
Elon Musk durante la toma de posesión de Donald Trump, este lunes en el Capitolio.
Trump confía en la innovación de sus plutócratas para traer la "edad de oro"
Trump ha regresado haciendo lo mismo que Biden hace 5 años: convirtiendo a su movimiento en una gran carpa donde todos tienen cabida, con el riesgo de que acabe descosiéndose.
Hay un titular que domina los análisis sobre la toma de posesión de Donald Trump: "La edad dorada de América comienza ahora". Esto ha dicho, este lunes, el presidente al asumir su mandato.
Por segunda vez en la historia de Estados Unidos, un presidente toma posesión de su segundo mandato en forma no consecutiva (el primero fue Grover Cleveland, por allá en 1893). De esta manera, el cuadragésimo quinto inquilino de la Casa Blanca también será el cuadragésimo séptimo.
También, Trump se convierte en el primer presidente en la historia de este país en ser un criminal convicto. Pero, en todo caso, para más de la mitad del país eso sólo habla de una historia de superación personal… única.
Una historia que ha roto todos los moldes posibles. Que ha demostrado que, te guste o no te guste el personaje, su capacidad de levantarse tras la derrota es legendaria. Una y otra vez, porque este hombre ha perdido muchas veces.
Desde estrepitosos fracasos empresariales que han terminado en varias bancarrotas hasta la salida en 2020 de una presidencia que pasó décadas buscando, la clave de Trump para nunca desaparecer del mapa es jamás aceptar la derrota.

Mark Zuckerberg, Jeff Bezos, Sundar Pichai y Elon Musk, en la toma de posesión de Trump este lunes en el Capitolio, Reuters
Así, ha protagonizado una de los regresos políticos más legendarios en la historia moderna. ¿Cómo?
Parece mentira, pero haciendo lo mismo que Joe Biden hace cinco años: convirtiendo a su movimiento en una gran carpa donde casi todos tienen cabida.
Por Trump no sólo votaron los ultraconservadores. En el republicano también confiaron, por ejemplo, y entre otros, los libertarios, aquellos que consideran que el futuro de Estados Unidos pasa por retomar la senda de la innovación mediante la desregulación y simplificación de un Estado que se ha vuelto un elefante burocrático, cuyo mantenimiento ha hecho que los niveles de deuda lleguen a Marte antes que Elon Musk.
El tamaño del Estado americano no está al nivel de Bruselas (ese no es un elefante, sino un mamut), pero lo cierto es que en el 2010 el PIB de Estados Unidos fue de aproximadamente once billones quinientos mil millones de euros, mientras que el de la Unión Europea fue de nueve billones quinientos cuarenta mil ochenta y siete millones de euros. De tú a tú.
En el 2023, el PIB de Estados Unidos fue de aproximadamente veinticinco billones seiscientos veintinueve mil ochocientos cuarenta y dos millones de euros, mientras que el de la Unión Europea se quedó en catorce billones quinientos noventa y cuatro mil cuatrocientos noventa y tres millones.
Trece años, un suspiro en la Historia, bastaron para que el gigante europeo se achicara en comparación su principal aliado.
¿Qué le pasó a Europa en estos trece años? No hace falta ser economista para darse cuenta de qué ha pasado en este siglo en Bruselas: la burocracia, ese lugar donde la innovación y la meritocracia van a morir, donde la comodidad de un sueldo seguro para toda la vida frena la evolución tanto individual como social.
¿Por qué sigue creciendo ese animal que se alimenta del fruto del trabajo individual de cada contribuyente? Las regulaciones, que sólo sirven para crear una oficina nueva que debe ser llenada con nuevos burócratas, que harán cualquier cosa con tal de que su cómodo estilo de vida no se vea alterado, así sea para bien. Mejor pájaro en mano que ciento volando, dicen.
Esta actitud ha ido permeando en la sociedad estadounidense, que se ha ido enrocando, estratificando, como ha sucedido en predios europeos. Una élite dominante se ha dado cuenta de que la mejor forma de controlar a sus siervos no es mediante el sueño americano, sino distrayéndolos lo suficiente entre tres trabajos necesarios para llegar a final de mes y debates socioculturales que muchas veces no son tan importantes como nos hacen creer.
"Hace tiempo que EEUU se volvió una plutocracia. Pero si vivimos en ella, que al menos sea una que fomente la innovación, ¿no?"
Lo que pasa es que, fuera de ese élite, existen personajes como Elon Musk, díscolos por naturaleza, como todo genio creativo que se ha hecho a sí mismo. A diferencia de las élites generacionales, esta élite tecnológica de Silicon Valley no son ricos gracias a haber heredado una fortuna centenaria, sino por haberla creado. Ellos entienden que, si a la innovación le pones exceso de controles, la pasmas. Y una sociedad que no innova es una sociedad en decadencia.
No es un secreto la influencia que, hasta ahora, mantiene Musk en la presidencia de Trump. Tendrá hasta una oficina en la Casa Blanca, desde donde coordinará el Departamento para la Eficiencia Gubernamental (D.O.G.E., por sus siglas en inglés, en una infantil referencia a la criptomoneda del mismo nombre que el propio Musk ha impulsado). Por supuesto que a nadie debe gustarle eso de que el gobierno sea controlado por los ricos.
Muchos llevaron mal ver en la toma de posesión, con la ubicación más relevante posible, a Musk (X, SpaceX, Tesla), Bezos (Amazon, Blue Origin, The Washington Post), Zuckerberg (Meta, los de Facebook, Instagram, WhatsApp), Pichai (Alphabet, los de Google, Android, Fitbit y YouTube), Altman (Open AI, los de ChatGPT), o Cook (Apple).
Pero es que hace tiempo que EEUU se convirtió en una plutocracia al eliminarse los límites al financiamiento electoral. El propio Musk ha invertido unos 277 millones de dólares. Pero si vivimos en una plutocracia, que al menos sea una que fomente la innovación, ¿no?
Porque, si en algo podemos estar de acuerdo con estos billonarios, es que Estados Unidos no volverá a la edad de oro sin la innovación.
El reto más grande para este propósito no será, sin embargo, el de los burócratas enquistados en sus puestos. Tampoco la oposición que pueda hacer el ala socialista del Partido Demócrata (porque la moderada, la que tiene dinero, callan, pero apoyan estos cambios).
El mayor reto será el de los ultraconservadores. Los más MAGA, los del Estados Unidos profundo, los racistas y xenófobos. Que los hay, y en cantidad.
Esos chocarán con los libertarios, como ya lo han hecho a propósito de las visas para que los talentos excepcionales migren a Estados Unidos. Trump, por ahora, ha logrado acallarlos al tomar posición a favor de Musk y compañía, pero la gran carpa del presidente se le puede descoser por los costados.
Como le ocurrió a Biden.
*** Francisco Poleo es analista especializado en Iberoamérica y Estados Unidos.