Una escena de '20 días en Mariúpol'.

Una escena de '20 días en Mariúpol'.

LA TRIBUNA

Al buenismo se le ha atragantado el documental '20 días en Mariúpol'

Que los ciudadanos no comprendan cómo se produce el periodismo es preocupante. Pero más preocupante aún es que alguien que dice ser periodista tampoco lo comprenda. 

12 abril, 2024 02:16

Que la población civil en democracia no comprenda cómo se produce el periodismo y para qué sirve es preocupante. Pero más preocupante aún es que alguien que dice ser periodista tampoco comprenda que el oscarizado documental 20 días en Mariúpol es periodismo del bueno y no una ficción en la que pondría o quitaría esto o lo otro para que quedara más cuqui. Que les pongan o les quiten figuritas a los pesebres sobre los que escriben es a lo que se dedican estos bien pagados.

Descubrí la columnita de marras a la que aludo porque varios compañeros se mesaban los cabellos en redes, aquí y aquí. Al leer en el titular "no todo vale en la guerra", cualquier persona con una inteligencia normal que haya seguido la invasión rusa de Ucrania habría pensado que se refería a los crímenes de guerra cometidos por las tropas de Vladímir Putin y que el documental de Mstyslav Chernov documenta durante los primeros veinte días del sitio de Mariúpol.

Pero no, el autor se refería al propio Chernov. 

Este ser de luz se quejaba de que Chernov había filmado a "muchos de los personajes" contra su voluntad. "Y algunos ni siquiera saben que están siendo filmados".

Muchos son dos. Dos civiles. Y ya sabemos que dos son compañía. Para ser multitud deberían ser tres. El escritor salvador de almas también entrecomilla erróneamente. No, no son esos dos civiles quienes dicen "no nos grabes". Es una deformación profesional del amanuense, que acaba confundiendo realidad y ficción

"Muchos" son una señora que en el minuto 08:20 le pide a Chernov "no me persigas, basta", después de haber explicado voluntariamente durante diez segundos que los rusos "lo han destruido todo y lo han saqueado todo, he tenido que dejar mi casa, dejar todo lo que tengo. ¿Qué es esto?".

El cámara Chernov le pregunta su nombre, y ella responde "no tengo nombre", se niega a darlo. A continuación, aparece otro vecino huyendo de la destrucción e insulta al cámara, "vete a la mierda, prostituta".

Chernov sigue grabando y baja la cámara. Meses después, al añadir su voz al documental, dice que entiende el enfado de estas personas. Pero su deber es filmarlas, y es lo que hace. Luego ya se tomarán las decisiones editoriales pertinentes con los editores.

"Le molesta la voz fúnebre y efectista de Mstyslav Chernov, que no tiene otra voz, y lo acusa de artificioso, amarillista, paparazi"

La única vez que se le pide a Chernov que no filme es en el minuto 15:59. Son soldados ucranianos que comprueban su acreditación. Estos sí dicen "no grabes, por favor". Esto es lo normal en una guerra o en una manifa.

Estos son los "muchos", comparados con las decenas de víctimas que sí quieren ser filmadas para que alguien frene el horror que tanto daña la profunda empatía expresada por el columnista. Le molesta la voz fúnebre y efectista de Mstyslav Chernov, que no tiene otra voz, y lo acusa de artificioso, amarillista, paparazi, manipulador de melodrama barato.

¿Quién es aquí el manipulador?

Yo no he estado en Ucrania, pero he cubierto unos cuantos conflictos, he visto centenares de horas de vídeo de coberturas de guerra tan estomagantes como las de Mariúpol, y conozco desde dentro los estándares periodísticos de la empresa que emplea a Chernov, The Associated Press (AP). Son impecables.

Chernov y el fotógrafo Evgeny Maloletka fueron los únicos periodistas que pudieron documentar el asedio de Mariúpol en febrero de 2022.

En tiempos de paz, los profesionales de AP piden permiso para filmar a los seres humanos. Los padres tienen que firmar documentos en los que se permite a la agencia que difunda las imágenes cuando se trata de menores de edad.

Cartel de '20 días en Mariúpol'.

Cartel de '20 días en Mariúpol'.

A los profesionales de vídeo y fotografía se les exige que no muevan ni un solo elemento del lugar donde se lleva a cabo la entrevista, ni un vaso de agua, ni un cenicero, ni un florero que impida tomar una buena imagen, para evitar que la agencia sea acusada de manipular el entorno.

Por si esto fuera poco, el periodismo de agencia es una tortura para los egos. Los periodistas no salen en cámara, no existen, no hay voz en off. El narcisismo está prohibido, y aunque exista, el formato lo cercena. Cada toma va acompañada de una descripción detallada por escrito, con lugar y hora.

Al editar los vídeos, no se puede trocear una declaración y recomponerla en aras de la comprensión de la audiencia. Hay que escoger los diez o veinte segundos que condensan el contenido, para que la agencia no sea acusada de manipular a los entrevistados.

Es un trabajo duro, de minero, de soldado desconocido. Y así se filmó 20 días en Mariúpol. Con alguna salvedad, como comprenderán, es complicado pedir permisos firmados en un bombardeo.

