Una pantalla gigante retransmite la intervención de Xi Jinping en la cumbre del OCS en Beijing.

Una pantalla gigante retransmite la intervención de Xi Jinping en la cumbre del OCS en Beijing. Tingshu Wang Reuters

LA GRAN PARTIDA

¿Tiene China ya su propia OTAN del Este?

La incorporación de Irán a la OCS es importante para la organización, pero todavía está muy lejos de replicar el vínculo transatlántico de la OTAN.

7 julio, 2023 02:46

Irán es ya oficialmente miembro de pleno derecho de la Organización de Cooperación de Shanghái (OCS). El anuncio se ha producido durante la cumbre virtual de la OCS celebrada este martes 4 de julio y fue seguido por el izado solemne de la bandera de la República Islámica en la sede de la Secretaría General de la OCS en Pekín.

Teherán se une así a un club impulsado por China del que también forman parte Rusia, Kazajstán, Kirguistán, Tayikistán, Uzbekistán, la India y Pakistán y en el que Afganistán, Bielorrusia y Mongolia tienen la condición de observadores; Armenia, Azerbaiyán, Camboya, Nepal, Sri Lanka y Turquía son socios para el diálogo y la ASEAN (Asociación de Naciones del Sudeste Asiático), la CEI (Comunidad de Estados Independientes), Turkmenistán y Naciones Unidas participan regularmente como invitados en las cumbres anuales.

Una mujer pasea por las calles de Teherán con un mural de la bandera islámica de fondo.

Una mujer pasea por las calles de Teherán con un mural de la bandera islámica de fondo. Majid Asgaripour Reuters

Además, como presidente de turno en este 2023, el primer ministro indio, Narendra Modi, invitó a la cumbre del martes a representantes de la CICA (Conferencia para la Interacción y las Medidas de Creación de Confianza en Asia, un intento de OSCE asiática), la Comisión de la EAEU (Unión Económica Eurasiática, una pretendida réplica de la UE en el espacio eurasiático), la OTSC (Organización del Tratado de Seguridad Colectiva, el foro con el que Moscú aspira a consolidar su primacía militar en el espacio postsoviético) y el RATS (la Estructura Regional Antiterrorista de la propia OCS).

Descrito así, parece un club imponente, con innegable peso geopolítico y cuyos líderes presentan como manifestación tangible del orden multipolar que se está fraguando. La OCS genera, de hecho, titulares espectaculares desde su creación en 2001 que oscilan de la "OTAN del Este" a los más escépticos tipo "tigre de papel asiático". No es ni lo uno ni lo otro.

Lo cierto es que cualquier organización internacional saldría mal parada de la comparación con la OTAN. El artículo 5 del Tratado del Atlántico Norte, resumido en la idea de un "ataque contra uno es un ataque contra todos", no tiene equivalente. Aunque tampoco conviene llevarse a engaño: la fortaleza de la OTAN y de su artículo 5 radica en el vínculo transatlántico, esto es, el compromiso de EEUU con la defensa de sus aliados europeos.

"La irritación india con Pekín crece y Delhi tiene cada vez menos reparos en mostrarla públicamente"

En cualquier caso, la OCS no tiene un componente propiamente militar por más que los ejercicios denominados "Misión de Paz" sean maniobras destinadas, en teoría, a reforzar la interoperabilidad de las fuerzas armadas de Rusia y China. Ni tampoco cuenta con una cláusula de seguridad colectiva. No es, por tanto, una suerte de OTAN liderada por Pekín y Moscú.

Pero eso tampoco debe llevar a desdeñar como mero tigre de papel a un foro que aglutina a casi la mitad de la población mundial, alrededor de un 30% del PIB global, un 20% de las reservas de petróleo y que se está dotando de un creciente músculo institucional y conceptual. Sus miembros están convencidos de que este es uno de los foros donde se va a dar forma a una nueva realidad internacional.

Para tener éxito, los miembros de la OCS deberán, por lo pronto, disipar las evidentes tensiones que han dominado esta última cumbre y lograr una mayor confianza entre ellos. No parece una tarea sencilla. En primer lugar, y de forma destacada, cabe referirse a la decisión india de celebrar la cumbre de manera virtual. No están del todo claras las razones, pero todo apunta al malestar del Gobierno indio con China por su permanente cobertura diplomática a Pakistán.

Así, lo más destacado de la intervención de Modi ha sido su mención a que "algunos países utilizan el terrorismo transfronterizo como un instrumento de su política, ofrecen refugio a los terroristas y la OCS no debería dudar en criticar a esos países". Una referencia poco velada a Pakistán y China que es, sin duda, quien ejerce una mayor influencia en la organización, más aún porque el actual secretario general es un diplomático chino.

