El ministro de Exteriores ruso, Seguéi Lavrov, durante su intervención en la Asamblea General de las Naciones Unidas, el pasado 24 de septiembre.

El ministro de Exteriores ruso, Seguéi Lavrov, durante su intervención en la Asamblea General de las Naciones Unidas, el pasado 24 de septiembre. EFE/Miguel Gutiérrez

LA TRIBUNA

Por qué Putin ya ha ganado (al menos en parte)

A pesar de su relativo fracaso en Ucrania, Moscú ha cambiado desde 2014 el orden mundial liberal en beneficio del revisionismo ruso y el de sus aliados antioccidentales.

3 enero, 2024 02:00

Al final del décimo año de guerra en Ucrania, el resultado del ataque de Moscú contra su presunta "nación hermana" es ambivalente para el Kremlin.

Por un lado, Rusia ha sufrido la demolición de su imagen como supuesta "superpotencia" militar. La guerra se convirtió, en 2022, en una vergüenza internacional para los dirigentes, el ejército y la industria armamentística de Rusia.

La campaña de Moscú en Ucrania también supuso la pérdida de socios, mercados e inversores occidentales.

Estos y otros reveses tendrán consecuencias regionales, geopolíticas, económicas y posiblemente políticas de gran alcance para Rusia.

Por otro lado, hay una serie de consecuencias de la política rusa en Ucrania, en parte ignorados y en parte subestimados, que debilitan el orden internacional y a Occidente.

Volodímir Zelenski ante el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas. 20 de septiembre de 2023.

Volodímir Zelenski ante el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas. 20 de septiembre de 2023. Reuters

Sin duda, la invasión a gran escala de Ucrania del 24 de febrero de 2022 ha provocado una consolidación parcial de Occidente. La OTAN y la UE se acercaron ante la escalada rusa. La integración occidental no sólo de Ucrania, sino también de Moldavia y Georgia, ha dado un gran paso adelante con su estatus de candidatos a la UE desde 2022/23.

A pesar de estas secuelas positivas del enfrentamiento en Europa del Este, el daño político global causado por la guerra rusa es enorme.

Aunque este no era el objetivo principal del Kremlin, esos efectos secundarios redundan en beneficio de Moscú. Los actuales y futuros regímenes revisionistas se están beneficiando de la subversión rusa de la ley y el orden internacionales.

El ataque ruso al sistema de seguridad mundial debilita a Occidente y las organizaciones internacionales. Con ello fortalece, al menos en los cálculos de suma cero del Kremlin, a la propia Moscú y a sus aliados antioccidentales.

Aparte de la devastación de Ucrania, la aventura ucraniana de Rusia es el golpe más preocupante para la estabilidad mundial desde el final de la Segunda Guerra Mundial. Desde 1945, ha habido otras guerras igualmente trágicas en todo el mundo, con cifras de víctimas también elevadas.

Sin embargo, la guerra rusa contra Ucrania desde 2014, y especialmente desde 2022, tiene, en la suma de sus características específicas, una nueva cualidad.

1. En 2014 Rusia atacó sin provocación un país hasta entonces completamente pacífico y militarmente impotente. El giro de las políticas interior y exterior de Ucrania en 2014 fue mucho menos dramático de lo que Rusia y sus apologistas en el extranjero pintaban.

La política ucraniana hacia las minorías de etnia rusa siguió siendo tolerante después de la revolución del Euromaidán y solo se volvió más restrictiva como consecuencia de la guerra. El extremismo de derechas ucraniano sigue siendo hoy débil en comparación con los estándares europeos.

El Acuerdo de Asociación de la UE con Ucrania de 2014, no estaba en contradicción, además, con el entonces operativo acuerdo de libre comercio de Rusia con Ucrania.

La adhesión de Ucrania a la OTAN sigue siendo hoy una perspectiva lejana. Según la lógica de esta apología popular del comportamiento de Putin, Rusia debería haber retirado sus tropas de la República de Moldavia hace mucho tiempo, ya que Moldavia es oficialmente no alineada desde 1994.

Sin embargo, Moscú ha mantenido un Estado satélite no reconocido de Transnistria en territorio moldavo durante treinta años con apoyo militar y económico.

Y viceversa. Según la lógica de los portavoces del Kremlin, Moscú debería haber atacado a Finlandia en respuesta a su solicitud de ingreso en la OTAN en 2022.

Tras hacerse pública la intención de Helsinki de ingresar, era previsible que la OTAN diera el sí a la petición de Finlandia mucho antes que la solicitud simultánea de ingreso de Ucrania. La frontera ruso-finlandesa no es tan larga como la ruso-ucraniana.

Sin embargo, también es muy extensa, y casi duplica la longitud total de la frontera OTAN-Rusia en 2022. 