"Para esto sirve el periodismo. Pero nuestro autor superior no se ha manchado las manos. No sabe que los bombardeos son así de efectistas"

Esas imágenes fueron difundidas por AP en su día y aclamadas por su alto valor documental de los crímenes de guerra que Putin sigue cometiendo en Ucrania: niños víctimas de los ataques rusos que mueren en el hospital delante de la cámara, mujeres embarazadas con las tripas al aire, civiles huyendo con toda la pérdida de dignidad que significa ser víctima de guerra.

Cadáveres, muchos cadáveres. Para esto sirve el periodismo. Pero nuestro autor superior no se ha manchado las manos. No sabe que los bombardeos son así de "efectistas".

Después de haber recibido todos los premios del gremio, tanto la AP como Chernov decidieron producir un documental, formato con concesiones que no admite el periodismo de agencia. De ahí la voz en off de Chernov explicando cronológicamente lo que había filmado. De ahí que dos civiles incómodos al ser filmados sí aparezcan en el documental.

Son concesiones necesarias y honestas que explican la humillación de las víctimas.

Pero nuestro columnista moralmente superior desconoce estos estándares. No le gustaría verse ahí, con esa indignidad. Pobrecillo. Y a quién le gustaría tener su minuto de gloria en esas circunstancias.

Dice de sí mismo que tiene estómago. Seguramente notó que lo tenía cuando se le atragantó el cruasán al ver 20 días. Ha de saber este ser altamente sensible que los editores protegen su sensibilidad: las imágenes más gore no se emiten. Se envían directamente a la Corte Penal Internacional.

Es incomprensible que con tantos ejemplos en la prensa española de egos torcidos que amarillean, manipulan y mienten, que sí son paparazis, el columnista haya escogido a un profesional de la talla de Chernov. ¿Por qué no el lamentable "E-Team" de 2014 dedicado al narcisismo de un personaje del sector humanitario de dudosa ética profesional? 

He preguntado a varios de los periodistas que cubren la guerra en Ucrania, para ver si se me escapa algo. Pero no.

"Este artículo está escrito por el típico adocenado, aburguesado, que da por sentada la democracia. En muchos países luchan por esa democracia, por su libertad, que es lo que están defendiendo los ucranianos", me explica un periodista español que cubrió los primeros días de la invasión.

"El artículo es un insulto a la inteligencia, al periodismo, y no al periodismo de guerra, sino al periodismo en general, que consiste en describir lo que ves. Esos plumillas no sé de dónde salen, no sé quién los pone, pero todos sus argumentos son ridículos, ridículos".

Que le pregunten a Xavier Colás lo que es incomodar a Putin. Entre la expulsión y el Novichok, mejor lo primero.

Envié la columna a Chernov y a la AP, porque tienen derecho a réplica, pero han decidido no comentar. Tal vez sea por el mismo motivo por el que otro periodista que cubre Ucrania me dio para no responder, alegando que no le importa lo que piense este señor de lo que sucede en Ucrania.

Tienen razón, al fin y al cabo. Fernando Savater lo calificó de "mindundi servicial" que escribe "piezas de encargo". Pero me preocupa la comprensión periodística del lector. Me gustaría ayudarlo a diferenciar entre escritores cobardes y periodistas valientes

Para nuestro autor, La zona de interés, una película de ficción, es irónicamente más verdadera que la verdad de los hechos. Nuestro ser escribiente y sintiente prefiere que los muertos sean invisibles, sólo un ruidillo de fondo y alguna pestilencia, como si fuera ruso.

Una ucraniana le respondió en X: "Los ucranianos morían mucho mejor durante Holodomor en los años 30, en silencio y sin molestar, mientras el mundo compraba trigo ucraniano que daba gusto".

Sandy Lieberson, miembro de la Academia de los Oscar, está sorprendido de que un supuesto experto en cine tenga esa impresión de 20 días: "No creo que haya narcisismo ni sensacionalismo. Admiro ese documental. Me parece impactante y perturbador. Es comprensible la reticencia de algunas personas a ser filmadas, pero me alegro de que se les incluyera. Me pareció más un collage que un documental estructurado", señala a EL ESPAÑOL.

No me pude resistir a entender las razones por las que este señor podría sentir tanta inquina contra Chernov. Busqué en seguida si al sujeto también le parecían narcisistas y amarillistas los palestinos que filman sus hijos muertos. Nada, la clásica adiposidad intelectual de los vendidos.

Pero creo que encontré la respuesta. "Que no se desanime el doctorando en Historia del siglo XXI que lea esta columna desde el siglo XXII" [gran carcajada mía].

Por supuesto, nuestro ser espiritual se hizo escritor renunciando a su ego y a su narcisismo y por el bien de la humanidad.

Escucha: nadie leerá tu columna en el siglo XXII. Pero el documental de Chernov ya está siendo estudiado y podría cambiar el curso de la historia.

*** Marga Zambrana es periodista, corresponsal en China desde 2003 y en Oriente Medio desde 2013.

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