Militares alemanas en suelo afgano en 2018.

Militares alemanas en suelo afgano en 2018.

TRIBUNA | EJÉRCITO EUROPEO SÍ, EJÉRCITO EUROPEO NO

No, el Ejército europeo no es la solución

La creación de un ejército europeo no es la apuesta más realista: ¿cómo se puede trazar una estrategia de defensa común cuando los Veintisiete difieren en las amenazas?

29 agosto, 2021 02:06

La crisis abierta en Afganistán por el rápido colapso del Gobierno y la espectacular toma del poder por los talibanes le ha brindado al Alto Representante de la Unión Europea, Josep Borrell, una nueva oportunidad para reabrir un viejo debate en Bruselas, el de la autonomía estratégica, y en particular el de uno de sus elementos centrales: la creación de un ejército europeo.

Según Borrell, el caos vivido en el aeropuerto de Kabul y la descoordinación entre los Estados miembro a la hora de repatriar a sus nacionales y a los colaboradores afganos demuestra que Estados Unidos ya no es un socio fiable para Europa, y que Washington ha renunciado “a librar las guerras de los demás”. ¿La solución? Crear un ejército europeo que proteja y defienda nuestros intereses cuando éstos se desvíen de los de EEUU.

Obviemos que Washington anunció su retirada hace más de un año, y que el colapso del Gobierno afgano era una posibilidad muy real que la diplomacia europea debería haber anticipado. Aparquemos también el hecho de que los Tratados ya prevén mecanismos para desplegar fuerzas bajo bandera de la UE como las que ahora reclama Borrell.

El debate sobre la creación de un ejército europeo es uno de los más importantes para la UE, y afecta directamente a la seguridad de España. Por ello, es esencial que lo abordemos. Pero debemos hacerlo sin entrar en la dicotomía simplista entre europeístas vs. euroescépticos, y fijándonos en las implicaciones prácticas que este ejército tendría. 

Hay motivos perfectamente europeístas para recelar de un ejército europeo, y existen alternativas que pueden garantizar mejor la seguridad y la relevancia internacional de la UE y de sus Estados miembros sin arrastrarnos a otro debate sobre el que no existe un consenso viable en la actualidad.

Empecemos por el concepto de la autonomía estratégica y el propio ejército europeo, algo que divide profundamente a los Estados miembros. En primer lugar, porque esta idea aspira a que la UE sea más autónoma de un país en concreto, de Estados Unidos, y de la alianza militar que mantiene a Europa anclada a Washington, la OTAN. Y en segundo lugar porque, aunque sobre el papel ese hipotético ejército defendería la seguridad y los intereses europeos, si nos fijamos en los detalles empezamos a ver una realidad bien distinta.

El factor definitorio de la geopolítica del siglo XXI es el auge de China, y los Veintisiete discrepan sobre cómo responder al desafío

Un ejército es algo más que un conjunto de medios materiales y humanos con el que hacer la guerra. Toda fuerza militar requiere de unas directrices estratégicas y políticas que determinen cuándo y cómo utilizarla. O cuándo no utilizarla. Lo que para España es, si cabe, más relevante.

Empecemos analizando la fuerza en sí. Un hipotético ejército europeo, tanto si se tratara de una fuerza expedicionaria como de un verdadero sustituto de los 27 ejércitos actuales, no se construiría sobre la nada. Debería partir de los recursos militares de los Estados miembro y aunarlos bajo una estructura y un presupuesto comunes. 

Tras la salida del Reino Unido, el socio comunitario con las fuerzas armadas más poderosas y experimentadas es Francia, y la factura recaería previsiblemente sobre la principal economía de la UE, Alemania. Esta preponderancia militar y económica le daría al dúo franco-alemán la última palabra a la hora de fijar los objetivos estratégicos y la dirección política de este ejército. Y es ahí donde comienzan los problemas.

Porque el factor definitorio de la geopolítica del siglo XXI es el auge de China, y la respuesta estadounidense a tal desafío a su hegemonía. Y, como en tantos otros debates, los Veintisiete discrepan sobre cómo responder a este desafío.

Francia y Alemania buscan apartarse de esta tensión y llegar a acuerdos puntuales con el resto de grandes potencias según el interés del momento. París, por su obsesión gaullista de que Francia debe ser grande a toda costa, y Alemania porque su industria depende del gas ruso y el mercado chino. Esta generalización deja fuera muchos matices. Pero la realidad, hoy por hoy, es que ni Francia ni Alemania tienen interés en seguir a Estados Unidos a una confrontación con China o Rusia.

Ante esta situación, ¿qué incentivos tienen los lituanos o los checos para alejarse del paraguas estadounidense y confiar su defensa a un ejército europeo? ¿Y España?

España no puede arriesgarse a compartir su defensa con socios cuya lealtad no tengamos garantizada

La amenaza convencional más probable a la que podría enfrentarse nuestro país es un conflicto con Marruecos, que resulta ser un socio privilegiado de Francia. Como José María Aznar ha revelado, en 2002 el presidente francés Jacques Chirac le sugirió durante la crisis de Perejil que entregara Ceuta y Melilla a Marruecos. Chirac se disculpó, y en la última crisis con Rabat el apoyo de nuestros socios fue unánime.

Pero España no puede arriesgarse a compartir su defensa con socios cuya lealtad no tengamos garantizada. Y este es, en definitiva, el nudo gordiano de la defensa común europea: no podemos compartir un ejército si no compartimos las amenazas

Y eso no es euroescepticismo, sino todo lo contrario. La UE es un proyecto exitoso del que España se ha beneficiado enormemente y nadie, ni sus críticos más intransigentes, han sabido proponer una alternativa mejor ni más viable. Pero Europa también es un espacio en el que veintisiete países compiten por imponer su visión, y en el que España debe pelear por proteger sus intereses. 

El europeísmo naif nos conduce al lado oscuro de la decepción cuando nuestros objetivos no se imponen. Por el contrario, el europeísmo realista nos lleva al compromiso y a alcanzar acuerdos. A veces imperfectos, pero con la fuerza de veintisiete países unidos por un mismo objetivo.

En tiempos de incertidumbre es bueno buscar refugio en lo conocido. Volvamos a los Tratados. En ellos, los europeos dejamos claro qué clase de mundo queremos construir, y en ellos también nos equipamos con las herramientas para construirlo. Es hora de utilizarlas.

*** José Ramón Bauzá es eurodiputado de Ciudadanos en el Parlamento europeo y miembro de la Comisión de Asuntos Exteriores.

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