"Rusia no ha reaccionado como con Ucrania a la adhesión de Finlandia a la OTAN, aunque plantea una cuestión estratégica más preocupante"

Además, la adhesión de Finlandia ha puesto a San Petersburgo, la ciudad natal de Putin, en una situación precaria. La segunda capital rusa se encuentra ahora muy próxima a la OTAN tanto por el oeste, en el lado estonio, como por el noreste, en el lado finlandés.

Esta nueva situación geopolítica de San Petersburgo ha convertido la adhesión finlandesa a la OTAN en una cuestión estratégica más preocupante para Rusia que una posible adhesión ucraniana en un futuro probablemente lejano.

Sin embargo, Rusia no ha reaccionado de forma significativa a la solicitud de adhesión de Finlandia a la OTAN. En los dos últimos años, Rusia ha retirado sus tropas del Distrito Militar del Norte, en la frontera ruso-finlandesa, a pesar del acercamiento de Finlandia a la Alianza Atlántica del Norte y su adhesión a ella.

2. En segundo lugar, la invasión rusa, tanto en 2014 como en 2022, no sólo tuvo como objetivo la ocupación temporal de los territorios conquistados. Condujo a su anexión final y completa, primero de la Crimea ucraniana y más tarde de otras cuatro regiones del sudeste de Ucrania.

Una guerra tan descarada para extender el territorio del propio Estado a expensas de un país vecino reconocido internacionalmente no es insólita. Pero se había convertido en una política exterior inusual después de 1945. 

3. En tercer lugar, la invasión rusa es una guerra no sólo de expansión, sino también de aniquilación. Su objetivo es abolir Ucrania como Estado independiente y erradicar la nación ucraniana como comunidad cultural separada de Rusia.

La intención genocida de Moscú se expresa no sólo en numerosas declaraciones verbales, sino también en una serie de actuaciones de terrorismo de masas: bombardeo deliberado de infraestructuras civiles, destrucción selectiva de instituciones culturales ucranianas como iglesias y bibliotecas, contrabando masivo de civiles ucranianos a través de los llamados campos de filtración, maltrato arbitrario y asesinato de cientos de civiles y prisioneros de guerra, deportación masiva de decenas de miles de niños acompañados y no acompañados, campañas de rusificación en los territorios ocupados, campos de reeducación para ucranianos menores y adultos, etcétera.

Esta actitud genocida tampoco es original, ni siquiera después de 1945. Sin embargo, nunca ha sido practicado de esta forma por ningún miembro permanente del Consejo de Seguridad de la ONU fuera de su territorio.

4. En relación con esto, hay una cuarta característica especial de la guerra. El uso selectivo por parte de Rusia del puesto en el Consejo de Seguridad de la ONU heredado de la Unión Soviética en 1991 para acompañar diplomáticamente una guerra de aniquilación y para asegurar políticamente la ampliación territorial.

"Moscú ha dado la vuelta, desde 2014, a la función original de la ONU: se ha convertido, en manos de Rusia, en un instrumento de expansión"

Con este enfoque, Rusia ha dado la vuelta, desde 2014, a la función original de la ONU. Creadas en su día para proteger el derecho internacional y, en particular, las fronteras, la integridad y la soberanía de los Estados, las Naciones Unidas se han convertido, en manos de Rusia, en un instrumento de expansión. 

Un aspecto curioso es que Ucrania, como antigua república soviética, fue una de las fundadoras de la ONU en 1945, mientras que la república predecesora de la URSS de la actual Rusia, la República Socialista Federativa Soviética Rusa (RSFSR), no lo fue. No obstante, el Estado sucesor de la RSFSR, la Federación Rusa, que ingresó en las Naciones Unidas a finales de 1991, incluye hoy oficialmente cinco regiones anexionadas por la fuerza de una república fundadora de la ONU.

Con este telón de fondo, no es de extrañar que Rusia bombardeara Kiev a finales de abril de 2022, cuando el secretario general de la ONU se encontraba en la ciudad. António Guterres tuvo que esconderse en un refugio antiaéreo de Kiev de los misiles enviados por un miembro permanente del Consejo de Seguridad de la ONU y que apuntaban a objetivos en las inmediaciones.

5. Las consecuencias de mayor alcance del comportamiento de Moscú para el sistema de seguridad mundial están relacionadas con una quinta característica: el aspecto nuclear de la guerra de expansión y aniquilación de Rusia contra Ucrania.

El comportamiento de todos los actores en esta confrontación está condicionado por la posesión por parte de Rusia, y la no posesión por parte de Ucrania, de armas nucleares, así como de otras armas de destrucción masiva. Ucrania, Occidente y el resto del mundo están calculando sus acciones y señales a la luz de las flagrantes amenazas de Moscú de utilizar armas nucleares y la incapacidad de Kiev para hacer lo mismo.