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La irritación india con Pekín por este tema va creciendo y Delhi tiene cada vez menos reparos en mostrarla públicamente. Desde la óptica india, resulta incongruente que una OCS forjada alrededor de la lucha contra los denominados "tres males" (extremismo, separatismo y terrorismo) se escabulla en el asunto del terrorismo que sufre la India, en gran medida, orquestado por el propio gobierno pakistaní. Sin embargo, para China, la cuestión de los "tres males" queda restringida a la minoría uigur de la región de Xinjiang y no aplica en ningún caso a Pakistán, con quien mantiene un fuerte vínculo estratégico.

Tras más de una década en calidad de observador, la India decidió unirse como miembro pleno a la OCS en 2017, fundamentalmente para mejorar sus opciones de acceso a Asia Central y monitorizar de cerca el empeño chino por moldear Eurasia alrededor de su nueva Ruta de la seda conocida como iniciativa de la Franja y la Ruta (BRI, en sus siglas en inglés).

Dado el bloqueo de facto que supone Pakistán para el acceso indio al Asia Central exsoviética por vía terrestre, Delhi ha invertido en el puerto iraní de Chabahar con vistas al desarrollo de una ruta terrestre a través de Irán y Afganistán o Turkmenistán hasta Uzbekistán. Sin embargo, China nunca ha visto esta vía como complementaria, sino como competencia directa de sus propios proyectos.

No en vano Chabahar está a menos de 200 kilómetros del puerto de Gwadar, en el que China ha invertido masivamente: es el punto de arranque del Corredor Económico China Pakistán (CPEC, en sus siglas en inglés) y es, de nuevo, fuente de irritación e inquietud para la India. El CPEC atraviesa la Cachemira ocupada por Pakistán, donde la India sospecha que China ha desplegado fuerzas militares. Gwadar es, en teoría, una infraestructura civil, pero Delhi recela de que sea utilizado como puesto avanzado de inteligencia y, en un futuro no muy lejano, de proyección de la marina china en el océano Índico.

"En Europa se tiende a magnificar con derrotismo todo lo que sucede en el espacio eurasiático impulsado por China"

Los recelos no son exclusivos de la India. Rusia apoyó el ingreso de la India para compensar el abrumador peso económico, político y demográfico de China, dada la incapacidad rusa de competir con China en Asia Central en esos ámbitos, salvo en el político y, específicamente, las elites. China, por su parte, respaldó el ingreso de Pakistán para contrarrestar el de la propia India.

El origen de la OCS está en el diálogo impulsado por los estados sucesores de la URSS fronterizos con China (Rusia, Kazajstán, Kirguistán y Tayikistán) para resolver las disputas sobre los trazados fronterizos. Este asunto quedó resuelto de forma sorprendentemente rápida y sencilla si tenemos en cuenta las décadas de litigio y escaramuzas fronterizas.

No obstante, aunque sus gobiernos jamás lo expresan en público, las suspicacias entre la población kazaja y kirguís con respecto a posibles ambiciones coloniales chinas sobre su territorio se mantienen. Sin embargo, la deriva revisionista de Moscú supone una amenaza directa para la existencia de Kazajstán y de ahí que Astaná vea ahora su relación con Pekín también a través de este filtro.

La rivalidad indo-pakistaní y la cautela con que se observan Rusia y China en Asia Central son las tensiones más visibles en la OCS, pero los estados centroasiáticos, además de por sus recelos con la potencia económica y comercial china, también han contribuido significativamente a este clima.

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Así, son Kazajstán y Uzbekistán los miembros que, tradicionalmente, han mostrado mayores recelos para el ingreso de Irán que lleva años llamando insistentemente a las puertas de la OCS. Astaná temía verse afectada por las sanciones impuestas a Irán por su programa nuclear o que Teherán trate de aprovechar subrepticiamente el marco que ofrece el Tratado de establecimiento de Asia Central como zona libre de armas nucleares (CANWFZ) y que forma parte del acervo asumido por la OCS.

Uzbekistán, por su parte, aunque con el actual presidente Mirziyáyev despliega una política amigable hacia sus vecinos, siempre ha recelado del fuerte vínculo de Irán con Tayikistán. El tayiko es una variable del farsi, mutuamente inteligible, también muy próximo al dari hablado en el norte de Afganistán. Esa cercanía étnica impulsa el empeño de Teherán y Dusambé por reforzar su conexión terrestre vía Herat y a Tashkent le inquieta que en esos planes, algún día, entren Samarcanda y Bujará, donde se concentra el grueso de la amplia minoría tayika de Uzbekistán.

Como se ve, un panorama regional complejo y plagado de aristas en el que no es oro todo lo que reluce, por mucho que, desde una vieja Europa consumida por la melancolía, haya tendencia a magnificar e interpretar en clave derrotista todo lo que sucede en el espacio eurasiático impulsado por China.

*** Nicolás de Pedro es experto en geopolítica y jefe de Investigación y Senior Fellow del Institute for Statecraft. La gran partida es un blog de política internacional sobre competición estratégica entre grandes potencias vista desde España.

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