Manifestantes polacos contra la agenda ecologista de la Unión Europea.

Manifestantes polacos contra la agenda ecologista de la Unión Europea. Jakub Orzechowski Agencja Wyborcza

LA TRIBUNA

La desregulación de las políticas verdes pone en peligro la competitividad de Europa

Claro que hay que hacer más para promover la industria europea. Pero retroceder respecto a la visión que encarna el Pacto Verde no es la respuesta.

23 marzo, 2024 02:26

La relación entre la competitividad y las ambiciones del Pacto Verde Europeo es una de las grandes prioridades actuales de la UE. La política de referencia del bloque está sufriendo una lluvia de ataques, no solo de los agricultores, que se han manifestado por las calles de Francia, Países Bajos, Alemania y otros países para protestar contra las imposiciones que se les exigen a ellos y a su sector, sino también de destacadas personalidades dentro del bloque, como el primer ministro belga, Alexander de Croo.

De Croo, como otros dirigentes de los 27 Estados miembros, ha propuesto desregular las políticas medioambientales en una campaña dirigida a la industria química belga, que fue fundamental para impulsar la Declaración de Amberes en favor de un Acuerdo Industrial Europeo.

Ahora bien, este cambio, que supone diluir el Pacto Verde, entraña riesgos.

La presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, en rueda de prensa.

La presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, en rueda de prensa. Johanna Geron Reuters

Como declaró Ursula von der Leyen en 2019, en vísperas de su elección como presidenta de la Comisión, "el Pacto Verde Europeo es nuestra nueva estrategia de crecimiento" y las políticas verdes ya han creado oportunidades de negocio en Europa. Algunas, como la energía eólica marina, ya están asentadas. Otras innovaciones están empezando a dar sus frutos, como las tecnologías de transmisión de energía o la producción de acero bajo en carbono, el "acero verde" de Suecia y diversas soluciones de economía circular.

La preocupación actual por la competitividad es comprensible, sobre todo en industrias con gran consumo de energía. Como afirma la Comisión Europea en su reciente informe anual sobre el Mercado Único y la Competitividad, queda mucho por hacer: más inversión en investigación e innovación, un mercado energético que funcione mejor y más campañas de capacitación. Pero una política industrial moderna no puede dedicarse solo a proteger todos los sectores económicos tradicionales. También debe crear condiciones para la innovación y para los recién llegados.

Por eso, una concepción simplista de la regulación puede ser perjudicial para la competitividad. La Comisión Europea ha demostrado que una normativa bien diseñada puede desempeñar un papel crucial a la hora de impulsar las tecnologías verdes innovadoras. No hay más que ver de qué forma las normas sobre consumo de combustible para vehículos dieron lugar a nuevas soluciones de combustibles ligeros o pensar en el rápido desarrollo de las tecnologías de energías renovables. Esta estrategia puede contribuir a crear mercados para otras tecnologías innovadoras, como la siderurgia con bajas emisiones de carbono.

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Desde el punto de vista de los líderes de la UE, que se reunirán este mes y en abril para examinar las propuestas de la Comisión, además del informe que va a hacer público el ex primer ministro italiano Enrico Letta sobre el futuro del mercado único, este podría ser un momento decisivo para las políticas medioambientales del bloque, sobre todo si se imponen quienes exigen una "ruptura normativa", por varios motivos.

En primer lugar, confiar de forma exclusiva en los instrumentos del mercado es arriesgado. Existen numerosos estudios que demuestran las ventajas de una buena combinación de políticas para alcanzar los objetivos climáticos. Por ejemplo, sin una normativa europea que fomente los vehículos eléctricos, el precio del carbono tendría que ser mucho más alto. La falta de regulación aumentaría los costes para los consumidores, las empresas y los gobiernos, que se verían obligados a invertir más en medidas compensatorias para las regiones y los hogares vulnerables.

En segundo lugar, Europa perdería peso internacional. En la actualidad, la UE fija las normas que otros deciden seguir, y un nuevo estudio de la Comisión Europea revela la envergadura de esa influencia, sobre todo en relación con la legislación medioambiental. Por citar un ejemplo del "efecto Bruselas", pensemos en los autobuses que circulan en todo el mundo con carteles que proclaman que cumplen las normas de la UE sobre emisiones.

"Si la UE abandona estas prácticas pondría en peligro el avance hacia los objetivos sociales y medioambientales"

Por eso es tan importante que la UE actúe ahora que está perdiendo importancia en la economía mundial. Si retrocede en estos momentos, habrá más peligro de que otros acaben superándola y de que disminuya su peso mundial, lo que despejará el terreno para que las industrias de otros países se hagan con mercados cada vez mayores de tecnologías verdes.

Por último, la falta de regulación puede resultar cara. El retraso en la restricción de los policlorobifenilos (PCB), que son muy cancerígenos, costó a la UE un mínimo de 15.000 millones de euros. Esto demuestra que aparcar unas leyes comunitarias más estrictas puede salir muy caro.

En última instancia, estamos hablando de la coherencia de la propia Unión. Las normas comunes para las nuevas tecnologías son intrínsecamente importantes para el proyecto europeo. Si hay una pausa normativa, los Estados miembros llenarán el vacío con sus propias leyes y fragmentarán el mercado interior. Y, sin una buena legislación común a toda la UE que sirva de muro de contención, hay peligro de que las subvenciones estatales no promuevan una modernización suficiente de la economía.

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No pretendo sugerir que la aplicación del Pacto Verde Europeo sea fácil. Es un camino lleno de obstáculos para los Estados miembros con una capacidad administrativa limitada. Todavía hay que garantizar la financiación a largo plazo. Y los requisitos sobre informes pueden resultar abrumadores para las pequeñas y medianas empresas.

Sin embargo, estas no son razones para abandonar una política medioambiental sólida, sino que señalan la necesidad de diseñar bien las leyes e instaurar medidas adecuadas para garantizar la cohesión regional y unas transiciones justas. Si la UE abandona estas prácticas pondría en peligro el avance hacia los objetivos sociales y medioambientales y, al mismo tiempo, su competitividad.

Claro que hay que hacer más para promover la industria europea. Pero retroceder respecto a la visión que encarna el Pacto Verde no es la respuesta.

*** Mats Engström es investigador sénior sobre políticas en el Consejo Europeo de Relaciones Exteriores (ECFR).

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