El aspecto más escandaloso de esta constelación es que el Tratado de No Proliferación Nuclear (TNP), en vigor desde 1970, permite a Rusia poseer armas nucleares, pero prohíbe a Ucrania adquirirlas o construirlas.

De forma similar a los efectos paradójicos del puesto que Rusia ocupa en el Consejo de Seguridad de la ONU, Moscú ha dado la vuelta al significado del TNP.

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Concebido como un instrumento para el mantenimiento de la paz, la aplicación consecuente del TNP tiene, en el contexto del comportamiento actual de Rusia hacia Ucrania, un Estado sin armas nucleares, el efecto de permitir una guerra de expansión. 

Como en el caso de la pertenencia de la República Soviética de Ucrania a la ONU desde 1945, existe otra curiosidad histórica en relación con el régimen de no proliferación. Tras obtener la independencia en 1991, Ucrania tuvo brevemente el tercer mayor arsenal de armas nucleares después de Rusia y Estados Unidos. En aquel momento, Ucrania poseía más cabezas atómicas que los otros tres Estados poseedores oficiales de armas nucleares (Gran Bretaña, Francia y China) juntos. 

Sin embargo, a mediados de la década de 1990, Kiev no sólo aceptó destruir sus misiles intercontinentales, inservibles de cualquier modo. A cambio del ahora infame Memorando de Budapest de 1994 también se persuadió a Ucrania para que liquidara o entregara a Rusia todos los arsenales atómicos, materiales radiactivos y tecnologías nucleares utilizables militarmente, así como los sistemas vectores pertinentes.

Desde 2022, un aspecto especialmente tragicómico de esta historia ha sido el uso por parte de Rusia de algunos de los sistemas vectores que recibió de Ucrania en la década de 1990, como parte del acuerdo de Budapest de 1994, para destruir ciudades ucranianas.

"El Kremlin ha hecho grandes progresos en la destrucción del orden mundial de posguerra surgido después de 1945"

Con su guerra contra Ucrania desde 2014 y su escalada desde 2022, Rusia ha sacudido no sólo el orden mundial liberal, sino el orden general en Europa y de la humanidad en su conjunto. El ataque de Rusia no solo está dirigido contra la democracia de Ucrania, sino también contra la estatalidad, las fronteras, la soberanía, la identidad y la integridad ucranianas.

Los efectos subversivos de este comportamiento de un miembro permanente del Consejo de Seguridad de la ONU (y Estado poseedor oficial de armas nucleares en virtud del TNP) se ven amplificados por el comportamiento manso e ineficaz de los restantes miembros del Consejo de Seguridad, otros Estados poseedores de armas nucleares y otros poderosos países occidentales. Y a la cabeza, Alemania.

Las sanciones masivas impuestas por Occidente a Moscú desde 2022 han obstaculizado la guerra rusa y debilitado la economía. Sin embargo, hasta el momento no han sido capaces de limitar fundamentalmente a Rusia, y mucho menos de poner fin a la guerra. Las entregas de armas occidentales a Ucrania siguen siendo vacilantes, circunscritas y lentas. Siguen siendo limitadas y excluyen algunos tipos cruciales de armamento. 

La guerra de Rusia afecta a menudo de forma indirecta y a veces directa los intereses de seguridad europeos y de otros Estados. Es el caso, por ejemplo, de los misiles rusos que operan en las proximidades de centrales nucleares ucranianas, que apuntan al distrito de embajadas de Kiev o que destruyen silos de grano ucranianos.

Sin embargo, incluso los Estados europeos militarmente poderosos, cuya seguridad se ve amenazada o mermada por la guerra rusa, dejan la protección de sus intereses nacionales en territorio ucraniano exclusivamente en manos de las fuerzas armadas de Ucrania. 

La implicación internacional en la ayuda no militar a Ucrania sigue siendo escasa. En la actualidad, hay intensos debates occidentales sobre la transferencia a Kiev de los fondos congelados por Moscú, el castigo por las violaciones masivas de los derechos humanos cometidas por Rusia en los territorios ucranianos ocupados, o la repatriación a su patria de decenas de miles de niños ucranianos deportados de Rusia.

Sin embargo, hasta ahora ha habido pocas medidas prácticas relevantes para implementar adecuadamente estas y otras nobles intenciones similares. 

En cambio, la creciente distancia entre la retórica pública y la práctica política transmite la impresión de que el orden mundial liberal es un espejismo. Sin duda, la propia Rusia va por mal camino como pretendido imperio revitalizado y saldrá de la guerra como perdedora.

Pero, sin duda, el Kremlin ha hecho grandes progresos en la destrucción del orden mundial de posguerra surgido después de 1945.

*** Andreas Umland es analista del Centro de Estocolmo de Estudios sobre Europa Oriental (SCEEUS) del Instituto Sueco de Asuntos Internacionales (UI).

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