El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, este miércoles en el Congreso.
¿Por qué los españoles no reaccionan frente a Pedro Sánchez?
Algunos hablan de una servidumbre voluntaria inserta en nuestro código genético, y recuerdan que nuestros abuelos tampoco se rebelaron contra el franquismo.
Cuando una rana es arrojada a una olla de agua hirviendo, la rana reacciona de inmediato y salta fuera. Pero si el agua está fría y se va calentando poco a poco, la rana se acostumbra y se queda en ella hasta morir. Es la fábula de la rana y la olla caliente.
Hay quien sigue recurriendo a ella para disculpar la reacción de los españoles frente a la película que, día tras día, protagoniza el fiscal general del Estado, dirige el ministro de Justicia y produce el presidente del Gobierno.
Porque cuando llegamos a casa al final de la jornada, tras encender la televisión y poner a Vallés, contemplamos perfectamente impasibles la escena que toca ese día. Ya sea la del fiscal general del Estado siendo imputado por vulnerar los derechos constitucionales de un ciudadano, o la del fiscal general del Estado limpiando el arma del delito (pues eso es su móvil) o, al estilo Txapote, acusando de prevaricación al juez que lo investiga (pues eso significa decirle al juez Hurtado que actúa de un modo predeterminado).
El fiscal general del Estado, Álvaro García Ortiz.
Escena tras escena, nuestra reacción es la misma: ninguna.
A lo sumo, forzamos una mueca de complicidad con las palabras del presentador. Pero no por indignación o escándalo, sino para demostrar en la mesa, entre bocado de merluza y trago de Godello, que hemos captado la voluntad de denuncia que hay detrás de su ironía, y que somos sabedores de sus razones.
En fin, ciudadanos inteligentes e informados.
"La democracia que nos dimos en el 78 se está degradando ante nuestros ojos"
Se comprende que la rana no se dé cuenta de que está dentro de una olla, ni de que la olla está sobre un fuego de la cocina, ni de que algo que no es otra rana se ha acercado y lo ha encendido. Pero es sabido que las ranas no pagan impuestos y nosotros sí.
Luego, nosotros no somos ranas.
Luego, su fábula no nos explica.
Entonces, ¿cómo hemos llegado a esto?
Desde la legal y legítima moción de censura de Pedro Sánchez, y la legal e ilegítima ocupación del poder que perpetró tras ella, incumpliendo primero su promesa fundacional de convocar elecciones y traicionando después su promesa electoral de no venderse a los que buscaban destruir lo que juró defender, la sucesión de pruebas de que algo iba mal ha sido incesante y abrumadora.
Empezamos con el blanqueamiento de los herederos de ETA y la humillación nacional que supuso la aceptación de la mesa de partidos y el relator, y seguimos con el confinamiento (declarado inconstitucional) de todo un país, la conversión de las instituciones en sucursales del Gobierno, la persecución de los funcionarios que se negaban a obedecer órdenes ilegales, la amnistía de los golpistas, el diseño ad hoc de leyes para tapar la corrupción, y la colonización del poder económico.
Así, hasta llegar a la última (por ahora) subida de temperatura en la olla sanchista: el anuncio de la UCO de que tratará de recuperar los mensajes de WhatsApp borrados por el fiscal general del Estado.
Al leerlo, una imagen salta como un resorte desde nuestra memoria cinematográfica: el policía que corre presuroso al wáter para tratar de agarrar las papelinas tiradas por el traficante antes de que se pierdan por el desagüe.
A eso ha tenido que llegar la policía judicial con quien tiene el encargo constitucional de promover la acción de la justicia en defensa de la legalidad.
La democracia que nos dimos en el 78 se está degradando ante nuestros ojos.
Es más, hoy ya ni siquiera nos queda la excusa que sí tenía la rana. Porque pareciera que últimamente nos están arrojando de una olla hirviendo a otra.
Pero nosotros seguimos igual de pasivos, mientras el mundo se desmorona a nuestro alrededor.
Algunos hablarán de una servidumbre voluntaria inserta en nuestro código genético, y recordarán que nuestros abuelos tampoco se rebelaron contra el franquismo.
Pero no es lo mismo. Ellos tenían la excusa de la represión de la dictadura, el recuerdo de la guerra civil, el miedo a repetirla y su abandono por las democracias occidentales.
Hoy, nosotros venimos de cuarenta años de libertad, el miedo a otra guerra civil sólo existe en las fantasías de Sánchez, y ya no estamos solos.
Entonces, ¿por qué no reaccionamos?
Nadie parece saberlo. Y eso es lo más inquietante.
*** Marcial Martelo de la Maza es abogado y doctor en Derecho.