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LA TRIBUNA

Lecciones de la pandemia para los sistemas de salud

El autor argumenta que la epidemia de coronavirus obliga a introducir cambios en el sistema sanitario y a desplegar modelos flexibles para responder mejor a situaciones catastróficas.

26 mayo, 2020 02:58

Varias son las preguntas que nos hacemos estos días en relación con la pandemia: ¿por qué minusvaloramos la epidemia cuando empezó en China?, ¿por qué no reaccionamos cuando surgió un brote en el norte de Italia?, ¿estábamos preparados? y sobre todo, qué cambios debemos de realizar en los sistemas de salud.

En diciembre de 2019 se reporta en China un tipo nuevo de neumonía, las personas afectadas tenían como nexo común la vinculación con el mercado de Wuhan en la provincia de Hubei. El 3 de enero de 2020 las autoridades de China informaron a la OMS del brote asociándolo a un nuevo coronavirus, el SARS-CoV-2 o Covid-19.

El 21 de enero Estados Unidos declara en Washington su primer caso y para el 18 de abril todos los países de América y del Caribe habían confirmado casos. En Europa, el 25 de enero Francia confirma el primer caso, pero es un mes más tarde el 21 de febrero cuando Italia comunica el brote de mayor relevancia. Y es partir del 17 de marzo cuando ningún país europeo se encuentra libre del Covid-19.

El 11 de marzo, la OMS realiza la declaración global de pandemia; para entonces se habían registrado ya más de 118.000 casos, en 114 países diferentes.

A día de hoy, la pandemia ha afectado en los cinco continentes a más de 4,7 millones de personas, causando más de 300.000 fallecimientos. Un tercio de la población mundial se encuentra confinada con fuertes restricciones, y se ha producido una drástica bajada de la actividad económica con una repercusión muy importante en el empleo y en la producción de bienes y servicios.

La pandemia marcará un punto de inflexión para la organización y financiación de los servicios nacionales de salud

La pandemia por el Covid-19 ha supuesto también una crisis sanitaria sin precedentes, al poner al descubierto la fragilidad de los sistemas de salud actuales. Constituye la mayor crisis para los denominados servicios nacionales de salud, desde que en la primera mitad del siglo XX se articularan en Europa, y sin duda marcará un punto de inflexión para su organización y financiación futura.

La percepción de las personas sobre la salud ha cambiado con la pandemia. Hay mucha mayor conciencia de la fragilidad de nuestra salud, y de la necesidad de contar con sistemas de salud sólidos. Necesitamos reformas. En el momento que la economía lo permita, se incrementará el gasto sanitario público y también el privado como consecuencia de la mayor concienciación de las personas respecto a la necesidad de tener una buena cobertura sanitaria.

Los gobiernos prestarán mayor atención a la salud pública y la vigilancia epidemiológica. La salud pública no tiene fronteras, pero la mayor parte de los problemas son de ámbito local o regional, y por lo tanto solo se deberían gestionar en un ámbito superior problemas relevantes qué afecten a zonas geográficas amplias y mucha población, y en nuestro medio ese ámbito es Europa, a través de la Comisión Europea. La salud pública no es una cuestión política, es geográfica.

Las personas asumiremos mayor responsabilidad respecto a nuestras prácticas de vida, lo que se traducirá en hábitos más saludables, mayor autocuidado, calendarios de vacunación infantil y de adultos más amplios, programas de prevención comunitarios sobre cáncer y otras enfermedades y mayor desarrollo de la salud ocupacional y las revisiones de salud.

Los profesionales sanitarios con su actuación frente a la pandemia han ganado prestigio y reconocimiento social, y la sociedad debería mejorar su valoración profesional, se lo han ganado a pulso. España es uno de los países europeos que no tiene reconocida como especialidad la medicina de urgencias y emergencias, ni en médico ni en enfermería, sin lugar a dudas con su trabajo en la pandemia han demostrado que merecen ese reconocimiento por parte del Ministerio.

Ha quedado de manifiesto la importancia de la telemedicina como un medio eficaz, seguro y bien aceptado por profesionales sanitarios y pacientes. Durante la pandemia se han realizado prestaciones asistenciales hasta hace poco inimaginables, a través de plataformas tecnológicas para la realización de consultas telefónicas, videoconferencias, consultas vía web, chats sanitarios, aplicaciones y tecnología y de control clínico remoto, etc. La telemedicina ha ganado terreno y no va a retroceder, al contrario.

Como ocurre en el resto de sectores, se debiera potenciar la colaboración público-privada también en sanidad

La atención primaria, en las vertientes sanitaria, social y comunitaria, se debe potenciar para que lidere especialmente la atención a las personas con enfermedades crónicas y las personas mayores. Se debe potenciar la atención a domicilio, y será absolutamente clave la integración o coordinación de los servicios de salud y los servicios sociales, especialmente para la atención en las residencias de mayores, donde se exigirá un mayor apoyo de los profesionales sanitarios.

Los hospitales se deben reservar para los pacientes agudos complejos y críticos. Tendríamos que ambulatorizar y socializar en mucha mayor medida la tecnología diagnóstica y terapéutica. Se dará mayor relevancia a los servicios de urgencias y de cuidados intensivos e intermedios, diferenciándose físicamente y funcionalmente la atención a pacientes con enfermedades transmisibles infecciosas, de la del resto de pacientes. Los hospitales deben disponer de espacios y de tecnologías de soporte vital de reserva para garantizar su expansión sin que sea necesario interrumpir la atención sanitaria ordinaria ante epidemias o catástrofes.

Durante los momentos más duros de la pandemia se han necesitado todos los recursos sanitarios, públicos y privados. En el futuro, como ocurre en el resto de sectores, se debiera potenciar en mayor medida la colaboración público-privada, también en sanidad. Esto no tendría que poner en cuestión la apuesta estratégica de nuestra sociedad por el servicio público de salud y por su calidad, al contrario aprovechar sinergias mejorará los servicios.

En los últimos años, ya se han hecho esfuerzos para potenciar la investigación básica y clínica en biociencias. La memoria de la pandemia supondrá un nuevo impulso, y asistiremos a una mejor financiación de la investigación y de los investigadores, entre otros campos en el de las enfermedades infecciosas, hasta ahora casi abandonado por la industria farmacéutica que considera más rentable las enfermedades crónicas.

La pandemia del Covid-19, sin duda quedará como uno de los grandes acontecimientos globales de la primera mitad del siglo XXI. Estamos obligados a sacar conclusiones, y a realizar mejoras. Una vez superada debemos extraer enseñanzas, sacar conclusiones para diseñar y desplegar modelos de salud más innovadores y flexibles, que respondan mejor a las necesidades actuales y futuras de las personas y afrontar mejor nuevos eventos catastróficos que inevitablemente ocurren de manera periódica.

*** Jon Darpón Sierra es médico y fue consejero de Salud del Gobierno vasco entre 2012 y 2019.

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