Benjamin Netanyahu, primer ministro de Israel, preside el Gabinete de Guerra convocado en la noche del sábado.

Benjamin Netanyahu, primer ministro de Israel, preside el Gabinete de Guerra convocado en la noche del sábado. Efe

LA TRIBUNA

Hasta dónde puede llegar la escalada de la Guerra de Gaza

La pregunta es si la escalada va a contenerse en un intercambio de salvas entre Israel e Irán, o si va a entrar en una espiral descontrolada, algo que parece perfectamente probable.

14 abril, 2024 08:47

El ataque iraní a Israel ha empezado. Y no se trata únicamente de la respuesta a la muerte de sus generales en el bombardeo israelí sobre Damasco. Al contrario, acaba de estallar un conflicto regional que durará varias semanas y que consistirá en un intercambio de salvas de misiles, drones y cohetes de artillería destinados a golpear el corazón de la economía, la industria y los activos militares del adversario.

Los objetivos prioritarios de Irán serán las fábricas que ensamblan el sistema Cúpula de Hierro y sus misiles; los vitales puertos de Haifa y Eilat, que dan acceso al mar Rojo y al mar Mediterráneo respectivamente, así como determinadas instalaciones militares consistentes en bases (especialmente aéreas y navales); centros de mando y centros productivos y, por último, la central nuclear del Néguev o las infraestructuras eléctricas e hidrológicas del mar de Galilea.

Iraníes celebran en las calles de Teherán el ataque contra Israel, en la noche del sábado.

Iraníes celebran en las calles de Teherán el ataque contra Israel, en la noche del sábado. Reuters

Los objetivos prioritarios de Israel son los eslabones del programa nuclear iraní; las fábricas de misiles y drones; los centros de investigación tecnológica militar (incluidos sus científicos más importantes), así como determinados activos militares consistentes en polvorines con misiles antiaéreos, misiles de largo alcance y drones de largo alcance. También submarinos y buques de superficie de la Marina.

Quizás el objetivo más rentable para Israel (pero el más peliagudo políticamente) es el de la infraestructura de los hidrocarburos: yacimientos, oleoductos, depósitos, terminales portuarias, refinerías y buques petroleros. De todos ellos depende el régimen para sobrevivir, y todos ellos son sencillos de atacar.

Pero existirían dos riesgos.

El primero, el aumento exponencial del precio del barril en un año de campaña electoral en las mayores democracias del mundo, y especialmente en Estados Unidos.

El segundo, que Irán presionase a Estados Unidos y optara por cerrar el estrecho de Ormuz y bombardear la exportación de hidrocarburos, que está a tiro de piedra de los misiles iraníes. Y que abarca la producción petrolera de Emiratos, Irak, Kuwait, Baréin, Arabia Saudí y Qatar.

Por lo pronto, cabe pensar que Israel buscaría efectuar un daño limitado en la red de exportación iraní, evitando una espiral de respuesta y contrarrespuesta incontrolable.

Lo que sí sabemos es que el tablero de esta partida serán los cielos de Irak y Siria.

Los primeros, favorables a Israel, gracias a la información que puedan proporcionar las baterías antiaéreas estadounidenses en la zona.

Los segundos, favorables a Irán, que disfrutará del apoyo antiaéreo del maltrecho ejército sirio. Aún es capaz de proporcionar un espacio aéreo seguro para los drones que sobrevuelen Damasco, ya que para derribarlos los cazas israelíes tendrían que acercarse demasiado a los sistemas antiaéreos sirios, cosa que hasta ahora siempre han evitado.

"Irán ha prometido represalias contra los Estados arábigos que consientan el uso de bases estadounidenses sobre su territorio para atacarles"

Respecto a las piezas sobre el tablero, EEUU respaldará a Israel de la manera habitual, con información, logística, financiación y respaldo político internacional. Un juego al que se suman Francia, Alemania y Reino Unido.

En el caso árabe, cabe esperar una neutralidad puntualmente favorable a Israel (especialmente en el caso de Jordania). Sin embargo, Irán ha prometido represalias contra los Estados arábigos que consientan el uso de bases estadounidenses sobre su territorio para atacar Irán, o que consientan a los cazas israelíes el sobrevuelo de sus espacios aéreos.

