo de sus aliados centroeuropeos. Y es revelador que los gobiernos de Bulgaria, Croacia, Italia, Polonia, Rumanía y Eslovaquia todavía no se hayan sumado al grupo de países que condenan el último giro autoritario de Hungría.
A través de la CPAC, la red de Visegrado y el grupo de los Patriotas en el Parlamento Europeo, el primer ministro húngaro pretende crear un bloque que haga más difícil aprobar cualquier medida o sanción de la UE contra él.
De ahí la importancia de que Robert Fico, primer ministro de Eslovaquia, y Mateusz Morawiecki, del partido PiS de Polonia, estuvieran presentes en el acto celebrado en Budapest.
Ninguno de los dos partidos pertenece al grupo de los Patriotas del Parlamento Europeo que controla Orbán, pero son compañeros de viaje y dependen cada vez más unos de otros.

El primer ministro húngaro, Viktor Orbán. Reuters
Orbán ha conseguido ser objeto de culto entre la extrema derecha europea. Gana sistemáticamente elecciones, proporciona un relato ideológico e invierte mucho dinero y esfuerzo en construir una coalición paneuropea.
Pero su principal obstáculo es que Hungría es un país pequeño y él está cada vez más radicalizado y aislado de los grandes grupos europeos. Si los partidos de extrema derecha llegan al gobierno en otros países europeos, es posible que se distancien de él, como ya ha hecho Giorgia Meloni.
La CPAC pone de manifiesto el enorme y costoso esfuerzo que está haciendo Orbán para conservar la influencia que tanto le ha costado acumular. No puede luchar solo contra la UE. Va a necesitar aliados si quiere alcanzar su sueño de "okupar Bruselas" y provocar su propio 'tornado' de 'civismo' en Europa.
El grupo de los Patriotas, los vecinos de Hungría en el Grupo de Visegrado y el entusiasta animador de Washington serán los medios no sólo para hacer realidad esas grandes ambiciones, sino para garantizar su propia supervivencia política.
*** Zsuzsanna Szelényi es exdiputada húngara, especialista en política exterior, directora de programas del Instituto para la Democracia de la Universidad Europea Central (CEU) y autora del libro 'Tainted Democracy, Viktor Orbán and the Subversion of Hungary'.