El jurista Elías Díaz, en 2014.

El jurista Elías Díaz, en 2014. Fundación Juan March

Tribunas OBITUARIO

'In memoriam': Elías Díaz, el hombre que enseñó a España qué era la democracia

Elías Díaz ha sido una de las no-muy-abundantes eminencias jurídicas que ha dado la Universidad española en las décadas que van desde los años 60 hasta el presente.

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La primera vez que oí hablar de Elías Díaz fue en el otoño de 1963 en el entonces Pabellón de Gobierno de la Ciudad Universitaria, en el que se encontraba el Rectorado. Iba acompañado de mi amigo Jorge de Esteban y nos detuvimos un momento en un tablón de anuncios en el que se había colocado una lista de profesores que habían obtenido una beca. Creo que en el segundo lugar figuraba Elías Díaz García.

Jorge me indicó: "Según el cura Aguirre [quien, posteriormente, y tras su secularización, se convirtió, por su matrimonio con Cayetana Fitz—James Stuart, en Duque de Alba], Elías es la persona más inteligente que conoce".

En aquel entonces, para mí todo lo que dijera Jesús Aguirre, y nunca mejor dicho, iba a misa. Porque en aquella época de penuria económica (yo había llegado de Alemania en enero de 1963), en la que junto con mi familia estaba al borde de la inanición, los únicos ingresos que me permitían subsistir eran las traducciones del alemán que Jesús, entonces director de la editorial Taurus, me encargaba.

Traducciones que no sólo eran de libros jurídicos, sino también de libros teológicos escritos por catedráticos alemanes que, después del Concilio Vaticano II, encontraron numerosos lectores entre españoles progresistas que querían serlo sin por ello tener que abandonar la religión católica.

Fue la primera y última vez en mi vida que, por razones estrictamente profesionales, y para familiarizarme con el vocabulario teológico, leí la Biblia.

Algún tiempo después conocí a Elías personalmente y, a partir de ese momento, nunca dejamos de ser amigos, si bien el trato fue mucho más frecuente durante los años del franquismo. Yo nunca he sido un desencantado y siempre he pensado y pienso que vivir en una democracia es un regalo y un privilegio.

Pero creo también, con Thomas Mann, si sustituimos el nombre de Hitler por el de Franco, que "los años de lucha contra él fueron, moralmente, buenos tiempos".

Como sabemos sus amigos, y creo que él también lo reconocía, Elías era un hombre de paradojas. Voy a recordar aquí dos de ellas.

A mi observación de que un determinado periódico tenía una tirada cada vez mayor y, con ello, una mayor influencia, Elías me contestó: "Te equivocas, Enrique, cada vez se vende más, pero cada vez se lee menos".

Después del triunfo por mayoría absoluta de Felipe González, en las elecciones generales de octubre de 1982, muchos oportunistas se autodefinían, con la esperanza de que les nombraran para algún cargo político, como "simpatizantes, pero no militantes del PSOE".

Elías, por el contrario, y paradójicamente también, decía de sí mismo reiteradamente que él era "militante, pero no simpatizante del PSOE" (el copyright de esta frase es suyo). Lo que, comparándola con la conocida frase de Groucho Marx de que "él nunca pertenecería a un club que le admitiera como socio", podría transformarse, en el caso de Elías, en que "sólo pertenecía a clubs cuyos socios querían irse cuando él decidía entrar".

En cualquier caso, y como ha escrito en este mismo periódico Virgilio Zapatero en una preciosa, sentida y documentada necrológica, Elías Díaz nunca tuvo aspiraciones políticas. Y, a pesar de que era un ilustre militante del PSOE desde mediados de los años 70 del pasado siglo, rechazó las numerosas ofertas que se le hicieron desde su partido de ocupar importantes cargos políticos.

"Por sus méritos, Elías Díaz se ha ganado un puesto de privilegio en la reciente historia política y jurídica española"

Por cierto, que su ingreso en el PSOE supuso para su fraternal amigo desde la época de estudiantes de ambos en la Universidad de Salamanca, Raúl Morodo, en aquel entonces secretario general de PSP, una cierta desilusión, que nunca afectó a su inquebrantable amistad, porque había albergado la esperanza de que Elías pasara a integrarse en el partido de Tierno Galván.