Finalmente, es de esperar que el conflicto entre Israel y Hezbolá se avive en el norte, ya que para penetrar la defensa antimisil israelí es muy probable que Teherán y Beirut se coordine. Y de esta forma, es probable que la animosidad crezca en el lado hebreo y libanés de la frontera, exponiendo de paso a nuestros soldados españoles desplegados en la Blue Line.

Naturalmente, tampoco es descartable una actuación secundaria de los hutíes lanzando pequeñas salvas de misiles y drones sobre Eilat y las corbetas amarradas en sus muelles.

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Y a partir de aquí caben muchas conjeturas, y unos cuantos asuntos a los que una mala carambola puede afectar el resultado de la contienda.

Para empezar, puede provocar un nuevo auge en los precios del petróleo, asunto en el que también inciden los ataques ucranianos sobre la infraestructura petrolera rusa.

En segundo lugar, existe la tentación iraní de aprovechar su superioridad en fuerza terrestre sobre los escasos efectivos occidentales en Irak para desalojar a estos últimos con apoyo de las milicias chiíes del país del Tigris.

Un tercer aspecto es el de una guerra de salvas larga, con intercambios ininterrumpidos durante los próximos meses y el efecto que ello tendría sobre una Ucrania que ya sufre la acuciante escasez de sistemas antimisil.

Israel difícilmente tiene una gran producción de misiles para el sistema Honda de David. Y hoy por hoy la única reserva de sistemas Patriot a la que podría recurrir es la reserva estratégica de las U.S. Armed Forces, ya que se supone que los arsenales europeos priorizarán a Ucrania.

"La animosidad entre Irán e Israel puede provocar una espiral de ataques entre Hezbolá y las FDI que podría acabar en una invasión del Líbano"

Pero lo peor es que la paupérrima producción de Patriot (que apenas alcanzan el medio centenar anual) es insuficiente para equipar a Ucrania, y lo sería aún más para sostener dos guerras de alta intensidad en simultáneo. Es decir, que Ucrania o Israel, o peor aún, Ucrania e Israel se quedarán sin capacidad antimisil contra los misiles balísticos adversarios.

Otro aspecto difícil de evaluar es el de China, pues las transacciones de petróleo árabe en dólares, sus adquisiciones militares y la vieja alianza de seguridad entre Riad y Washington están ahí, al igual que sucede con las relaciones comerciales de Irán y China.

¿Cómo podría maniobrar y aprovechar China estos elementos? Por lo pronto, Pekín ya está mejorando su posición gracias a este conflicto, haciéndose acreedor de una imagen de estabilidad y comercio. A la vez que la marina mercante china surca las aguas de Bab el Mandeb sin mayor peligro mientras sus contrapartes occidentales han de dar la vuelta a toda África, sumando más de un mes a sus travesías (y a sus costes).

Con todo, Pekín también se expone a peligros. Concretamente, a que el precio de los hidrocarburos y las commodities en general se dispare fruto de la guerra. Lo cual representa un torpedo contra la línea de flotación de cualquier economía industrial y exportadora, pero importadora de energía barata.

Por último, es Gaza quien cierra el círculo. ¿Cómo afecta todo esto a la posición palestina en general y a la de Hamás en particular?

Indudablemente, un escenario así revestiría de legitimidad un asalto terrestre sobre los batallones de Hamás atrincherados en Rafah. Pero simultáneamente reforzará la posición negociadora de Hamás al conectarse directamente con Irán. Un actor regional con mucho más peso y que puede pedir el fin de la guerra en Gaza (y la salvación de su aliado en la Franja) como condición para alcanzar una tregua.

Más preocupante es el asunto del norte, pues la animosidad entre Irán e Israel puede provocar una espiral de ataques y contraataques entre Hezbolá y las Fuerzas de Defensa de Israel que podría terminar con una espectacular (y arriesgada) invasión terrestre del sur de Líbano.

Es un hecho que la Guerra de Gaza ya ha escalado. La verdadera pregunta es si va a contenerse en un intercambio de salvas entre Israel e Irán, o si está destinada a entrar en una espiral descontrolada. Hoy esta opción parece perfectamente probable.

*** Yago Rodríguez es analista militar y geopolítico, y director de The Political Room.

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