Un hombre comprando carne en un supermercado.

Un hombre comprando carne en un supermercado. Efe

LA TRIBUNA

El último héroe español

Hoy, cuando las catástrofes políticas sigue golpeando a una clase media agonizante, ya no queda nada del horizonte de bonanza que hace décadas se dibujaba para el joven español hijo de la democracia del 78.

18 mayo, 2022 03:21

Tú no has leído a Francis Fukuyama, ni a Joseph Alois Schumpeter, ni a Samuel Huntington. No te hace falta. Tampoco te paseas por las presentaciones de libros o por los platós de televisión sentando cátedra sobre las razones del precio de la luz o la última posición geoestratégica de China en el conflicto eterno que acontece en el cuerno de África. No tienes tiempo. Ni ganas.

María Jesús Montero, ministra de Hacienda.

María Jesús Montero, ministra de Hacienda. Efe

Tú aspiras a tener una vida cómoda, tranquila, algo mejor quizá que la que disfrutaron tus padres. Poder escaparte dos semanas en agosto con la familia a la playa y no sufrir cuando las facturas aprietan a final de mes.

Ese eres tú. Un anónimo español que sueña todavía con el Estado del bienestar, con la posibilidad de ser feliz al tiempo que batallas en aquella cotidianidad que David Foster Wallace llamó "las trincheras de nuestra vida doméstica". Esa es la guerra de tu vida.

Pero, joder (discúlpame la sinceridad), has tenido mala suerte. Después de algunos buenos años, tus expectativas y deseos de socialdemócrata sueco terminaron súbitamente entre las ruinas de Lehman Brothers.

Todo cambió. Paro, prestaciones, ayudas sociales, visitas al juzgado… ¿Y después? Después un poco más de lo mismo. Recuperaste algo el aliento, pudiste salir adelante, pero un virus te metió en casa otra vez, te obligó a bajar la persiana y a mendigar subvenciones y créditos en el laberinto de la burocracia que previamente habían levantado los reales decretos del BOE y los funcionarios del Ministerio de Hacienda.

"Para Montero sólo eres un hereje desagradecido con los planes de 'recuperación y resiliencia', esa burda propaganda neologista que oculta el deseo inconfesado de hacer de ti un nuevo súbdito"

A veces, suspiras e imaginas qué sería ahora de ti si lo de Wuhan no hubiese ocurrido. Si no hubieses tenido que quemarte los ojos viendo a Fernando Simón decirte una cosa y la contraria con un margen temporal inferior a la media hora.

"No es justo, joder" mascullas entre dientes, en voz baja, intentando que los tuyos no se den cuenta de lo que verdaderamente ocurre. De que después de dos crisis económicas, un coronavirus, años de paro, derrota y decepción, ahora, cuando al final del túnel empezabas a ver la luz, a volver a respirar, la cruzada de Vladímir Putin contra la OTAN te devuelve a la casilla de salida.

Y realmente quieres volver a intentarlo. Porque te horroriza lo que ocurre en Ucrania. Pero tienes que salir adelante, otra vez, una vez más, otra vez más. Y buscas un trabajo, aceptas un contrato, pagas 300€ al mes en gasóleo y casi 200€ en luz. Sin contar, claro, con los 800€ de hipoteca.

Son gastos, son muchos gastos.

Y luego, en abril, el cepillo de Hacienda. Suspiras (por enésima vez) y aceptas las reglas del juego. Pagas porque eres un "buen ciudadano". Porque en verdad te sientes parte de algo más grande que vale la pena, llámalo Estado, patria, como quieras, pero eres generoso.

Sin quererlo, eres el individuo sobre el que Immanuel Kant escribía en su escritorio de Königsberg. Siempre lo has sido. Generoso, sí. Y por eso, cuando pides ayuda, cuando ruegas que te bajen el tipo de gravamen del IRPF o la cuota de autónomos, lo mínimo que esperas es que ninguna ministra te llame fascista.

Pero tú, olvidado héroe español, ansiabas demasiado. Para María Jesús Montero sólo eres eso. Un fascista, una criatura ignominiosa y detestable, un hereje desagradecido con los planes de "recuperación y resiliencia", esa burda propaganda neologista que oculta el deseo inconfesado de hacer de ti un nuevo súbdito en el siglo XXI. El Ingreso Mínimo Vital es el nuevo diezmo. Todo vuelve. Lo certificó hace tiempo Friedrich Nietzsche.

La escritura de cancelación de hipoteca, la matrícula de la universidad de tus hijos, el coche que siempre has querido desde que eras un adolescente, las vacaciones que promocionan en la tienda de la esquina. Todo eso tendrá que esperar. Mucho tiempo. Quizá para siempre.

El horizonte que hace décadas se dibujaba para el joven español, para los hijos de la democracia del 78, para los descendientes de cualquier Antonio Alcántara, es hoy humo. Humo negro, denso, irrespirable. Humo inconsistente y siniestro como el que todavía se mantiene sinuoso en Bucha, Borodyanka o en la acería de Azovstal.

Tu lamento arrancó con la nostalgia capitalista que se inyectaba en la sangre circundante de las pupilas de los brokers del último sillón de Wall Street. Ahora, quince años después, vuelve a desplegar su escenario con cascotes y miseria entre el fuego cruzado del Donbás, entre las aspiraciones y añoranzas de la nostalgia soviética de Putin.

"Tú, el rostro humano de una clase media agonizante, sirves de alimento para que mañana, o pasado, el Gobierno vuelva a jugar a la ruleta de los decretos leyes"

El pasado es un rival poderoso. Vive de recuerdos que no siempre necesariamente ocurrieron. Eso es lo tramposo de él. Que en realidad no es tal, sino el deseo transmutado de aquellos que hubiésemos deseado vivir. Pasado, recuerdo, memoria. Todo son añagazas.

Agotado después de un día más de trabajo, de discutir porque los números no salen y porque la perspectiva de que esto cambie es nula, apuras el cigarro y tus ojos reposan sobre la portada del periódico. Espionaje, el software Pegasus, la comparecencia de Margarita Robles, la última frase hecha de Pedro Sánchez y el Consejo de Ministros convertido en un festín de caníbales sin ya siquiera delantal.

En ese festín, tú, eres la merienda. Tú, el rostro humano de una clase media agonizante, sirves de alimento para que mañana, o pasado, el Gobierno vuelva a jugar a la ruleta de los decretos leyes.

La política en España, en mayo de 2022, es eso. Un juego de casino en el que se apuestan sin reparos los sueños y las esperanzas de miles de personas.

Decreto ley sí, decreto ley no. Última tirada. Sánchez sonríe, ha tenido suerte. Las manos todavía polvorientas de EH Bildu ratifican el último balón de oxígeno. La ruleta sigue girando.

Ahora, acostado en la cama, escuchando el respirar dormido de tus hijos, pensando en qué harás con las últimas facturas de los proveedores y las anotaciones del gestor, velas armas. En silencio, sigiloso, rumiante.

Ese eres tú. El último eslabón de una cadena que amenaza con romperse, con desconectarse de la posibilidad de ser feliz para siempre.

Te arropas, estás cansado. Suspiras, por última vez, y recuerdas tus años de bonanza. Esbozas una última sonrisa. Sí, el último héroe español todavía no ha perdido la sonrisa. Los héroes pueden con todo. Con que los llamen fascistas. Con su reducción a variable estadística del CIS. Con todo. Por eso son héroes.

*** Álvaro Perea González es letrado de la Administración de Justicia.

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