Que Elías era un gran discutidor al que le entusiasmaba llevar la contraria lo puedo atestiguar también con una anécdota personal.

En el primer Congreso del PSOE celebrado en España después de la dictadura, en diciembre de 1976, yo estaba sentado al lado de Elías. Cuando el Congreso estaba tocando a su fin, apareció desde las últimas filas una persona que, ondeando una bandera republicana, se dirigió corriendo hacia el estrado en el que se encontraba la elite del socialismo europeo además de, naturalmente, Felipe González, Willy Brandt, Olof Palme o Mitterrand.

Una gran parte del público, yo entre ellos, levantó el puño izquierdo y empezó a corear: "España, mañana, será republicana".

Yo sólo estaba haciendo dos cosas: levantar el puño y repetir el lema, pero Elías se mostró masivamente en desacuerdo conmigo. Primero, me tapó literalmente la boca y me dijo: "No, Enrique, hay que gritar: 'España, mañana, será democrática" (una frase que no rimaba en absoluto). A continuación, me dio una documentadísima conferencia, exponiéndome que, en la larga historia del socialismo español, el puño sólo se levantó durante un corto período de la Segunda República, y que no había ningún motivo para resucitar un gesto que no pertenecía a la esencia del PSOE.

Como el conocimiento de los méritos que concurrían en Elías Díaz son materia no sólo de cultura jurídica, sino, me atrevo a decir, de cultura general, no voy a detenerme en ellos.

Pedro Sánchez, María Jesús Montero y Cristina Narbona, cantando el himno de la Internacional Socialista  en el Congreso Federal del PSOE en Sevilla.

Pedro Sánchez, María Jesús Montero y Cristina Narbona, cantando el himno de la Internacional Socialista en el Congreso Federal del PSOE en Sevilla. Europa Press

Elías ha sido simplemente una de las no muy abundantes eminencias jurídicas que ha dado la Universidad española en las décadas que van desde los años sesenta del pasado siglo hasta el presente.

Pero también es más que eso. Como me decía un hoy sabio magistrado emérito del Tribunal Supremo perteneciente a la generación siguiente a Elías: "En su libro Estado de derecho y sociedad democrática, Elías nos enseñó por primera vez a miles de españoles lo que era la democracia".

Creo que, sólo por ese indiscutible mérito, Elías Díaz se ha ganado un puesto de privilegio en la reciente historia política y jurídica española. Quien se acerque a su extensa obra se encontrará siempre con su inteligencia, con su rigor, con sus enseñanzas, y también, y no en último lugar, con su amenidad y su sentido del humor.

Elías fue también durante el franquismo, y aunque ello le costara, como le costó, el confinamiento y la relegación en su por él tan querida Universidad, un símbolo del coraje moral. De ese coraje que, en palabras de Stefan Zweig, es "el único heroísmo que no exige ninguna víctima ajena".

Mis condolencias para Maite, su esposa. Para Miguel (por Miguel de Unamuno, a cuyo pensamiento Elías dedicó uno de sus magníficos libros). Para Pablo (por Pablo Iglesias Posse, fundador del partido del que Elías fue "militante, pero no simpatizante"). Y para sus hijos, aunque desearía consolarlos en estos momentos si ello fuera posible. Porque tuvieron la enorme suerte de compartir su vida, durante tan largos años, con una extraordinaria persona en la que concurrieron tantas, y tan sobresalientes, virtudes.

Adiós, Elías, y muchas gracias por tu maravillosa amistad.

*** Elías Díaz García, catedrático emérito de Filosofía del Derecho de la Universidad Autónoma de Madrid, nació en Santiago de Puebla (Salamanca) el 5 de junio de 1934, y falleció en Madrid, el pasado lunes día 3, a los noventa años de edad.

*** Enrique Gimbernat es catedrático emérito de Derecho penal de la Universidad Complutense de Madrid.