Momento en el que Aitor Esteban le niega el saludo a Iván Espinosa de los Monteros.

Momento en el que Aitor Esteban le niega el saludo a Iván Espinosa de los Monteros. Captura de pantalla de RTVE Madrid

EL LISTO DE LA SEMANA

Aitor Esteban, el negador de saludos admirado por la izquierda española

Aitor Esteban perdió las formas en el debate a siete del pasado viernes cuando Iván Espinosa de los Monteros le recordó algunas de las ideas del fundador del PNV. 

3 noviembre, 2019 02:11

Con la excepción de los mercaderes de esclavos catalanes del siglo XIX, no ha habido en España un racista más primorosamente esculpido en granito que Sabino Arana, el inventor del País Vasco, del PNV y del nacionalismo hegemónico hoy día por ese rincón de España.

Las fábulas identitarias de Arana (y entre ellas sus Cartas a un maketo que tiene cara de fetoson el verdadero Mein Kampf español y de su siniestra influencia en la historia de este país da fe el hecho de que el partido que surge de sus tesis ha condicionado, investido y tumbado gobiernos con apenas 400.000 votos como no han logrado hacerlo Albert Rivera o Pablo Iglesias con ocho millones. 

Era Sabino Arana un tipo machista hasta lo caricaturesco, beato de morro arrugado, antisemita furibundo, intelectualmente reticente –no aprobó ni una sola asignatura de la carrera de derecho– y supremacista avant la lettre. De eso no cabe duda alguna ni siquiera entre los más tercos de sus admiradores

Cualquier otro partido que no fuera el PNV, ERC o el PSOE habría enterrado ya en lo más profundo de los libros de historia a su fundador con la esperanza de que este pasara lo más desapercibido posible. "¿Sabino, dice? No, señora, en los archivos del PNV por la 's' sólo nos aparecen 'seriedad', 'sensatez' y 'sobriedad".

No es ese el caso de los nacionalistas vascos. 

Atado con los intestinos de un buey –vasco– a la tierra, la sangre y los fueros, que más que las bases de un partido del siglo XXI parecen los ingredientes del caldero de un aquelarre de brujas, el PNV ha sido incapaz en cuatro décadas de distanciarse de un padre del que cualquier hijo sano se avergonzaría. 

El argumento habitual es el de que Arana era "producto de su tiempo". Algo que también podría decirse de Atila el HunoLeopoldo II de Bélgica y hasta de Francisco Franco Bahamonde. Todos ellos tan producto de su tiempo como Sabino Arana. ¿Quién no lo es, en definitiva? 

De Sabino Arana descienden o han descendido ideológica y espiritualmente Xabier Arzalluz, Juan José Ibarretxe, Andoni OrtuzarIñigo Urkullu y por supuesto Aitor Esteban, que el viernes le negó el saludo a Iván Espinosa de los Monteros (Vox) tras el debate a siete organizado por RTVE.

"El argumento es el de que Arana era 'producto de su tiempo'. Algo que también podría decirse de Atila el Huno y hasta de Francisco Franco"

Al parecer, Aitor Esteban, 50% soriano por parte de madre, 100% maketo según las tesis apellidistas de Sabino Arana, se sintió ofendido cuando el de Vox le recordó algunas de las frases más célebres del fundador de su partido.

"No hay más que ver la política que hacemos todos los días" respondió el representante del PNV, un partido que se vende en 2019 como progresista, feminista y moderado, aunque defensor del foralismo y de la excepcionalidad vasca. También dialogante, pero sólo con los que se presentan en el batzoki con el cesto lleno de nueces y el gesto más que humilde, humillado.   

Muchas acusaciones de franquismo ha de lanzar Aitor Esteban sobre sus rivales políticos para sepultar bajo varias capas de tinta de calamar el hecho, evidente para cualquiera con dos libros de historia de España sobre las estanterías, de que el carlismo vasco fue uno de los vencedores de la Guerra Civil española.

O el de que el País Vasco fue, junto con Cataluña, la región española más beneficiada por la política industrial y financiera del franquismo.

O el de que la oposición al franquismo corrió a cargo de comunistas y monárquicos, mientras los socialistas desaparecían del terreno de juego y los nacionalistas se adaptaban a las nuevas reglas con envidiable rapidez. El muerto al hoyo y el vivo al bollo.

Nada extraño en un partido que nació copiando la estructura de la Compañía de Jesús, pero sobre todo sus tácticas. Las de la "negociación entre fines absolutos y medios flexibles" según la lúcida definición que da del jesuitismo Jorge Bustos en su libro Vidas cipotudas.

Y es que no hay nada que pirre más a un socialista español que un jesuita de provincias vendiéndole la moto identitaria con retórica melosa, condescendencia a raudales y una nada disimulada displicencia. Es la nostalgia del cacique local que el socialismo español, a falta de Franco, satisface rindiendo pleitesía a los nacionalismos vascos y catalán. 

"Es la nostalgia del cacique local que el socialismo, a falta de Franco, satisface rindiendo pleitesía a los nacionalismos"

"Ojalá toda la derecha española fuera como el PNV" dice la izquierda española. "Ojalá todos los partidos españoles fueran como la izquierda española" piensa mientras tanto el PNV, que distingue muy bien entre genuflexos (Podemos) sumisos (PSOE), colaboracionistas (PP), refractarios (Ciudadanos) y hostiles (Vox)

Los nervios con los que el supuestamente sereno Aitor Esteban suele reaccionar cada vez que en un debate un político español, apellídese Espinosa de los Monteros, Cantó o Álvarez de Toledo, pone pie en pared es la prueba de que el actual 'oasis' vasco sólo lo es cuando nadie hace acto de presencia en el campo de batalla.

Porque cuando los pendones enemigos asoman por la colina al sur de sus posiciones, al PNV le brota el Sabino Arana que lleva dentro. Como en Cataluña, la cabaña de paja de la supuesta moderación peneuvista sólo aguanta en pie mientras ningún lobo sopla. Y a Aitor Esteban llevan meses soplándole desde varios frentes como no lo había hecho nadie en Madrid desde 1978. Normal que niegue saludos. Nadie lo llevaría bien. 

Y eso porque se huele en la atmósfera que la Transición podría estar a punto de completarse gracias a la relegación a ámbitos estrictamente locales de los últimos restos del antiguo régimen que quedan en España. Restos que no son precisamente los de Franco, sino los de Sabino Arana y Francesc Macià

Bienvenida sea a este país, en fin, la democracia versión premium, libre de sulfitos nacionalistas. Y gracias a Aitor Esteban por los servicios prestados a la gobernabilidad de este país. Ojalá no sean necesarios en un futuro próximo. Sería la mejor de las noticias posibles para todos los españoles. 

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